jueves, 21 de marzo de 2013

CON NUEVO PAPA ¿DEBE LA IGLESIA MODERNIZARSE? Con la llegada del 266º Papa han resurgido las exigencias que plantean, increíblemente, los ajenos, los extraños e incluso los contrarios a la Iglesia Católica; como si un vegetariano clamara por la renovación de las formas de cocinar ternera

Si la Iglesia Católica cambia su postura respecto a ciertos temas en función del momento, debería buscar otro nombre.

Tras la elección del nuevo Papa han vuelto a escucharse las voces de quienes piden, e incluso exigen, cambios en la Iglesia Católica, modernización, adaptación al mundo actual, renovación de estructuras, evolución con la sociedad… Pero lo más sorprendente de tales demandas es que, casi en su totalidad, proceden de quienes se declaran ateos o agnósticos, o sea, de aquellos que teóricamente ‘pasan’ de la religión; es algo así como que a los que no les gusta el teatro clamen por la utilización de dispositivos e ingenios electrónicos en los escenarios.

Así pues, quienes están dentro de la Iglesia, o sea los interesados y afectados por ella, prefieren que las cosas sigan como están (aunque siempre habrá lógicas discrepancias y opiniones contrarias), mientras que los que no quieren nada con lo que ahora encabeza Francisco I o incluso desean su desaparición, son los que reivindican cambios. Curioso, incoherente, ilógico.  

Esas voces que reclaman (casi siempre a gritos y con abundancia de insultos) novedades, mutaciones, actualizaciones se suelen centrar en cuatro o cinco puntos. Uno de ellos es el tema del aborto, pues reivindican que el Vaticano deje de pronunciarse a favor del no nacido y libere de culpa (de pecado, vamos) a la madre que, argumentan, ha de ser libre para decidir si lo que lleva dentro vivirá  o morirá como si fuera algo de su absoluta propiedad o formara parte de ella. Otro asunto que causa gran preocupación a los ateos preocupados por la Iglesia es el de las mujeres curas, pues reivindican el derecho de ellas a cantar misa; así, si detestan la religión y sus ritos, si no creen en nada de eso, ¿qué puede importarles que las mujeres dirijan o no las ceremonias? La negativa a casar a personas del mismo sexo, la oposición frontal a la eutanasia o al divorcio son otros temas en los que los ajenos a la religión elevan la voz exigiendo adecuación a los tiempos. Sin embargo, si el nuevo Papa iniciara el camino de la reforma de las bases del catolicismo estaría anunciando su desaparición, ya que sería renunciar a su moralidad, a su naturaleza, ajena a los tiempos, y se convertiría en una organización voluble y al albur de las modas y tendencias sociales de cada momento, o sea, que dejaría de ser la Iglesia Católica.

Tal vez los que se declaran contrarios a toda creencia y a todo concepto de trascendencia crean que esa es la mejor forma de acabar con esa entidad que lleva más de dos milenios operando. Pero aunque así fuera no deja de llamar la atención la preocupación por algo que les es tan repelente; imagínese que un enemigo de la masonería o de un club de fumadores, sociedad recreativa o comunidad de vecinos no cesara de proclamar la necesidad de la modernización de sus ritos, de exigir el cambio de indumentaria o de aconsejar unos nuevos horarios. Para estos casos la sabiduría popular acuñó aquello de ‘¡Y a ti quién te ha dado vela en este entierro!”.

Por otra parte, también se ha aprovechado la llegada del nuevo al solio pontificio para recordar la “necesidad de que la Iglesia Católica pida perdón por sus crímenes en el pasado, como la Inquisición o las Cruzadas”. Bueno, dígase una organización, organismo, partido, gobierno o país que no tenga cadáveres en el armario, y si hay que pedir perdón por hechos de anteriores generaciones deberían empezar los partidos democráticos, pues democracias legítimas han perpetrado barbaridades equiparables a aquellas, igual que otros regímenes, y en tiempos con Derechos Humanos en vigor.

CARLOS DEL RIEGO


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