La víctima, Marie Trintignan, muerta a palos por un bestia que no pasó ni cuatro años en la cárcel y hoy es agasajado en Francia |
Por un lado está el violento prosimio Bertrand
Cantat, miembro del grupo Desir Noir (antifascista
y pacifista que se manifestó
contrario a la guerra de Irak) que mató a golpes en la cabeza a la actriz Marie
Trintignan, según la autopsia con un total de 17 porrazos de “extrema violencia”;
quedó demostrado en el juicio que ella recibía palizas día sí día también, cosa
que confirmaron las anteriores parejas del protoser en cuestión, el cual había
sido denunciado innumerables veces por esas mujeres. Sin embargo, el encargado
de administrar la ley, dejándose convencer por alguno de los habituales embustes
a que suelen recurrir ciertos abogados como herramienta principal, entendió que
un tipo que ha apaleado a toda mujer que ha tenido la desgracia de estar cerca
de él, un tipo que pegó hasta la muerte a una de ellas, merecía una condena muy
inferior al daño causado (poco más y lo castiga sin postre una semana), pues lo
consideró homicidio involuntario y lo condenó a ocho años, de los que cumplió menos
de la mitad. El caso es que el bestia dijo primero que Marie se había resbalado
dándose contra el radiador; luego, cuando los médicos que la atendieron en
principio afirmaron que aquello eran marcas de golpes, rectificó y dijo que le
había dado un par de pescozones. Pero la autopsia demostró 17 golpes en el
cráneo y en la cara, que quedó irreconocible, así como señales de
estrangulamiento.
Al parecer (en agosto de 2003, en
Vilna, Lituania) María estaba encerrada en el baño aterrorizada; él esperó
pacientemente como hiena que acecha silenciosa; sin que se sepa por qué ella salió
y él la agarró, la golpeó contra el quicio de la puerta, contra el radiador y
contra todo lo que tuvo a mano; el cafre creyó (según declaró) que la
desdichada, ya sin sentido, estaba haciendo cuento, y siguió dándole; luego
estuvo varias horas hablando tranquilamente por teléfono pero no llamó a
servicios médicos, es decir, la dejó morir demostrando una infinita vileza. Cuesta
creer que semejante alimaña no tuviera intención de matar (se demostró que
siguió atizando a la pobre Marie cuando ya estaba inconsciente y que, en algún
momento, le echó un trapo sobre la cara), por tanto, esto es un asesinato en
toda regla, por más que el de negro lo dejara en homicidio involuntario y ocho
años; dicho sea de paso, el sentenciador pudo aplicar una pena de hasta 25
años, pero matar así le pareció tan poca cosa que aplicó la mínima, que es la
sentencia habitual en Francia para quien mata a su pareja-mujer. En todo caso,
esto es, sin la menor duda, un evidente caso de desproporción. Tan flagrante
como que lo dejen salir de la cárcel tras cumplir menos de la mitad porque se
portó muy bien (claro, en el trullo no hay mujeres a las que pegar), estudió,
acudió al sicólogo e hizo todo lo que hay que hacer para que los que deciden, aquejados
de síndrome de Estocolmo y/o cobardía y/o papanatismo ante la celebridad, crean
que están ante un buen chico.
Pero luego está la consideración social
del tiparraco. Resulta que cuando alguien difunde un comentario considerado
machista no sólo le llueven palos por delante y por detrás, sino que habrá de
soportar el insulto y el rechazado tanto de la sociedad en general como de su
entorno profesional. Sin embargo, en Francia, un verdadero asesino (tal es
quien pega en la cabeza de otra persona 17 veces “con extrema violencia”) es
invitado y recibe parabienes de sectores culturales y público (el indeseable ha
reanudado su carrera con cierto éxito), como si matar cobardemente a su pareja sea
como un mal aparcamiento. Y es que el mundo de la farándula es extremadamente
corporativista, de modo que defenderá a ‘uno de los suyos’ haga lo que haga,
como quedó demostrado al ver el posicionamiento de todo el gremio respecto al
violador Roman Polanski…; otra cosa sería si algún integrante de dicha cofradía
hiciera un comentario que se entendiera machista, homosexófobo, racista,
xenófobo…, entonces sí que sería objeto de absoluto desprecio. Siguiendo con
las desproporciones, allí, en Francia, unos tipos fueron condenados a 15 años
por planear un atraco un banco; no hace tanto, en Inglaterra, un hombre fue
condenado a 12 años por fumar en el servicio de un avión; aquí, en España, donde
un terrorista que mató a más de veinte personas cumplió menos de veinte años, una
cantante pasó dos entre rejas por evadir impuestos… Desconcertantes e
indignantes casos de desproporción. La vida de Marie (40 años, cuatro hijos)
valía menos de cuatro años de la vida de su asesino, es decir, matar de modo tan
brutal y cobarde no se considera algo tan grave…
Ahora, el desconsolado, desconcertado y
asqueado Jean Louis Trintignan tiene que soportar cómo hay quien elogia y ríe
las gracias del criminal protozoo. “No comprendo esta situación, no entiendo
cómo se ovaciona al tipo que mató a mi hija a palos…, todo esto me parece una
mierda maloliente”, dijo el actor. Y tiene razón: tanto el cobarde matón, como
el dudoso juez que en tan poco tenía la vida de la víctima y condenó a ese
bestia a sólo ocho años, como los legisladores que permiten que quien arrebató
decenas de años a un semejante lo pague sólo con tres, como el festival de
Aviñón que lo invita y lo aplaude, todos ellos huelen a lo que son.
CARLOS DEL RIEGO