Los asesinos y los tontos serviles están más cerca de lo que parece. |
Esto ha sido una demostración más del
desconocimiento que más allá de los Pirineos se tiene sobre la jauría de
pistoleros; pero también de que siempre hay quien está dispuesto a bajarse los
pantalones de modo servil ante los violentos, que por más que sorprenda siempre
cuentan con el apoyo de otros tan fanáticos como ellos.
La escena es para verla y no creerla. Los mafiosos,
encapuchados, pusieron sobre la mesa una mínima muestra de su armamento e
hicieron ver que lo entregaban por voluntad propia, o sea, sin asumir la
derrota; por su parte, los mirones (pues no otra cosa hicieron) admiten el
juego de los verdugos ahora metidos a perdonavidas y así dan a entender que,
con ellos allí, está garantizada la legitimidad…, cuando lo que están haciendo
es colocarse a la misma altura que los enmascarados, se han mostrado sumisos
ante los sicarios, han cedido a sus exigencias, han admitido sus reglas y
seguido al pie de la letra el guión escrito tras la máscara. Los criminales
darían orden de empezar a grabar e indicarían a los tontos lameculos, a los
mequetrefes internacionales, cuándo deberían entrar en escena…, y éstos
asentirían de modo untuoso y servicial. A nadie extrañaría que, acabada la
farsa, se despidieran con un apretón de manos.
Es de locos aceptar las condiciones de una banda
mafiosa y asesina, pero menos aún cuando está derrotada, desarticulada,
descabezada, aunque sus integrantes aun no lo sepan o no quieran admitirlo. Si
de verdad existiera intención sincera de cambio, de terminar con tan siniestra
organización (cuyos ‘logros’ sólo se miden por litros de sangre), no
entregarían cuatro pistolas y un par de kilos de explosivos, sino que desvelarían
la ubicación de todos sus arsenales, se entregarían ellos mismos y reconocerían
ante sus víctimas el daño causado, e incluso contestarían a todas las
cuestiones sin resolver en la rastrera historia de la manada de hienas. Lo malo
es que no están dispuestos a aceptar la derrota, y por eso se creen aun fuertes
para imponer condiciones y por eso van a continuar exigiendo, tanto como si
hubieran logrado vencer al gobierno del estado, a la ciudadanía, a la sociedad.
Los integrantes de esta auténtica secta creen estar legitimados, piensan que
han adquirido derechos por haber mostrado capacidad de matar, y por tanto
exigen negociación, tira y afloja, concesiones a cambio de perdonar vidas. Pero
lo peor es que esos mamarrachos que se hacen llamar verificadores están de
acuerdo con los miserables abyectos en exigir concesiones a cambio. ¡Se ponen
de su parte! ¡Y seguro que se sienten salvadores!
Estos auténticos facciosos, en su demencia fanática,
piden, pero los gobiernos legítimos no pueden ceder, no deben aflojarse el
cinto y claudicar, pues si así hicieran estarían enviando un mensaje de
obediencia y sometimiento a todas las pandillas criminales, a todos los
delincuentes; si quienes tienen la legalidad democrática como respaldo conceden
algo, los nazis habrán ganado y así se sentirán.
No hay que olvidar que, en 1938, los ministros
francés e inglés, Daladier y Chamberlain, firmaron en Munich unos acuerdos con
Hitler y Mussolini y volvieron a sus países diciendo que el führer y el duce
eran personas razonables. O sea, optaron por bajarse los pantalones, ceder ante
la violencia. Unos meses después…
¿Cuánto tardarán los del verdugo en anunciar otro
montaje, otro espectáculo siniestro?
CARLOS DEL RIEGO