domingo, 29 de marzo de 2020

GROUPIES: AMANTES, MUSAS Y AMIGAS DE LAS ESTRELLAS DEL ROCK

Iggy Pop sufriendo heroicamente el acoso de las groupies, la de la derecha es una de las 'grandes', Lori Maddox


Para que los grupos de rock ‘funcionen’, especialmente cuando están de gira y especialmente los  que alcanzan cierto estatus, se necesita mucho personal: ayudantes y asistentes de todo tipo, productor, representante, ‘road manager’, administradores, pipas… Y aunque no puede decirse que su aporte sea estrictamente necesario, cualquier gran banda de rock que se precie tiene sus ‘groupies’, esas chicas que acompañan encantadas a los guitarristas y baterías casi para lo que ellos quieran
El tópico es que las ‘groupies’ (no se sabe cómo es el equivalente en los grupos de chicas) son jovencitas con mala cabeza, alocadas y dispuestas a todo que siguen a ciertas estrellas de rock con la esperanza de que estas se fijen en ellas y las incorporen a su séquito, cosa que muchas veces consiguen. Pasados los años algunas han contado cómo fue aquello del rock en los sesenta y setenta. Las más famosas son Pamela Des Barres y Chris O´Dell.
Estas modernas chicas de compañía, que en la terminología del rock se conocen como ‘grupies’, se recuerdan a sí mismas como mucho más que simples compañeras sexuales; afirman que se preocupaban por asuntos tan cotidianos como la ropa del artista o la medicación que regularmente tenía que tomar. Muchas de ellas fueron auténticas musas que dieron lugar a no pocas canciones. Tal vez sea Pamela Des Barres la ‘groupie’ más famosa y con más éxito del ramo: “Yo quería a toda costa formar parte de aquello”, así que ‘acompañó’ a infinidad de músicos, como Jagger, Keith Moon, Jimmy Page, Ray Davis o Jim Morrison entre otros (también hay actores en su currículo); hoy tiene más de setenta años y le gusta contar batallitas: “Yo era la chica de Keith Moon en Los Ángeles, cada vez que venía no llamaba a nadie más, a ninguna otra. Yo le daba estabilidad, era un alma tan necesitada…A veces se despertaba gritando, pero yo sabía cómo calmarlo…, era mi deber cuidar a aquel genio, era su musa, su inspiración”.
Según Pamela Des Barres las ‘groupies, más allá de tópicos y estereotipos, fueron figuras determinantes para muchos autores: “No sólo éramos chicas enloquecidas que deseábamos estar al lado de nuestros ídolos. Cierto que accedíamos fácilmente a sus deseos sexuales, pero no sólo, ya que no estábamos 24 horas al día en la cama, sino que compartíamos muchas otras cosas con ellos, éramos sus amigas, sus asistentes, sus ayudantes, a veces sus guías. Éramos mucho más que amantes”.
Otra de las ‘grandes groupies’ de la historia del rock es Chris O´Dell, quien tuvo relaciones con Harrison y Ringo, Jagger y Richards, Dylan, Clapton…, y de la que recuerdan su capacidad para ‘encajar’ drogas; el mismísimo Keith Richards, un auténtico experto, quedó impresionado por la habilidad, disposición y capacidad de Chris O´Dell para mantenerse “como un hombre” por más droguerío que se metiera. De hecho, consumía tanto que se convirtió en un problema para la banda. Ella confesó: “Al acabar una gira yo seguí metiéndome cada vez más, como si quisiera conocer y traspasar todos los límites; una raya de coca, luego dos, luego tres…, hasta que me sentía nerviosa y entonces recurría a tranquilizantes, los cuales me dejaban muy deprimida, así que trataba de calmarme bebiendo”. Sorprende su capacidad de resistencia.
Pero O´Dell nunca se consideró una ‘groupie’. Comenzó trabajando en las oficinas de Apple en California después de conocer a Derek Taylor, agente de prensa de Beatles. “Nos hicimos amigos y me invitó a ir con él a Londres. De repente estaba al lado de Paul, de John y Yoko. Fue el día más fabuloso de mi vida, fue como entrar a formar parte del ambiente que sólo ves en las revistas”; por eso ella siempre se ha considerado integrada en todo aquello. Después de realizar varios trabajos en la compañía se convirtió en secretaria personal de George Harrison, quien le dedicó el tema ‘Miss O´Dell’ en 1973 (Leon Russell también le escribió ‘Pisces Apple lady’). Ese fue el despegue, ya que desde ese momento empezó a ‘conocer’ a algunas de las grandes estrellas de rock de los sesenta y setenta, con los que fue confidente, gerente y compañera sexual, “sí, pero yo trabajé mucho con todos ellos y fueron para mí auténticos amigos”, afirma la hoy septuagenaria.
Muchas otras alcanzaron notoriedad en este disparatado mundillo. Así, hay que mencionar a Connie Hamzy, a la que Grand Funk dedicó unos versos explícitos en su gran éxito ‘We´re an american band’: “Dulce dulce Connie, haciendo lo suyo, todo su espectáculo, es su estado natural”. La dulce Connie también ‘conoció’ a  Alice Cooper, John Bonham, Keith Moon…
Cathy Smith fue tan ‘groupie’ como camello de heroína para unos cuantos músicos de rock, y ella fue la que administró la dosis fatal que acabó con John Belushi (“yo lo maté, no quería hacerlo pero soy responsable”, declaró) por la que pasó año y medio en la cárcel; está presente en el poderoso tema ‘The Weight’ de The Band, y el canadiense Gordon Lightfoot le escribió ‘Sundown’.
Annette Walter-Lax fue la que encontró el cadáver de Keith Moon; como dicen diversos libros de memorias, el manager de Bowie la invitó a una fiesta, pasó casi todo el tiempo con Rod Stewart, pero se marchó con Keith Moon; éste solía pasarse muchísimo con la droga, volviéndose entonces muy violento; una noche Moon se metió grandes cantidades y amenazó a Annette, la cual huyó, luego volvió y se encontró con que Keith Moon era cadáver.
También destacó en este esforzado ‘trabajo’ Lori Maddox, quien junto a otras jovencitas con idénticos propósitos empezaron a ser conocidas como las ‘baby groupies’, puesto que todas eran menores. Se asegura que Lori perdió su virginidad con Bowie, aunque fue conocida sobre todo por ser pareja de Jimmy Page varios años, y por ello es casi seguro que el tema de Led Zep ‘Sick again’ fuera hecho pensando en ella. Mick Jagger, Iggy Pop y otros la conocieron íntimamente.
A Cynthia Caster le pusieron el mote de ‘la enyesadora’ (plaster), puesto que después de mantener relaciones con los artistas les exigía sacar un molde en yeso de sus penes erectos; el más ‘codiciado’ es el que hizo del mástil de Jimi Hendrix. Actualmente sus ‘esculturas’ se exhiben en museos. De ella habla el tema ‘Plaster Caster’ de Kiss.
Cuando aparecieron movimientos feministas como MeToo le preguntaron a Pamela Des Barres si ella también sufrió acoso como el sufrido por algunas actrices, entonces ella explicó: “El ambiente del cine siempre fue muy distinto al del rock & roll. Las llamadas ‘groupies’ deseábamos estar con nuestros ídolos, esa era nuestra única pretensión, no esperábamos nada a cambio, como mucho tener el privilegio de estar detrás del escenario…, a diferencia de las actrices de Hollywood.  Las ‘groupies’ nunca tuvimos que luchar, ¡todo lo contrario!”. En resumen, según afirma contundentemente Des Barres, “aquellas chicas éramos muy felices al lado de las bandas de rock, todas disfrutábamos de experiencias salvajes. Yo recuerdo aquellos tiempos como algo maravilloso, estar justo al lado de las grandes estrellas, formar parte de su vida privada, viajar con ellos, compartir conciertos en el escenario… para mí y seguro que para casi todas fue una experiencia inolvidable”.    
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 25 de marzo de 2020

JUEGOS OLÍMPICOS PERDIDOS, CAMPEONES PERDIDOS

La guerra arrebató la gloria olímpica y la vida al mediofondista alemán Rudolf Harbig
Fue la política la que privó a Joaquín Blume del oro en Melbourne 1956. La perfección de su 'cristo' aun sorprende (foto de su triunfo en el Europeo de 1957)
El nadador húngaro Fernc Csik se perdió los juegos por la guerra y en ella perdió la vida


El Comité Olímpico Internacional ha pospuesto un año, al menos, los Juegos de la XXXII Olimpiada. Es la primera vez que esto sucede, pero no la primera vez que las circunstancias internacionales se imponen a su prevista celebración. Los Juegos de 1916, los de 1940 y los de 1944 no se celebraron a causa de las guerras mundiales, quedando así excluidos de la cita y la gloria olímpica no pocos deportistas. Es oportuno revisar las citas perdidas y recordar a los campeones que no lo fueron
La política, convertida en algo indeseable y traidor por quienes la ejercen de modo vitalicio, había sido hasta ahora la principal causante de las grandes calamidades que han afectado a los Juegos Olímpicos (sin olvidar el doping). La actual pandemia ha provocado el aplazamiento de los Juegos de 2020, que se prevé celebrar en 2021 (aunque ¡quién sabe qué puede pasar!), lo cual perjudicará a muchos deportistas, tal vez a todos. En la historia están ya Juegos y atletas perdidos.
 Al estallar la I Guerra Mundial en 1914 se supo de inmediato que los Juegos de Berlín 1916 no tendrían lugar; la numeración se mantendría, es decir, esa cita contaría como la sexta aunque no se celebrara (los de Amberes 1920 fueron los séptimos). Lo curioso es que los dirigentes alemanes no se resignaron e incluso tenían listo el estadio (el Deutsches Stadion, construido en donde estaba el hipódromo ‘Grünewald’), y como el COI no tenía sede fija sino que se instalaba en la ciudad que acogía, el Barón de Coubertain, restaurador de los juegos de la era moderna y presidente del COI, tenía que quedarse en Berlín muy a su pesar. Así que ideó una estratagema para poder salir de allí: acordó con los otros miembros señalar una sede fija del COI en una ciudad de un país neutral, Lausana, Suiza, de donde el comité olímpico no se ha movido desde el 10 de abril de 1915. También se puede recordar que Coubertain, tan dado a los gestos y símbolos, se alistó en el ejército francés y, a pesar de que fue destinado a retaguardia, dimitió momentáneamente de su cargo: “Un soldado no puede presidir nuestro comité”, dijo. Al terminar la guerra hubo que buscar sede, pues Berlín quedaba descartada al representar al bando perdedor y causante de la contienda.
Los Juegos de 1940 estaban adjudicados a Tokio, pero en 1938 los nipones renunciaron oficialmente a causa de lo que venía; Helsinki alzó la mano para acogerlos, aunque se vio obligada a desistir tras la invasión soviética de Finlandia a finales de 1939. Inmediatamente se vio que 1940 no sería el año de los juegos de la XII Olimpiada, por lo que ésta se dio por perdida y, con un espíritu muy optimista, se pensó que en cuatro años todo habría acabado, así que se señaló Londres 1944 como sede de los juegos de XIII Olimpiada. Al comprender el COI que ese año la guerra seguiría, dio por perdidos esos juegos y confió en los de 1948, manteniendo Londres como sede.
En definitiva, los Juegos de la sexta, la decimosegunda y la decimotercera Olimpiada no se celebraron, se perdieron. Pero además de tan irreparable daño, muchos atletas de todo el mundo perdieron su oportunidad olímpica, algunos de ellos destinados a colgarse el oro. Aquellas cancelaciones olímpicas borraron de los pódiums a atletas fabulosos que es de justicia recordar.
El alemán Rudolf Harbig tenía una cita con la historia del deporte, pero se convirtió en uno de los grandes atletas a los que la II Guerra Mundial dejó sin Juegos Olímpicos (en realidad había participado en el relevo 4x400 en Berlín 36). Tenía los récords mundiales de 400, 800 y 1.000 metros en 1939, y aun hoy está considerado como uno de los mejores mediofondistas de la historia,  destacando su tiempo en 800 metros (1’46’’ 6), que permaneció como tope mundial hasta 1955. Destinado a ser olímpico y casi seguro campeón en los juegos de 1940 y 44, el destino le arrebató esas medallas. El 5 de marzo de 1944 (año olímpico sin juegos), Rudolf Harbig perdía la vida en el frente ruso, concretamente en Ucrania. Su fortaleza de carácter e indomable competitividad (sus mejores registros siempre fueron en alta competición), su inquebrantable fuerza de voluntad (nada de alcohol, té o café, dieta, durísimos e intensísimos entrenamientos)..., la guerra robó todo ello a los Juegos .
Merece un recuerdo el nadador húngaro Ferenc Csik, también víctima de la guerra, aunque al menos tuvo ocasión de ganar un oro olímpico, insuficiente botín para un deportista de su categoría. Csik había ganado los 100 metros libres en Berlín 1936, pero su clase auguraba muchas más medallas. Sin embargo, no sólo se perdió los juegos del 40 y el 44, sino que también perdió la vida en la guerra. Ferenc Csik murió en la ciudad húngara de Sopron durante un ataque aéreo en 1945 mientras estaba en su puesto: era médico y prefirió quedarse atendiendo a sus pacientes a pesar del aviso de bombardeo, pudo huir al refugio, pero su sentido del deber se lo impidió.
La guerra es la política con otros medios, afirma el dicho. Fue la política la que privó de acceder al podio olímpico al gran gimnasta barcelonés Joaquín Blume. La España franquista renunció a acudir a los Juegos de Melbourne 1956 en protesta por la invasión soviética de Hungría, con lo que el gimnasta español perdió su ocasión olímpica; el año siguiente ganó el Campeonato de Europa por delante de Yuri Titov, que había vencido en los Juegos de Melbourne 56, es decir, Blume hubiera disputado el oro con muchas posibilidades de éxito en esos juegos. Para Roma 1960 era uno de los grandes favoritos, pero en 1959 pereció en un accidente de avión. Fue otro campeón perdido.  
Coubertain fue sustituido al frente del COI en 1925 por el belga Henri Baillet-Latour, que también se perdió los Juegos de 1940; murió de un ataque al corazón en 1942, aunque se asegura que su corazón se había parado cuatro meses antes, cuando su único hijo se estrelló en un avión en acción de guerra contra los alemanes.  
En esos dos parones se malograron muchos olímpicos y se truncaron muchas ilusiones; también ocurrió con los boicots de 1980 y 1984 y con los atletas muertos en Munich 72. Ojalá lo que afecte a los Juegos de la XXXII Olimpiada sea sólo un aplazamiento y el olimpismo no pierda más atletas.
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 22 de marzo de 2020

EL ROCK Y LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS

Los músicos de rock terminarán por aparecer así


En realidad la enfermedad ha acompañado a la persona desde que ésta es tal. Además, es evidente que nunca antes, jamás, se contó con mejores armas y herramientas para combatirla, como son la Medicina, higiene, alimentación o cuarentena. Y para conllevar el confinamiento, pocos remedios son mejores que la música, concretamente el rock & roll. Y aunque no sea uno de los temas favoritos de quienes escriben ro & roll, sí que hay canciones que se refieren a la enfermedad. Escucharlas también es buen remedio    
Eso de la enfermedad no es un asunto con atractivo para el compositor, ni tampoco con encanto de cara a la popularización de una pieza musical. Por eso, la mayor parte de las canciones que hablan de enfermedades, infecciones o contagios los utilizan como metáfora y poco más, es decir, son pocas las que se refieren expresamente a dolencias y trastornos médicos. En todo caso parece oportuno recordar algunas… 
Estimulante es el clásico de The Coasters ‘Poison Ivy’ (1959). La canción posee una melodía y estribillo muy contagiosos. El texto trata de una chica muy hermosa, pero también muy peligrosa, de modo que, igual que la hiedra venenosa (poison ivy), se mete bajo la piel y causa graves enfermedades. Así, el tema (compuesto por Leiber y Stoler) compara a esa chica con la gripe, el sarampión, las paperas, la varicela o la tosferina, pero ella es aún peor ya que sus consecuencias son peores. Jerry Leiber, autor de la letra, aseguró que se estaba refiriendo metafóricamente a las enfermedades de transmisión sexual.
Las enfermedades venéreas fueron temática para canciones antes incluso de que existiera el rock & roll. Así, en los años 40 del siglo pasado el gran cantautor Woody Guthrie, siempre atento a denunciar los padecimientos de las clases más bajas de la sociedad estadounidense, escribió y grabó varios títulos sobre las VD, es decir, sobre las enfermedades venéreas (Dylan las versioneó en los sesenta); en ellas Woody subraya lo horrible de la infección, que además produce vergüenza y asco de uno mismo. Por ejemplo ‘VD blues’, en el que el legendario autor canta explícitamente: “Algunos dicen que las VD no son tan malas (…) pero la VD es lo peor que me ha pasado”. Otro ejemplo es ‘VD Waltz’, que empieza diciendo que “mi hombre tuvo un ligue por la calle y pilló una VD”, pero el infectado no quiere creer lo que le pasado: “he estado en el ejército y esta erupción roja que me quema la piel no es VD”. Y es que, en la primera mitad del siglo XX las VD (venereal disease) eran cosa corriente.  
Huey ‘Piano’ Smith & The Clowns publicó en 1957 el evocador ‘Rockin´ pneumonia and the boogie woogie flu’, o sea, ‘La pulmonía del rock y la gripe del boogie woogie’. Pero en realidad habla muy poco de estas dolencias. La cosa va de un chaval que quiere a una chica que está fuera de su alcance: “Quiero saltar pero temo caerme, besarla pero es muy alta, quiero correr pero soy muy lento (…) tengo la pulmonía del rock y el boggie de la gripe”. Al parecer la letra se hizo a última hora, sin pensar demasiado, y luego se incrustó a la fuerza en la partitura. Aun así sigue siendo contagiosa.
El siempre provocador y desafiante Ted Nugent lanzó en 1977 su ‘Cat scratch fever’, es decir, ‘Fiebre por arañazo de gato’. Con su siempre afilada guitarra, el de Michigan se refiere a esa enfermedad infecciosa causada por un rasguño de gato que suele afectar a niños pequeños, pero el obseso guitarrista tiene en mente algo más lujurioso; así, el gato es la chica y la fiebre es su deseo sexual desenfrenado (asunto recurrente en el viejo Ted). Él mismo explicó que se refiere, directamente, a los atributos sexuales femeninos.
Tampoco habla de fiebre en su sentido médico el ‘Fever’, tema estrenado en 1956 por un cantante de rythm & blues, Little Willie John, que ha visto abundantes versiones, incluyendo la de Elvis. Lo que produce esa fiebre es, claro, ella cuando lo besa o lo abraza, una fiebre que ya sufrían Romeo y Julieta. Es, en fin, una fiebre menos peligrosa. ¿O más?
Y para contrarrestar el virus dicen que lo mejor es el paracetamol. En 1979 el grupo británico Fisher Z (cuyo tema más exitoso es ‘The worker’) publicó en su primer Lp un tema titulado ‘Pretty paracetamol’, en el que decían cosas como “calmas mi dolor de cejas” (o sea, de cabeza), o “te necesito cuando el oído me da vueltas”, “te sostengo suavemente en mi lengua y luego te alejas”, “es difícil leer el prospecto”, “creo que he perdido el control”. No dice gran cosa, se limita a describir el uso y propiedades del medicamento.
En cualquier caso hay que seguir el consejo de los Bee Gees cuando cantaban aquello de ‘Staying alive’, o sea, mantente vivo. Pues eso.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 18 de marzo de 2020

CINCO EPISODIOS CLAVE DE LA HISTORIA DE ESPAÑA, MUCHO MÁS QUE LA EPIDEMIA DE CORONAVIRUS

Réplica de la nao Victoria, con la que Elcano recorrió 78.000 km para circunnavegar el planeta, mostrando a todos sus formas y proporciones


Seguramente la actual pandemia no se convierta en un episodio clave en la Historia de España, aunque sin la menor duda tendrá efectos importantes que se notarán durante mucho tiempo. Es imposible enumerar todos los momentos que marcaron el devenir histórico del país (sería larguísimo), pero sí que se pueden escoger cinco etapas que incidieron de manera drástica en su milenaria biografía: la ocupación romana, la invasión musulmana, el fin de la reconquista y América, la Guerra de la Independencia y la Guerra Civil
Hay más, muchos más, incluso se puede discutir si otros resultaron tan o más importantes, pero estos cinco episodios son, indudablemente, de la mayor trascendencia, tanto que algunos influyeron en el curso de la Historia Universal. Por eso, se puede prever que la expansión del coronavirus, siendo significativa, no tendrá efectos tan decisivos como los causados por estas ocasiones.  
Aunque la Península Ibérica ya había visto anteriores llegadas (celtas, fenicios, griegos, cartagineses), la conquista romana, a sangre y fuego, fue decisiva para este territorio (como para otros que formaron parte de su Imperio). Roma dio unidad a los diversos pueblos que la habitaban gracias al latín, que desembocó en el castellano, catalán, gallego y portugués; impuso el Derecho Romano, base de casi todo código legal; ordenó Hispania administrativa, política, económica y territorialmente. Trajo tradición y cultura, a los clásicos, la literatura, la poesía, el teatro, infraestructuras, construcciones, conocimientos, tecnología, ingeniería… Todo lo que Roma dio a la Hispania determinó lo que fue después y sigue presente tantos siglos después. Una etapa decisiva.        
Al caer el Imperio Romano de Occidente (año 476), Hispania se convirtió en destino de otros pueblos: visigodos, alanos, vándalos o suevos, que entraron espada en mano. Se hicieron con el poder los primeros, pero en 711 se produce la invasión (al estilo de la época) y ocupación del casi todo el territorio por parte de de los musulmanes, que durante casi ocho siglos dejaron su huella e influencia sustancial sobre la cultura, costumbres y tradiciones, pensamiento, lengua o arte de una Hispania que los godos consideraban suya. Esa presencia pervive pasados y hace de la Península Ibérica algo único, ya que sólo este territorio les fue arrebatado a los musulmanes después de haberlo conquistado y ocupado, dejando así una herencia y una personalidad únicas; el resto de tierras, áreas o países donde hubo dominación islámica la sigue habiendo. Esta invasión, evidentemente, resultó crucial para la España posterior.
Año clave en la Historia de la vieja Hispania es 1492. Por un lado fue el de la culminación del deseo y empeño de muchas generaciones de hispanos, un sentimiento que viene reflejado ya en las crónicas de Alfonso III y Albeldense, ambas de finales del siglo IX: “Actualmente una parte de España está ocupada por los sarracenos, por lo cual los cristianos hacen la guerra noche y día, todos los días, combatiendo contra ellos hasta que su expulsión sea dispuesta por la predestinación divina”, dice la Albeldense (“Sarrazeni euocati Spanias ocupant…”, el texto original en latín se encuentra fácilmente). Autores posteriores, como Sampiro o Lucas de Tuy, dejaron constancia de ese sentir. O sea, existía ese impulso de recuperar el terreno perdido. Y se hizo del único modo que se conocía: la guerra.
Aquel año 1492 fue, por otro lado, decisivo para España y también para el resto del mundo. Aunque la potencia marítima del momento, Portugal, conocía el proyecto de Colón (y seguramente también los embajadores ingleses, franceses…), fue la corona española la que confió y apoyó. Y gracias a ello y a los posteriores viajes a través del océano (la primera circunnavegación o el encuentro de casi todas las tierras y mares) el mundo tomó conciencia de su forma, de sus proporciones, de sus continentes, océanos y confines. España forjó un imperio de varios siglos a la vez que daba organización, cultura, lengua, arte a gran parte de América; y la transportó del Neolítico en el que estaban aquellas culturas al Renacimiento en sólo unas décadas. Cierto que también llevó las enfermedades, pero hubiera sucedido igual si cualquier otro hubiera llegado antes; y hubo violencias y excesos (inevitable), pero muchísimo menos que si ingleses u holandeses se hubieran adelantado. No cabe duda de que España y el mundo serían hoy diferentes sin la Reconquista y sin las naves españolas de aquellos años.     
A comienzos del siglo XIX Napoleón se sentía el dueño de Europa. Aprovechando la debilidad de la corona española invadió la península y colocó a su hermano como rey. El pueblo se levantó contra el brutal  invasor (asesinaron, quemaron, robaron, destruyeron) y se desató la Guerra de la Independencia, en la que el francés cosechó su primera derrota y sus tropas fueron finalmente expulsadas. De haberse asentado la ocupación francesa, todo sería muy diferente, pues España se hubiera convertido en algo parecido a un protectorado, un estado tutelado, subordinado, y lo mismo puede decirse de todos los territorios que aun entonces integraban el Imperio Español, desde América a Filipinas, que hubieran pasado a ser parte del Imperio Francés.
La Guerra Civil Española (estudiada, analizada, desmenuzada desde todos los ángulos) tuvo un resultado que determinó la situación actual. Sin entrar a valorar otras cuestiones, puede afirmarse que, de haberse dado el resultado contrario, el país sería muy diferente al actual. Así, teniendo en cuenta el peso del comunismo en el bando republicano durante los últimos meses de la guerra, es fácil deducir que, de haber vencido, España hubiera entrado en la órbita de la URSS, que ya se sabe cómo fue. Fue un episodio trascendental que, inesperadamente, desembocó en la Transición, que trajo lo que hay hoy.
Sin Roma el español sería una lengua distinta, su pensamiento sería otro,  existirían diferentes tradiciones, cultura, arte, incluso la  distribución territorial podría ser diferente.  La presencia musulmana tuvo asimismo enorme incidencia en el transcurrir histórico, y su influencia pervive en el arte, en la comida, en las costumbres… Pero su expulsión también determinó el estatus del país, ya que si la Reconquista hubiera fracasado España seguramente se llamaría de otro modo y sería algo parecido a las actuales Marruecos o Turquía; y parece ocioso remarcar la importancia del Descubrimiento de América y las otras gestas marítimas hispanas que determinaron la posterior historia, tanto española como mundial. La Guerra de la Independencia  evitó ser un país subordinado. Y la Civil que hoy fuera similar a Rumanía o Bulgaria..  
Aunque ninguno de los presentes ha vivido algo semejante, resulta difícil imaginar que España experimente con la pandemia del coronavirus  un cambio tan radical y determinante como el que trajeron estos trascendentes episodios.
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 15 de marzo de 2020

SIMON Y GARFUNKEL, 50 AÑOS DE SU ÚLTIMO LP Y DE SU SEPARACIÓN

La inconfundible y fina estampa del dúo en una de sus últimas actuaciones, en 2010, contrasta con lo mal que se llevaban entre ellos 


Era enero de 1970 cuando Simon & Garfunkel publicaban su último Lp de estudio, ‘Bridge over troubled waters’, y también ese año deciden separarse. Desde entonces han regresado varias veces, aunque siempre sin más intención que dar unos conciertos, publicar disco en vivo y sacar una pasta, pues sus canciones siguen teniendo un gran tirón comercial y emocional. Sin embargo, ellos siempre mantuvieron una relación de puro enfrentamiento
No está la trayectoria de Simon & Garfunkel plagada de grandes titulares, escándalos, locuras y otros comportamientos excesivos típicos de las estrellas del rock, sin embargo, sí que presentan todos los celos, inquinas, desconfianzas y suspicacias que suelen aparecer en toda relación de pareja, ya sea artística, personal o profesional.
Cuando se piensa en tan inconfundible dúo automáticamente se les coloca en el estante del ‘folk-rock’, aunque ellos jamás se sintieron cercanos al folk. Su álbum de debut, ‘Wensday morning 3 AM’ (1964) fue completamente acústico, casi todo guitarra y voz, fácilmente encuadrable en el folk-rock que se abría camino en Usa; pero la cosa no funcionó y las ventas fueron decepcionantes a pesar de que ya incluía el clásico ‘The sound of silence’. El desastre los dejó cerca de la separación, pero el año siguiente un avispado productor, Tom Wilson, se dio cuenta de que a los locutores de radio les gustaba y radiaban dicho tema, así que pensó que, con otro aire, tal vez podría tener posibilidades. Sin consultar a nadie, Wilson empezó a trabajar, tomó la canción y le añadió batería, bajo y, claro, guitarras eléctricas. La nueva mezcla gustó tanto que rápidamente se pusieron a trabajar en un segundo Lp que la incluyera. El éxito fue inmediato y ya nunca los abandonó.
Siendo el compositor, Paul Simon ha desarrollado una carrera mucho más amplia y exitosa que su compañero. Y aunque nunca fue un tipo polémico y dado a llamar la atención, Simon llegó a ser repudiado por la ONU y la ANC. Fue en 1987 cuando se vio en su lista negra por haber grabado parte de su álbum ‘Graceland’(1985)  en Sudáfrica, un país que entonces tenía un régimen racista (el ‘apartheid’) y estaba excluido de todas las organizaciones internacionales, de manera que todo el que tuviera algún tipo de relación con ese país era boicoteado, señalado como colaborador del racismo. Esa etiqueta era muy negativa para Paul, así que explicó que grabó allí tratando de dar a conocer la cultura autóctona y que, además, nunca actuó ni nunca actuaría…, ah!,  eso es otra cosa, debieron pensar los paniaguados de la organización, y le levantaron el castigo. Pura hipocresía.   
Paul, que se ha casado tres veces (la primera con Carrie Fisher, la princesa Leia en La Guerra de las Galaxias) perdió una millonada cuando, hacia 1998, estrenó un musical para Broadway que fue un completo fracaso y que apenas estuvo un par de meses en cartel.
Como es sabido, Paul y Art nunca se llevaron lo que se dice bien, y con el paso los años la inquina fue creciendo hasta convertirse en verdadero odio. A Paul le fastidiaba enormemente que hubiera muchos que pensaran que él era, simplemente, el que componía las canciones de Art: “Llegué a la conclusión de que yo podía escribir y cantar sin necesitar a Art”; dijo el bajo del dúo; y también le fastidiaba enormemente que los productores dieran todo el protagonismo vocal al otro, sobre todo en los temas de más éxito. También se recuerda una jugarreta que Paul hizo a Art cuando aun se llamaban Tom y Jerry (en los 50): al parecer, después de que un disco no tuviera repercusión, y sin decir nada al compi, firmó un contrato con una disquera para iniciar su carrera en solitario, cosa que no debió sentar muy bien a alto del dúo. Pero echaron pelillos a la mar y volvieron a ser un grupo. Cuando el final estaba cerca se tiraron los trastos a la cabeza escandalosamente: “¿Ese estúpido quiere separarse?, debería ser yo quien tendría que haberse ido antes (…) se cree Napoleón”, disparó Garfunkel. En las posteriores reuniones quedó clara la animadversión que se mantenían; en la de 1993 llegaron a hacerse faenas el uno al otro en escena, en plena actuación. En fin, la lista de desencuentros, insultos y menosprecios entre ellos es larguísima. Se llevaban como el perro y el gato, como los Tom y Jerry de los dibujos.
Es fácil conjeturar que Garfunkel envidiaba la capacidad de Paul para componer, y éste las cualidades vocales de aquel. El caso es que en 2010 el alto con pelo de escarola estuvo a punto de perder la voz. Él mismo contó que se atragantó mientras comía marisco, quedándose enganchado en su garganta un trozo de langosta; la cosa pareció terminar cuando el trozo de crustáceo fue extraído, pero no, apenas podía tragar y sentía fuertes dolores en la garganta. Fue al otorrino y éste descubrió que una de sus cuerdas vocales se había quedado rígida, lo que significaba que no podría cantar, pues sólo le salían bien las notas altas y las bajas, pero no podía con las intermedias; tuvieron que cancelar toda una gira. El tipo no se rindió, comenzó a reeducar la voz, a entrenarla, poco a poco, hasta que recobró toda su capacidad cuatro años después. Se dice que no ha vuelto a comer crustáceos.  
En todo caso, la vida más allá del escenario de Garfunkel es más… original que la de Simon. Es un apasionado de la caminata, va andando a todas partes, sobre todo si su destino está lejos. Cuentan que esta afición le surgió en los primeros ochenta, en Japón, cuando descubrió el ‘placer’ de desplazarse siempre a pie. Así, en 1983 se inventó el ‘Walk across America’ (fue Garfunkel, no Forrest Gump) y se fue de costa a costa en el coche de San Fernando, un rato a pie y otro andando; claro que se tomó su tiempo, unos catorce años le llevó llegar de este a oeste. Y luego repitió en Europa, desde Irlanda a Turquía, trecho que concluyó en 2014.  
Otra de las pasiones de Art es la lectura. Y contarlo. En su página web aparece un listado de todos los libros que ha leído en las últimas cinco décadas y otro con sus títulos preferidos; incluso se leyó un diccionario de 1664 páginas. En fin, el cantante se ha devorado, desde 1968, 1299 libros. El primero y el que encabeza su lista de favoritos es ‘Les Confessions’, del indeseable pervertido Jean Jacques Rousseau.
Por si fueran poco cercanas a la estrella del rock esas aficiones, Garfunkel es también profesor de Matemáticas. Al separarse en 1970 Paul inició su carrera en solitario, pero Art decidió enseñar Geometría. Se cuenta que, en 1971, harto de que sus alumnos sólo vieran en él un cantante famoso les dijo que sí, que había logrado grandes éxitos cantando, “pero ahora no vamos a hablar de eso sino de Matemáticas, y al terminar el curso hablaremos de la música y la fama”. La treta funcionó y los chavales le hicieron caso, así que al finalizar el curso les regaló un par de canciones. De todos modos no tardó ni un año en volver a los escenarios.
Tras más de diez años separados, se reunieron en 1981 para dar aquel multitudinario concierto en el Central Park de Nueva York del que salió un magnífico Lp en vivo. Entonces estuvieron a punto de recuperar el dúo y grabar nuevo disco como Simon & Garfunkel. Pero las rencillas personales no desparecen así como así. Paul declaró que “deseaba estar presente cuando Art grabara sus voces, puesto que si no me gustaba no lo iba a consentir”. Garfunkel, por su parte, deseaba estar él solo, sin Paul presente, al grabar sus sesiones. Ninguno de los dos cedió. Según un directivo de la compañía, “Paul quería afirmarse como líder del grupo y Art no soportaba las ínfulas del otro, así que éste renunció al proyecto”, dejando a su ex con los temas hechos pero sin disco; los lanzó más tarde en solitario, ‘Heart & bones’, pero ya no era un disco de Simon y Garfunkel y fracasó comercialmente.
Sus canciones siempre resultan acariciadoras, voz dulce, melodía armoniosa y delicada, ambiente suave…, todo lo contrario de la relación entre ellos.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 11 de marzo de 2020

URRACA DE LEÓN, LA PRIMERA REINA POR DERECHO PROPIO DE LA HISTORIA DE ESPAÑA, Y PROBABLEMENTE DE EUROPA

Retrato imaginario de Urraca de León (litografía del siglo XIX)


Muchas mujeres aparecen en los libros de Historia de España con el título de reina, sin embargo, solamente tres lo han sido por sí mismas, por su propia legitimidad, no por ser esposa del rey u ocasional reina regente. La primera reina por derecho propio de la Historia de España fue doña Urraca de León, designada por su padre Alfonso VI (las otras dos son Isabel de Castilla e Isabel II) a quien las crónicas describen como una mujer con potente personalidad, con mucho carácter y con la idea de hacer siempre lo que le venía en gana, algo inusual y sorprendente en su época. Murió el 8 de marzo del año 1126
Al morir el único hijo varón de Alfonso VI en la batalla de Uclés (1108), el rey tomó la decisión de nombrar sucesor a su hija Urraca Alfónsez (nacida en León en 1081). Alfonso VI de León, ‘El Bravo’, ordenó a toda la corte, los obispos y la aristocracia jurar fidelidad a su heredera, con lo que Urraca se convirtió, de 1109 a 1126, en la única reina por derecho propio del Medievo Europeo y la primera de la Historia de España (seguramente también de Europa, pues aunque se puede mencionar a la británica reina Boudica, que debió vivir entre el 30 y el 60 después de Cristo, realmente era reina de una tribu, nada más).
Cuando fue coronada Urraca de León los otros reinos cristianos de la península le rendían vasallaje. En julio de 1109 se hizo coronar como ‘Urraca, reina de toda España por voluntad divina’ (Urraka dei nutu totius yspanie regina). Al morir pronto su primer marido, Raimundo de Borgoña, por cuestiones políticas y muy a su pesar se casó con Alfonso ‘El Batallador’ de Aragón; su padre (anciano ya) y los magnates y obispos pensaron que uniendo los dos reinos serían mucho más fuertes ante los almorávides. Curioso es el hecho de que los dos amantes de la reina (sí, tenía amantes como todos los reyes), los condes Gómez González y Pedro González de Lara, opinaban que no debía volver a casarse, y que ella tenía energía y carácter suficiente para gobernar sin rey al lado.
El matrimonio con el aragonés fue un desastre. Él le gritaba, pero ella no se callaba y le respondía en el mismo tono, con lo que estaban siempre discutiendo, sin importar quién estuviera delante. Esta actitud chocaba con la mentalidad de la época, en que la mujer era callada y subordinada a los deseos del marido. Dicen las crónicas que Urraca era rebelde y caprichosa, pero también astuta y con buen juicio, y muy dada a la compañía masculina…, estaba acostumbrada a hacer lo que le daba la gana, a escoger amantes y a tomar sus decisiones sin dejarse influir o amedrentar; además; cuando se casó con ‘El Batallador’ ya había sido reina de Galicia, con lo que estaba muy habituada a mandar y ser obedecida, a tomar sus propias decisiones sin dar cuenta a nadie, en pocas palabras, a hacer siempre su voluntad. El caso es que Alfonso I de Aragón pretendía, al casarse con Urraca, convertirse en rey de León, Asturias, Castilla, Galicia y Toledo, pero ella, al enterarse, dijo exactamente “¡El rey soy yo!” (no la reina, el rey).
Sus disputas pasaron de palacio (su marido le pegaba e incluso la encarceló) al campo de batalla. Además, afirman los cronistas que Alfonso ‘El Batallador’ tenía muy escaso interés por las mujeres y nunca mostró la mínima preocupación por dejar descendencia; según un cronista musulmán, en cierta ocasión algunos nobles le aconsejaron que tomara como concubina a alguna de las hijas de los prisioneros con el fin de engendrar heredero, a lo que él respondió: “Un verdadero soldado ha de vivir con hombres, no con mujeres”. Eso sí, el rey aragonés tenía la mano muy ligera, y sacudía personalmente no sólo a su esposa, sino a cualquiera, ya fuera prelado o noble.
El reinado de Urraca fue terrible, con continuas rebeliones nobiliarias y permanentes enfrentamientos con su marido y sus partidarios; más de una vez se enfrentaron los ejércitos de Urraca y los de su marido, saliendo él casi siempre vencedor; además, los almorávides causaban estragos con sus continuas aceifas (incursiones en terreno cristiano en busca de botín) en diversas partes del reino. Por otro lado, el padre de Urraca, Alfonso VI, había otorgado a Enrique de Borgoña, casado con su hija natural Teresa de León, la mitad sur del reino de Galicia, el llamado Condado Portucalense (que con el tiempo sería Portugal), y de ahí, de su hermanastra y su cuñado también vinieron conflictos, pues unas veces se aliaban con su marido y otras con ella. En Santiago fue herida y humillada por la turba, logrando escapar de milagro; luego se rehízo, volvió y sometió la ciudad. Todo este clima de inestabilidad, conflictos, batallas, intereses, intrigas y traiciones fueron debidos, según la propia Urraca, a la nobleza por obligarla a casarse con quien ella no quería (debió ser la única vez en su vida que cedió).
Tras separarse de Alfonso, es posible que se casara con uno de sus amantes. Su muerte no está clara, unos dicen que falleció tras larga enfermedad y otros que al dar a luz. Afirman los especialistas que ninguna mujer de su tiempo tuvo tanto poder y determinación política. En todo caso, la señora nunca se dejó acobardar ni por los hombres ni por su tiempo.
Murió hace 894 años, el 8 de marzo. Fue sepultada en el Panteón de los Reyes de San Isidoro de León, pero durante la invasión de Napoleón los soldados usaron el panteón como cuadra y sacaron todos los huesos de los sepulcros para usar estos como abrevadero para los caballos. Hoy apenas se pueden asignar algunos huesos a algunos reyes.
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 8 de marzo de 2020

ELLAS Y EL ROCK: CON FALDAS Y A LO LOCO

Dos de las más grandes, Janis Joplin y Tina Turner en concierto en Nueva York, 1969


Es innegable que sin la presencia de las rockeras el rock hubiera sido diferente y, sin duda, peor, menos excitante, descolorido, insulso… Parece el día de hoy (8 de marzo) ideal para recordar a algunas de las mujeres de más peso específico en la historia del rock. Y es que no son pocas las chicas que han estado a la altura de los grandes héroes de este negocio, e incluso no faltan las que han demostrado tener tanto o más talento que muchos chicos
Realmente siempre ha habido voces femeninas envueltas en guitarras distorsionadas, líneas de bajo y poderosos redobles, aunque no hayan sido demasiadas en el cómputo total. Y, por las razones que sean, menos aun las que tuvieron influencia en la música, las que aportaron, las que han perdurado. Sin embargo, bien puede afirmarse que aquellas que tuvieron algo nuevo que decir en este mundillo del rock, estarán ahí para siempre y siempre tendrán su sitio en el corazoncito de todo iniciado en esta ‘religión’.
Por edad, ha de ser nombrada en primer lugar Tina Turner. Apaleada sin piedad y a diario por un asno de dos patas que atendía al nombre de Ike, Tina siempre fue un torbellino en escena, explosiva y entregada al cien por cien. Desde su vagón en el tren del rock & roll Tina lanzaba al público todas sus pasiones con una fuerza irresistible, con una voz inconfundible, profunda, un tanto rasgada, una voz que conseguía transmitir emociones desatadas. Ya ha sobrepasado los ochenta y ya está jubilada, pero ha dejado para los anales como legado medio siglo de puro rock. ¡Es la Gitana, la Reina Ácida!
Pero también hay que mencionar a muchas otras que, en los inicios de esta historia, dejaron muy claro que el rock es tan femenino como masculino. Wanda Jackson está considerada como la primera, la que puso lápiz de labios al rockabilly; Mayor aun que Tina Turner, Wanda publicó su primer disco en 1956, estaba ahí con Elvis (quien siempre la animó), Buddy Holly o Jerry Lee Lewis, con los que compartió escenario muchas veces y a los que hablaba de tú a tú; aunque sus mayores éxitos están dentro del country, ella siempre mantuvo su espíritu y actitud de pura sangre del rock & roll. Y hablando de country, imposible olvidar la poderosa presencia de la excelente Dolly Parton, cuyo talento e influencia sobrepasa barreras estilísticas. También más cercana al country pero cruzando hacia el rock y el pop muchas veces está la deliciosa y malograda voz de Patsy Cline, que murió en 1963 en un accidente de avioneta, tenía 30 años. O Brenda Lee, capaz de derretir o encender el ambiente con su voz flexible y rebosante de matices, y que ya conoció el éxito en 1958.   
Inolvidable por más años que pasen, Janis Joplin posee (poseyó) un don, un algo especial, un carisma único. Janis fue el exceso personificado, ya fuera en el amor, en las drogas o en la música. Su voz doliente y emocionada es de las que enganchan, sus interpretaciones arrebatadas hipnotizaban; el blues y el rock dio un paso hacia delante con la malograda cantante tejana. Ella y pocas más consiguieron que los ‘menea-melenas’ españoles de los setenta contaran con chicas en el Olimpo de los grandes del rock. ¡Inténtalo, sólo un poquito más fuerte! 
En los momentos en que el punk estaba gestándose, Patti Smith estaba justo allí. Por eso llegó sin avisar, de repente, adelantándose a todo montada en sus ‘caballos’. En la España de 1975 no se entendió muy bien lo que traía: para unos era puro rock & roll, pero otros preguntaban sarcásticos “¿esto es puro rock & roll?”. A muchos les chocaron aquellas maneras pre-punk que lanzaba la deslenguada e inteligente Patti Smith. Por cierto, a la hora de elegir pareja da la impresión de que le gustaban los guitarristas cañeros, pues lo fue de dos brutotes con distorsión como Allen Lanier, de Blue Oyster Cult, o el gran Fred ‘Sonic’ Smith, de MC5. Siempre coherente y en su sitio, la de Chicago ha sido una importante referencia, y no sólo para chicas. ‘Porque la noche te pertenece’. 
Otra gran personalidad femenina dentro del planeta del rock es Crissy Hinde, la líder de The Pretenders. Y al igual que la anterior, prefería no salirse de un entorno de guitarras y baterías a la hora de emparejarse, pues fue compañera de Ray Davis (The Kinks) y luego se casó con el cantante de los Simple Minds, Jim Kerr, pero ella jamás fue ‘la mujer de’. Al contrario, es todo un carácter, tanto como para proclamar cosas como que ‘el rock exige un puntito de machismo incluso si quien está tras la guitarra es mujer’…, tal vez por ese modo de pensar jamás se dejó ver con mini, escote o ropa insinuante. El rock en femenino es otro desde que ella llegó, como demuestra el hecho de que su estilo haya resultado irresistible para muchas otras que han llegado después. Y ‘nadie va a malinterpretarla’.
Sí, hay más, muchísimas más, como las Bangles, que hicieron rock con laca de uñas; aunque más cerca del pop que del rock, hay que mencionar a la talentosa Carole King; Joan Jet y sus Runnaways con el eterno emblema ‘I love rock & roll’; la incomparable Grace Slick, autora de grandes himnos sicodélicos; las punks de primera hornada The Slits con su cantante Paloma-Palmolive; la trepidante Suzie Quatro, icono del glam rock y una de las primeras estrellas masivas con faldas y a lo loco; la sensual Deborah Harry y sus Blondie, que fueron nexo entre rock-punk y new wave-pop; y la etérea e inalcanzable Nico, respaldada por la Velvet Underground; y la inquietante Siouxie Sioux y sus Banshees; no se puede olvidar el ‘fuego y hielo’ de Pat Benatar; tampoco a la incendiaria guitarrista Lita ‘Runnaways’ Ford; Stevie Nicks y Christine Perfect, cantantes y compositoras de Fleetwood Mac; la talentosa Bonnie Raitt;  la tejana y polémica Michelle Schoked; la carismática solista de The Cranberries Dolores O´Riordan, también fallecida. Y muchas otras. Todo ello sin entrar en otros terrenos tan cercanos como el blues, el soul, el jazz, el funk…, parcelas de la música en las que las chicas han sido tan o más grandes que los chicos.
Con o sin faldas pero siempre a lo loco, sin ellas el rock habría sido otra cosa y, sin duda, menos, menos rock & roll.
CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 4 de marzo de 2020

LAS TONELADAS DE ORO QUE LOS INGLESES SAQUEARON EN SUDAMÉRICA

Finalmente los ingleses fueron derrotados y expulsados de Buenos Aires, después de haberse llevado el oro. El general Beresford (de rojo) se rinde a Liniers (Óleo de Charles Fouqueray)


El principal objetivo de los ingleses en Hispanoamérica fue saquear, sin más, nunca pretendieron fundar ciudades, organizar administrativamente los territorios, construir infraestructuras, universidades, hospitales… Los hijos de la Gran Bretaña consideraban aquellas tierras como un lugar del que extraer botín, a diferencia de España, que las consideraba provincias de ultramar con tantos derechos como las de la metrópoli (por ejemplo, para redactar y proclamar la Constitución de Cádiz en 1812 se contó con representantes hispanoamericanos)
Aprovechando la debilidad de España por la invasión napoleónica (y otros sucesos como el levantamiento de Rafael del Riego en 1820), Inglaterra emprendió una campaña de alianzas con los españoles americanos criollos (pero no con los indios) que ansiaban la independencia para poder hacer y deshacer a su antojo sin la obligación de dar cuentas a la metrópoli. Abundantes fueron los episodios en que los marinos y militares británicos, bajo pretexto de combatir a España, se unían a los ‘libertadores’, pero pensando exclusivamente en sacar tajada. La realidad es que sus verdaderas intenciones eran llevarse todos los ‘caudales públicos’ que pudieran, cosa que muchas veces consiguieron gracias a la complicidad o a la ineptitud y desidia de los que se proclamaron nuevos dueños de aquellos territorios.
El general William Carr Beresford fue uno de aquellos ingleses que en el siglo XIX se embarcaron para Sudamérica buscando botín, exclusivamente. Encuadrada su campaña en lo que se conoce como ‘invasiones inglesas’, Beresford atacó y tomó Buenos Aires a mediados de 1806 (lo había intentado antes pero fracasó) y, dejando claro su objetivo, apenas llegado exigió que le entregaran los caudales públicos. El virrey (los territorios americanos españoles eran virreinatos, no colonias) trató de esconder el tesoro público, pero Beresford dio con ello y se quedó con todo. El tesoro (que incluía el producto del saqueo indiscriminado a que sometió a la ciudad) llegó a Londres en septiembre de ese año a bordo de la nave ‘Narcisus’, y allí fue exhibido y paseado por las calles como botín de guerra entre el júbilo de la población: docenas de carros engalanados llevaban los lingotes y las monedas. Se calcula que Beresford trincó alrededor de cuarenta toneladas de oro amonedado y plata que pertenecían a la Real Hacienda del Virreinato de la Plata (cada virreinato tenía su propia hacienda, su propio tesoro público que sustentara su moneda), es decir, era patrimonio de aquella provincia, su erario. Desgraciadamente terminó en el Banco de Inglaterra para, al poco, ser repartido; claro que Beresford no quiso correr riesgos con su parte, de modo que de lo consignado en Buenos Aires, a Londres sólo llegaron dos tercios, ‘perdiéndose’ el otro tercio por el camino. Eso sí, cuando celebraban en Londres la toma de Buenos Aires, ésta hacía semanas que había sido reconquistada. Varias veces intentó Inglaterra tomar el territorio y otras tantas salió derrotada. Pero ya se había llevado lo que quería, el oro.
Otro episodio que demuestra la rapiña británica, que veía la América Hispana con la forma del símbolo de la libra esterlina, lo protagonizó un marino llamado Thomas Cochrane, el cual había sido expulsado de la armada inglesa por lenguaraz, altanero, desafiante, bocazas, ambicioso…, así que ofreció sus servicios como mercenario a algunos de los criollos que planeaban desligarse de España. En 1821 el general San Martín (‘libertador’ él) temía que las reservas de oro y plata de la Real Hacienda del Virreinato del Perú (así como caudales y fondos privados) cayeran en manos del ejército español si éste tomaba Lima, de modo que tuvo la gran idea de sacarlo todo de la Casa de la Moneda y meterlo en tres barcos, La Perla, La Jerezana y La Luisa. Cochrane no tuvo problemas para asaltar y hacerse con el mando de esos tres barcos, trasladar el tesoro al O´Higgins y, lógicamente, huir a Londres a toda vela. Fueron no menos de veinte toneladas de oro y plata en lingotes y monedas lo que Cochrane trincó en Perú y se llevó a Inglaterra.
Podría continuarse desglosando el verdadero expolio de Sudamérica: en 1822 los barcos ingleses sacaron de Santa Fe de Bogotá (Colombia), con destino Inglaterra, no menos de doce toneladas de oro; y lo mismo sucedió en otras zonas de la España de Ultramar como Guatemala o México… Y eso sin hablar de la piratería, una especialidad en la que los ingleses demostraron ser auténticos catedráticos, siempre con la venia de la corona británica.
En total se ha estimado que los ingleses saquearon en la América Española el equivalente a ¡dos billones de euros de hoy!, dos millones de millones, los cuales estaban destinados a sostener las haciendas públicas de aquellos virreinatos (no a embarcarse para España) y tenían como fin la estabilidad monetaria de cada uno. De todos modos no hubieran podido llevarse los tesoros sin la complicidad de ‘libertadores’ como Bolívar o San Martín. El resultado fue desastroso para las incipientes repúblicas, pues quedaron descapitalizadas, viéndose obligadas a convertirse en colonias comerciales británicas: Londres se quedó con el monopolio de importación y exportación, derechos de explotación de recursos naturales, monopolio de préstamos y empréstitos a cargo de bancos y financieras inglesas con usureros intereses…
Hicieron un mal negocio los ‘libertadores’, rompieron con España y se entregaron a Inglaterra, y encima pagaron por ello una fortuna inimaginable. Las consecuencias de aquel despropósito perduran dos siglos después.
(Con información tomada del libro ‘La involución hispanoamericana, de provincias de las Españas a territorios tributarios’, 2010, del argentino Julio Carlos González)
CARLOS DEL RIEGO

domingo, 1 de marzo de 2020

KAREN CARPENTER CUMPLIRÍA 70 AÑOS, AUNQUE NO VIVIÓ NI LA MITAD, SIEMPRE ENFERMA, SIEMPRE INFEL

Karen Carpenter se definía como una baterista que cantaba 


Es la de Karen Carpenter una de las mejores voces de la historia del pop, dulce, perfectamente modulada, armónica…, y le salía de modo natural, aparentemente sin esfuerzo. Cierto que lo que cantaba suena hoy blando, azucarado, cursi, pero cuando se escucha a alguien que canta tan bien casi se pasa por alto lo que canta. El día 4 se cumplen 70 años de su nacimiento, de los que no vivió ni la mitad, arrastrando la enfermedad desde niña
Cuando se escucha cualquiera de los muchos éxitos de The Carpenters (grupo formado con su hermano Richard), la voz de Karen Carpenter sigue sintiéndose como una caricia a pesar de que solían ser letras almibaradas y remilgadas y melodías suaves y repulidas. El cuatro de febrero de los corrientes se cumplen 70 años de su nacimiento, aunque sólo vivió 32 y, además, siempre afectada por la anorexia nerviosa y casi siempre infeliz. Tuvo la desgracia de ser de las primeras en padecer ese trastorno; de hecho, se dice que cuando murió los médicos sabían muy poco de los desórdenes alimentarios, e incluso que fue entonces cuando esta enfermedad empezó a verse como tal.   
El origen de su padecimiento venía de la niñez. Su hermano mayor, Richard, fue algo así como un niño prodigio al piano y, por desgracia para Karen, el favorito de su madre, Agnes, que sólo tenía ojos para él. Karen sentía que su madre no la quería y que no se preocupaba lo más mínimo por ella y por sus problemas. Descorazonada debió quedarse cuando, en una de las primeras sesiones de terapia, el médico pidió a sus padres y hermano que le expresaran su amor, que le dijeran que la querían; el padre y Richard así lo hicieron sinceramente, pero la madre no sólo no se lo dijo sino que reprendió al médico por referirse a ella por su nombre de pila, algo que consideraba ordinario.
Cuando apenas era adolescente alguien tuvo la mala idea de decirle que parecía gordita (medía 1.65 y pesaba unos 60 kilos), algo que la afectó tanto que inmediatamente comenzó a obsesionarse por el peso y la dieta. Bebía litros de agua al día y apenas comía, así que pronto empezó a perder kilos hasta llegar a pesar unos 45. Pero nadie sabía qué le pasaba, nadie sabía que era eso de la anorexia (una compañera declaró que no sabía ni cómo pronunciar esa palabra), por lo que poco se podía hacer.
Al parecer el origen de esta afección de Karen está en la falta total de cariño e incluso de la indiferencia de su madre. Tan es así que, aunque de niña ya cantaba y bailaba, jamás recibió un elogio o una palabra de apoyo, a diferencia de Richard, que siempre se llevaba todos los piropos y atenciones. Éste había formado una banda en secundaria, y cuando Karen entró lo hizo como batería, al fondo del escenario, en segundo plano; se convirtió en una baterista estupenda (a ella le gustaba decir que se consideraba una baterista que cantaba). Al deshacerse el grupo, Richard vio las posibilidades de un dúo hermano-hermana con ella como voz solista.
El primer disco de The Carpenters pasó sin pena ni gloria, pero el segundo (en 1970) fue un gran éxito; enamoró al público su pop suave con preciosos matices country y, sobre todo, la deliciosa voz de Karen, el buen gusto de Karen, la entonación melodiosa de Karen…, Richard se puso muy celoso, acostumbrado a ser él el centro de atención y tener que resignarse ahora a ser el acompañante de su hermana. Aseguran que a causa del recelo hacia ella se volvió adicto a los barbitúricos, e incluso que cuando ella grabó en solitario él se opuso a que se publicara el disco, que no salió hasta después de su muerte (eso sí, Richard siempre exigió los beneficios).
Ella seguía obsesionada por su peso y su aspecto. Hizo todo tipo de dietas, contrató un entrenador, tomó todo tipo de fármacos (laxantes, expectorantes…), pero nunca se veía delgada. Día a día iba encogiendo, consumiéndose de modo alarmante; se llegó a decir que tenía cáncer. En sus últimos conciertos la gente se espantaba, pues se podían señalar sus huesos uno por uno. Ella pensó que nunca gustaría: cuando estaba ‘gordita’ no gustaba, y ahora que estaba delgada tampoco. La pobre vivía en la infelicidad.
Convertida en estrella, muchos fans la escribían, algunos preguntándole cómo salir de sus problemas mentales o sentimentales, cómo dejar las drogas, cómo vivir con padres maltratadores… ¡como si ella lo supiera! En una actuación un tipo subió al escenario como si fuera miembro del grupo, y cuando fue desalojado a la fuerza gritaba que era el prometido de Karen… También solían presentarse desconocidos en casa de sus padres preguntando por ella con proposiciones matrimoniales, uno de los cuales no aceptó el no y se pasó la noche gritando el nombre de la desorientada Karen, que no sabía cómo hacer frente a todo.
Para su primera gira mundial, en 1975, se fijaron 50 fechas, agotándose todas las entradas en horas. Sin embargo, Karen estaba enferma y muy débil para echarse a la carretera: pasaba unas 14 horas diarias en la cama, así que los médicos le prohibieron terminantemente que se embarcara en la gira, que tuvo que ser cancelada (perdieron un dineral). Ahora añadía a sus problemas la angustia y el sentimiento de culpabilidad por los trastornos causados; además, un directivo de la discográfica la culpó públicamente de las pérdidas.
En 1980 conoció a un hombre de negocios llamado Thomas Burris con el que se casó a mediados de ese año. Tal vez el matrimonio y los hijos la sacaran de su jaula mental pues, además, ella estaba muy enamorada. Pero poco antes de la boda Burris le confesó que se había practicado una vasectomía, así que de niños nada. Angustiada, desesperada llamó a su madre para decirle que había decidido cancelar la boda; la gélida señora le contestó que de eso nada, que había gastado ya mucho en la boda y que ésta se celebraría. Karen cedió y se casó. El tal Burris hizo de ella lo que quiso, la manejó y manipuló (además de vaciar su cuenta corriente), ahondando más su desesperación. Al año se divorciaron, quedándose ella sola, sin familia, sin los deseados hijos, sin dinero…, sólo sentía tristeza y desesperación.
En el invierno de 1983 se convenció de que tenía que cambiar y comenzó a llevar un estilo de vida más saludable, dejó las drogas (casi todas inhibidoras del apetito) y aceptó una dieta equilibrada, con lo que fue recuperando peso paulatinamente (unos 50 kilos, cuando había estado en menos de 40). El día anterior a su muerte fue normal, comió con sus padres y por la noche se sentó a ver la tele. Richard la veía tan bien que pronto organizó el regreso de The Carpenters. Ya estaban grabando su duodécimo Lp. Dormía en casa de sus padres, en California. La noche del 4 de febrero de 1983 su corazón, debilitado por todo lo pasado, no soportó más esfuerzo y se detuvo. Tenía 32 años.
Cierto que siempre cantó pop suave y acaramelado, pero en su discografía brillan estupendas incursiones por el soft rock (rock suave) y el country; por citar sólo un par de títulos, imprescindible es su adaptación del ‘Jambalaya’ del gran Hank Williams, y el melodioso ‘Top of the world’. Pero por encima de todo está su voz, su exquisito gusto y su inigualable capacidad melódica. Tipos como Paul McCartney o Mick Jagger siempre dijeron que, cantase lo que cantase, lo hacía extraordinariamente bien, y que siempre sería una gran vendedora de discos. Acertaron: Richard Carpenter exigió en 2017 a la discográfica de The Carpenters dos millones de dólares por los millones de descargas digitales de sus canciones. La cosa se arregló sin juicio, o sea, pagaron porque se demostró que la voz de Karen sigue hechizando: el año pasado el vídeo del ‘Rainy days and mondays’ de Karen tuvo casi 30 millones de visitas.
De Karen Carpenter sí puede decirse que canta como los ángeles.
CARLOS DEL RIEGO