Isaac Asimov, con sus características patillas
Isaac Asimov, uno de
los más prolíficos e ingeniosos escritores del siglo pasado, murió en abril de
1992 a causa del sida, enfermedad que contrajo tras una transfusión de sangre.
Sólo reconocido como uno de los grandes de la ciencia ficción, también es uno de los menos valorados a pesar de haber
dejado una interminable producción literaria que abarcó todos los géneros
A comienzos de los
noventa del siglo pasado el sida era una enfermedad aun incurable y
desconocida. Por eso, no sólo los llamados grupos de riesgo, sino toda la
población estaba expuesta al contagio. Una de las formas más crueles de
contraer el virus era la transfusión sanguínea. Así murió Asimov en abril de
1992, tras recibir sangre contaminada al practicársele un bypass.
La mayor parte de
quienes reconocen su nombre lo asocian exclusivamente a los relatos de ciencia
ficción, sin embargo, su producción literaria abarca casi todos los géneros y
es tan enorme que no es una exageración comparar a este estadounidense, nacido
en la desaparecida Unión Soviética, con el escritor del Siglo de Oro Español Félix
Lope de Vega, a quien se llamó ‘Fénix de los ingenios’ por la ingente cantidad
de obras que alumbró. Tenía Asimov una prodigiosa mentalidad creativa, una
inagotable capacidad de trabajo, unas insaciables ansias de aumentar su ya
inmenso conocimiento…, por eso un día le preguntaron: “¿Cómo se siente uno
sabiéndolo todo?”, a lo que él respondió, “Yo sólo sé cómo se siente uno al
tener esa reputación, y es inquieto”.
Asimov es autor de
infinidad de libros de las temáticas más diversas. Sus inicios en la
literatura, a finales de los años treinta, lo decantan por la ciencia ficción,
dedicándose casi en exclusiva a este género durante unos veinte años. Pero después,
durante los 25 siguientes apenas publicó cuatro obras de ficción, centrándose
entonces los otros géneros que cultivó. Posteriormente retomó su vertiente de
ciencia ficción alternándola con temas de todo tipo.
Así, como bioquímico,
editó un sinfín de obras de divulgación científica que abarcan prácticamente
todas las ramas de la ciencia (deteniéndose principalmente en la Astronomía) y
que, sorprendentemente, resultan muy amenas (extraordinaria ‘X representa lo
desconocido’).Lúcidas e ingeniosas son sus revisiones e interpretaciones de
personajes históricos (la corta pero intensa biografía de Leonor de Aquitania
resulta emocionante), o de obras como La Biblia (monumental publicación que
incluye cantidad de informaciones adicionales); tocó asuntos tan dispersos como los dinosaurios (los
‘Lagartos terribles’), o los orígenes del hombre, los inicios de la
civilización y de la escritura, la formación de América o de los Estados Unidos,
la historia de la Bioquímica, de la Literatura, de la Ciencia Ficción e incluso
sobre la propia historia de la Ciencia. Publicó numerosos textos en los que, de
modo ameno e instructivo, abordaba desde un punto de vista científico temas
como la estrella de Belén, el cometa Halley o del origen de los números...
Asimov era capaz de escribir con soltura y conocimiento de prácticamente todos
los temas, pues su inteligencia desbordante siempre fue acompañada por una
curiosidad sin límites. No faltaron en su interminable producción los relatos y
novelas de misterio, los sesudos tratados filosóficos y de pensamiento, los
humorísticos o las poesías, algunas de las cuales están basadas en juegos de
palabras..., e incluso publicó obras como ‘Tesoros del humor de Asimov’, que es
un libro con chistes y, a la vez, un profundo estudio en torno al humor y la
risa.
Ateo y muy respetuoso
con las religiones (“con las genuinas”, decía), atacó y escribió mucho contra
las supersticiones, los adivinos, los curanderos, los médiums y demás patulea
de falsarios y timadores. También se preocupó y escribió sólidos estudios sobre
el calentamiento global o la desaparición de la capa de ozono, e incluso
explicó porqué Internet iba a revolucionar el mundo, anticipando muchísimas de
las posibilidades de esa herramienta, y lo hizo en 1988, cuando eso de Internet
era sólo para unos cuantos.
Su influencia ha sido
tremenda, y no sólo en lo literario. Las dos fábricas de robots y autómatas más
importantes del mundo fueron fundadas por dos hombres que, en sus años de
universidad, quedaron cautivados por las historias de ciencia ficción de
Asimov. Además, la palabra robótica es de su invención y se utiliza hoy
habitualmente. Sus obras de divulgación fueron
como una revelación para posteriores autores, que entendieron las
proporciones idóneas de ciencia y de diversión que hay que poner en una obra
para que cautive al lector.
Algo casi exclusivo
de Asimov es ese diálogo que mantiene con el lector a través de esa especie de
prólogos con que da entrada a muchísimos de sus relatos; ahí explica cómo, por
qué, en qué se inspiró o cuánto le pagaron por escribir el texto que se está a
punto de leer; por ejemplo, en una de esas descripciones previas al relato,
dice algo así como “por esta obra cobré x dólares”, y a continuación añade
entre paréntesis “sí, soy judío y, por tanto, tacaño, y por eso anoto todas las
cuentas”. Cuando uno lee esto llega a imaginarse que el escritor está ahí
mismo, charlado justo al lado. Además, reírse de sí mismo es prueba de
inteligencia.
Aunque menos de la
mitad de su producción es ciencia ficción, es por este género por lo que es más
recordado, sobre todo por los cuentos de robots. Y dentro de esta temática se
podría destacar otra de sus grandes aportaciones, las tres leyes de la robótica
(de Isaac Asimov, se suele decir cuando se las menciona); se trata de tres
sencillas reglas éticas moralmente irreprochables con las que este judío de
enormes patillas hizo autenticas maravillas en una serie de relatos
sencillamente prodigiosos. En su cuento ‘Runaround’ (de 1942), luego incluido
en ‘Yo robot’ (llevada al cine de modo poco afortunado) es donde las enuncia por primera vez: Primera
regla, un robot no hará daño a un ser humano ni permitirá que éste sufra daño
sin hacer nada (sustitúyase robot por ser humano y queda una regla que todo el
mundo debería obedecer); Segunda regla: un robot debe obedecer a un ser humano
salvo cuando esa obediencia entre en conflicto con la primera ley; Tercera
regla: un robot debe conservar su vida excepto cuando entre en conflicto con
las otras dos leyes. Asimov saca enorme partido a estas tres obligaciones
robóticas y demuestra su capacidad para crear situaciones asombrosas y soluciones
imprevisibles.
Casi tres décadas
después de su muerte, sigue siendo buena idea echar mano de uno de sus libros,
ya sea de ficción, de divulgación, de historia, de pensamiento... Sí, Asimov
fue un auténtico monstruo de la literatura, un ‘Fénix de los ingenios’.
CARLOS DEL RIEGO