Hay que ser mequetrefe para afirmar que esto es cancerígeno, cuando lo que es malo para la salud emocional y sensorial es no comerlo |
Enorme conmoción, sentimientos de incredulidad,
indignación, alarma social e incluso risa ha producido el informe que en todo
el mundo ha publicado la Organización Mundial de la Salud (la OMS) acerca de
los peligros de comer carnes rojas. Resulta que, según un comunicado
sensacionalista y de dudosas intenciones, comer ciertas carnes eleva la
posibilidad de contraer cánceres en unas proporciones que, de ser ciertas,
llevarían a casi toda la población a la mortal enfermedad; por otro lado, no
parece demasiado perspicaz afirmar que comer carnes ( o cualquier otra cosa) en
exceso es malo para la salud…, no se puede decir que ha descubierto la pólvora.
Da la impresión de que la OMS viene a ser algo así
como el oráculo de Delfos, de modo que para gran parte de la población (y para
ellos mismos), lo que esos señores digan es dogma de fe. Sin embargo, detrás de
esa organización están personas, con sus simpatías y antipatías, preferencias,
ascendencias, influencias, creencias…, todo lo cual afecta a cada uno de ellos;
es decir, nada es verdaderamente objetivo, al contrario, toda investigación,
análisis o ensayo depende de quién lo realice y de quién extraiga las
conclusiones (los productores de alimentos cárnicos podrían sacar infinidad de
estudios que ‘demuestran’ lo imprescindible de comer abundante carne). Además,
la OMS ha protagonizado escandalosos deslices, vergonzosos errores y desprestigiantes
desaciertos; por ejemplo, ¿alguien recuerda la alarma que provocó con aquello
de la ‘gripe aviar’ y los 14 millones de vacunas que obligó a comprar?, y ¡qué
decir de su penoso ‘mea culpa’ en cuanto a la gestión del virus del ébola de
este mismo año! No se puede olvidar que la mayoría de los ‘expertos’ que emiten
estos informes no salen jamás de la oficina o el laboratorio, o sea, jamás ven
a un enfermo; ni tampoco es cosa de poco el hecho de que coloquen en el mismo
nivel de riesgo el jamón ibérico y el tabaco o el plutonio… , ¡qué disparate! Asimismo,
si la OMS está segura que determinados aditivos o ingredientes utilizados en el
procesamiento de vacuno y porcino son perjudiciales, que los prohíba sin más,
en lugar de avisar de lo perniciosos que son.
Hay ocasiones en que se tiene la sensación de que
esta organización hace proclamas aparatosas y sensacionalistas para llamar la
atención, para demostrar que hace algo, que sirve para algo. Siguen al pie de
la letra eso de que ‘más vale que hablen de uno aunque sea mal’. En fin, que la
OMS, a día de hoy, tiene su crédito y prestigio en horas muy bajas.
Esta organización, que ha perdido tanto peso e
influencia como su superior, la ONU, basa sus conclusiones en muchos estudios
(400, 600), pero no indica ni quién los hizo, ni de qué modo, ni sobre qué tipo
de sujetos, ni cuántos, ni edades, ni antecedentes médicos, ni en qué capas
sociales, ni en qué ambientes (¿en el sudeste asiático o en la Patagonia?), ni
cuándo, ni cómo ni, en fin, dónde se puede comprobar cada uno de ellos. Por
ejemplo, investigando y profundizando se puede saber que algunos de esos
trabajos se han hecho con ratones de laboratorio a los que, en algunos casos,
sólo se les ha dado a comer carne roja, de modo que no hay que ser adivino para
concluir que esos ratones desarrollarán enfermedades. Otros se han realizado a
base de encuestas y estimaciones, lo que permite poner en duda su fiabilidad,
puesto que no se tiene en cuenta cómo ha combinado el condumio cada sujeto, es
decir, si además de filetes y chuletas ha consumido recomendables cantidades de
frutas y verduras.
No se debe olvidar tampoco que parte de la alarma
viene provocada por los titulares de los medios de comunicación, que extraen
una parte, un párrafo que, sin todo el contexto, distorsiona su sentido.
También comenten muchos errores los periodistas que traducen, pues la
traducción induce al error y en ella también se pierde significado e intención.
Se tomen como se tomen este tipo de informaciones,
es conveniente ser escéptico: recordar antecedentes de la entidad que publica,
pedir demostración empírica (lo único fiable y científico), pruebas
concluyentes, claridad y posibilidad de comprobar los hechos que permiten las
conclusiones; y si no hay nada de esto lo prudente es, como mínimo, poner la
cosa a enfriar. Lo más curioso del caso es que uno de los responsables del
informe, un tal Kurt Straif (con más de político que de científico), declara
“no hemos hallado un nivel de consumo por debajo del cual no haya riesgo”…;
está claro: comer (desgastas órganos), respirar (oxidas las células) y vivir afectan
a la salud y llevan inexorablemente a la muerte.
No es de extrañar que hayan aparecido por las redes
‘servicios gratuitos de recogida de carnes de cerdo y vacuno, incluyendo
jamones (aunque estén empezados)’…
CARLOS DEL RIEGO