La enfermera imbécil se divertía fotografiándose con moribundos y luego difundía las imágenes |
Siguiendo la máxima del inefable escritor madrileño
del Siglo de Oro, lo primero es no parecerlo, pues así al menos se tiene un 50%
de posibilidades de no serlo; sin embargo, hay individuos que no se conforman
con parecerlo, sino que insisten y lo pregonan a grandes voces, señal evidente
de que lo son. Los casos son abundantes y variopintos.
No son pocos los memos que quieren tatuarse pero no
pagar ni hacer caso de cosas tan peregrinas como la higiene o la salud. En
Canadá se ha puesto de moda hacerse dibujos en la piel a base de quemaduras o
cortes; por un lado, el tonto coge unas cuantas piezas de hierro curvas y
rectas, las pone al rojo y luego se las aplica en la piel combinándolas para lograr
el dibujo deseado; por otro, el zopenco de turno se perfila la imagen deseada
cortándose la piel… Además de la insensatez de autolesionarse con fines
estéticos (gran contradicción, por otra parte), además del intenso y prolongado
dolor de ambas ‘técnicas’, las eminencias que las practican serán presa fácil
de infecciones y muchos otros efectos nocivos y peligrosos. Sarna con gusto…
Otra forma de hacerse daño con propósitos
decorativos consiste en meter los labios en un recipiente estrecho y hacer
succión, con lo que el morro se hinchará y enrojecerá; es una forma de emular a
quienes consiguen la inflamación por métodos quirúrgicos (en todo caso,
resultaría extremadamente difícil señalar una sola persona que haya mejorado su
aspecto tras cirugías no terapéuticas). Será leyenda urbana o chiste, pero
viene al pelo la anécdota de la niña
que, viendo a su tía después del paso por las manos del cirujano, le pregunta
qué le ha pasado, a lo que la mujer contesta que ha ido al médico para estar
más guapa, pero la chavalilla le espeta un demoledor: ¿Y por qué no lo estás?”.
En Turquía, una mujer estaba acomplejada por las
orejas grandes de su hijo de 10 años; tanto que le llevó a que lo operaran, sin
embargo, no quedó contenta con el resultado de la cirugía, así que pensó (es un
decir) que mejor lo mataba. Y así lo hizo, lo asfixió con una bufanda y
tranquilamente se marchó. Detenida posteriormente, declaró que su hijo había
sido acosado en el cole por el tamaño de sus pabellones auditivos, y que para
evitar que se rieran de él pensó (es un decir) que lo mejor era matarlo. Pensamiento
lógico, razonamiento concluyente: el mejor modo de evitar burlas y acosos es
liquidar al que los sufre. Para cualquier cerebro normal resulta dificilísimo
encajar una acción tan necia, abominable y sin sentido como esta.
El colmo de la imbecilidad es hacer público (e
incluso con alarde) el alto grado de la propia sandez y la escasez de
entendimiento; de este modo, las redes sociales e internet están permitiendo
que el estúpido certifique su condición, dejando por escrito el tipo y volumen
de su estulticia. Dos casos cuyos protagonistas publican a grandes voces su
descomunal idiocia hacen cierto el proverbio que asegura que la estupidez
siempre se coloca en primera fila para ser vista, mientras que la inteligencia
se queda detrás para observar: en Estados Unidos una chica joven difundió algo
así como “he encontrado un horrible trabajo y mañana empiezo el suplicio”, un
mensaje que su jefe leyó y contestó con “no sabía que mi oferta de trabajo le
fuera tan inaguantable, disculpe por ofrecérselo, no hace falta que venga por
aquí”; lo curioso es que acto seguido la joven escribió “¡con la falta que me
hacía el dinero!”. El otro caso sucedió en Rusia y tiene a una enfermera como
sujeto de la acción; resulta que la susodicha se hacía fotos a sí misma
burlándose de pacientes dolientes y moribundos, los cuales aparecían como
fondo; luego, la cretina con cofia subía esas imágenes a la red acompañándolas
de comentarios del peor gusto; sus superiores no tuvieron problema en
identificarla y ponerla en la calle, cosa que ella lamentó profundamente… No
cabe duda, este tipo de tonto aprovechará todos los recursos y dispositivos a
su alcance para probar a todo el planeta su mezquindad y tacañería mental.
Si uno hace una estupidez parecerá un estúpido, lo
que según Quevedo equivale a serlo. La tecnología está facilitando al personal sus
ansias de demostrar que lo es. ¿Qué sátiras no escribiría con todo este
material el deslenguado y lúcido autor?
CARLOS DEL RIEGO