Fray Bartolomé de las Casas, según él mismo, exageró, y según otros cronistas, no era tan recto como presumía. |
La obra ‘Brevísima relación de la
destrucción de las Indias’, publicada en 1552, fue la base de eso que se llama
la leyenda negra; el dominico fray Bartolomé de las Casas la escribió buscando
la defensa del indio, siendo notorios sus esfuerzos y desvelos en favor de los
indígenas americanos… Pero la cosa no está tan clara si se investiga y se
analiza lo que sus colegas, los cronistas de Indias contemporáneos suyos, han
dejado escrito acerca de sus virtudes como historiador y como persona. Y no
sale bien parado de esos testimonios. No se trata de las exageraciones que
contiene ese libro (el propio fray Bartolomé reconoce que exageró para llamar
la atención), como la de que en la isla la Española vivían quince millones de
indios (¿cómo llegaría hasta esa cifra?) y que estaba surcada por más de
treinta mil ríos (¿); ni tampoco se trata de revisar las contradicciones en que
cae, como cuando señala que al ir costeando la isla de Cuba no se vieron
indicios de presencia humana (o sea, estaba escasamente poblada) para años
después olvidarse de lo dicho y denunciar que los españoles mataron a doce
millones de indios (lo que indicaría que estaba muy poblada); también es
contradictorio e incoherente que pidiera al emperador Carlos que, para aliviar
el esfuerzo de los indios, se trajeran negros de África (luego rectificó, pero
ya le habían hecho caso), o de que clamó contra la esclavitud de los indios
pero no dijo ni una palabra de la existencia de esclavos en España y en toda
Europa para, después, no mostrar la mínima atención a los barcos portugueses
cargados de africanos que llegaban a América. Ni siquiera se trata de demostrar
sus groseros errores, como describir a los indios como “mansos, buenos” cuando
se sabe que eran sociedades tremendamente violentas y sanguinarias. Se trata,
en fin, de revisar qué es lo que decían de él sus colegas, los otros cronistas
de Indias que vivieron aquella aventura.
El asturiano Gonzalo Fernández de
Oviedo (1478-1557), que gozó del don de la oportunidad y presenció hechos de
enorme trascendencia histórica, se convirtió en uno de sus enemigos al dejar constancia
escrita de la catástrofe en la que desembocó la idea de Las Casas de colonizar
pacíficamente. La cosa fue más o menos así: el fraile indigenista reclutó a
trescientos españoles para que ocuparan un territorio en la actual Venezuela,
se casaran con nativas y labraran la tierra; pero al llegar se encontraron con
que ya había allí españoles que incluso habían fundado un pueblo (le llamaron
Toledo), entonces el “colérico clérigo” (como él mismo se define) les ordena
que se vayan inmediatamente, a lo que se niegan; el fraile dice que va a Santo
Domingo a presentar la reclamación ante las autoridades, y le acompañan los
españoles que estaban antes, dejando solos a los recién llegados que, al poco,
fueron exterminados por los indios. El caso es que Oviedo dio a conocer el
hecho, e incluso explica que Bartolomé se encerró en un convento en La Española,
de donde salió ordenado para evitar dar explicaciones sobre el asunto. Por
esto, Las Casas convirtió a Oviedo en uno de sus principales enemigos.
Después, López de Gómara (cuya obra se
basa en la de otros, pues nunca estuvo en América y no conoció a ningún
protagonista de la conquista, ni siquiera a Cortés, en contra de lo que se lee
en Wikipeda), se hizo eco de la historia de los labradores muertos por los
indios, de modo que también entró en la lista negra de fray Barolomé. Éste lo
acusó de haber escrito al dictado de Cortés cuando vivió en su casa; sin
embargo, Gómara nunca dice que Cortés le contó esto o aquello, y eso a pesar de
que todo historiador busca la propia credibilidad destacando que recibe sus
informaciones de primera mano, de modo que el soriano Francisco López de Gómara
(1511-1566) hubiera estado encantado de escribir “esto me lo dijo el propio Hernán Cortés”, cosa
que nunca hizo porque nunca lo tuvo delante.
Pero tal vez sea Fray Toribio de
Paredes (1482-1569) quien más detalladamente describe a Las Casas. Este fraile
zamorano (de Benavente) adoptó, al llegar a México, el nombre de Motolinia, que
en náhuatl significa pobreza, haciendo honor a tal apodo durante toda su vida. Éste
cuenta que, en 1539, “con unos poquillos cánones que el de Las Casas oyó, él se
atreve a mucho, y muy grande parece su desorden y poca su humildad”, y añade
“porque él procuró saber sino lo malo y no lo bueno, ni tuvo sosiego en esta
Nueva España, ni aprendió lengua de indios, ni se humilló ni aplicó a les
enseñar”. En una carta a Carlos I en 1555 Motolinia denuncia la conducta de Las
Casas y lo tacha de hipócrita que predica una cosa y hace otra muy distinta,
que al llegar a Tlaxcala traía “de veintisiete a treintaisiete indios” para que
le cargasen su equipaje y que no les pagaba por su trabajo; de hecho, cuando
Las Casas se negó a bautizar a un indio que había llegado de muy lejos para tal
fin, Motolinia le dijo: “padre, todos vuestros celos y amor que decís que
tenéis a los indios se acaba en traerlos cargados (…) que solo vuestra caridad
traéis cargados más indios que treinta frailes”… Teniendo en cuenta que
siempre, invariablemente, todos los que lo conocieron y mencionan afirman que
era de una integridad y honestidad a toda prueba, resulta difícil no creer a
Toribio de Paredes, Motolinia.
Asimismo, Bernal Díaz del Castillo (en
torno a 1492-1584) desdice y niega varias veces las afirmaciones de Bartolomé
de las Casas (quien también fue encomendero e incluso llegó a obispo) con muy
sólidos argumentos, pero mostrando siempre un gran respeto. En realidad, casi
todos los cronistas de Indias que hablan del “clérigo colérico” lo tachan de
soberbio, aprovechado, exagerado, incoherente y tendente a la rabia. Y ello a
pesar de que en la corte española siempre le hicieron caso: Carlos I promulgó a
instancias suyas en 1542 las ‘Leyes Nuevas’ para “el buen tratamiento y
conservación de los indios” (como ya había hecho su abuelo Fernando de Aragón
en 1512 con las Leyes de Burgos). Cisneros y otros altos cargos eclesiásticos
enviaron a América, tras escuchar a Las Casas, varios frailes para que velaran
por el bienestar del indio; dicho sea de paso, fray Bartolomé escribe que se le
nombró Defensor y procurador universal de todos los indios, sin embargo, de
este nombramiento no hay ni rastro en los archivos y ningún otro autor hace la
más mínima mención de tal cargo. Asimismo, se organizó en 1550 un gran debate
en torno al asunto de los indígenas, la ‘Junta (o Controversia) de Valladolid’.
Es decir, sus denuncias no sólo fueron escuchadas, si no que se tuvieron muy en
cuenta para combatir los abusos.
Viendo las cosas en perspectiva, sorprende
que un autor tan cuestionado por sus colegas y de quien hay tantos testimonios
adversos haya sido la base de algo tan duradero como la leyenda negra, la cual
sigue siendo admitida por muchos, sobre todo españoles.
CARLOS DEL RIEGO