Se ha dicho muchas veces desde que en 1999 Putin se hizo con el poder absoluto: su propósito siempre ha sido recuperar el control total como sucedía en tiempos de la Unión Soviética. Y el que fuera agente del KGB ni siquiera se molesta en desmentirlo. La última muestra del totalitarismo que preside hoy Rusia la protagoniza un padre que ha sido condenado a dos años de cárcel a raíz del dibujo que hizo su hija contra la guerra
No es preciso recordar a todos los opositores al régimen impuesto por Putin que han muerto en circunstancias sospechosas, basta una mínima muestra. Uno de los primeros fue el ex espía Litvinenko, envenenado por polonio en 2006 sin que nunca se supiera cómo ni quién perpetró el asesinato…, aunque todo apunta al megalómano de Leningrado. Antes ya había sido tiroteada en plena calle por desconocidos la periodista Politovskaya. En 2013 murió ahorcado en Londres el millonario Berezoski tras sufrir varios atentados; es fácil deducir que si uno se exilia y se libra varias veces de los asesinos no va a facilitarles las cosas suicidándose… Golovilov fue tiroteado cuando paseaba al perro… Klevnikov también cayó a balazos, siendo uno de los muchos periodistas críticos (no menos de trescientos desde que Putin llegó al poder) que pagaron con su vida el atrevimiento de denunciar al tirano. El millonario Protosenya había huido a España, pero un día apareció ahorcado y su mujer y su hija acribilladas a puñaladas (se libró un hijo que no estaba allí). El ejecutivo Shulman apareció en el baño de su casa con las venas abiertas. Otro jerarca, Melnikov, apareció muerto a puñaladas en su casa, junto a los cadáveres de su mujer e hijos (de 10 y 4 años)…, se dijo que fue asesinato y suicidio, pero parece difícil que uno se suicide de cuatro puñaladas. Algo parecido sucedió al que fuera asesor de Putin, Avaev, muerto por arma blanca con su mujer e hija.
Varios probaron los diversos venenos (polonio, talio) con que el KGB eliminaba al personal que había huido; otros fueron tiroteos por desconocidos que jamás mostraron intención de robar; hay secuestros (Stemirova) y desapariciones misteriosas que terminan con la aparición del cadáver; hay suicidios sospechosos y desconcertantes, como el del opositor que ‘se tiró’ por la ventana del hospital; hay enfermedades inexplicables, alergias e infecciones mortales e indescifrables… Métodos usados por los diversos organismos controlados por el Kremlin soviético.
En fin, la lista de víctimas del déspota ruso se acerca al medio millar (aunque hay quien la eleva al doble), pero sólo son los que se saben y sólo los que afectaron a personajes destacados. Es conocido que en la actual Rusia existe una censura durísima, y que quien se atreve a elevar la voz se enfrenta a un riesgo de muerte elevadísimo. Bien puede asegurarse que Rusia, hoy, es una dictadura con puntos muy semejantes a la que hubo allí desde 1920 (más o menos) hasta la caída del muro de Berlín.
El más reciente caso es el del padre condenado a dos años de cárcel por el dibujo contra la guerra que había hecho su hija de trece años. La niña presentó la pintura y la maestra dio parte a las autoridades, que fueron a por el padre tras quitarle la custodia de la niña; el osado ciudadano publicó críticas y quejas en las redes sociales, por lo que sufrió arresto domiciliario. Llegó el juicio y la condena, pero el padre aprovechó y huyó de su casa, dicen, aunque vistos los precedentes, cualquiera estaría inclinado a pensar que se trata de otra ‘desaparición’ y que es posible que el hombre aparezca ‘suicidado’.
Salvo por el modelo económico (antes comunista, hoy capitalista), la Rusia de Putin está calcando los métodos soviéticos.
CARLOS DEL RIEGO