sábado, 12 de julio de 2025

CUANDO SE ENCUENTRAN DOS ESTRELLAS DEL ROCK SUELEN PRODUCIRSE ESCENAS DELIRANTES

 


Chuck parece decir a Keith 'no me toques la guitarra o te sacudo'

 

Una característica de (casi) todas las estrellas del rock es poseer un ego desmesurado. Por eso, cuando se ven cara a cara dos de ellas nunca se sabe qué puede pasar…, y la realidad es que ha pasado de todo

 

Es casi inevitable que, antes o después, las grandes figuras de la Historia del rock se encuentren cara a cara; así, no es extraño que se vean, se hablen, se saluden, que compartan escenario, discográfica, giras y conciertos, discos, televisión, fiestas... Lo que puede ocurrir cuando dos estrellas del rock se miran a los ojos es algo impredecible. Y hay muchos ejemplos. 

 

En una ocasión, una noche de 1970 en Las Vegas, el entonces novato Alice Cooper recibió una llamada telefónica en la que alguien le dijo que Elvis Presley (¡nada menos!) quería conocerlo. Debió sentirse el más afortunado del mundo cuando acudió al hotel donde había sido citado. A llegar al hotel se encontró con que otros personajes habían sido convocados para la ‘audiencia’ con el rey: Chubby Checker, la actriz Liza Minnelli, la actriz de cine para adultos Linda Lovelace…Cuando por fin Alice Cooper (en realidad Vicent Furnier) se encontró con Elvis, éste empezó elogiar su número de la serpiente boa, viva y retorciéndose sobre él y por todo el escenario; es más le aseguró que ojalá se le hubiera ocurrido a él ese “genial” show. Luego Elvis le dijo que lo acompañara a la cocina, abrió un cajón y sacó un revólver, comprobó que estaba cargado y lo puso en la mano del asustado Alice Cooper; a la vez, le dijo que lo apuntara y que sabía muy bien cómo desarmar a un tipo que lo amenazara con un arma. El autor de ‘Posion’ recuerda: “Antes de que asimilara lo que estaba pasando o lo que debía hacer, estaba en el suelo con la bota de Elvis Presley presionándome la garganta”.

 

Al parecer, a Elvis le entusiasmaba eso de la defensa personal, como demuestra otro ‘suceso’ similar. Brian Wilson (de Beach Boys) y el propio Presley estaban grabando en el mismo estudio, de modo que Wilson vio, encantado, la gran oportunidad de conocer al rey del rock and roll. Lo invitó a la sala donde estaba grabando para que escuchara sus nuevas canciones. Cuando Elvis se presentó, Wilson, a modo de broma y acto de complicidad, hizo como que le lanzaba un golpe de kárate, pero Presley bloqueó el ‘golpe’ con otro gesto de kárate y colocó el otro brazo para devolver el ‘ataque’, aunque no lo descargó. Wilson quedó alucinado, asustado: “Realmente me hizo daño con su movimiento, y él también quedó desconcertado con la situación, porque sólo acertó a decir, ¡me voy, me voy!, y se fue sin más”.

 

Tremendamente repugnante fue un encuentro entre Ramones y Johnny Rotten (Sex Pistols). Dee Dee recordó que, poco antes de un concierto, quiso ir al baño, pero Joey llevaba muchos minutos allí encerrado. Entonces Jhonny, a quien también llamaba urgentemente la naturaleza, al ver que el baño no se abría, cogió una botella vacía de cerveza Miller y echó una buena meada. Johnny Rotten, que estaba entre bastidores, vio la botella y pensó en la suerte de toparse con una birra huérfana, de modo que se la pegó a los labios y tras los dos primeros tragos gritó “¡Osti, esto sabe a orina!", para a continuación gritar, insultar, perjurar, amenazar, maldecir… Dee Dee, no obstante, culpó al propio Rotten: “Hay que ser tonto para coger una botella del suelo y, sin más, ponerse a beber”. El bajista tenía toda la razón. Y seguro que el incidente fue una de las causas del odio hacia Ramones que tenía el cantante de los Pistols.

 

Muy conocida es la ‘anécdota’ del puñetazo que le propinó Chuck Berry a Keith Richards. Cuenta el ‘Stone’ que durante un concierto de Berry, él estaba entre bastidores. Justo al terminar, “Chuck dejó su guitarra en su camerino y salió corriendo a cobrar su dinero…, sí, era bastante tacaño”. Entonces Keith se fijó en la legendaria Gibson de Chuck Berry, se quedó embobado mirándola y entonces no pudo resistir la tentación. “Vamos Keith, sólo un par de toques”, se dijo a la vez que la tomaba en sus manos…, justo en el momento en que Berry regresaba contando la pasta, vio la escena y gritó “¡Nadie toca mi guitarra, nadie!”, a la vez que le lanzó un directo que aterrizó en la mandíbula de Richards… Pasado el tiempo, éste reconocía: “Si entro en mi camerino y veo que alguien ha cogido mi guitarra, seguramente hubiera reaccionado igual. Me pilló y, sin duda, merecía aquel puñetazo”.

 

También es de dominio público que Michael Jackson y Prince se llevaban fatal (celos, rivalidad, envidias). El manager Drink Champs, que había trabajado con ambos, recordó que un día se topó con Michael Jackson en Las Vegas y se arriesgó a invitarlo a tocar con Prince. Jackson lo rechazó de plano, y cuando le preguntaron por qué, declaró contundente: "¡Prince es un sucio tacaño!", y añadió que Jackson le dijo entonces: “Además, una vez ese tipo intentó atropellarnos a mí y a mi mamá con su coche”. El desprecio de Jackson era correspondido por Prince, según explicó el productor Quincy Jones, que desveló que Prince se había enfadado hasta casi subirse por las paredes cuando ambos habían sido invitados a subir al escenario durante un concierto de James Brown, puesto que Prince consideró que Jackson no había dejado de hacer su show cuando era el turno de Prince, quien siempre sostuvo que en aquella ocasión Jackson lo había boicoteado. Los egos desmesurados…

 

Michael Jackson y Freddie Mercury, en los años 80, quisieron grabar algunas canciones juntos (nunca se publicaron oficialmente). El bajista de aquellas fallidas sesiones, Jo Burt, aseguró que Freddie se sintió inquieto, ofendido, cuando Jackson se presentó con su llama, y más cuando Michael siguió llevando al animal en sesiones posteriores. Al parecer, el representante de Queen, Jim ‘Miami’ Beach, contó que recibió la llamada de Freddie diciéndole “Oye, Miami, cariño, ¿puedes venir a sacarme de aquí? Estoy grabando con una llama al lado”. Además, David Wigg, periodista amigo de Freddie, contó que éste se había cogido un gran enfado porque Jackson colocaba a su chimpancé, ‘Bubbles’, entre los dos cantantes y grababan así las tomas, e incluso se dirigía al simio y le preguntaba si le gustaba lo grabado o pensaba que habría que repetirlo. Wigg aseguró que “tras unos días así, Freddie se largó sin más”. Normal.

 

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 6 de julio de 2025

EN LA II GUERRA MUNDIAL SE PRODUJERON HECHOS QUE, VISTOS HOY, PARECEN CHISTES

 


Una de las fotos que hizo el 'turista' Takeo Yushikawa del puerto desde un avión turístico estadounidense alquilado días antes del ataque japonés a Pearl Harbour

 

Hace unas semanas se cumplieron ochenta años del final de la II Guerra Mundial. Seguramente sea el conflicto más estudiado, documentado, analizado y desmenuzado de la Historia, tanto que también se han constatado hechos que, dentro de aquella inmensa tragedia, tienen un cierto sabor humorístico, parecen bromas, chistes

 

Ocho décadas han pasado ya desde que terminó aquella masacre iniciada por un pervertido descerebrado. Fueron seis años de guerra global en la que se produjeron todo tipo de episodios, incluyendo algunos que, si no fuera porque se produjeron en un entorno sangriento, parecerían chascarrillos, chanzas, cuchufletas.

 

Un suceso poco conocido se produjo al poco de que el ejército nazi entrara en Francia (VI-1940). En aquel momento se produjo un éxodo de franceses hacia las zonas no ocupadas. Al llegar los alemanes a Orleáns se encontraron con una ciudad semidespoblada, casi fantasma: no había alcalde ni concejales, ni policía ni funcionarios ni autoridad alguna, tampoco había agua, electricidad ni, en fin, ningún servicio básico. Lo que sí había era edificios ardiendo sin que nadie les hiciera el menor caso. En toda la ciudad sólo una farmacia abría sus puertas, con lo que las colas eran kilométricas. El farmacéutico atendía él sólo al público durante horas y horas, siempre sonriente. Cada cliente, al salir, comentaba lo bondadoso pero extraño que era ese boticario, pues vendía todos los productos a diez céntimos, desde el tubo de aspirina hasta el más caro tratamiento, todo a diez céntimos. Unas cuantas horas después se descubrió el misterio: el solícito farmacéutico era uno de los internos de un manicomio cercano que habían salido del siquiátrico cuando éste se quedó sin nadie que lo atendiera. No es que trataran de escapar, sino que simplemente salieron, y mientras algunos deambulaban por las calles gritando y gesticulando, otros vivían sus fantasías y locuras con total libertad, entre ellos el que se sintió farmacéutico. Incluso los alemanes colaboraron en la captura de aquellos desdichados.

 

Conocidas son las historias de los soldados japoneses que, destinados en islas del Pacífico, se quedaron en sus puestos ignorando que la guerra había terminado. Algunos habían conseguido ocultarse a los ejércitos estadounidenses cuando atacaron su isla, de modo que cuando les llegaban noticias de que Japón se había rendido, simplemente no lo creían, y así permanecieron escondidos durante décadas. En otras ocasiones los soldados nipones no se enteraron del fin de la guerra, puesto que el alto mando de EE UU comprobó que ir reconquistando isla por isla costaba miles y miles de vidas, por lo que decidió recuperar sólo las que tuvieran aeropuerto, estación de radar u otras instalaciones de interés militar, con lo que muchas islas del Pacífico nunca fueron atacadas y su guarnición japonesa se quedó allí cumpliendo las órdenes. De este modo, unos cuantos soldados y oficiales japoneses permanecieron en guerra con Usa muchos años después de terminada, alguno hasta 1975. El soldado Yoichi Yokoi fue el último superviviente de un pequeño grupo que se refugió en las selvas de la isla de Guam; durante muchos años sobrevivió comiendo cangrejos y peces, caracoles, roedores y la fruta que encontraba. Cuando finalmente fue convencido (no sin esfuerzo) del fin de la guerra y se entregó, en 1972, vestía ropa hecha de corteza de árbol. Igualmente, el teniente Onoda sólo se creyó la derrota de Japón cuando, en 1974, fue a buscarlo el que había sido su superior. Muchos otros morirían en la isla que se les había encomendado sin saber que todo había terminado y sin ser encontrados nunca. El fanatismo llevado al extremo se vuelve hilarante.

 

Otra más de la guerra en el Pacífico. En el famoso ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, los pilotos japoneses se guiaron por unas fotografías aéreas que mostraban perfectamente el puerto y el resto de las instalaciones y, más importante, por unas instantáneas conseguidas por un ‘turista’ japonés que, sin ocultarse, con la cámara colgada del cuello, iba haciendo fotos de los puntos militarmente más sensibles de la isla de Oahu (donde estaba Pearl Harbor) sin que nadie le pidiera explicaciones y, en fin, sin levantar sospechas. El alto mando japonés ya tenía mapas de la isla y fotos aéreas, pero no actuales y no de esos puntos. El espía, llamado Yoshikawa, envió fotografías que fueron valiosísimas. Tranquilamente, desde bares y restaurantes situados en posiciones elevadas, fotografió movimientos y tipos de barcos, horarios, instalaciones militares, depósitos de combustible, pistas de aterrizaje y días en que más aviones había en tierra, despegues, patrullas, defensas antiaéreas… Incluso alquiló un avión para conseguir aquellas fotos aéreas. Y todo a la luz del día, sin que nadie nunca sospechara nada ni se extrañara de tanta foto; de hecho, fotografió y envió esos ‘reportajes’  hasta un par de semanas antes del ataque japonés, es decir, la información estaba perfectamente actualizada. Y todo en las mismísimas narices del enemigo.

 

Es curioso pero incluso en las situaciones más terribles se pueden encontrar hechos, situaciones y sucesos chuscos, de esos que mueven a la sonrisa.

 

CARLOS DEL RIEGO