Boston siempre buscó la perfección costara el tiempo que costara
Los grupos de rock, sobre todo los que
tienen repercusión en la industria del entretenimiento, se someten fácilmente a
los tiempos y compromisos que esa industria. Así tanto por contrato como por el
impulso creativo del artista, lo habitual es que el grupo o solista componga,
grabe y publique un álbum al año, y luego llega la promoción y la gira de
presentación. Pero existe un caso en que el grupo dilata el ciclo dejando pasar
cuatro, seis u ocho años entre un Lp y el siguiente: el estadounidense Boston.
Lo más habitual es la publicación de
un disco cada año, aunque a lo largo de la historia del rock ha habido
fenómenos capaces de publicar dos e incluso más. No es el caso Boston, una banda
única que sólo ha lanzado ¡cinco elepés en más de cuarenta años de trayectoria!
(además de un recopilatorio y otro hecho con
grabaciones preexistentes); la media es un nuevo disco cada más de ocho
años. La principal causa de tan escasa producción es, sobre todo, la obsesión
perfeccionista de su líder, guitarrista y compositor Tom Sholtz, que nunca
estaba contento con el resultado final y siempre buscaba perfeccionar cada
canción. El contraste es Ramones, quienes sólo necesitaron siete días para
grabar y mezclar su primer Lp.
Tom Sholz era ingeniero de una empresa
de fotografía, pero su auténtica pasión era el rock, así que se construyó un
estudio de grabación en el sótano de su casa. Allí pasaba las horas, componía,
tocaba trozos, solos, partes, grababa, recomponía, unía piezas… Eran los
últimos años sesenta y Tom solía frecuentar ambientes de rock & roll, donde
conoció Brad Delp. Sin embargo, el tipo ni siquiera sopesaba la posibilidad de
formar una banda y publicar discos, se conformaba con su sótano-estudio porque,
además, eso de tocar en vivo no le entusiasmaba: demasiado riesgo de error, y
para alguien que tiene la perfección como único objetivo... Para entonces Brad
Delp ya era el encargado de poner voz a las composiciones de Sholz, que comenzó
a enviar algunas de sus maquetas a las discográficas, aunque con nulo
resultado.
Entre los muchos proyectos en los que,
totalmente en solitario, trabajaba en su ‘cueva’ estaba una canción, ‘More tan
a feeling’, a la que no paraba de darle vueltas y más vueltas; de hecho, la
empezó a escribir hacia 1970 y durante más de cinco años la fue puliendo,
limando, arreglando, depurando, refinando cada sonido, cada arreglo, acorde,
instrumento, adorno… La exquisita voz de Brad Delp era la corona de ese
diamante. El texto de la canción no va de amor, sino del sentimiento que se
experimenta cuando se escuchan aquellas canciones que te hacen sentir,
recordar, emocionar. Después de años de obsesivo trabajo de perfeccionamiento,
Tom envió esta canción a las discográficas (aunque pensaba que se podía
mejorar).Los productores de Epic se dieron cuenta inmediatamente de que estaban
ante algo especial, así que se pusieron en contacto con Tom Sholz y Brad Delp,
no con un grupo, sino con un par de músicos que tenían algo prometedor.
Firmaron el contrato, pero como en
realidad no eran un grupo, no pudieron hacer una demostración en vivo a la
compañía, de modo que a toda prisa contrataron a viejos camaradas; incluso
tuvieron que pensar rápidamente en un nombre, Boston. A continuación, los
ejecutivos les reservaron estudio para grabar lo que sería su primer Lp, pero
Sholz se negó: él trabajaba en su casa, arreglaba, grababa, mezclaba todo él
solito, y no iba a consentir que productores, arreglistas o ingenieros manipularan
sus obras. La discográfica pretendía, lógicamente, que se hiciera una grabación
profesional en un estudio profesional y con técnicos profesionales. ¿Cómo salir
del atolladero? El productor John Boylan dio con la solución: Tom grabaría casi
todo en su sótano, mientras en el estudio se grabaría la voz, la batería y poco
más, pero a los de la discográfica les dirían que todo se había hecho donde
ellos querían. Tom y John engañaron a
Epic, y todos contentos. Y tan contentos. A las dos semanas el disco sonaba en
todas partes y las tiendas se quedaron sin ‘More tan a feeling’ en horas a
pesar de ser de un grupo desconocido. En una semana ‘cayeron’ más de 50.000
copias, en quince días medio millón. Más de dos años permaneció en las listas y
el álbum vendió casi veinte millones. Hoy sigue escuchándose y comprándose.
Tom seguía trabajando en su
cueva-estudio, pero nunca estaba satisfecho con lo que le salía. La
discográfica, sin embargo, pedía rápidamente otro elepé con otro single
superventas. Tom lo tenía claro: si trabajar durante años un tema había dado
tan buen resultado no había motivo para cambiar. Pero tanto y tanto lo
presionaron que no le quedó otra que enviar una maqueta…, que Epic convirtió en
disco de inmediato para disgusto del
solitario creador. Habían pasado dos años pero todo el mundo seguía escuchando
el ‘More tan a feeling’, que seguía en listas. Entonces salió ‘Don´t look
back’, segundo de Boston, con piezas magníficas aunque ‘sólo’ vendió más de
siete millones de copias y colocó número 1 al tema homónimo. Sholz dijo a los
ejecutivos que ese ‘mal’ resultado se debía a que no le habían dado el tiempo
suficiente...
A causa de discusiones, contratos y
amenazas se retrasa la entrega de lo que ha de ser el tercer elepé, pues no
quería que se publicasen canciones ‘sin terminar’. Al final, Tom y Brad,
cabezas de la banda, deciden cambiar de discográfica y firman con MCA, con la
que lanzan ‘Third stage’ en 1986 después de retocar, modificar, arreglar,
reajustar y refinar hasta la saciedad cada pieza; habían pasado ocho años desde
el anterior Lp. El sonido era el de siempre y las canciones excelentes, pero
tuvo ‘peores’ resultados, ‘sólo’ menos de tres millones de discos y poco tiempo
en el número uno…
Para el cuarto disco no estaría Brad
Delp que, cansado de la tiranía de Tom abandonó la banda. Éste contrató a otro
vocalista y, ya en 1994, otros ocho años después del anterior, lanzó su cuarto
álbum, ‘Walk on’. Habían pasado dos décadas, ya eran los noventa y los gustos
habían mutado, pero Boston seguía teniendo algo, el público los mantenía en su
memoria y no les resultó difícil vender por encima del millón. De todos modos,
a Sholz iba a lo suyo: trabajar y trabajar en su sótano para dar forma a otro
elepé, para el que regresaría el vocalista de siempre, Bradley Delp. Eso sí,
hubo que esperar otros ocho añazos para que se publicara, en 2002, ‘Corporate
America’. No entró entre los diez primeros de las listas y no llegó al millón
de ejemplares vendidos a pesar de que, nuevamente, contenía canciones
sobresalientes y un sonido tan potente como siempre. Es, en todo caso, su
último disco, ya que ‘Life, love & hope’, publicado en 2013, está hecho de
tomas antiguas. Y Brad Delp se suicidó en 2007.
Cinco elepés en más de cuarenta años
de carrera. Sin duda puede calificarse a Boston como el grupo más lento de la
historia del rock. Es el precio que Tom Sholz pagó por acercarse a la
excelencia.
CARLOS DEL RIEGO
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