Cualquier tipo de manifestación en China es reprimida del mismo modo que en cualquier otra dictadura |
Los más de 1.300 millones de chinos están gobernados
desde hace décadas por el Partido Comunista Chino, que se apropió del poder en
los cuarenta del siglo pasado ocupando el sitio de otra dictadura, y como toda
dictadura, no se plantea la posibilidad de convocar elecciones. Y si el pueblo
no puede participar en la elección de los que mandan no existe otro nombre para
designar cualquier modelo político. Es ocioso volver a hablar la catástrofe
provocada por atrocidades como el Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural
cuando el comunismo era todo. Sin embargo, actualmente (y desde hace años), en
China existe una contradicción sorprendente: desde el punto de vista político
el país sigue estando bajo el yugo de partido único marxista, pero desde el
punto de vista económico el gigante asiático está abierto al capitalismo sin
prácticamente ninguna restricción.
Puede afirmarse, por tanto, que el comunismo que hay
allí está sólo en el ámbito del partido y del poder, pero no en la calle, donde
la economía de mercado reina abiertamente. De este modo, lo que sucede en China
tiende a confundirse con cualquier tipo de absolutismo, sin que sea preciso ya
determinar el modelo económico (planificado o liberal). Por ello, no puede
extrañar que las protestas en Hong Kong sean reprimidas como es preceptivo en
toda dictadura; esta ciudad pasó de ser protectorado británico a integrarse en
el país en 1997, de modo que sus habitantes tienen un pensamiento político más
cercano al occidental que el resto de sus paisanos (incluso pueden votar
libremente). En el resto del interminable territorio no existe esa cultura, por
lo que la represión nunca ha tenido obstáculos; no hará falta recordar lo de la
plaza Tianannmeng de 1989 y cómo desaparecieron muchos de los que allí estaban.
En fin, que China sigue rigiéndose según los parámetros más clásicos de la
dictadura: no hay libertad política y sí un férreo control de la prensa (con
infinitas direcciones de Internet vedadas), no se permiten críticas al partido
y se encarcela a cualquiera que eleve la voz contra el mismo, no existe
separación de poderes (ni siquiera en teoría) y los juicios y sentencias se
adecúan siempre a la exigencia política, abundan los centros de ‘reeducación’
para disidentes y, en fin, el partido que maneja los hilos hace y deshace a su
antojo. Por no mencionar las penas de muerte que se ejecutan (se dan cifras de
cientos al año, pero el convencimiento general es que son miles), en algunos
casos por delitos como el que llevó al patíbulo recientemente a un funcionario al
que ‘no le salían las cuentas’; también está la práctica de robar órganos a los
cadáveres…, y muchas otras barbaridades que, debido al control de la prensa, es
casi imposible conocer. En cuatro palabras: ausencia de Derechos Humanos. En
una palabra, fascismo.
Pero lo más curioso del asunto es que China está muy
bien vista desde los dos extremos ideológicos. Por un lado, los políticos,
economistas y gentes en general que en todo el mundo simpatizan con ideas de
izquierda, la defienden ardorosamente por ser una sociedad dominada por un
partido comunista (aunque el patrón económico ya no lo sea); y por otro, los países
capitalistas están con el gigante por ser eso, por ser un monstruo que compra y
vende en cantidades colosales, por ser un cliente que afecta a las
macroeconomías de espacios internacionales.
En fin, que dado que en China no hay libertades
políticas ni de opinión, poco importa hacia dónde se incline la teoría del
gobierno, pues el resultado sólo puede ser denominado como dictadura. Eso sí,
consentida e incluso agasajada por gobernantes que usan palabras gruesas para
con otras dictaduras; por ejemplo, de Corea del Norte no tiene buena opinión
casi nadie con responsabilidad política; el caso de Cuba (el otro reducto de
teoría marxista) es distinto, pues su régimen es bien visto por los que, desde
la comodidad de la democracia capitalista, se posicionan del lado de la tiranía
marxista-leninista-estalinista-maoísta, a diferencia de quienes aborrecen cualquier
totalitarismo, que están deseando el cambio en la isla; por cierto, cuando
muera Fidel Castro seguro que las cosas cambian drásticamente y en poco tiempo…
Sí, el caso de China se puede estudiar como perfecto
modelo de esquizofrenia, pues en ella conviven un gobierno comunista e
inamovible con una sociedad capitalista y dinámica; además, esa paradoja se
produce también entre los gobiernos que tratan con el gobierno de Pekín.
CARLOS DEL RIEGO