Excelente marino, valiente, exigente y extremadamente competente, Antoni Barceló es otro personaje imprescindible de la Historia de España al que la mayoría de los españoles ignoran. |
La gran hazaña de Elcano fue, realidad,
otra de las muchas que protagonizaron los marinos españoles durante siglos. De
hecho, podrían enumerarse docenas de ellos (tal vez cientos), todos los cuales
merecen recuerdo y homenaje, pues a lo largo de la historia han demostrado
capacidad, valentía y lucidez. Uno de ellos, al que aún no se ha dado la
importancia que merece, es Antoni Barceló, el terror de los piratas moros.
Este mallorquín, nacido en 1717 de padre
marinero, fue el terror de los piratas berberiscos que desde el siglo anterior
aterrorizaban las costas mediterráneas (el dicho ‘moros en la costa’ procede de
aquellos momentos). Llegaban, saqueaban, robaban y se llevaban a los hombres
para esclavizarlos y a las mujeres para los harenes; además, atacaban toda nave
mercante que se atreviera a echarse al Mediterráneo. Así estaban las costas
levantinas, pero las cosas iban a cambiar. Tras atesorar una sustanciosa
experiencia, con apenas 19 años Barceló ya es piloto y recibe el mando de una
nave. Desde ese instante, se convierte en el azote de los piratas moros; y en
una de sus primeras acciones es atacado por dos navíos piratas, a los que pone
en fuga. Gracias a este y sucesivos actos de enorme mérito, Antonio Barceló y
Pont de la Terra fue ascendiendo en el escalafón de la Marina Española a pesar
de no poseer estudios ni haber pasado por academia militar o naval.
Era de familia más bien acomodada y
podía haberse dedicado a disfrutar de una vida relajada y tranquila, pero eso
no iba con este intrépido, valeroso, prudente e inteligente marino. Con apenas
treinta años y tras incontables acciones victoriosas contra los corsarios
berberiscos, el rey le da el mando de cuatro jabeques (barcos ligeros, de fácil
maniobra y buena potencia de fuego) con los que derrota una y otra vez a los
piratas del Mediterráneo occidental. Las hazañas de Barceló recorren toda
España, que pronto sabe de la destreza e inteligencia del ‘capitá Barceló’; no
en vano todavía se recuerda en el litoral mediterráneo español la frase “més
brau que Barceló per la mar”. Entre 1753 y 1771 el mallorquín destroza una y
otra vez barcos y flotas dedicadas a la piratería con base en Argel, hundiendo
navíos, tomando prisioneros, conquistando botín y liberando cautivos. Entre sus
incontables victorias destaca la que logró frente al famoso pirata Selím en
1763; con un solo jabeque (‘El Vigilante’) arremetió contra las tres galeotas
del moro y, tras intenso intercambio de artillería, una por una las fue
abordando y desbaratando en otras tantas maniobras legendarias, épicas,
inusitadas; tomó centenar y medio de prisioneros incluyendo a Selím, llevándose
de recuerdo, eso sí, un tiro en la mejilla que le desfiguró el rostro para
siempre (no fue la única herida que recibió, además de la sordera producida por
los cañonazos.
Su método era simple, muy arriesgado y
terminaba en abordaje; con naves tan ágiles como los jabeques, se acercaba a
las de los enemigos y, con un valor pasmoso, abordaba espada en mano barcos de
cualquier porte; el riesgo era máximo, pero así se aseguraba de que el enemigo
no escapaba. No gustaba de pistolas, pero era temible con el chafarote (espada
ancha de un solo filo); así, viendo su arrojo y determinación, los marineros a
su mando le seguían al combate sin temor, de modo que, inevitablemente, el
barco sarraceno caía en poder del valeroso e intrépido ‘capitá Toni’.
Participó en muchas batallas y acciones
navales. En 1775 tomó parte en un intento de desembarco en Argel. En realidad
él sólo quería acercarse, bombardear una y otra vez sin dejar reponerse al
enemigo y regresar, pero los que estaban al mando del proyecto insistieron en
desembarcar tropas y pertrechos. Sin embargo, como quiera que los preparativos
fueron eternos, los moros tuvieron tiempo de prepararse, así que cuando los
infantes de marina llegaron a tierra fueron masacrados, y hubieran perecido los
8.000 que pusieron pie en Berbería de no ser por la inaudita audacia de
Barceló, que logró acercarse a la playa lo suficiente como para, esquivando y
lanzando cañonazos, salvar a unos 6.500, dejando pasmados a los capitanes,
marinos y militares que fueron testigos de tan asombrosa proeza. Protagonizó
otras operaciones de castigo y hostigamiento contra las costas argelinas donde
recalaban los piratas (ya sin desembarco), hasta que el bey de Argel terminó
por firmar la paz con España.
Igualmente tomó parte el héroe balear en
el intento de bloqueo de Gibraltar en
1779. Barceló ideó una especie de lanchas de remos artilladas con un cañón de
largo alcance que permitía acercase al puerto y disparar contra los barcos e
incluso contra la ciudad, causando grandes destrozos para, tan velozmente como
se habían presentado, desaparecer; además, apenas ofrecían blanco, sobre todo
de noche. Pero los celos de sus colegas con estudios navales (él apenas sabía
leer y escribir), la tardanza en construir esas naves y la pésima dirección del
proyecto llevaron éste al fracaso. A pesar de todo, el pueblo no dejaba de
asombrarse ante su valor y destreza, y así se decía de él por todas partes: “Si
el Rey de España tuviera cuatro como Barceló, Gibraltar fuera de España, que de
los ingleses no”.
Cuando dejó de navegar por ‘su’
Mediterráneo, el corso ya no era problema: los mercantes y las costas estaban
libres del saqueo; es más, durante décadas, lo que más temieron los capitanes y
marineros berberiscos era ver aparecer en el horizonte las velas de los
jabeques de Barceló, pues ya no era posible la huída y una vez entablado el
combate, el ‘capitá’ era invencible. Además de servicios guerreros, Barceló
también destacó en otros menesteres; por ejemplo, cuando desafió galernas
aterradoras para llevar trigo de Barcelona a Mallorca en época de gran
carestía; o cuando se encargó de dar caza a un oficial de dragones que se había
escapado con una monja…
El Rey Carlos III quiso conocer
personalmente al bravísimo español que tan grandes servicios había prestado
(alcanzó el grado de Teniente General de la Armada y fue nombrado Caballero de
la orden de Carlos III). Así, en 1769 Barceló acude a la llamada del monarca,
quien se pasa larguísimo rato preguntándole por los detalles de sus hazañas y
asombrándose ante sus asombrosas aventuras. Finalmente, el sonriente Carlos III
lo despidió diciendo “Vuelve, que los moros se han enterado que estás en Madrid
y andan ya por las costas”…, un elogio cargado de humor.
Desde que Barceló los ahuyentó, ya no
hay moros en la costa.
CARLOS DEL RIEGO