miércoles, 25 de septiembre de 2024

EL TIEMPO DE LA MOVIDA, RECUERDOS DE LIBERTAD

 


Andy Warhol llegó a Madrid para ver por sí mismo qué era eso de la movida. En la foto, con Carlos G. Berlanga y Bernardo Bonezzi

 

En los primeros años setenta del siglo pasado había quien afirmaba que cuando muriera Franco habría otra guerra civil. Pero murió y no hubo guerra. Al revés, llegó la apertura, la libertad y la democracia; la gente, la juventud, las calles fueron hervideros de libertad. Ese fue el contexto en el que surgió lo que se llamó ‘la movida’, que no sólo fue madrileña aunque la capital fuera su centro. Quienes estaban allí entonces recordarán aquel entorno en el que se podía pensar, actuar y cantar cómo y lo que a uno le saliera, sin la inquisitorial censura que impera en la sociedad actual 

 

Al morir Franco apareció un horizonte de libertad, incluso de libertinaje y exceso. De repente todo el mundo podía decir y hacer lo que le saliera, sobre todo en el mundillo de la música, del arte. La música pop y rock (y todos sus derivados), siguiendo el camino abierto por la ‘new wave’ (la nueva ola) que llegaba de Inglaterra tras la irrupción del punk, permitía todo, desde el rock & roll clásico hasta el tecno, pasando por el estilo mod, el rock duro, el rock-folk o el pop combinado con cualquier estilo. Todo era válido y todo tenía sus seguidores porque por encima de todo estaba la libertad creativa y de pensamiento.

 

A principios de los años ochenta Madrid se convirtió en una especie de Meca de la renovada juventud española. De las cuatro esquinas del país acudían al ‘Rock-ola’, al ‘Sol’ y tantas otras salas donde actuaban los nuevos grupos, españoles y extranjeros. Sin duda allí ocurrió algo, puesto que si el mismísimo Andy Warhol quiso conocer por sí mismo qué era aquello…

 

Casi cada día se tenía noticia de un nuevo grupo, de un nuevo disco que ofrecía, ante todo, novedad, espontaneidad, autenticidad…, libertad de creación. Y así era prácticamente en toda España. De este modo, en uno de sus primeros conciertos, un grupo se presentó diciendo “Hola, somos Gabinete Caligari y somos fascistas”. Sin duda hoy habrían sido acusados, señalados, acosados, cancelados e incluso denunciados, pero entonces la cosa se entendió como lo que era: una provocación, una forma de distinguirse, no una postura ideológica de Urrutia y compañía, pues ninguno de ellos tenía nada que ver con el fascismo. Y aquello sucedió porque en aquellos tiempos existía verdadera libertad, porque se podían decir cosas que hoy los nuevos inquisidores no permiten; por otro lado, que tire la primera piedra el que a los veinte años no soltó más de una gilimemez de la que hoy se avergonzaría. Quien estuviera entonces tendrá en su memoria aquellos recuerdos de libertad.

 

Desde hace unos años los autores de canciones de rock y géneros afines tienen un enorme cuidado con las palabras y las frases, han de analizar si eso que dice este o aquel verso puede ser interpretado como una ofensa y ocasionar problemas de cancelación, insultos en las redes, declaraciones de políticos… Es decir, los que escriben canciones se autocensuran para que luego no les caiga encima el peso de la censura, esa que se siente poseedora de la verdad absoluta y, por tanto, legitimada para dividir entre buenos y malos, o sea, entre los que coinciden con el pensamiento ‘verdadero’ y quienes se atreven a llevar la contraria.

 

Los mencionados Gabinete Caligari cantaban a los toros y a la España castiza e incluso cañí. Los hoy olvidados (y efímeros) Polansky y el Ardor tenían una canción titulada ‘Negra’ que decía “Hoy por fin lo conseguí, tengo una negra, solo para mí…”. Siempre irreverentes, divertidos y provocadores, los gallegos Siniestro Total cantaban: “Ayatola no me toques la pirola (…) sólo vine a comprar pan y me enseñasteis el Corán”; y otras de letra explícita como ‘Mata hippies en las Cíes’ o ‘El sudaca nos ataca. La Orquesta Mondragón desvelaban que “Ellos las prefieren muy muy gordas, super gordas, gordas, gordas y apretás”. En su versión del ‘You really got me’ de los Kinks, Cardiacos amenazaba: “Tú te reías de mí. Nadie se burla a mis espaldas. Te vas a enterar. Quiero leerte la cartilla. Te voy a aplicar mi ley”. Un Pingüino en mi Ascensor y su ‘Atrapados en el ascensor’, ‘La mataré’ de Loquillo, ‘Sí sí’ de Los Ronaldos… En fin, eran letras más gamberras que otra cosa que sólo buscaban provocar, incomodar, desafiar, y estaban hechas (con mal gusto en muchos casos) desde una atmósfera de libertad inexistente cuatro décadas después. Si estos títulos hubieran salido en la actualidad las redes sociales arderían de ira e indignación, y los políticos y campeones del pensamiento único se rasgarían las vestiduras exigiendo juzgado para todos ellos.     

 

Pero por encima de los fantásticos grupos de pop y rock, por encima de los discos y los conciertos, lo que más añoranza y nostalgia provoca es que fueron tiempos de libertad de expresión. Hoy parecen tan lejanos.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

miércoles, 18 de septiembre de 2024

¿DESDE CUÁNDO EXISTE ESPAÑA, DESDE CUÁNDO LOS ESPAÑOLES TIENEN CONCIENCIA DE SERLO?

 


Manuscrito de las Cartas de Cortés. En la octava línea se lee '...nera que quando salio destos rreynos de españa'. Y justo debajo '... paso a la ysla española'. Era sobre 1520 y ya existían conceptos como España 



 Encabezamiento de la cuarta carta de relación, donde se lee'nueva España' y 'Rey de España'

No hace mucho tiempo se decía (y se estudiaba) que España era el país europeo que antes tomó conciencia de serlo, que era una de las naciones más antiguas. Sin embargo, en las últimas décadas no sólo se niega dicha afirmación, sino que se ha retrasado siglos el asentamiento de España como ente político, e incluso hay quien afirma (contra toda evidencia) que sigue sin existir

 

Pero entonces, ¿Cuándo se tienen conciencia de la existencia de España y de españoles? Hay autores que sostienen que la idea de unidad territorial, política y legislativa ya estaba en la mente del rey godo Leovigildo (525-586) en la Spania del siglo VII d.C., aunque no se puede hablar aún de nación (además, todo el sureste de la península estaba bajo autoridad de Bizancio). Durante años los libros de texto afirmaban, erróneamente, que España existe como tal desde la unión de las coronas de Castilla y Aragón, pero esa unión no fue real, efectiva, de hecho y de derecho hasta la entronización de Carlos I. Y es precisamente durante el reinado de éste cuando se vuelven de uso corriente los términos España y españoles, lo que indica que ya se tiene conciencia de nación y de pertenencia a ella. Hay historiadores que retrasan la toma de identidad jurídica y política hasta la llegada del primer Borbón, Felipe V, a comienzos del siglo XVIII, pero se basan casi exclusivamente en cuestiones legislativas y políticas más que en el sentir del pueblo; de todos modos, ya con el Emperador Carlos I el poder y la ley afectaban por igual a todos los territorios que hoy conforman el país (también a los de ultramar, pero eso es otro asunto).

 

Dato muy significativo es el hecho de que a los nuevos territorios americanos continentales, una vez finalizada la conquista de México-Tenochtitlán, se les empezó a denominar La Nueva España, y a partir de 1535 se creó oficialmente el Virreinato de Nueva España. Parecen indicios bastante razonables de que ya existía el concepto de España, pues si no fuera así, ¿a qué venían esos nombres para las nuevas tierras americanas?

 

Cortés escribió a Carlos I varias ‘Cartas de la conquista de México’, normalmente llamadas Cartas de relación, la primera fechada en julio de 1519 y la quinta en septiembre de 1526. La tercera, en mayo de 1522, se titula elocuentemente: “Carta tercera enviada por Fernando Cortés, capitán y justicia mayor del Yucatán, llamado la Nueva España del mar océano, al muy alto y potentísimo César y invictísimo señor Don Carlos, emperador semper augusto y Rey de España, nuestro señor” (a lo largo del texto se repiten términos parecidos infinidad de veces). Si no existía la idea de España, ¿a qué se referirá Cortés al decir la Nueva España o Rey de España? Objetivamente, esas palabras señalan inequívocamente que existía noción de país llamado España, que estaba arraigado y que era de uso cotidiano.

 

Algo parecido se puede decir de la obra de Bernal Díaz del Castillo ‘Historia verdadera de la conquista de la Nueva España’. Y tanto éste como Hernán Cortés narran continuamente lo que les sucede a los españoles, no a los castellanos, aragoneses o vascos, y por ello en sus libros se leen frases como “éramos muy pocos españoles”, “aquella noche murieron muchos españoles”, “los españoles quedamos muy admirados de eso”, “hacíamos a algunos españoles se metiesen en celada”. Cuando cuentan el episodio en el que un soldado escaló el volcán Popocatépetl para recoger azufre (con que hacer pólvora), Bernal especifica que era canario, mientras que Cortés dice “…entrando un español setenta o ochenta brazas, atado a la boca abajo…”, y acto seguido dice que en adelante espera “que nos provean de España”. Al hablar Bernal de sus compañeros suele señalar su lugar de procedencia, y al final de su libro se detiene a enumerar a todos, dejando claro de qué parte de España es cada uno, pero cuando habla del contingente siempre, sin excepción, se refiere a españoles.

 

Si a aquel territorio se le llamó desde tan pronto ‘Nueva España’, si en aquellos libros escritos en el siglo XVI (el de Cortés desde 1519 hasta 1526; Bernal debió terminar el suyo hacia 1568) se refieren continuamente a esos términos, es fácil deducir que el concepto de España ya estaba más que arraigado, asumido e interiorizado, e igualmente la denominación de españoles.

 

Todo ello indica que entonces (en el primer cuarto del siglo XVI), por fuerza España tenía que existir en el sentir y en la conciencia del pueblo, de todos los pueblos y gentes que la integraban.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

lunes, 9 de septiembre de 2024

“EL ROCK HA MUERTO”, REPITE DESDE HACE DIEZ AÑOS GENE SIMMONS

 


 Gene Simmons afirma desde hace años que el rock & roll está muerto

El cantante, compositor y bajista de Kiss Gene Simmons, el que sacaba dos palmos de lengua en sus conciertos, viene repitiendo desde hace diez años su teoría de que el rock & roll está muerto. Tan rotunda afirmación la apoya en dos razones estrechamente vinculadas

 

El tipo lleva en ese negocio desde la década de los setenta del siglo pasado y, por tanto, conoce a la perfección y de primera mano todos los entresijos y particularidades del asunto, es decir, sabe muy bien de qué está hablando. Así, desde 2015 viene repitiendo, a la mínima oportunidad que se le da, que el rock & roll ha muerto, y para sustentar tan contundente sentencia ofrece dos razones: los consumidores de música apenas pagan por ella (a diferencia de cuando había que comprarla en soportes físicos), y como consecuencia, ya no aparecen grandes nombres en el planeta del rock & roll. Apoya esta teoría el hecho de que coinciden en el tiempo la aparición de los archivos digitales con la desaparición de verdaderas estrellas, esas que superan barreras temporales y generacionales. ¿Tiene razón el lenguaraz miembro de Kiss?

 

Simmons dijo afirma textualmente desde hace una década: “El rock está muerto porque si echamos la vista atrás observamos que desde 1958 hasta 1988, que son 30 años, la aparición de grandes figuras del rock & roll es continua. Teníamos a Elvis, Chuck, Jerry Lee…, luego The Beatles (los vi por la tele en el show de Ed Sullivan, y jamás me hubiera dedicado a esto sin ellos), The Stones, Who, Pink Floyd, Dylan, Creedence y así sucesivamente… Luego llega la parte ‘pesada’, Purple, Maiden, AC DC… y ahí se puede poner a Kiss. Y U2, Prince, Bowie, Eagles, Guns N’ Roses, Green Day… y Motown, por supuesto. Pero desde 1988 hasta hoy, ¿quiénes están a la altura de cualquiera de esos?, ¿quién son los nuevos Beatles? Está claro, el rock ha muerto. Y eso se debe, en resumen, a que las nuevas bandas no se han tomado el tiempo (o no los han dejado) de crear glamour, emoción y material épico”.

 

El repaso es impresionante, tanto que las comparaciones no pueden ser más odiosas. “Es que no hay bandas nuevas que propongan lo que aquellos propusieron. Me encantan Nirvana, Pearl Jam e incluso Foo Fighters, pero son bandas surgidas hace unos 30 años. En definitiva, son bandas viejas”. Evidentemente, el deslenguado de Kiss dice verdades como puños.

 

Y sigue explicando el músico: “No se puede nombrar a otra gran banda de rock, de esas que continuarán escuchándose décadas después de su desaparición, y no se puede porque no las hay, porque el joven que forma su grupo no puede ganarse la vida con él y, por tanto, no puede desarrollar su talento. Y es así porque tan pronto como los fans pudieron descargar y compartir archivos gratis, las nuevas bandas no tuvieron la oportunidad de ganarse la vida. Y eso me rompe el corazón, porque hay tantos músicos y compositores jóvenes con mucho talento que nunca van a tener la oportunidad que yo tuve... Todo lo que es gratis o cuesta un centavo cuando debería costar un dólar o más, se entiende como algo sin ningún valor”.

 

Finalmente, Gene Simmons (que sin duda conoce a la perfección el terreno que pisa), concluye: “Hay cosas buenas por ahí, pero los que empiezan no van a tener la oportunidad que tuvimos nosotros. No tendrán una compañía discográfica que, por abusona que fuera, hiciera la promoción por todas partes, una compañía que te diera anticipos que nunca tenías que devolver y que eran imprescindibles para que pudieras dedicarte a tiempo completo al rock & roll y desarrollar lo que tuvieras dentro. ¿Cómo puedes haces eso si estás regalando tu música por una centésima de centavo por una descarga? Los fans mataron lo que amaban cuando empezaron a descargar y compartir archivos de forma gratuita. Dejaron sin apoyo a los que empezaban. Ese momento fue el principio del fin del rock & roll”.

 

Tales deducciones y afirmaciones, basadas en hechos indiscutibles, parecen conducir a la realidad por mucho que cueste aceptarla: Ya no hay gigantes del rock porque las bandas, los compositores, los que vivían de ese trabajo hasta 1988, hoy apenas ganan unas migajas por su trabajo y, lógicamente, no pueden dedicar a ello todo su tiempo, su talento, su vida.

 

En resumen, ¿el rock & roll ha muerto?

 

CARLOS DEL RIEGO

 

lunes, 2 de septiembre de 2024

ALIEN, 45 AÑOS DE LA APARICIÓN DEL MONSTRUO MÁS ATERRADOR JAMÁS IMAGINADO

 


Portada y anteportada diseñada por Giger para el grupo Emerson, Lake & Palmer

 


El diseño de HR Giger no pierde su terrorífica atracción

“Un superviviente al que no afectan la conciencia, los remordimientos ni las fantasías de moralidad”, así definía el agonizante científico de la nave Nostromo a uno de los más aterradores bichos jamás imaginado por mente humana. Ha pasado casi medio siglo y varias secuelas y la imagen del monstruo sigue causando el mismo terror. ‘Alien, Romulus’, la más reciente secuela de la película de 1979, vuelve a llevar el terror a las pantallas

 

Quien tuvo la suerte de contemplar aquel estreno jamás lo olvidará. Fue una auténtica convulsión para los aficionados al cine, sobre todo para los amantes de las películas de ciencia ficción, de terror y suspense. A finales de 1979 un auténtico monstruo, un ser horripilante y repelente recorrió el mundo, ‘Alien’, el pasajero invasor que parece un ser y también una máquina, que tiene exoesqueleto como un insecto y una boca extensible dentro de su boca, que puede recordar a un dragón y que es cien por cien hostil…, nada imaginado o soñado en la más alucinante pesadilla puede infundir el paralizante miedo que provoca semejante atrocidad. Sin embargo, aun puede haber algo peor que quedar al alcance de sus babeantes mandíbulas y sentir cómo te arranca la cara: puede que no te mate, sino que te capture para colocarte, inmovilizado, ante un asqueroso huevo del que saldrá la cosa (el abrazacaras) que te introducirá por la boca el embrión del monstruo, el cual te romperá el pecho desde dentro para nacer (alguns actores no estaban avisados de lo que iba a pasar en ese momento, de ahí sus caras de verdadera sorpresa, es más, uno incluso se desmayó del susto). Aterrador.   

 

Además del escalofriante diseño del bicho (del suizo H. R. Giger) y de la atmósfera angustiosa y claustrofóbica que impera de principio a fin, además del modo en que es ‘concebida’ la bestia y otras muchas sorprendentes y novedosas ideas que aporta la película (héroe chica, Ripley, chicos víctimas, hombre que ‘da a luz’ tras introducirse en su boca el germen…)además de todo, tal vez sea la incertidumbre que preside todo el metraje lo que multiplica el efecto aterrador. Hay incertidumbre cuando la nave cambia su rumbo sin saber por qué, ¿la señal es de auxilio o de advertencia? Las dudas siguen cuando un ente asqueroso se pega al rostro de un tripulante y no se sabe qué hacer, ¿permitir que entre ‘eso’ en la nave o cumplir con el protocolo de cuarentena? Incluso cuando hay que abandonar y destruir la astronave y recurrir a la auxiliar, la protagonista cambia de idea e intenta volver… La inquietud por lo desconocido llena de miedo a los desafortunados viajeros.

 

Pero la mayor incertidumbre, lo que aterra tanto a los personajes como al espectador es el hecho de que ni un segundo aparece la criatura claramente y en su totalidad, no se sabe exactamente qué es, cómo es, cómo mata, qué pretende, qué les hace a sus víctimas…, sólo se atisba que es un ser feroz, repugnante y cien por cien violento. Es este uno de los grandes aciertos del emblemático título, ya que el desconocimiento conlleva miedo; lo desconocido es en este caso intuido en varios entrecortados y escasos instantes, lo justo para provocar el estremecimiento, la angustia, el espanto de todo el que mira.

Miedo extremo, pavor profundo, pánico absoluto es el sentimiento que el filme transmitió a toda la sala cuando en aquellos últimos setenta se estrenó en todo el mundo. Cómo esa especie de crustáceo repelente se pega a la cara e introduce por la boca de la víctima el embrión del monstruo, cómo emerge éste, en qué se convierte y cómo mata la alimaña adulta… Todo ese caudal de terror lo personifica el personaje de Lambert, la chica que desde el primer momento teme: “¿lo habrá querido coger vivo?” comenta ante la espantosa posibilidad de que la primera víctima esté aun con vida en poder del monstruo; pero como no podía ser de otro modo, la desdichada comprueba finalmente cómo sus temores se hacen realidad y, en una de las mejores y más expresivas escena de toda la película, la criatura se planta ante la infortunada, que se resigna paralizada por el horror y sólo puede gritar…

 

En 1979 aquella sensación de terror e incertidumbre fue muy impactante, pues hay que recordar que hasta entonces los seres procedentes del espacio casi siempre eran inteligencias superiores que procedían con un propósito (aunque fuera perverso), mientras que el octavo pasajero no piensa, sólo mata y actúa como un verdadero monstruo.

 

Pero peor que la propia criatura sea la revelación del traidor cuando, destrozado, confiesa las órdenes de la compañía: “Regresar con ese organismo. Las demás consideraciones anuladas. Tripulación sacrificable”. Después de todo, los directivos de la empresa exhiben mayor maldad que la mismísima bestia. Eso es algo que se confirma en las secuelas. Hay que destacar que en todas las películas que incorporar el término ‘Alien’ en su título el protagonista es femenino: Ripley en ‘Alien’ 1, 2, 3 y 4, la guía de la expedición en ‘Alien contra Depredador’, y en ‘Alien contra Depredador 2’ es la militar que vuelve de la guerra; siempre son ellas las que llevan la iniciativa. Y en ‘Alien Romulus’ (que no está nada mal y contiene referencias a otras pelis) vuelve a ser ella la protagonista.  

 

Pocas películas, en fin, transmiten tanto terror y producen tanto escalofrío como aquella primera entrega de ‘Alien’. Han pasado cuatro décadas y media, pero la visión de tan significada película continúa estremeciendo. Sobre todo al espectador nuevo.

 

CARLOS DEL RIEGO