Si se permiten las prótesis en el deporte de élite pronto se verán cosas así. |
En
el reciente Campeonato de Europa de Atletismo Paralímpico, el alemán Markus
Rehm logró una marca de 8,48 metros en salto de longitud para atletas
clasificados en la categoría T64, que está reservada a los que compiten con una
pierna ortopédica. Con ese registro, Rehm hubiera sido campeón olímpico y
hubiera conseguido medallas en campeonatos europeos y mundiales de categoría
absoluta; tal vez por eso él tiene como máxima ilusión participar en esas tres
competiciones. Sin embargo, y sin dejar de elogiar el mérito del deportista,
ese tremendo salto se ha conseguido con ventajas, con trampas…, o sea, la
comparación es ventajista e inadecuada.
Cuando
se observa ese concurso de salto de longitud para atletas con una pierna de
carbono (las cuales se llaman cuchillas) se comprueba que todos baten (dan el
salto) precisamente con la prótesis, ninguno con su pierna natural, lo que
quiere decir que se logran mejores resultados batiendo con la extremidad
artificial; o sea, supone una ventaja respecto a las de carne y hueso. Por otro
lado, al ver caminar a Markus Rehm se nota como cierta cojera, pues al apoyar
la cuchilla se eleva ligeramente, lo que significa que es más larga de lo que
sería su pierna natural; es decir, el brazo de palanca es mayor, con lo que
consigue más potencia.
Al revisar
el salto de 8,48 quedan patentes varias deficiencias importantes que, en caso
de tenerlas los atletas que compiten sólo con huesos y músculos, jamás serían
competitivos. En primer lugar se ve que Rehm llega a tabla notablemente más
lento que los especialistas olímpicos; además sus movimientos en el vuelo son
mucho menos ágiles y, en general, su técnica es bastante deficiente. Así, a pesar
de esos defectos, ¿por qué habrá alcanzado esos casi ocho metros y medio?,
¿cuál es el elemento con el que compensa y supera esas evidentes limitaciones
técnicas? La respuesta es evidente.
Puede
añadirse que ese postizo jamás sufrirá lesiones, con lo que el atleta nunca
deberá recuperarse de una fascitis plantar, tendinitis, rotura de fibras,
fractura de ligamentos…, el artefacto jamás le dará ningún problema, y si
pierde eficacia se cambia, todo lo cual supone una ventaja cierta e importante.
También hay que reseñar que su corazón no se verá obligado a llevar la sangre
hasta los dedos del pie y luego subirla de vuelta.
Es
oportuno preguntarse qué ocurriría sin un saltador sin discapacidad y que
rondara los ocho metros y medio sufriera una desgracia, perdiera una pierna, se
colocara la correspondiente cuchilla y volviera a la competición. Seguro que
sus marcas mejorarían notablemente y repentinamente. De todas maneras hay que
desear que nunca se pueda comprobar tal cosa.
Las
propias firmas que comercializan estos aparatos dan algunos datos. Una pierna
humana viene a pesar alrededor de 5,5 kilos, mientras que cada cuchilla sólo
pesa 2,4 kilos (como las que llevó el asesino Pistorius en Londres 2012).
Asimismo informan que “las prótesis no sufren fatiga muscular, un factor
diferencial en pruebas más largas como los 400 metros”; quien haya corrido esta
carrera (o conozca el atletismo) sabe que en los últimos 60 ó 70 metros los
muslos arden, la zancada se acorta, aparece el temido ácido láctico.., pero con
piernas de carbono todo eso desaparece. Asimismo se vanaglorian los fabricantes
de que las cuchillas son cada vez mejores, con ángulos que permiten aumentar la
potencia, diseños más avanzados que evitan la pérdida de energía en curva,
materiales y aleaciones más y más sofisticados que devuelven más impulso… Y
mientras tanto, los atletas enteros siempre arrastrando molestias y dolores en
sus dos piernas, inflamaciones, sobrecargas musculares…
Digno
de todo elogio es el atleta paralímpico que supera sus limitaciones físicas con
ilusión, esfuerzo y constancia para tomar parte en competiciones deportivas. Pero
para este tipo de deportistas se han ideado unos Juegos Paralímpicos y todo
tipo de campeonatos nacionales internacionales. Por eso, porque ya tienen citas
deportivas específicas para ellos, no deben pretender participar también en las
reservadas a los que corren, saltan y lanzan con sus extremidades naturales.
Parece
evidente, en fin, que el saltador de longitud en cuestión logró esos 8,48 metros
gracias a la tecnología de su pierna ortopédica, o dicho de otro modo, es casi
seguro que con sus dos extremidades naturales jamás habría alcanzado tal
registro. Por tanto, en términos
absolutos, la marca tiene truco.
CARLOS
DEL RIEGO