miércoles, 27 de abril de 2016

UNA HIENA ETARRA EN LA CORTE DE LOS DERECHOS Incluso a Goya le resultaría difícil representar un disparate de esta magnitud: un cabecilla de una banda mafiosa y terrorista dando una charla sobre Derechos Humanos en un parlamento democrático.

El Aquelarre, una de las pinturas negras de Goya, representa a la perfección al etarra y sus correligionarios.
Un ideólogo del grupo terrorista Eta, un individuo cuya colaboración ha sido necesaria para asesinar, un sujeto condenado por secuestro y por organizar y militar en banda armada, un fulano que sólo ha mostrado su apoyo a los verdugos y jamás ha mostrado la mínima empatía con las víctimas…, un vasco indeseable que ha ayudado y animado a matar, habló en el Parlamento Europeo sobre Derechos Humanos. En un ejercicio de relativismo moral, de cinismo criminal y de bajeza humana, tanto el susodicho como quienes lo jalean sólo atribuyen esos derechos a quienes ellos quieren, ya que jamás se les ha escuchado una sola palabra acerca de los derechos de quienes sufrieron, sufren y sufrirán toda su vida a los etarras.

Tan asqueroso como el hecho de los discursos del criminal es la cohorte de desalmados zopencos que lo celebran, incluyendo políticos, ciudadanos y prensa. Todos esos clamaron por la libertad de tan dudosa criatura, pero jamás se les escuchó a ninguno una frase de aliento para los familiares de los muertos, jamás escribieron una mínima declaración de apoyo a las víctimas, jamás mostraron la mínima inquietud por los Derechos Humanos de los que recibieron el tiro, de los mutilados, los secuestrados, los traumatizados, los que nunca más volvieron a levantar cabeza tras enterrar a sus hijos; ¿alguien es capaz de imaginarse lo que debe ser padecer esta desgracia en primera persona y, al tiempo, soportar que haya quien llame presos políticos a los prehomínidos de las bombas?

Es asombroso, pero hay personas que se ponen de parte de los pistoleros e incluso vejan, insultan, menosprecian e incluso amenazan a las víctimas (como a esa mujer a la que, siendo niña, le cortaron las piernas), casi culpándolas de que los descerebrados asesinos (y quienes los ponen en marcha) pasen años en la cárcel; aquellas gemelas de tres años descuartizadas por la goma-2, los chavales a quienes les explotó el juguete-bomba, el concejal secuestrado cuando iba a ensayar (tocaba la batería) y después de puesto de rodillas…, el que recibió un tiro en la nuca y cuando su mujer se arrodilló para atenderle la mataron también, ¡qué más les da!..., todo este dolor no causa más que desprecio entre algunos políticos, algunos ciudadanos y algunos medios de comunicación. Por incomprensible que parezca, esto es así.    

Lo más curioso, lo que demuestra el sectarismo fascistoide y fanatizante de verdugos, instigadores y quienes los apoyan desde la política o los medios, es lo alto que gritan cuando se trata de crímenes de otro origen mientras aplauden a los que ponen bombas en el supermercado, en la parada del bus o en un edificio de viviendas. ¡Hay que tener una mente cerrada para indignarse por los perseguidos y muertos de hace casi un siglo y, a la vez, permanecer indiferente con los perseguidos y muertos la semana pasada!, ¡Hay que ser necio para pedir por los asesinos, sólo por los asesinos, y dar la espalda a sus víctimas! ¿Alguien ha escuchado alguna vez una frase de condolencia o un gesto de solidaridad a los dirigentes de IU o Podemos hacia quienes enterraron un hijo, una madre o un hermano?

Los de esos partidos, algunos politicastros de otros lugares pero con la misma podredumbre moral, y ciertos periódicos (digitales) no sólo secundan al proetarra para que exponga el punto de vista del asesino, sino que se ponen descarada e inmisericordemente de su parte y en contra de los que padecieron la violencia. Y así, defienden toda la tergiversación de la verdad con que el tiparraco y sus adláteres se expresan: hablan de conflicto vasco, cuando lo único que ha habido es una banda mafiosa y terrorista que roba, extorsiona, amenaza, secuestra, asesina…; hablan de paz, cuando lo cierto es que no ha habido guerra, sino una pandilla de criminales dispuestos a pasar por encima de todo derecho y de toda persona y, por tanto, perseguidos por las leyes; hablan de presos políticos, cuando se trata de sujetos con crudelísimos delitos de sangre (no como los auténticos presos políticos que hay en Venezuela); exigen que la cosa se cierre ‘sin vencedores ni vencidos’, lo que daría valor a las bombas y los tiros en la nuca y colocaría al despiadado sicario a la misma altura que los inocentes, es decir, pretenden que asesino y víctima tengan la misma consideración, y por tanto, desean la legitimación de la banda mafiosa. Es evidente, asimismo, que no lamentan ni les aflige la sangre y sufrimiento de los otros, no sienten el mínimo remordimiento o atisbo de arrepentimiento, al revés, volverían a hacerlo, que nadie lo dude.  

¿Sería posible que el terrorista islámico detenido en Bélgica diera un discurso en el Parlamento Europeo acerca de los Derechos Humanos? Parece un disparate de la mente más delirante, una grosería digna de la obra más negra de Goya, sin embargo, seguro que si se pregunta su opinión a aquellos que militan en esos partidos, dirían que sí, que hay que dejar hablar a los terroristas, a todos, yihadistas incluidos, para que se sepan sus ‘razones’ para matar…; eso sí, si las mismas atrocidades las hubieran perpetrado terroristas de extrema derecha su postura sería radicalmente opuesta y, como es lógico, apoyada por todos.     

Asusta pensarlo, pero que nadie tenga duda: si ese dirigente etarra fuera a conseguir sus propósitos pegándole un tiro al jefe del Podemos y salir impune, no se detendría ante tal ‘nimiedad’; y quien dice a un jerifalte político dice a cualquier ciudadano, incluyendo los que se sienten más identificados con el pistolero que con el tiroteado.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 24 de abril de 2016

PRINCE, EL DIFÍCIL ENCANTO DEL EXCESO Otra figura enorme del negocio del espectáculo, el autoproclamado El Artista, dejó definitivamente el escenario. Además de sus abundantes méritos puramente musicales, siempre será recordado como el maestro del exceso. Un exceso… fascinante

Prince siempre será recordado por su talento, su figura, sus peleas...,
 todo en exceso.
Con la apertura y con la proscripción de la censura en España (segunda mitad de los setenta del XX) el personal que sabía algo de eso del rock, y de la música joven en general, tuvo ocasión de toparse contra tipos chocantes y disparatados, especímenes singulares que, vistos y escuchados una vez, hacían marca indeleble en la memoria. Uno de esos era Prince, personaje único, difícil de definir, tanto que, al irrumpir en aquellos primeros ochenta, el españolito más enterado se quedaba sin palabras, abría ojos y oídos fascinado ante tanta sofisticación, como si estuviera ante un extraterrestre. Tan diferente, tan inesperada resultaban su figura y su música. Excesiva, sobre todo, para mentalidades hasta poco antes encerradas.

Sí, Prince fue un auténtico erudito del exceso, un investigador de la desmesura. Y lo fue en todos los terrenos. El más importante, el artístico, podía dejar boquiabierto al más experto conocedor de los entresijos, recursos y secretos de este negocio. Quienes lo descubrían quedaban perplejos: acostumbrados a distinguir al segundo compás si lo que sonaba era rock duro o funk, blues o pop ligero, alucinaban al escuchar un ritmo funk-disco adornado con un riff de guitarra heavy… Y lo más increíble: la cosa no sólo no chirriaba, sino que funcionaba a la perfección, enganchaba, seducía de un modo irremediable. Así, una vez descubierto, el interesado estaba atento, pues cada paso que daba esta especie de combinación entre Sly Stone y David Bowie era un pequeño acontecimiento. Pero si es difícil resultar original, fresco y atrevido una vez, mucho más es mantener la capacidad para sorprender disco tras disco, canción tras canción…, y sin caer nunca en la ordinariez. Prince, además, no detuvo nunca su carrera artística, jamás dejó de componer, grabar, actuar, ensayar, y por eso editó la excesiva cifra de cuarenta álbumes, más otros varios con grupos y formaciones diversas, más otros en directo, algunos para Internet, un par casi anónimos e incluso uno quedó inédito. Igualmente su talento para dominar cualquier instrumento era, también, exagerado; dicen que aprendió a tocar el piano él sólo con siete u ocho años y que llegó a tocar, con sorprendente destreza, unos treinta instrumentos, siendo un auténtico virtuoso en varios de ellos, sobre todo la guitarra y el piano. Y una cosa más, sus ‘show’ podían ser verdaderas fiestas rococó, pero sin perder jamás la esencia, la música; ¡y qué decir de los músicos que escogía para darle réplica! (mención para la colosal Sheila E). No cabe duda, en el plano musical y artístico, Prince fue, lo que se dice, un talento excesivo.

Siendo así, el artista puede permitirse ser coherente al ser, también, exorbitado en otros planos. En lo visual era un hacha, pues conseguía resultar inolvidable tras el primer golpe de vista; esos colores extremos, rabiosos y cambiantes, los tacones de aguja, las provocativas prendas femeninas, el maquillaje sobre finísimas barbitas y bigotitos, sus poses, ojitos y movimientos…, todo ello configura una estampa tan abundante que la identifican sin dificultad hasta los que no conocieron otra cosa que la copla. Eso sí, aunque su aspecto fuese ambiguo y amanerado, el tío era muy machote, como demuestran sus matrimonios y las despampanantes mujeres que, muy del brazo, siempre estuvieron a su lado.

Sus relaciones con las discográficas y con la industria fueron de verdadera guerra atómica. Así, el Artista peleó con el cuchillo entre los dientes contra el manejo que otros pudieran hacer de su trabajo; llegó hasta la luna para esquivar los tentáculos de las grandes multinacionales, e incluso no dudó en cometer la mayor herejía del negocio del espectáculo: cambiar de nombre artístico a menudo hasta, en la cima de la enormidad, hacerse representar por una especie de trazo jeroglífico sin significado. Sin duda, contra el poder establecido él luchó sobrado de arrojo y tesón. Y casi como excepción, en cierta ocasión pasó del exceso a la grosería, cuando denunció a una niña que usó uno de sus temas para bailar en un vídeo casero. Y es que si se vive al borde se corre el riesgo de caer hacia el  lado malo, aunque sólo sea una vez…, o dos, puesto que, finalmente, la vida extrema lo empujó antes de tiempo hacia el sitio equivocado y definitivo.

Toda esa desbordante exhibición en otro hubiera sido desacato. Pero en Prince era encanto. Y casi como para compensar, figura tan demasiada cabía en menos de 1,60 m. No necesitó más. Sin duda, nada puede compararse a él.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 20 de abril de 2016

¿ESTÁN LAS COSAS PEOR QUE NUNCA? ¿HAY MÁS MALICIA HOY QUE AYER? A pesar de que se pueda tener la sensación de que en el momento actual todo es mala noticia y de que la perversión preside la conducta de las personas, la realidad es la contraria, puesto que hoy el hombre está mejor que en cualquier tiempo pasado

Las malas noticias se ven mucho más aunque sean  muchas menos
La avalancha de malas noticias, catástrofes migratorias y desigualdades, sucesos y violencias, corrupción, injusticia y latrocinio con que se llenan a diario los medios de comunicación, llevan a mucha gente al borde de la desesperación, a afirmar que el mundo está peor que nunca, que la maldad nunca ha estado tan presente y, en fin, que más valía acabar con todo y empezar de nuevo... Sin embargo, las cosas no son así.

Como primer factor a tener en cuenta está la evidencia de que, actualmente, en el siglo XXI, se tiene conocimiento en todo el planeta casi instantáneamente de cualquier noticia mínimamente trascendente e incluso de la más intrascendente; y como subraya el dicho, sólo son noticia las malas noticias, de modo que no se puede esperar en los medios otra cosa que notas que hablan de maldad (es innecesario añadir ‘humana’, puesto que sólo donde existe la libre elección puede haber maldad e, igualmente, bondad, o sea, los animales y las plantas, la Naturaleza o los virus carecen de la capacidad de elegir bondad o maldad). Es algo parecido a lo que ocurre en un recinto deportivo: cincuenta personas silbando meten más ruido que cinco mil en silencio.

Sin embargo, si se observa la cosa con perspectiva y se revisan siglos pretéritos se comprueba al instante que esos tiempos pasados fueron peores, mucho peores. Así, se podría ir centuria por centuria sin que pudiera señalarse una que estuviera libre de guerras, agresiones, asesinatos y, en fin, todo tipo de ejercicios de crueldad y vileza. En realidad la vida era muchísimo más dura cuanto más se retrocede, y además, nadie se enteraba de nada sucedido a más de un día de su casa…, o tardaba años. 

Y ello por no hablar de los innegables avances que han facilitado la vida a la gente; por eso es apropiado preguntarse ¿cómo sería soportar un dolor de muelas hace mil años?, ¿cómo sería extraer esa pieza dental en vivo?, ¿y una amputación?; ¿cómo sería saber que la peste negra se viene encima y no se puede hacer nada?; ¿qué pensaría el plebeyo obligado a ceder siempre y en cualquier cuestión al señor feudal sin nadie a quien recurrir?; ¿y el esclavo?, ¿y la mujer, siempre relegada? Todo esto, en la actualidad, tiene respuesta y solución, al menos en teoría, al menos en el plano de la ley escrita, algo impensable hasta hace unas pocas décadas.  

La evidencia es que la persona jamás ha estado mejor que en el presente, puesto que conceptos ya legislados y asimilados por todos, como democracia, derechos o igualdad, proporcionan al individuo un fundamento, una base que (teóricamente) le protege y, de algún modo, le dota de cierta seguridad. Esto se ha conseguido pasando por todo lo pasado, por las catástrofes y enfermedades que ayer eran imposibles de evitar o paliar, por las infinitas violencias provocadas y sufridas por la persona en siglos remotos. Proporcionalmente, de esto hay hoy menos que antes, lo que ocurre es que en el presente todo el mundo se entera de todo, y la sensación general puede ser que todo lo que se publica (o sea, la mala noticia) es lo único existente.   

Por otro lado, por más que pueda uno horrorizarse con hechos, ideas y comportamientos del pasado, no se puede perder de vista que no ha habido otro modo de llegar a la situación actual (en la que existe el disfrute general de todos aquellos derechos) que ir viviendo con todo aquello y, a la vez, tratar de avanzar en el terreno del pensamiento. Es decir, hay que tener en cuenta que el homo sapiens no surgió sabiéndolo todo, no dio sus primeros pasos como homo teniendo nociones de democracia e igualdad, por lo que ha necesitado unos cuantos miles de años para alcanzar la comprensión y la asimilación de ese modo de pensar; la cosa se entiende mejor comparándola con el avance de la tecnología: nadie se burlaría de que los barcos del siglo XVII no usaran el radar para evitar a los piratas, sólo un ignorante juzgaría con menosprecio a los hombres de la Edad Media por no cuidar la higiene y prever la propagación de la peste, y ninguno de los presentes valoraría como ineptos a los hispanos de Gades por no telefonear al rey don Rodrigo para avisarlo de la invasión musulmana… ni que el monarca godo viniera a pie en lugar de tomar el avión; en cada momento había lo que había, y nada que haya hoy hubiera sido posible sin lo que hubo antes. Es, evidentemente, tonto insultar a las gentes de antaño por carecer de la tecnología actual. Pues bien, en el terreno del pensamiento o de los derechos del individuo ocurre lo mismo: se ha requerido mucho tiempo e infinitas penalidades para que el ciudadano disfrute de lo que tiene actualmente, y aquellas ideas y hechos que vistas hoy horrorizan, no han de verse con ojos del tercer milenio.

Sí, aunque los medios e Internet insistan en la perversidad de algunas personas y en las calamidades que padecen los más desfavorecidos, sólo hay que abrir el campo de visión histórica para negar esa sensación. Así, la vida en un campo de refugiados siempre será menos cruel e injusta que la invasión de los mongoles, cualquier catástrofe natural causa menos daños que, por ejemplo, el terremoto de Lisboa de 1755 (unos 80.000 muertos), todo abuso de poder tiene (generalmente y teóricamente) mejor respuesta legal que los perpetrados por la inquisición en toda Europa… Lo de las guerras es otra cuestión, pero nada hace suponer que una campaña de Julio César hubiera sido menos sangrienta que una de Patton de haber dispuesto aquel de armas de fuego en lugar de contar sólo con espadas y lanzas.      
   
Parafraseando a Ortega, todo tiempo es cautivo de su pensamiento y su circunstancia.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 17 de abril de 2016

LED ZEPPELIN Y EL ETERNO ASUNTO DEL PLAGIO En los mentideros y lugares donde se habla de rock se ha comentado, con apasionamiento pero sin sorpresa, la noticia del juicio que se va a seguir contra la canción ‘Starway to heaven’ de Led Zeppelin.

Led Zeppelin tiene ya el feo sambenito de copista, pero aunque haya tomado de unos y otros para 'inspirarse', el que esté libre de ese pecado....
Así es, un juez en California ha admitido a trámite la denuncia interpuesta contra el grupo inglés, al que se acusa de haber plagiado la entrada de su exitosa canción, que según el magistrado presenta excesivas similitudes con ‘Taurus’, pieza del grupo Spirit. Hay que recordar que éste dejó de existir hace mucho, que el autor de la canción supuestamente plagiada, Randy California, murió hace veinte años (de hecho han muerto tres de los cinco miembros originales), que Randy nunca reclamó ni exigió nada por este asunto, y que quien ha puesto en marcha el proceso ha sido el que fuera representante de Randy Wolfe (su verdadero nombre).

Que Led Zeppelin (especialmente su guitarrista Jimmi Page) cimentó su leyenda fusilando el talento de algunos de los más grandes ‘bluesmen’ estadounidenses es algo de sobra conocido por todo interesado en el mundillo del rock. Infinidad de veces se han demostrad los plagios perpetrados por el emblemático guitarrista; muchas veces tomaba frases melódicas enteras a las que sólo modifica el tempo, otras copiaba versos enteros, algunas calcaba palabra por palabra hasta el título de la obra imitada, en ocasiones se limitaba a modificar ligeramente la letra y, en fin, las más, agarraba de aquí y de allí, retocaba, redecoraba, ponía un nuevo título y ya está: tema nuevo listo. Él y su colega-cómplice Robert Plant daban una diferente ambientación a lo que achicharraban, le añadían arreglos diferentes, cambiaban el ritmo y, con sonidos diferentes, presentaban la canción como propia… En el mejor de los casos podría decirse que se trataba de algo así como una variación sobre el original, y en el peor que era poco menos que una fotocopia.   

Sí, los Led Zep atracaron a músicos y grupos de todo tipo como Moby Grape, Jake Holmes, Little Richard o Procol Harum, pero su debilidad eran las entradas, riffs y secuencias melódicas de algunos de los grandes clásicos del blues como Otis Rush, Muddy Waters, Bobby Parker, Willie Dixon …, ¡hasta se atrevieron con Robert Johnson! Claro, en su época resultaba muy difícil que alguien cayera en los parecidos (en algunos casos evidentes, y en otros, mucho más ocultos), pero con el paso del tiempo y la posibilidad de escuchar prácticamente todo en cualquier momento, los abundantes ejemplos de la apropiación indebida perpetrada por Page y Plant se han convertido en vox pópuli. Sin embargo, precisamente en el proceso de ‘Taurus’ contra ‘Starway to heaven’ la cosa se presta más a la discusión…, en fin, que las pruebas de plagio no parecen tan flagrantes, tan evidentes como en otros. Es más, se puede afirmar que, en realidad, no se parecen tanto; de las tres partes en que se estructura la ‘escalera’ sólo hay problema con la primera, con la entrada, mientras que las otras dos no presenta indicios demasiado sospechosos; y además en esos primeros compases ambas muestra una acústica y un fondo etéreo, sí, pero las similitudes terminan ahí, pues las guitarras desarrollan líneas melódicas muy distintas… Un elefante y un ratón tienen un 90% de genes similares, y sin embargo se parecen muy poco.

De todos modos el rock & roll está lleno de episodios similares más o menos evidentes: en ocasiones una gran canción se inspira en unos segundos de otra (algo aceptable), pero hay otros en que se arrasa con largos minutos del original. Así, Chuck Berry tomó un toque de piano de una pieza de Louis Jordan (de 1946) y lo trasplantó, acorde por acorde, a su ‘Johnny B Goode’ para construir esa famosa entrada de guitarra; luego  John Lennon se adueñó alguna frase de una de Chuck Berry para hacer su excelente ‘Come together’; Oasis (o sea, los hermanos Gallagher) han tomado prestados de Lennon y McCartney innumerables pasajes para otras tantas canciones…, y así sucesivamente. En otras palabras, el universo del rock está saturado de denuncias, sospechas y evidencias de robo de versos y melodías; y de las acusaciones no se libra casi nadie, desde Michael Jackson hasta George Harrison, desde The Doors hasta ZZ Top. ¡Y qué no habrán hecho los grupos españoles! ¡Y qué no se habrá hecho con las infinitas construcciones melódicas que dejaron los compositores clásicos!, ¿cuántas sinfonías, sonatas o arias han sido, seguro, cortadas y pegadas?

Afirman los eruditos que en los siglos gloriosos de la música clásica era práctica habitual tomar algún pasaje firmado por otro y desarrollarlo según ideas propias. Y al parecer, al autor original no sólo no le parecía mal, sino que se sentía halagado por el hecho de que otro quisiera basarse en su trabajo y darle nueva ambientación, perfeccionarlo, enriquecerlo, llevarlo por caminos diferentes… Más aún, algunos expertos sostienen la teoría de que Cervantes se inspiró en una obra anterior (una que hablaba de un tipo que se vuelve majara por leer demasiado) para componer el arranque de su colosal creación, y no por eso se puede hablar de plagio. Todo gran artista, de hecho, toma inspiración de otros artistas que le precedieron y da el siguiente paso.

Claro que una cosa es tomar impulso apoyándose en algo ya hecho y luego correr por propia cuenta, y otra es hacer toda la carrera subido a hombros de intelectos ajenos… En cualquier caso, y a pesar de que ya tiene el sambenito encima, la aportación de Led Zeppelin, más allá de haber dado una vuelta de tuerca (o toda la rosca) a obras de anteriores autores, queda fuera de discusión.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 13 de abril de 2016

COMENTARIOS EN INTERNET, ANTOLOGÍA DEL DISPARATE La posibilidad de difundir opiniones que proporcionan a todo el mundo los múltiples foros de internet revela, entre otras cosas, la desinformación e ignorancia en que se basan muchas de ellas, lo cual conduce inevitablemente al disparate

Muchos muestran en la Red tanta instrucción como un pollino
Todos esos foros, debates y tertulias que se establecen en el apartado de comentarios de los periódicos y demás sitios que admiten participación son, sin duda, algo muy deseable, ya que se permite a todo el mundo manifestar su opinión, sus creencias, ideologías, criterios… y también su grado de cultura, formación e incluso su educación. Así, se leen por ahí críticas profundas, interpretaciones juiciosas, reflexiones lúcidas o exposiciones muy ilustrativas; pero también se observan muestras evidentes de ignorancia ilimitada, dislates que resulta difícil explicarse, enormidades insensatas o desvaríos delirantes. Es curioso comprobar cómo existen criaturas internéticas (¿) que escriben comentarios a una noticia sin haber leído más allá del titular, personas que, dejándose llevar por un primer impulso, se lanzan a enjuiciar sin haberse molestado en leer el texto en su totalidad o, en todo caso, sin prestar la atención mínima para comprenderlo. Lógicamente, lo que estos comentaristas escriben es poco menos que una confesión de ignorancia, que en muchos casos se presenta acompañada de chabacanería y ordinariez.

Esto puede comprobarse a diario, más aún, casi cada minuto, en todos los lugares donde existe la posibilidad de manifestarse. Así, las necedades que parte del personal se deja decir llenarían un libro más largo que El Quijote (partes una y dos). Algunas de ellas, por lo fácil que es rebatirlas, resultan desconcertantes. Una sandez muy gorda, que ha resucitado con motivo de un artículo en un diario deportivo, es la que afirma el Real Madrid ganó sus primeras seis copas de Europa (de 1955 a 1960 y en la 65-66) porque Franco tenía amedrentados, atemorizados, acogotados, dominados a los países europeos y a sus instituciones, de manera que todos (árbitros, directivos, organismos) se veían obligados a favorecer a dicho equipo… La realidad, sin embargo, dice que el dictador no tenía la mínima influencia más allá de los Pirineos: casi cada semana había manifestaciones en su contra en las principales capitales europeas con declaraciones de políticos y dirigentes; apenas un par de veces se atrevió a salir del país siendo Jefe de Estado (a Italia y a Portugal); España fue excluida de la ONU y se le negó su entrada en los organismos económicos europeos (la Comunidad del Carbón y el Acero, luego Comunidad Económica Europea y finalmente Unión Europea); estuvo años sin embajadores… En fin, si Franco y su régimen fueron aislados social, política y económicamente, si España estaba subdesarrollada y su industria era casi testimonial, ¿cómo asustaría Franco a Europa para que se favoreciese al Real Madrid? 

También suelen verse por ahí cifras desproporcionadas cuando se habla de muertos. Por ejemplo, hay quien sostiene en los sitios de debate que España mató a más de ¡cien millones! de indios durante su estancia en América. Dejando a un lado el hecho de que entre el 90 y el 95 por ciento de las muertes (según los autores más indigenistas) se debieron a las enfermedades (a las que tarde o temprano los indios habían de enfrentarse), resulta difícil acabar con cien cuando, según los más optimistas, no habría ni ochenta; así, hay investigadores que sostienen que no había más de 9 millones de indios antes de la llegada de Colón (España y Portugal tenían, en total, unos 10 millones de habitantes), mientras que otros lo elevan hasta esos ochenta. Por otro lado, según investigaciones sobre los restos óseos, se sabe que existía una elevadísima tasa de mortalidad infantil y que la esperanza de vida era muy baja, con lo que es muy difícil el aumento de la población; además, las precolombinas eran sociedades extremadamente violentas, en las que el pueblo dominante sojuzgaba, esclavizaba y masacraba a los demás. En todo caso, siguiendo a los historiadores menos ideologizados, la población indígena hacia 1500 estaría entre los 40 y los 55 millones; así, parece difícil matar a cien millones. 

Volviendo al asunto deportivo. La figura de Rafael Nadal es denostada por una auténtica legión de opinadores, los cuales señalan convencidos que el tenista se dopa y si no ha sido acusado oficialmente es porque está protegido por las agencias antidopaje; esta especie se da tanto en España como fuera. Un hecho cierto es que en sus doce años de profesional el deportista se ha sometido a cuantos controles anti-dóping se le han presentado; en total son más de 400, lo que significa que ha pasado unos 34 cada año (a todas las horas del día y de la noche), o sea, uno cada diez días, sin habérsele detectado nunca el más mínimo indicio de sustancia prohibida. Por otro lado, reiterarse en que la ausencia de positivos se debe a que goza de protección y que le han enmascarado positivos tiene muy poca lógica; si en USA la Agencia Antidopaje Americana acosó hasta derribarlo a un personaje tan emblemático y admirado en su país como Lance Armstrong (recibido por el presidente, elevado a símbolo de la superación y la lucha contra el cáncer), ¿por qué iba a tener tanto miramiento con un extranjero? Y del mismo modo la Agencia Mundial Antidopaje y los organismos correspondientes del Comité Olímpico Internacional.

Y una más, una muy típica del ‘pesimista narcisista’, ese español que se cree que su país aglutina todo lo peor del planeta. Se puede leer, sobre todo en algunos periódicos, que “España es el país más corrupto del mundo”. Esta especie de paranoia la rebatió un comentarista desde un país sudamericano, quien dejaba escrito refiriéndose a los españoles: “ustedes no saben lo que es corrupción y robo institucionalizado, ustedes no saben qué es injusticia, ustedes no saben lo que es crisis”…, para a continuación recorrer media docena de repúblicas iberoamericanas siguiendo sólo los casos más escandalosos. Además, nadie negará que hay mucha más perversión pública en África y en casi toda Asia, más en la Europa del Este e incluso en algunos países cercanos…

De todos modos, dado el anonimato y la impunidad para decir cualquier cosa de que se goza en Internet, podrán seguir leyéndose ahí los más absurdos desvaríos. Sí, ese anonimato permite a cada uno expresar sus carencias.     
        

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 10 de abril de 2016

¿DEBE EL ARTISTA, COMO HACE SPRINGSTEEN, ESTAR SIEMPRE EN PIE DE GUERRA? La suspensión de un concierto de El Jefe como protesta contra una norma impuesta en la ciudad donde debía tocar, da pie a preguntarse si los músicos, escritores o pintores han de estar permanente enfadados con algo o con alguien

El gran Bruce Springsteen es el arquetipo del artista comprometido, aunque a veces sus posturas puedan parecer desconcertantes y contradictorias
Bruce Sprignsteen ha cancelado un concierto en una ciudad estadounidense del estado de Carolina del Norte; según el propio artista, no tocará como forma de protesta contra la llamada ‘bathroom low. HB2’ (‘ley del baño’), una ley que, afirma, va contra el colectivo de transexuales, pues al parecer, ese estado obliga a que cada uno vaya al servicio que le corresponde en función de lo que diga su documentación, no según lo que haya elegido. Dejando a un lado el hecho de que esa norma afectaría a una parte pequeñísima de la población, y evitando también el hecho de que el trastorno causado tampoco sería para presentar denuncia ante el Tribunal de Derechos Humanos como delito de lesa humanidad, desde la incorrección política cabe la pregunta: ¿es éste suficiente motivo para suspender un concierto?; y por otra parte, ¿tienen que estar los artistas permanentemente metidos en faena reivindicativa?

Seguro que serían miles de personas las que tenían su entrada y esperaban el concierto con ilusión, sin embargo, el artista decidió castigarlos por una ley que, evidentemente, promulgaron otros. Con bastante seguridad, los que escribieron esa norma no perderán el sueño ante la actitud de Springsteen, mientras que los que no han tenido que ver con el asunto (o sea, el público) sí que se llevarían una gran decepción al enterarse de la suspensión del ‘show’. El músico ha explicado que no se le ocurre una acción de protesta más potente con la que dejar constancia de su repulsa hacia la mencionada ley; es decir (continuando con la postura de incorrección política), sancionar y escarmentar a los inocentes le parece lo más apropiado para manifestar su disgusto y rechazo a los legisladores... Puestos a ello, tendría mucha mayor repercusión que él y su banda encabezaran una manifa ante el organismo correspondiente, e incluso que una vez allí improvisaran una cancioncilla alusiva; sin la menor duda, la foto del artista cantando pancarta en mano sería portada en medio mundo, con lo que la protesta obtendría muchísima más repercusión y el hecho se convertiría en emblemático. Y en todo caso, no pagarían justos por pecadores.

La cuestión de fondo está en esa especie de obligación de permanente compromiso social que algunos, ya sean artistas o no, atribuyen a los músicos, escritores, pintores… Así es, abunda la opinión de que los autores deben estar siempre en guardia, prestos a realizar todo tipo de actos que demuestren su ‘compromiso social’, preocupados de que su arte tenga siempre mensaje; así, han de manifestarse políticamente (eso sí, sólo se admite como correcta una opinión) y tienen que dejar clara su posición en todo tipo de asuntos: proclamar su preocupación por el medio ambiente, expresar su repulsa a la riqueza y las desigualdades, escribir sobre utopías humanísticas o arremeter contra los poderes establecidos…, continuamente, insistentemente. En fin, se exige que su arte esté orientado exclusivamente a denunciar las infinitas maldades de este mundo.  

Y si no lo hacen así serán señalados, serán ridiculizados y tachados de hacer el caldo gordo al poder, al capitalismo, a la sociedad de consumo. El caso es que si se toma postura activa en temas como el de quién debe entrar en el WC de señoras y quién en el de caballeros, da la impresión de que habría que hacer lo mismo con otros muchos atropellos e injusticias ya que, de lo contrario, colectivos que tienen problemas muchísimo más serios podrían sentirse agraviados. De este modo, habrá quien piense que si este gran personaje se moja de modo tan radical por algo así, bien podría echar una mano en otros casos que resultan muchísimo más escandalosos; por ejemplo, The Boss no dijo una palabra sobre Guantánamo cuando se reunió con Obama. Dicho de otro modo, ¿nunca ha tocado el gran Bruce Springsteen en una ciudad en la que se dieran mayores injusticias?, ¿sus actuaciones siempre han sido en lugares bendecidos por la justicia plena, la total honradez y la perfecta equidad?, ¿de verdad que en Nueva York (donde ha tocado tantas veces) no hay causas sociales e injusticias que merezcan una postura tan radical?, ¿qué otros motivos solidarios le llevaron a anteriores suspensiones? ¿Debieron Rolling Stones cancelar su reciente debut en Cuba a causa de la ausencia de derechos y democracia que aun se da allí?

Sea como sea, debe ser agotador estar todo el día reclamando, todo el tiempo protestando, reivindicando, condenando, enjuiciando, reprochando. Cierto que el rock es (casi) sinónimo de rebeldía, pero ésta se puede expresar también haciendo canciones ruidosas, contado la aventura de aquella cita, lo divertido de la fiesta de anoche, lo malo de estar en chirona, e incluso vistiéndose del modo más estrafalario y provocativo. No hay que olvidar que la música (al igual que la literatura o las artes plásticas) también tiene un componente festivo y vitalista; y aunque es beneficioso e incluso necesario que el grupo de rock deje constancia puntual de su postura ante situaciones indeseables o problemas generales, no parece lógico exigirle que haga de cada disco un manifiesto, de cada concierto un mitin, de cada declaración una arenga. Hay bandas, sin embargo, que tienen ahí su objetivo, insistentemente, monotemáticamente…, y parecen haberse metido tanto en ese papel mesiánico que están convencidas de que con sus melodías pueden modificar conductas, alterar actitudes y cambiar modos de pensar, o incluso cambiar el mundo. E igualmente hay público para un rock con tales intenciones.

Bueno, tiene que haber de todo.       
      

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 6 de abril de 2016

EL CURIOSO CASO DEL RETRATO DE STALIN QUE HIZO PICASSO Unos días después de la muerte de Josif Stalin (marzo, 1953), la revista de tendencia comunista Las Letras Francesas colocó en su portada un retrato del dictador soviético firmado por Picasso; lo que parecía un excelso homenaje se convirtió en un calvario…

Portada de la revista literaria francesa de tendencia comunista con la que se quiso homenajear a Stalin y en la que se publicó el polémico retrato.
En la Francia inmediatamente posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial el Partido Comunista tenía gran influencia tanto entre la población (con muchos afiliados y simpatizantes) como en los ámbitos políticos y, sobre todo, culturales; también es oportuno recordar que el PCF obedecía incondicionalmente las órdenes que dictaba Moscú. Igualmente, los dogmas soviéticos habían señalado como único arte admisible el neorrealismo socialista, de manera que lo contrario, lo abstracto, no era sino “imperialismo estadounidense, que todo lo corrompe”, “la bancarrota artística del capitalismo”. Entre los artistas que encarnaban ese “hedor viciado” estaba Pablo Picasso, quien para entonces ya se había afiliado al partido; desde éste se comunicó que ni Picasso ni Léger eran pintores comunistas, sino simples afiliados…

Cuando a principios de marzo de 1953 muere Stalin, los directores y editores de Les Lettres Françaises tuvieron la idea de hacer un monográfico que incluyera un buen número de firmas que, inevitablemente, loaran su figura. Y como guinda, para la portada encargaron un retrato del dictador a Picasso. Viendo el dibujo del malagueño resulta muy difícil entender todo el revuelo e indignación que se desató entre las filas del comunismo francés…

Apenas puestos los ejemplares en las calles llegó la airada respuesta de los más fanáticos, la cual se contagió como la peste entre toda la militancia, incluyendo a los que habían tenido la genial idea, entre los que estaba el escritor Louis Aragón, combativo y exaltado militante. Cuenta el gran investigador británico Antony Beevor en su muy recomendable obra ‘París después de la liberación’ que, ante la conmoción producida entre los comunistas, el editor Pierre Daix telefoneó a Louis Aragón, pero contestó la esposa de éste, Elsa Triolet, la cual, rabiosa, furiosa, le gritó que cómo se le había ocurrido encargar a Picasso un dibujo del gran Stalin; ante este ataque, Daix se defendió: “Stalin no es Dios Padre”; pero ella, enardecida, contestó “sí que lo es”, y añadió que aunque el retrato estaba hecho con respeto “Picasso ha osado tocar su cara, ¿no lo entiendes?, ha osado tocarla” (capítulo XXX, pág. 327).

El siempre desafiante Louis Aragón, quien tuvo la genial idea del retrato, reculó, se dio de golpes en el pecho y escribió compungidas disculpas en el siguiente número de la mencionada revista literaria, la cual también publicó numerosas críticas al retrato procedentes de diversos y significados nombres del comunismo francés; un texto preguntaba: “¿dónde se expresa en el retrato de Picasso la bondad y el amor por los hombres de Stalin?”; otro afirmaba: “dibujar al padre de los pueblos es, pura y simplemente, una herejía”; igualmente el Partido Comunista Francés emitió un comunicado desaprobando “categóricamente la publicación del retrato del gran Stalin”, calificado como “el más grande titán de todos los tiempos” y a quien se había representado “como una persona cruel y con rasgos asiáticos”. Además, la redacción de la revista recibió múltiples llamadas insultantes y amenazadoras. Es fácil suponer que, en caso de haberse producido el incidente más allá del telón de acero, algunos hubieran terminado en Siberia…, o de espaldas al paredón.    

Contemplando hoy la creación picassiana resulta difícil entender el por qué de tanto alboroto, ya que el artista trató el rostro del líder soviético de modo más bien realista, sin cubismos ni deformaciones. Por eso, se antoja incomprensible la auto-humillación, las disculpas infinitas de Aragón y los demás responsables de la publicación. Sea como sea, el caso es evidencia concluyente del grado de fanatismo que exigía la pertenencia al estalinismo francés, que vivía al dictado del Krmelin y aceptaba sin rechistar y con total sumisión las disposiciones, órdenes y opiniones del secretario general. En realidad, eran más papistas que el papa, puesto que cuando Nikita Kruchov en 1956 denunció los crímenes y atrocidades de Stalin (en el XX Congreso del Pcus), los comunistas galos miraron a otro lado, y sus publicaciones no dijeron nada, no trataron el tema en sus páginas a pesar de ser noticia de primera a escala internacional.            

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 3 de abril de 2016

EMERSON: CUANDO EL ROCK VALORABA LA EJECUCIÓN EXCELENTE Keit Emerson falleció hace unos días. El histórico teclista, además de pionero en el uso de los teclados electrónicos, era un fino representante de un valor que se ha venido perdiendo en el mundo del rock en los últimos decenios, el virtuosismo, la excelencia en la ejecución musical.

Keith Emerson, un pionero de la electrónica, un virtuoso de los teclados.
En la primera mitad de los setenta del siglo pasado empezaron a tomar notoriedad (limitada a la órbita de la música rock) una serie de grupos que, además de canciones, proponían un gran dominio del instrumento, un talento especial en la materialización de la música, una destreza excelente ya fuera con el piano, la guitarra, la percusión, la flauta, el saxofón, el violín... Y todo ello sin abandonar el entorno del rock. Los adeptos más veteranos del género tendrán en su memoria los lúcidos paisajes de jazz por los que se paseaba la guitarra de Robert Fripp (King Crimson), las virguerías disparatadas o las demostraciones académicas de la flauta travesera de Ian Anderson (Jethro Tull), la exquisita elegancia de la guitarra de Andy Latimer (Camel) o la inmensidad abrumadora de los órganos de Rick Wakeman (Yes), por citar sólo a unos pocos de aquellos que, entonces, eran auténticos héroes. Todos tenían en común un vigoroso talento interpretativo que hacía que, además de integrarse en la melodía, el oyente quedara atrapado en el genio de unos artistas capaces de transmitir todo tipo de emociones con ‘sólo’ ese lenguaje universal que no precisa palabras.


Entre aquellos verdaderos superdotados estaba en lugar preferente Keith Emerson, que se dio a conocer como integrante de uno de los primeros ‘supergrupos’, Emerson, Lake & Palmer (ELP). Los Beatles habían dejado un hueco tan imposible de llenar que la música pop y rock, ante la imposibilidad de seguir donde ellos lo habían dejado, se vio obligada a abrir nuevos caminos. En esa circunstancia surge la unión de tres músicos de reconocida solvencia y sólido pasado. ELP sorprendieron con un primer álbum que presentaba una serie de texturas sonoras absolutamente novedosas y originales, unas  desconocidas tonalidades sónicas que dejaban al personal boquiabierto, desconcertado; Emerson tomaba partituras de colosos como Bach o Bartok y las adornaba con su panoplia de innovadores teclados. Era una nueva visión de la música rock en la que el talento interpretativo tomaba tanta importancia como la mismísima composición; las sutiles guitarras de Lake (acústica, eléctrica, bajo) y las infinitas percusiones de Palmer proporcionaban la base ideal para que Emerson diera nueva vida a añejas partituras (en todos sus discos hay obras de autores clásicos) o liberara su talento creativo.

Tras aquel primer álbum, en 1970, hicieron otros cuatro antes del 74, todos ellos de gran mérito y enorme valor artístico. Pero, tal vez, la obra cumbre de su estilo sea ‘Trilogy’. Además de las partes vocales, de las preciosas canciones y de los ambientes oníricos (se cuenta que la portada iba a ser un cuadro de Dalí, pero pedía tal cantidad de dinero que la idea se desechó), además de los tremendos saltos que se producen (incluyendo un increíble y divertido piano estilo ‘saloon’), con este elepé Keith Emerson consiguió que los aficionados al rock (los que tenían visión más amplia) comprendieran y disfrutaran de la belleza y potencia que puede transmitir un piano, el piano solo, un gran Steinway Piano; tan es así que no son pocos los que hoy son capaces de paladear un buen solo de piano, sea en el género que sea, gracias a aquellas demostraciones de talento con que Emerson fascinó hace más de cuarenta años. En fin, gracias a él (y a otros como él) muchos entendieron cómo una interpretación técnicamente excelente es tan valiosa como la creación de una melodía brillante.

Todo eso se disipó entre la rabia del punk. Así, de repente, el virtuoso dejó de ser apreciado, el genio interpretativo dejó de interesar. Lo único que las nuevas bandas pretendían era expresar energía iracunda con un par de acordes y, en muchos casos, pésimas ejecuciones, salidas de tono, instrumentos desafinados… En este negocio de la música rock cada época es distinta y deudora de su momento, de lo que la rodea, de su circunstancia, de modo que los cambios son drásticos: el estilo que hoy triunfa mañana será aborrecido, lo que hoy gusta mañana será despreciado. Pero con el paso del tiempo, con la perspectiva necesaria, lo que tiene mérito regresa y vuelve a ser reconocido, y por eso es obligatorio recordar aquellos años y aquellos músicos. Claro que, lo bueno de esto del rock, es que admite tanto a los técnicamente excelentes como a los tuercebotas rasca-guitarras.   

Sea como sea, algunos majaras guardan como oro en paño, con cariño y emoción a veces nostálgica, aquellos primeros cinco elepés de Emerson, Lake & Palmer. Son recuerdo impagable de esa época en la que se comprendió que el virtuosismo también tiene cabida en el universo del rock.


CARLOS DEL RIEGO