martes, 14 de mayo de 2024

CUANDO ESTADOS UNIDOS ROBÓ MÁS DE LA MITAD DEL TERRITORIO DE MÉXICO

 


Sólo unos días después de que EE UU arrebatara California a México se desató la fiebre del oro en ese territorio.

 

Era mayo de 1848 cuando se ratificó el llamado Tratado Guadalupe Hidalgo que, realmente, fue “una oferta que no se pudo rechazar”. EE UU había comprado a España las Floridas y a Francia la Luisiana, por lo que quiso hacer lo mismo con extensos territorios de México, pero el país que hasta hace poco era la Nueva España se negó, así que los yanquis atacaron…

 

En la primera mitad del siglo XIX Estados Unidos estaba en plena expansión. Aun con mucho menos territorio que hoy, tenían inmensos recursos y sus gobernantes deseaban extender el país a costa de lo que fuera. México hacía poco se había independizado de España y vivía una anarquía total con múltiples enfrentamientos entre las distintas facciones que luchaban por hacerse con el poder. Así, el ‘matón’ del norte, al ver rechazada su oferta de dólares por territorio y sabiéndose infinitamente superior, comenzó la guerra para tomar por la fuerza lo que quería.

 

A principios de 1848 la superioridad bélica de EE UU era tan evidente que los dirigentes de México (los que más a mano estaban, pues el país estaba prácticamente sin gobierno) no tuvieron más remedio que aceptar las condiciones de paz que redactaron los americanos del norte. De este modo, los abusones de Washington cogieron los territorios que quisieron, como quien va al súper y agarra lo que le apetece. Se adjudicaron California, Texas, Nevada, Utah, Nuevo México, Arizona y gran parte de Oklahoma, Kansas, Wyoming y Colorado. En total más de 3,3 millones de kilómetros cuadrados. Por todo ello Estados Unidos pagó 15 millones de dólares. Y México tuvo que aceptar “la oferta”, que se firmó en la localidad de Guadalupe Hidalgo. De lo contrario, la guerra.

 

Además del precio, el yanqui hizo otras ‘concesiones’, como que los mexicanos que ya vivieran en los nuevos estados de la Unión mantuvieran sus posesiones y sus derechos…, claro que los WASP (white, anglo-saxon, protestant), creyéndose siempre superiores, se sintieron legitimados para modificar los artículos que les parecieran y cuando les pareciera. Así que lo escrito en el tratado que respetaba a los mexicanos fue rápidamente suprimido, sin más.

 

Apenas unos días después de aquella fatídica fecha para México (mayo de hace 176 años), se encontró oro en California en fabulosas cantidades, desatándose la ‘fiebre del oro’; y unos 50 años después Texas se vio sembrado de pozos petrolíferos que aun siguen manando…, es decir, los inmensos recursos de los territorios que EEUU birló a su vecino del sur fueron determinantes para la construcción del estado más poderoso del mundo.

 

¿Cómo serían hoy México y Estados Unidos de no haberse firmado aquel tratado? Y sobre todo, ¿cómo es posible que México vaya de la manita de Estados Unidos, que le arrebató la mitad de su tierra, en su odio y reclamación a España? ¿Cómo han conseguido que los mexicanos se traguen tal mentira?      

 

CARLOS DEL RIEGO

martes, 7 de mayo de 2024

CINCO GRANDES MÚSICOS DE ROCK HAN MUERTO EN LOS ÚLTIMOS DÍAS

 


Duane Eddy, el primer héroe de la guitarra con su Gretsch

 

Mike Pinder, teclista de The Moody Blues

Aciagas han sido las últimas semanas para el rock & roll: han dejado este mundo cinco grandes músicos que ayudaron a la construcción y evolución de este negocio. Los achaques de la edad, la factura que tarde o temprano pasan los excesos, o las infinitas dolencias que padece todo ser vivo acaban con cualquier estrella del rock…, y con todo hijo de vecino

 

En menos de un mes han caído hasta cinco músicos que han tenido su peso y significado en el devenir de la historia del rock & roll, lo cual es una inusual concentración de muertes de gentes del gremio. Murieron el gran guitarrista y pionero Duane Eddy; Mike Pinder, fundador de los imprescindibles Moody Blues; Dickie Betts, el emblemático guitarrista de Allman Brothers Band; Richard Tandy, elegante teclista de la Electric Light Orchestra; y el casi desconocido pero casi ubicuo guitarrista y productor Robin George.    

 

Duane Eddy siempre será recordado por el distintivo sonido de su guitarra. Pionero del rock'n'roll y, sobre todo, del instrumental, consiguió grandes éxitos en los años cincuenta con temas como ‘Rebel Rouser’ o ‘Peter Gunn’. Eddy murió el pasado 30 de abril a los 86 años a causa de un cáncer. Su peculiaridad, su aporte a esto del rock fue el sonido ‘twang’ que proporcionó a su guitarra, un sonido que influyó mucho en muchos guitarristas; de hecho se le considera el primer gran héroe de la guitarra. Duane Eddy (neoyorquino nacido en el 38) aprendió a tocar siendo muy chico, pero nunca se conformó con lo que había, sino que siendo adolescente quiso ir un poco más allá e ideó una técnica para hacer los pasajes solistas de la guitarra con las cuerdas graves y añadiéndole un sonido vibrante (llamado ‘twang’). “Me cansé de escuchar solos de guitarra exclusivamente en tonos altos. Siempre era lo mismo, así que yo quise hacer algo distinto. Sabía que las cuerdas graves se graban con más fuerza, con más potencia que las agudas, así que eso es lo que hice: tocar más grave”, dijo Eddy, quien desveló que “muchos guitarristas me han confesado que empezaron a tocar gracias a mí o que mi influencia fue determinante para ellos”. Y es cierto, pues tal han confesado desde Jimmy Page a Mark Knopfler, desde Brian May a George Harrison o Bruce Springsteen…, sin el impulso innovador de Eddy ninguno de esos (y muchos otros) hubieran sido lo han sido.

 

Mike Pinder siempre será asociado a los inclasificables The Moody Blues, pues él estuvo ahí desde el primer minuto. A él se deben los evocadores paisajes creados por sus teclados y muchas de las composiciones emblemáticas. Pasó Pinder a mejor vida el 24 de abril a los 82 años. Fundó la banda en 1964, pero no fue hasta tres años después (con la entrada de Hayward y Lodge) que el grupo consiguió su consolidación, su sonido característico y sus grandes éxitos; si en sus comienzos tenían más de rythm & blues, en poco pasaron a un estilo más sicodélico, más progresivo y, sobre todo, mucho más personal. Y todo, desde el rythm más académico hasta la más fina orquestación, tuvo a Mike Pinder como uno de los principales artífices de los Moody Blues. Nunca hubiera habido ‘noches de blanco satén’ sin él.

 

Cuando se escucha el original teclado que da entrada a la canción ‘Last train to London’ de la Electric Light Orchestra es imposible no fijar la atención en el órgano de Richard Tandy, quien falleció el 1 de mayo a los 76 años. Tandy estuvo en la ELO de principio a fin, incluyendo los regresos. Jeff Lynne (único compositor y líder indiscutible) siempre contó con él, de modo que ya está en el primer Lp (1971) aunque entonces tocara el bajo y no esté acreditado; luego se convirtió en teclista de ELO hasta que Lynne lo disolvió en 1986; y estuvo presente en los regresos de 2001 y 2015. Richard Tandy utilizaba sus teclados como parte del espectacular sonido del grupo, proporcionando tonos exuberantes, excitantes, muy innovadores, todo lo cual dio un gran impulso y un carácter inconfundible al grupo; de hecho, los especialistas subrayan que consiguió combinar con gran elegancia el estilo Beatles con el rock progresivo. Las listas de éxitos recompensaron su talento y su aportación. Jeff  Lynne no concebía la ELO sin Richard Tandy.     

 

¿Quién no se siente transportado cuando escucha la preciosa melodía que dibuja la guitarra de Dickey Betts en el tema ‘Jessica’ de Allman Brothers Band? Fundador e imprescindible de los Allman, Betts murió el pasado 18 de abril a los 80 años tras larga batalla contra el cáncer (y otras dolencias graves). Es gracias a él (y al hace tiempo fallecido Duane Allman) que el grupo nacido en Florida en 1969 está en los altares del rock: esa dualidad de guitarras eléctricas es absolutamente única, exclusiva…, se dice que eso es la esencia más pura de lo que se conoce como ‘rock sureño’. Además, a su talento se deben composiciones tan inolvidables como la mencionada ‘Jessica’, la irresistible ‘Rambling man’ (esas guitarras de la entrada…) o la maravillosa ‘In memory of Elizabeth Reed’ entre otras muchas. Dickey Betts es excelencia artística en todo su significado.  

 

El guitarrista y productor Robin George nunca formó parte de un grupo de postín, pero al igual que otros, su aportación y talento dio lustre a muchos grandes de la historia del rock. George es de esos enormes músicos que casi siempre permanecieron en un discreto pero imprescindible segundo plano, cediendo protagonismo a otros. Su Lp ‘Dangerous Music’ (1980) recogió un éxito limitado, pero su agudeza e inteligencia artística fue vista por muchos otros que quisieron contar con él, como Robert Plant, Glenn Hughes o Phil Lynott, formó parte de la Byron Band de David Byron (Uriah Heep) y tocó en Asia, Magnum, Climax Blues Band… Una enfermedad degenerativa le privó de tocar la guitarra: “quedó devastado cuando ya no pudo tocar sus queridas guitarras, pero siguió componiendo y haciendo vídeos”, comunicaron sus allegados. Robin George dejó este mundo el 26 de abril (en Málaga).

 

Parte de los últimos días: cinco bajas significativas.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

miércoles, 1 de mayo de 2024

LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE HACE CIEN AÑOS, PARÍS 1924

 


Paavo Nurmi venciendo en Paris 1924


La primera villa olímpica, París 1924

 

Lidell y Abrahams, sobre los que iba la peli Carros de fuego

En 2024 se celebran los Juegos de la XXXIII Olimpiada que, por tercera vez, se celebran en París. La primera fue en 1900 y resultó una catástrofe desde todos los puntos de vista. Y la segunda fue justo hace un siglo. Aquellos Juegos de 1924 se disputaron en París por cabezonería del barón de Coubertin, que anunció que serían los últimos en los que él sería presidente del Coi

 

La segunda cita con los Juegos de la era moderna de París 1900 resultó un insulto al olimpismo recién nacido y una vergüenza para la capital francesa. Quedaron los juegos enmarcados dentro de una exposición universal gracias al menosprecio de los políticos franceses (¡cómo no!); no se edificó ninguna instalación, se alquiló algo parecido a una pista de atletismo que era un patatal; había un árbol junto a la zona de lanzamientos, por lo que se produjeron  escenas delirantes, como ver a los martillistas trepando al árbol para recuperar el martillo, o los discóbolos buscando sus discos horas después en el bosque donde se había desbrozado un pasillo para los lanzadores; la natación se disputó en el río Sena, pero nadie tuvo la idea de detener el tráfico de barcos, con lo que los nadadores sorteaban embarcaciones que iban y venían; el waterpolo también fue en el Sena, y cuando se enfrentaron ingleses y franceses cada uno quería jugar con sus reglas, y el árbitro que era alemán con las suyas… Se convirtieron en olímpicos el sogatira, las carreras de sacos, el vuelo de cometas, las carreras de burros. El maratón (que estuvo a punto de salir del calendario olímpico) se disputó por un terreno improvisado, tanto que ni los atletas sabían por dónde ir, los jueces estaban o no estaban, de modo que un atleta americano que iba en cabeza fue arrollado por una bici que pasaba por allí, otro corredor recibió indicaciones erróneas de los espectadores y se perdió…; ganó el francés Theato, que conocía perfectamente el terreno y aprovechó para tomar atajos, aunque ni siquiera él sabía que estaba en una carrera olímpica, por lo que al acabar se marchó directamente a casa…

 

Por todo ello Coubertain quería que los Juegos volviesen a París en 1924 y así poder lavar la imagen dada en 1900, algo a lo que no contribuyeron los políticos (como siempre), pues el enfrentamiento entre el alcalde de París y el presidente de la República estuvo a punto de dar al traste con los juegos. En París hace un siglo se construyó la primera villa olímpica: unos barracones de madera en medio del barro. Las ‘competiciones’ artísticas se consideraron plenamente olímpicas: literatura, arquitectura, pintura, escultura y música. 

 

Los franceses hicieron honor a su tradicional chauvinismo y pitaron sonoramente todos los himnos, excepto el suyo, claro. Se construyó la primera piscina olímpica, pues hasta entonces la natación se disputaba en el río, en el puerto, en el foso de un castillo o cualquier estanque.

 

Allí brilló Johnny Weissmuller, que luego se convirtió en el más popular Tarzán cinematográfico protagonizando doce películas; nacido en el Imperio Austrohúngaro, mintió y dijo que nació en Pensilvania, EEUU, y así participó en los juegos; ganó tres oros en 100, 400 y 4x200 (en su total olímpico ganó cinco oros y un bronce); y fue el primer hombre que bajó del minuto en los 100 libres.

La estrella de los juegos fue el fondista Paavo Nurmi, el ‘finlandés volador’, uno de los mejores atletas de la historia. Ya tenía tres oros y una plata de los juegos anteriores; pero el 10 de julio de 1924 protagonizó una hazaña asombrosa: ganó los 1.500 metros y, tres cuartos de hora después, tomó la salida en los 5.000 metros, venciendo a su compatriota Ville Ritola por dos décimas; también venció en 3000 metros por equipos, campo a través y en campo a través por equipos. En los siguientes juegos ganó otro oro y dos platas. Nueve oros y tres platas son su asombroso bagaje olímpico. Luego, antes de los Juegos de Los Ángeles 1932, lo acusaron de profesionalismo y no pudo participar.

 

Allí tuvo lugar la historia de Eric Lidell y Harold Abrahams que cuenta, con algunas licencias literarias, la película de 1981 ‘Carros de fuego’. Y en salto de longitud venció el estadounidense William Hubbard, el primer negro que ganó una medalla de oro. Los medios de comunicación entendieron el potencial de los Juegos Olímpicos: asistieron más de 700 periodistas de todo el mundo y muchas pruebas se retransmitieron por primera vez en directo… por la radio.

 

Las tenistas Lilí Álvarez y Rosa Torrás fueron las primeras españolas en participar en unos JJ OO, y aunque no lograron buenos resultados, Lilí se convirtió en mito del tenis con sus éxitos en Wimbledon y Roland Garros.

 

Cien años después de todo aquello, París vuelve a ser sede olímpica.

 

CARLOS DEL RIEGO