OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 29 de mayo de 2024

ÉXITOS Y FRACASOS AL HUIR DE LA RDA POR EL MURO DE BERLÍN

Ernst Mundt fue abatido por un francotirador a solo unos pasos de la libertad. Ilustracióones del  cómic 'Berlin geteilte Stadt' (Berlín, ciudad dividida) de S. Buddenberg y T. Henseler
 

La familia Holzapfel usó una polea casera para huir de la RDA

Ha quedado para la historia el concepto de ‘muro de la vergüenza’, el muro de Berlín (Die Berliner Mauer), que dividió Alemania y su capital durante 28 años, 2 meses y 26 días. En noviembre se cumplen 35 años de su caída, pero mientras estuvo en pie fueron muchos los que sintieron el impulso de atravesarlo, de huir del ‘paraíso’ comunista que los mantenía encerrados. Algunos los consiguieron, mientras que no pocos dejaron la vida en el intento

 

La construcción del muro fue muy rápida, todo se hizo en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961. Cuando se estaba construyendo, multitud de berlineses del este se agolparon a ver las obras, pero se encontraron con gran cantidad de soldados armados  que lo custodiaban. Ante las protestas de los ciudadanos, los oficiales que mandaban la tropa les dijeron que estaban allí para protegerlos de la ‘perfidia capitalista’; sin embargo, desde la multitud se escuchó una voz de mujer: “Entonces ¿por qué estáis apuntando hacia este lado?”… Las cifras oficiales señalan que desde su ‘inauguración’, el 13 de agosto del 61, hasta su derribo, el  9 de noviembre del 89, más de 100.000 ciudadanos de la extinta RDA intentaron huir a través de la vergonzosa pared. Lo lograron poco más de 5.000, pero alrededor de 600 murieron en el intento (hay autores que elevan la cifra a 700, pues hay decenas de los que no se supo más), unos 140 en Berlín. Las fugas más numerosas se produjeron mediante túneles, que proporcionaron la libertad a más de 500 alemanes.

 

El primero que perdió la vida al intentar salvar el muro huyendo del paraíso comunista fue Günter Litfin,de 24 años, muerto a tiros cuando intentaba volver a Berlín Occidental, donde tenía trabajo y casa, ya que sólo habían pasado once días desde la construcción de la muralla: era el 24 de agosto de 1961.

 

Poco más de un año después de la construcción, el 17 de agosto de 1962, lo intentó Peter Fechter, que junto a su amigo Helmut Kulbeik decidieron arriesgarse y dejar atrás la República Democrática Alemana. El plan era muy simple: esconderse en un alto cerca del muro para observar el movimiento de los guardias y, en el momento oportuno, saltar desde una ventana hasta el que se conocía como ‘corredor de la muerte’, la franja de tierra entre el muro principal y un muro paralelo que se había empezado a construir por aquellos días. Pero la cosa no salió bien, al menos para Fechter, pues la Deutsche Grenzpolizei (policía de frontera alemana) disparó enrabietada; Kulbeik logró pasar al otro lado, pero Fechter fue alcanzado en el vientre a la vista de cientos de testigos. Cayó en el lado este del corredor de la muerte, a la vista de los berlineses occidentales (entre los que había periodistas); el desdichado fugitivo  gritaba de dolor, pero nadie se atrevía a socorrerle, pues los guardias de uno y otro lado temían que los ‘enemigos’ abrieran fuego a quien pisara el mencionado corredor. Una hora más tarde murió desangrado. Tenía 18 años. Aquella noche fue recogido su cadáver por los del este. Y por tan ‘valerosa’ acción los guardias que lo abatieron fueron condecorados.

 

El 4 de septiembre de 1962 lo intentó un carpintero de 41 años llamado Ernst Mundt, cuya madre vivía en el otro lado y con la que se carteaba a diario. Ese día Mundt se decidió, cogió su bicicleta y pedaleó hasta el cementerio de la Bergstrasse, que tenía una parte a cada lado del muro. Se aupó sobre su bici y caminó sobre el borde de la tapia del cementerio. Cuando estaba a menos de 50 metros del oeste un guardia lo vio y disparó un tiro de aviso. La gente que estaba en el cementerio le gritaba que no hiciera tonterías, que volviera o lo matarían, pero Ernst estaba decidido y no iba a dar marcha atrás. El policía no se atrevía a disparar pero, de repente, cuando apenas estaba a dos o tres pasos de poder saltar al oeste, desde un edificio cercano un francotirador no tuvo tantos escrúpulos y tiró: le dio en la cabeza y Mundt cayó en el lado este, donde fue recogido y murió horas después. Sólo su gorra logró pasar.  

 

La huida más célebre y elaborada la protagonizó la familia Holzapfel. Corría el verano de 1965 cuando un ingeniero de Leipzig, Heinz Holzapfel, harto de la dictadura, ideó un plan para escapar con su esposa Jutta y su hijo Günther. Lo planearon todo al detalle. La noche del 28 al 29 de julio se colaron en el edificio de los Ministerios de la RDA, que estaba a apenas unos metros del muro. Se encerraron en un lavabo, colocaron en la puerta un letrero de ‘fuera de servicio’ y esperaron. A llegar la noche y cuando en el gigantesco edificio (que era de la época nazi) sólo quedaban los vigilantes, salieron de su escondite y con gran sigilo (incluso se quitaron los zapatos y se pusieron unos calcetines previamente preparados) caminaron hasta la azotea. Allí, Heinz ató un extremo de un cable de acero al asta de la bandera y el otro a un martillo pintado con pintura fosforescente; lanzó el artefacto que, sin mayor problema, cayó al otro lado, donde esperaban los familiares de los Holzapfel. Éstos fijaron el cable a la trasera de una camioneta y lo estiraron. Entonces Heinz colocó una polea sobre el cable a modo de teleférico y sujetó a su hijo a la misma mediante unos arneses (todo hecho en casa); Günther se deslizó por el cable perfectamente, y poco antes de ‘tomar tierra’ sus tíos y abuelos lo sujetaron para amortiguar la velocidad. Luego fue el turno para Jutta, que viajó sin problemas sujetada por su funicular casero. Y por último, tras algunas dificultades técnicas, Heinz tocó suelo occidental. Lo curioso es que los ‘Sowjetische beobachtungsposten’ (vigilantes soviéticos), vieron el vuelo de Heinz, pero pensaron que era uno de los suyos, un espía que cruzaba al otro lado para cumplir alguna misión secreta, así que no hicieron nada (¿qué pasaría con ellos cuando sus superiores descubrieran la fuga?). Una fuga de película con final feliz.

 

Chris Gueffroy, de 21 años, fue tiroteado hasta la muerte en febrero de 1989, nueve meses antes de la caída del muro. Fue el último muerto a tiros, pero hubo otro después, Winfried Freudenberg, de 32 años, que lo intentó en marzo de aquel año subido en un globo que él mismo había fabricado; terminó en  la Alemania libre, pero estrellado contra el suelo. Con él se cerró la negra lista.

 

Ya hace 35 años que cayó el muro de la mayor cárcel de la Historia.

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 22 de mayo de 2024

1971, CONCIERTO DE PINK FLOYD EN LONDRES CON PULPO Y PECES MUERTOS

 


 Pink Floyd buscaba espectáculo y sorpresa con el pulpo hinchable, pero la cosa se desmadró

En 1971 el público del rock estaba fascinado con los éxitos y repercusión de los grandes festivales: Monterey Pop, Woddstock y, en Inglaterra, el de la Isla de Whigt. Por eso, había emprendedores ilusionados con llevar al mismo Londres uno de esas grandes reuniones de público y grupos de rock. Pink Floyd fue uno de los elegidos para el cartel, pero Waters y compañía quería dar algo más que música, así que se les ocurrió instalar un gigantesco pulpo hinchable 

 

El organizador consiguió que le permitieran llevar el macro concierto al Crystal Palace Bowl de Londres, que hasta ese momento estaba reservado a la música clásica. El escenario de este recinto bordea un estanque, un lago pequeño, con el público al otro lado del agua. Allí se llevó el festival, The Garden Party, que incluía actuaciones de los estadounidenses Mountain, los poco conocidos hoy Sutherland Brothers & Quiver, The Faces y Pink Floyd.  

 

El caso es que Pink Floyd deseaba ofrecer algo más que un concierto al uso, por lo que idearon colocar en el agua un enorme pulpo hinchable con tentáculos de 25 metros (el cual había sido usado en una exposición de un museo de Ámsterdam unos años antes). La idea era que el pulpo empezara a inflarse en cierto momento del concierto de Pink Floyd, como si saliera poco a poco del agua para sorpresa y pasmo de la audiencia; el artefacto se hincharía lentamente, de modo que tras la enorme cabeza irían emergiendo los interminables tentáculos.

 

El día era caluroso, pero con un lago al lado el público no tardó en echarse al agua con el bicho a medio salir. Lógicamente, el personal empezó a jugar, retozar y simular un ataque con los tentáculos, los cuales sufrieron notables daños. Los encargados de la bestia de goma intentaron insuflar más y más aire, pero el aire comprimido y el azufre produjeron bajo el agua algo parecido a llamas, con el consiguiente pánico. En todo caso el cefalópodo hinchable estaba tan deteriorado, tan flácido que ya no hubo forma de ‘resucitarlo’.

   

En la laguna había peces que, con el pulpo y su aire comprimido, las bengalas que se lanzaron, los petas y colillas y la muchedumbre, empezaron a aparecer en la superficie boca arriba (se dice que el potentísimo sistema cuadrafónico también contribuyó a la ‘masacre’). Así, de repente, el estanque estaba lleno de gente medio enloquecida, una estructura de plástico gigantesca flotando y miles de peces flotando entre todo. Para completar el cuadro, empezó a llover torrencialmente; unos salieron del lago y buscaron refugio, pero la mayoría pensó que ya estaba suficientemente mojada como para salir del agua, y allí siguieron mientras más y más peces muertos iban apareciendo en la superficie.

 

El batería Nick Mason recordaba que “la cosa no se hubiera descontrolado tanto si unos cientos de fanáticos demasiado desinhibidos y con la mente totalmente ‘alterada’ no se hubieran desnudado y lanzado al agua entre un  griterío ensordecedor. Me acordé de la novela de Julio Verne ‘Veinte mil leguas deviaje submarino’. No faltaba ni el pulpo. Lo peor es que algunos de los enloquecidos fans se pusieron a jugar con las tuberías de aire, las dañaron e incluso algunos quedaron atrapados, enredados”. Y concluye Mason su recuerdo con una divertida reflexión: “Estuvieron a punto de ahogarse y, lo que es peor, de estropear la actuación”.

 

Todo se saldó con una facturita que el ayuntamiento de Londres (lo que se llamaba Greater London Council) envió a Pink Floyd por los daños producidos en el lago y, claro, por lo que costaría reemplazar los peces muertos.

 

La experiencia del hinchable no debió parecerles tan mal a Waters, Gilmour, Mason y Wright, aunque cambiaron el pulpo en el agua por el cerdo volando. ¡Lo que no pase en un concierto de rock!

 

CARLOS DEL RIEGO

martes, 14 de mayo de 2024

CUANDO ESTADOS UNIDOS ROBÓ MÁS DE LA MITAD DEL TERRITORIO DE MÉXICO

 


Sólo unos días después de que EE UU arrebatara California a México se desató la fiebre del oro en ese territorio.

 

Era mayo de 1848 cuando se ratificó el llamado Tratado Guadalupe Hidalgo que, realmente, fue “una oferta que no se pudo rechazar”. EE UU había comprado a España las Floridas y a Francia la Luisiana, por lo que quiso hacer lo mismo con extensos territorios de México, pero el país que hasta hace poco era la Nueva España se negó, así que los yanquis atacaron…

 

En la primera mitad del siglo XIX Estados Unidos estaba en plena expansión. Aun con mucho menos territorio que hoy, tenían inmensos recursos y sus gobernantes deseaban extender el país a costa de lo que fuera. México hacía poco se había independizado de España y vivía una anarquía total con múltiples enfrentamientos entre las distintas facciones que luchaban por hacerse con el poder. Así, el ‘matón’ del norte, al ver rechazada su oferta de dólares por territorio y sabiéndose infinitamente superior, comenzó la guerra para tomar por la fuerza lo que quería.

 

A principios de 1848 la superioridad bélica de EE UU era tan evidente que los dirigentes de México (los que más a mano estaban, pues el país estaba prácticamente sin gobierno) no tuvieron más remedio que aceptar las condiciones de paz que redactaron los americanos del norte. De este modo, los abusones de Washington cogieron los territorios que quisieron, como quien va al súper y agarra lo que le apetece. Se adjudicaron California, Texas, Nevada, Utah, Nuevo México, Arizona y gran parte de Oklahoma, Kansas, Wyoming y Colorado. En total más de 3,3 millones de kilómetros cuadrados. Por todo ello Estados Unidos pagó 15 millones de dólares. Y México tuvo que aceptar “la oferta”, que se firmó en la localidad de Guadalupe Hidalgo. De lo contrario, la guerra.

 

Además del precio, el yanqui hizo otras ‘concesiones’, como que los mexicanos que ya vivieran en los nuevos estados de la Unión mantuvieran sus posesiones y sus derechos…, claro que los WASP (white, anglo-saxon, protestant), creyéndose siempre superiores, se sintieron legitimados para modificar los artículos que les parecieran y cuando les pareciera. Así que lo escrito en el tratado que respetaba a los mexicanos fue rápidamente suprimido, sin más.

 

Apenas unos días después de aquella fatídica fecha para México (mayo de hace 176 años), se encontró oro en California en fabulosas cantidades, desatándose la ‘fiebre del oro’; y unos 50 años después Texas se vio sembrado de pozos petrolíferos que aun siguen manando…, es decir, los inmensos recursos de los territorios que EEUU birló a su vecino del sur fueron determinantes para la construcción del estado más poderoso del mundo.

 

¿Cómo serían hoy México y Estados Unidos de no haberse firmado aquel tratado? Y sobre todo, ¿cómo es posible que México vaya de la manita de Estados Unidos, que le arrebató la mitad de su tierra, en su odio y reclamación a España? ¿Cómo han conseguido que los mexicanos se traguen tal mentira?      

 

CARLOS DEL RIEGO

martes, 7 de mayo de 2024

CINCO GRANDES MÚSICOS DE ROCK HAN MUERTO EN LOS ÚLTIMOS DÍAS

 


Duane Eddy, el primer héroe de la guitarra con su Gretsch

 

Mike Pinder, teclista de The Moody Blues

Aciagas han sido las últimas semanas para el rock & roll: han dejado este mundo cinco grandes músicos que ayudaron a la construcción y evolución de este negocio. Los achaques de la edad, la factura que tarde o temprano pasan los excesos, o las infinitas dolencias que padece todo ser vivo acaban con cualquier estrella del rock…, y con todo hijo de vecino

 

En menos de un mes han caído hasta cinco músicos que han tenido su peso y significado en el devenir de la historia del rock & roll, lo cual es una inusual concentración de muertes de gentes del gremio. Murieron el gran guitarrista y pionero Duane Eddy; Mike Pinder, fundador de los imprescindibles Moody Blues; Dickie Betts, el emblemático guitarrista de Allman Brothers Band; Richard Tandy, elegante teclista de la Electric Light Orchestra; y el casi desconocido pero casi ubicuo guitarrista y productor Robin George.    

 

Duane Eddy siempre será recordado por el distintivo sonido de su guitarra. Pionero del rock'n'roll y, sobre todo, del instrumental, consiguió grandes éxitos en los años cincuenta con temas como ‘Rebel Rouser’ o ‘Peter Gunn’. Eddy murió el pasado 30 de abril a los 86 años a causa de un cáncer. Su peculiaridad, su aporte a esto del rock fue el sonido ‘twang’ que proporcionó a su guitarra, un sonido que influyó mucho en muchos guitarristas; de hecho se le considera el primer gran héroe de la guitarra. Duane Eddy (neoyorquino nacido en el 38) aprendió a tocar siendo muy chico, pero nunca se conformó con lo que había, sino que siendo adolescente quiso ir un poco más allá e ideó una técnica para hacer los pasajes solistas de la guitarra con las cuerdas graves y añadiéndole un sonido vibrante (llamado ‘twang’). “Me cansé de escuchar solos de guitarra exclusivamente en tonos altos. Siempre era lo mismo, así que yo quise hacer algo distinto. Sabía que las cuerdas graves se graban con más fuerza, con más potencia que las agudas, así que eso es lo que hice: tocar más grave”, dijo Eddy, quien desveló que “muchos guitarristas me han confesado que empezaron a tocar gracias a mí o que mi influencia fue determinante para ellos”. Y es cierto, pues tal han confesado desde Jimmy Page a Mark Knopfler, desde Brian May a George Harrison o Bruce Springsteen…, sin el impulso innovador de Eddy ninguno de esos (y muchos otros) hubieran sido lo han sido.

 

Mike Pinder siempre será asociado a los inclasificables The Moody Blues, pues él estuvo ahí desde el primer minuto. A él se deben los evocadores paisajes creados por sus teclados y muchas de las composiciones emblemáticas. Pasó Pinder a mejor vida el 24 de abril a los 82 años. Fundó la banda en 1964, pero no fue hasta tres años después (con la entrada de Hayward y Lodge) que el grupo consiguió su consolidación, su sonido característico y sus grandes éxitos; si en sus comienzos tenían más de rythm & blues, en poco pasaron a un estilo más sicodélico, más progresivo y, sobre todo, mucho más personal. Y todo, desde el rythm más académico hasta la más fina orquestación, tuvo a Mike Pinder como uno de los principales artífices de los Moody Blues. Nunca hubiera habido ‘noches de blanco satén’ sin él.

 

Cuando se escucha el original teclado que da entrada a la canción ‘Last train to London’ de la Electric Light Orchestra es imposible no fijar la atención en el órgano de Richard Tandy, quien falleció el 1 de mayo a los 76 años. Tandy estuvo en la ELO de principio a fin, incluyendo los regresos. Jeff Lynne (único compositor y líder indiscutible) siempre contó con él, de modo que ya está en el primer Lp (1971) aunque entonces tocara el bajo y no esté acreditado; luego se convirtió en teclista de ELO hasta que Lynne lo disolvió en 1986; y estuvo presente en los regresos de 2001 y 2015. Richard Tandy utilizaba sus teclados como parte del espectacular sonido del grupo, proporcionando tonos exuberantes, excitantes, muy innovadores, todo lo cual dio un gran impulso y un carácter inconfundible al grupo; de hecho, los especialistas subrayan que consiguió combinar con gran elegancia el estilo Beatles con el rock progresivo. Las listas de éxitos recompensaron su talento y su aportación. Jeff  Lynne no concebía la ELO sin Richard Tandy.     

 

¿Quién no se siente transportado cuando escucha la preciosa melodía que dibuja la guitarra de Dickey Betts en el tema ‘Jessica’ de Allman Brothers Band? Fundador e imprescindible de los Allman, Betts murió el pasado 18 de abril a los 80 años tras larga batalla contra el cáncer (y otras dolencias graves). Es gracias a él (y al hace tiempo fallecido Duane Allman) que el grupo nacido en Florida en 1969 está en los altares del rock: esa dualidad de guitarras eléctricas es absolutamente única, exclusiva…, se dice que eso es la esencia más pura de lo que se conoce como ‘rock sureño’. Además, a su talento se deben composiciones tan inolvidables como la mencionada ‘Jessica’, la irresistible ‘Rambling man’ (esas guitarras de la entrada…) o la maravillosa ‘In memory of Elizabeth Reed’ entre otras muchas. Dickey Betts es excelencia artística en todo su significado.  

 

El guitarrista y productor Robin George nunca formó parte de un grupo de postín, pero al igual que otros, su aportación y talento dio lustre a muchos grandes de la historia del rock. George es de esos enormes músicos que casi siempre permanecieron en un discreto pero imprescindible segundo plano, cediendo protagonismo a otros. Su Lp ‘Dangerous Music’ (1980) recogió un éxito limitado, pero su agudeza e inteligencia artística fue vista por muchos otros que quisieron contar con él, como Robert Plant, Glenn Hughes o Phil Lynott, formó parte de la Byron Band de David Byron (Uriah Heep) y tocó en Asia, Magnum, Climax Blues Band… Una enfermedad degenerativa le privó de tocar la guitarra: “quedó devastado cuando ya no pudo tocar sus queridas guitarras, pero siguió componiendo y haciendo vídeos”, comunicaron sus allegados. Robin George dejó este mundo el 26 de abril (en Málaga).

 

Parte de los últimos días: cinco bajas significativas.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

miércoles, 1 de mayo de 2024

LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE HACE CIEN AÑOS, PARÍS 1924

 


Paavo Nurmi venciendo en Paris 1924


La primera villa olímpica, París 1924

 

Lidell y Abrahams, sobre los que iba la peli Carros de fuego

En 2024 se celebran los Juegos de la XXXIII Olimpiada que, por tercera vez, se celebran en París. La primera fue en 1900 y resultó una catástrofe desde todos los puntos de vista. Y la segunda fue justo hace un siglo. Aquellos Juegos de 1924 se disputaron en París por cabezonería del barón de Coubertin, que anunció que serían los últimos en los que él sería presidente del Coi

 

La segunda cita con los Juegos de la era moderna de París 1900 resultó un insulto al olimpismo recién nacido y una vergüenza para la capital francesa. Quedaron los juegos enmarcados dentro de una exposición universal gracias al menosprecio de los políticos franceses (¡cómo no!); no se edificó ninguna instalación, se alquiló algo parecido a una pista de atletismo que era un patatal; había un árbol junto a la zona de lanzamientos, por lo que se produjeron  escenas delirantes, como ver a los martillistas trepando al árbol para recuperar el martillo, o los discóbolos buscando sus discos horas después en el bosque donde se había desbrozado un pasillo para los lanzadores; la natación se disputó en el río Sena, pero nadie tuvo la idea de detener el tráfico de barcos, con lo que los nadadores sorteaban embarcaciones que iban y venían; el waterpolo también fue en el Sena, y cuando se enfrentaron ingleses y franceses cada uno quería jugar con sus reglas, y el árbitro que era alemán con las suyas… Se convirtieron en olímpicos el sogatira, las carreras de sacos, el vuelo de cometas, las carreras de burros. El maratón (que estuvo a punto de salir del calendario olímpico) se disputó por un terreno improvisado, tanto que ni los atletas sabían por dónde ir, los jueces estaban o no estaban, de modo que un atleta americano que iba en cabeza fue arrollado por una bici que pasaba por allí, otro corredor recibió indicaciones erróneas de los espectadores y se perdió…; ganó el francés Theato, que conocía perfectamente el terreno y aprovechó para tomar atajos, aunque ni siquiera él sabía que estaba en una carrera olímpica, por lo que al acabar se marchó directamente a casa…

 

Por todo ello Coubertain quería que los Juegos volviesen a París en 1924 y así poder lavar la imagen dada en 1900, algo a lo que no contribuyeron los políticos (como siempre), pues el enfrentamiento entre el alcalde de París y el presidente de la República estuvo a punto de dar al traste con los juegos. En París hace un siglo se construyó la primera villa olímpica: unos barracones de madera en medio del barro. Las ‘competiciones’ artísticas se consideraron plenamente olímpicas: literatura, arquitectura, pintura, escultura y música. 

 

Los franceses hicieron honor a su tradicional chauvinismo y pitaron sonoramente todos los himnos, excepto el suyo, claro. Se construyó la primera piscina olímpica, pues hasta entonces la natación se disputaba en el río, en el puerto, en el foso de un castillo o cualquier estanque.

 

Allí brilló Johnny Weissmuller, que luego se convirtió en el más popular Tarzán cinematográfico protagonizando doce películas; nacido en el Imperio Austrohúngaro, mintió y dijo que nació en Pensilvania, EEUU, y así participó en los juegos; ganó tres oros en 100, 400 y 4x200 (en su total olímpico ganó cinco oros y un bronce); y fue el primer hombre que bajó del minuto en los 100 libres.

La estrella de los juegos fue el fondista Paavo Nurmi, el ‘finlandés volador’, uno de los mejores atletas de la historia. Ya tenía tres oros y una plata de los juegos anteriores; pero el 10 de julio de 1924 protagonizó una hazaña asombrosa: ganó los 1.500 metros y, tres cuartos de hora después, tomó la salida en los 5.000 metros, venciendo a su compatriota Ville Ritola por dos décimas; también venció en 3000 metros por equipos, campo a través y en campo a través por equipos. En los siguientes juegos ganó otro oro y dos platas. Nueve oros y tres platas son su asombroso bagaje olímpico. Luego, antes de los Juegos de Los Ángeles 1932, lo acusaron de profesionalismo y no pudo participar.

 

Allí tuvo lugar la historia de Eric Lidell y Harold Abrahams que cuenta, con algunas licencias literarias, la película de 1981 ‘Carros de fuego’. Y en salto de longitud venció el estadounidense William Hubbard, el primer negro que ganó una medalla de oro. Los medios de comunicación entendieron el potencial de los Juegos Olímpicos: asistieron más de 700 periodistas de todo el mundo y muchas pruebas se retransmitieron por primera vez en directo… por la radio.

 

Las tenistas Lilí Álvarez y Rosa Torrás fueron las primeras españolas en participar en unos JJ OO, y aunque no lograron buenos resultados, Lilí se convirtió en mito del tenis con sus éxitos en Wimbledon y Roland Garros.

 

Cien años después de todo aquello, París vuelve a ser sede olímpica.

 

CARLOS DEL RIEGO