OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 29 de abril de 2015

BOCHORNOSOS CASOS DE ESTUPIDEZ “Todos los que parecen estúpidos lo son, y además, también lo son la mitad de los que no lo parecen”, dijo Quevedo hace siglos. Hoy, contra las leyes de todas las culturas, contra toda lógica, los bobos proclaman sin pudor su mísera categoría intelectual

La enfermera imbécil se divertía fotografiándose con moribundos
y luego difundía las imágenes
Siguiendo la máxima del inefable escritor madrileño del Siglo de Oro, lo primero es no parecerlo, pues así al menos se tiene un 50% de posibilidades de no serlo; sin embargo, hay individuos que no se conforman con parecerlo, sino que insisten y lo pregonan a grandes voces, señal evidente de que lo son. Los casos son abundantes y variopintos.

No son pocos los memos que quieren tatuarse pero no pagar ni hacer caso de cosas tan peregrinas como la higiene o la salud. En Canadá se ha puesto de moda hacerse dibujos en la piel a base de quemaduras o cortes; por un lado, el tonto coge unas cuantas piezas de hierro curvas y rectas, las pone al rojo y luego se las aplica en la piel combinándolas para lograr el dibujo deseado; por otro, el zopenco de turno se perfila la imagen deseada cortándose la piel… Además de la insensatez de autolesionarse con fines estéticos (gran contradicción, por otra parte), además del intenso y prolongado dolor de ambas ‘técnicas’, las eminencias que las practican serán presa fácil de infecciones y muchos otros efectos nocivos y peligrosos. Sarna con gusto…

Otra forma de hacerse daño con propósitos decorativos consiste en meter los labios en un recipiente estrecho y hacer succión, con lo que el morro se hinchará y enrojecerá; es una forma de emular a quienes consiguen la inflamación por métodos quirúrgicos (en todo caso, resultaría extremadamente difícil señalar una sola persona que haya mejorado su aspecto tras cirugías no terapéuticas). Será leyenda urbana o chiste, pero viene al pelo  la anécdota de la niña que, viendo a su tía después del paso por las manos del cirujano, le pregunta qué le ha pasado, a lo que la mujer contesta que ha ido al médico para estar más guapa, pero la chavalilla le espeta un demoledor: ¿Y por qué no lo estás?”.
En Turquía, una mujer estaba acomplejada por las orejas grandes de su hijo de 10 años; tanto que le llevó a que lo operaran, sin embargo, no quedó contenta con el resultado de la cirugía, así que pensó (es un decir) que mejor lo mataba. Y así lo hizo, lo asfixió con una bufanda y tranquilamente se marchó. Detenida posteriormente, declaró que su hijo había sido acosado en el cole por el tamaño de sus pabellones auditivos, y que para evitar que se rieran de él pensó (es un decir) que lo mejor era matarlo. Pensamiento lógico, razonamiento concluyente: el mejor modo de evitar burlas y acosos es liquidar al que los sufre. Para cualquier cerebro normal resulta dificilísimo encajar una acción tan necia, abominable y sin sentido como esta.

El colmo de la imbecilidad es hacer público (e incluso con alarde) el alto grado de la propia sandez y la escasez de entendimiento; de este modo, las redes sociales e internet están permitiendo que el estúpido certifique su condición, dejando por escrito el tipo y volumen de su estulticia. Dos casos cuyos protagonistas publican a grandes voces su descomunal idiocia hacen cierto el proverbio que asegura que la estupidez siempre se coloca en primera fila para ser vista, mientras que la inteligencia se queda detrás para observar: en Estados Unidos una chica joven difundió algo así como “he encontrado un horrible trabajo y mañana empiezo el suplicio”, un mensaje que su jefe leyó y contestó con “no sabía que mi oferta de trabajo le fuera tan inaguantable, disculpe por ofrecérselo, no hace falta que venga por aquí”; lo curioso es que acto seguido la joven escribió “¡con la falta que me hacía el dinero!”. El otro caso sucedió en Rusia y tiene a una enfermera como sujeto de la acción; resulta que la susodicha se hacía fotos a sí misma burlándose de pacientes dolientes y moribundos, los cuales aparecían como fondo; luego, la cretina con cofia subía esas imágenes a la red acompañándolas de comentarios del peor gusto; sus superiores no tuvieron problema en identificarla y ponerla en la calle, cosa que ella lamentó profundamente… No cabe duda, este tipo de tonto aprovechará todos los recursos y dispositivos a su alcance para probar a todo el planeta su mezquindad y tacañería mental. 

Si uno hace una estupidez parecerá un estúpido, lo que según Quevedo equivale a serlo. La tecnología está facilitando al personal sus ansias de demostrar que lo es. ¿Qué sátiras no escribiría con todo este material el deslenguado y lúcido autor?


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 26 de abril de 2015

1975, ¡QUÉ DISCOS LOS DE AQUEL AÑO! Si los años 1955 y 1965 fueron esenciales en la historia de ese género musical aparecido en el siglo XX y luego instalado y multiplicado en todo el mundo, otros diez años adelante, en 1975, se produce otra especie de vórtice rocanrolero.

Neil Young también brilló en 1975
Así es, la lista de discos convertidos en clásicos de leyenda que se publicaron aquel año puede dejar boquiabierto a cualquier aficionado que mire desde hoy con la perspectiva que proporcionan las cuatro décadas transcurridas desde entonces.

No cabe duda de que eran los tiempos dorados del rock. Extendido por todo el planeta, aún no era otro producto de consumo más, es decir, los amantes de este género formaban casi una cofradía, una hermandad no prohibida pero sí ligeramente marginada; es más, sus integrantes se sentían muy cómodos siendo mirados como ‘peludos sin vacunar’. Además, tanto los grupos de rock como sus incondicionales todavía estaban como rodeados de un halo de rebeldía, pues el sonido grueso tan típico del género repelía a los condescendientes y acomodados al sistema; era una forma de distinguirse, de sentirse diferente. Esa música había superado su adolescencia, pero aún conservaba esa ingenua arrogancia juvenil y se había convertido casi en una forma de afrontar la vida. Y otra razón más, los discos de vinilo o las recién aparecidas cintas de casete eran las únicas formas de tener rock en casa (rarísimas eran las emisoras de radio que se atrevían a difundir alguna pieza con sonido rock), lo cual indica el rito casi sagrado que significaba ir a comprar, luego escuchar mientras se escudriñaba hasta la última letra de la portada y, finalmente, mostrar la joya a los amigos ‘correligionarios’.
Aquel fue el año en que empezó a ser El Jefe
El caso es que justo hace ocho lustros las musas debieron irradiar toneladas de inspiración sobre los creadores de rock, pues la relación de discos históricos aparecidos al cumplirse los tres cuartos del siglo es asombrosa. Ahí van algunas de las joyas editadas en 1975 que siguen asombrando hoy, que siguen escuchándose y vendiéndose y que, en fin, son ya referencia.      

The Queen había llamado la atención con su anterior disco, pero entonces lanzaron una de las cumbres de la historia del rock, el insuperable ‘A night at the Opera’; innovaciones sorprendentes, atrevimiento, virtuosismo, creatividad a raudales…, fue un auténtico impacto que dejó descolocados a muchos y que tanto tiempo después sigue provocando profundas sensaciones; ¿quién puede resistirse a esa prodigiosa rapsodia?


Springsteen también estaba en ascenso, pero no fue hasta la publicación de ‘Born to run’ que el mundo supo de él; la fuerza irresistible del rock lucía en todos sus matices, y el poderío sencillo y sin dobleces de ‘The Boss’ llegaba para quedarse; en ese momento entró en el Olimpo. En ese momento empezó a ser ‘El Jefe’.

Pink Floyd estaba en la cima. Tanto en el plano comercial como en el artístico había llegado a la luna con un disco que parecía insuperable. A pesar de todo, con ‘Wish you where here’ se mantiene en la excelencia, regala piezas inmortales y, de paso, reivindican la retorcida personalidad de su fundador. Ojalá siguieran aquí, ojalá siguieran así.

También Neil Young estaba muy bien situado en el negocio; había formado parte de lo que se llamaba un supergrupo (con Crosby, Stills y Nash) tras militar en bandas heroicas, así como evidenciado una gran facilidad para crear ambientes intensos y, a la vez, sosegados. Entonces lanzó ‘Zuma’, un disco en el que brilla su facilidad para el country y deslumbra su granítica percepción del hard-rock. El extenso ‘Cortez the killer’ achaca al conquistador y elogia a (Mocte) Zuma, aunque el propio Young especificó que no sabía de la historia más que cuatro tópicos (en España se tituló ‘Cortez Cortez’ en uno de los últimos actos de la ya agonizante censura).

Led Zeppelin también estaba en su mejor momento tras la fantástica acogida de sus dos discos anteriores (sobre todo ‘IV’). Ahora se atrevían con un doble álbum cuya portada mostraba un edificio cuyas ventanas podían abrirse y mirar dentro… Heavy rock en su sentido más estricto, con piezas para el recuerdo y (¡cómo no!) acusaciones de plagio muy concretas.

Los alemanes Kraftwerk habían inaugurado una nueva posibilidad, una visión mecánica y robótica del rock con su anterior disco; el año en cuestión confirmó la alternativa del techno con el inquietante ‘Radio-Aktivität’. La fórmula no parecía muy complicada: sonido aparentemente frío pero mucho más cercano de lo que parece, melodías simples pero con más alma que lo que muchos lograron ver, y letras muy directas con versos casi independientes. Esa peligrosa radioactividad (“está en el aire para ti y para mi”) resultó irresistible para muchos, que quedaron contaminados para siempre entre los irreales sonidos sintetizados.

Pero los discos que vieron la luz aquel año y que han traspasado la barrera del tiempo fueron muchos más. ‘Crisis? What crisis?’, se preguntaba Supertramp. Bee Gees anunciaban la fiebre con un excelente y trepidante ‘Main course’. El gran Bob Dylan dejaba otra muestra de genio con ‘Bood on the tracks’ (su decimoquinto álbum). Patti Smith adelantaba la explosión del punk con el deslenguado ‘Horses’. Los inconfundibles barbudos ZZ Top dejaban claro que todo en Texas tiene una personalidad poderosa, especialmente el rock, con su electrizante y divertido ‘Fandango!’. Los ingleses Camel mostraban lo elegante que puede ser el rock con su ‘The snow goose’… Y no son todos.

Sí, ¡qué discos los de aquel año!    

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 22 de abril de 2015

VIOLENCIA INFANTIL Y ADOLESCENTE Hace unos días (IV-15) se publicaban escalofriantes noticias sobre el maltrato al que sometían los jóvenes y adolescentes españoles a sus propios padres. Tan indeseable tendencia alcanzó su cima el día 20 cuando un chaval de 13 años llegó a clase con intención de matar.

Si el niño hace en casa lo que quiere, también lo hará fuera.
Y mató. Mató a un profesor que llevaba apenas dos semanas trabajando allí e hirió a unos cuantos compañeros. Terrible. Tan violentos sucesos tienen sus causas, sus porqués. En primer lugar es evidente que el chico asesino tenía un enorme desorden en su cabeza. Pero es bastante común que a niños, adolescentes y jóvenes les resulte difícil, imposible a veces, afrontar la frustración y asumir el principio de autoridad. La agresión a los padres (y luego a los profesores) es la cima de un proceso que comienza cuando, con tres, cuatro o cinco años, el niño levanta la voz a su mamá y no pasa nada porque ésta calla; lo siguiente es cuando increpa con malos modos y los padres callan o, como mucho, responden también a gritos, pero nada más; después llega el insulto, pero papá y mamá hacen como que no han oído y, sin decir gran cosa, desvían la atención; más tarde resuena en casa la primera amenaza, pero para entonces ya es dificilísima la solución; y finalmente se produce la agresión. Es una evolución que tiene principio y que, si no se corta desde ese primer momento, será cada vez más complicado atajar. El niño no empieza levantando la mano a su mamá cuando tiene cuatro años, sino que dará una primera mala respuesta, la cual ha de ser inmediatamente reprimida y, evidentemente, castigada, pues de otro modo será imposible que el chaval entienda y asuma qué es la autoridad, con lo que ya estará preparado para dejarse llevar por la ira y ejecutar cualquier barbaridad. El problema es que es más cómodo y fácil ceder ante la exigencia infantil, postura que puede tener consecuencias como aquellas.  

El colegio es el primer lugar donde la persona encuentra una figura de autoridad lejos de casa, pero si sus padres no le han hecho entender que hay que respetar y obedecer las decisiones de aquellos que le enseñan, educan y cuidan, la cosa ya irá torcida. Si no se ha puesto freno instantáneo a sus primeros desmanes, si no se le ha entrenado para que asuma que la vida conlleva muchas frustraciones y desengaños, el individuo dará rienda suelta a su cólera, a su rabia, y reaccionará con violencia o con extrema violencia en cuanto se lleve una decepción. Así, en clase, puede desatarse la agresión cuando el chico no acepta que si no hace los deberes será castigado, que si no se calla cuando el profesor está explicando recibirá una llamada de atención, que si no estudia suspenderá la asignatura… Al no haber conocido reglas, normas y pautas, al no haber sido reprendido y castigado tras sus primeros excesos domésticos, crecerá con el convencimiento de que puede hacer casi cualquier cosa, sin respeto por los demás, sin aceptar opiniones contrarias y, por supuesto, sin admitir la autoridad de los profesores; después de su vida escolar, esa falta de consideración, ese desprecio por quien no le da lo que quiere o no le deja hacer lo que quiere, se convertirá en una prepotencia brutal que puede convertirse en violencia (o extrema violencia) en cualquier momento.  

El pensamiento del niño es maniqueo (o sea, bueno o malo, sí o no), por lo que sólo puede enseñársele con “si no haces eso no te doy aquello, si haces esto tendrás castigo”; sólo así terminará por respetar normas y límites, sólo así aprenderá; y en caso contrario los problemas de conducta y adaptación serán seguros.

Han sido noticia tiempo atrás niños que, ante la negativa de sus padres a concederle el capricho de turno, se encerraron en su habitación y empezaron a romper muebles, ordenador, cristales… hasta dejarlo todo destrozado; al final los padres cedieron y le dieron lo que exigía, con lo que el futuro maltratador entendió y aprendió que, enfadándose, chillando, rompiendo e insultando, tendría todo lo que deseara. Desde ese momento repetirá una y otra vez esa conducta. No se sabe (y será difícil saberlo) si el problema del asesino de trece años es este o lo suyo es un desequilibrio mental patológico, pero eso no afecta a la generalidad.

Otra cosa es el sistema punitivo español, que no permite acusar al menor de 14 años, de modo que no se le exige arrepentimiento o disculpa…, ni siquiera se le ‘condena’ a una semana sin postre; por eso, quien tenga menos de esa edad en España es impune, puede hacer prácticamente lo que quiera sin que deba afrontar consecuencias. En otros países se protege al menor, pero no de forma ilimitada. Por ejemplo, hace unos días Brenda Spencer, la niña californiana que tiroteó a sus compis y profes matando a dos e hiriendo a varios con el pretexto de ‘no me gustan los lunes’, volvió a los medios porque había pedido la libertad condicional, la cual le fue denegada; lleva en prisión desde aquel 29 de enero de 1979 (tenía 16 años) y no podrá volver a revisarse su petición hasta 2019, cuando tenga cerca de 60; seguramente siga entre rejas, pues jamás ha dado muestras de arrepentimiento o empatía con sus víctimas, y sin esa condición no le concederán la libertad.

¿Qué hubiera ocurrido en aquel instituto si en España se permitiera el acceso fácil a las armas de fuego?


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 19 de abril de 2015

1955 Y 1965, DOS MOMENTOS Y CUATRO CANCIONES ESENCIALES Hace nada menos que sesenta años (o sólo, según se mire) el inefable Chuck Berry publicó su primer disco; fue el inicio de todo este tinglado. Sólo una década después, con Dylan, Beatles y Rolling Stones, el rock muestra sus infinitas posibilidades

Seis décadas después de aquella iniciática canción, Chuck Berry, el Padre del rock & roll, sigue en escena y en forma con casi 90.
Toda novedad choca. Y ese sentimiento de rechazo debió experimentar la sociedad estadounidense cuando a mitad del siglo pasado aparecía algo que los jóvenes llamaban música y los no tanto definían como ruido. El rock había comenzado a girar alrededor del reloj algo antes, pero justo en 1955 un tipo del sur publicó su primer disco con una canción que señalaba el nuevo camino. Basándose en una pieza tradicional, Chuck Berry escribió y grabó ‘Maybellene’, canción que aportó bases, modos, fondos y formas en las que se basó todo el rock posterior, o sea, todo el rock. Un tipo que escribe sus propias canciones (por cierto, la mencionada venía originalmente firmada por otros dos, el periodista Alan Freed y otro, pues era esta una forma de pago por su difusión radiofónica), alguien capaz de crear estribillos pegadizos cantados a gran velocidad era aun algo nuevo; tan novedoso como lo que mostraba el hoy sexagenario ‘Maybellene’: melodía y estribillo simples y pegadizos, entrada de guitarra inconfundible y muy dinámica que se convirtió en paradigma, gran personalidad en lo sonoro y lo rítmico, sólo instrumental perfecto para retorcerse y dejarse llevar…, y para redondear la original oferta, la letra iba de coches, chicas, velocidad, todo irresistible para aquellos adolescentes (por cierto, al parecer ‘Maybellene’ era una vaca que protagonizaba canciones de cuna que de pequeño le cantaban). Todo era fresco, diferente, atrevido, tanto que la idea resultó irresistible para las siguientes generaciones en todo el planeta. En fin, con ese iniciático tema, Chuck no hizo sino mostrar modelos. Fue un momento clave, pues desde entonces no ha habido nadie que se dedicara a este negocio que no copiara algo suyo. Claro que él también se inspiró (mucho o menos) en lo que habían hecho otros.


Justo diez años después, en 1965, volvía a producirse otra ocasión para recordar, y esta vez hasta con tres protagonistas, Bob Dylan, The Beatles y The Rolling Stones, cada uno de los cuales presentó a la cultura del siglo XX brillantes y apasionantes posibilidades con otras tantas canciones.

Dylan lanzó en junio de ese año ‘Like a rolling stone’, un tema excelso en el que el autor marcó la silueta de la figura del cantautor (aunque Woodie Guthrie e incluso el desdichado Joe Hill ya habían dado los primeros apuntes); la letra ya no se queda en disfrutar, en beber y divertirse, en chicas y coches, nada de eso, sino que se vuelve profunda e incluso filosófica, pues el texto se burla cruel y cínicamente de aquella que era la reina de la fiesta y ahora no tiene ni casa: “¿Qué se siente al estar solo, sin domicilio, como un completo desconocido, como un vagabundo?”; asimismo, la música resulta sorprendentemente fácil de asimilar gracias a la melodía y a su atmósfera limpia; y finalmente se atreve con una duración inusitada, más de seis minutos. No cabe duda de que la aparición de esa pieza marcó un antes y después.

Apenas un mes después, The Beatles publicaban otra canción esencial, ‘Help’. Se trata de una tonada que engancha y no suelta, es decir, hay personas que la han escuchado muchos miles de veces y, sin embargo, agradecen y sienten algo especial cuando suenan sus primeros compases. La obra la integran esa brillante melodía y una letra que tampoco se conforma con explicar lo bonito que es todo, sino que representa una llamada de auxilio de alguien que se siente agobiado, sobrepasado por todo lo que le está pasando; Lennon escribió el texto y siempre tuvo un gran cariño por ese tema. Volvía a ser evidente que una buena partitura entra más profundamente cuando sustenta unos versos cargados de sentimiento sincero, y es presentada directamente y sin artificios. Dicho así la cosa parece fácil, pero en la práctica es extremadamente difícil…, como que hay que poseer un talento desbordante y, además, ilusión, ganas, trabajo..., no, no está al alcance de cualquiera. El pop y el rock giraron desde ese momento, modificándose el rumbo a la hora de componer y escribir.

Un poco antes, en mayo de aquel señalado 1965, The Rolling Stones proponían otra posibilidad: letra descarada, casi explícita y muy provocativa, junto a un riff de guitarra agresivo, desafiante, y con un sonido general más bien sucio, incluso ruidoso. Así es, ‘Satisfaction’ dice claramente: “lo intento, lo intento, lo intento…, pero no puedo conseguir satisfacción”; de este modo señalan que los más gamberros y protestones, los insatisfechos y los que nos se conforman, puede decirlo mediante el rock & roll, casi escupiendo, casi insultando. La potencia del ritmo, lo pegajoso del riff, la personalidad de la voz hicieron de este título otro emblema que fue como una señal que miles de jóvenes en todo el mundo comprendieron y siguieron.     

 No es casualidad que todos los mencionados son y serán tenidos como los verdaderos creadores de esa música surgida en el siglo XX que se convirtió en algo más, en algo  que modificó y dio pie a nuevos hábitos y culturas, negocios, inquietudes y artes. Como si el primero se hubiera encontrado con América y, gracias a ello, los otros tres dieron con el Pacífico, el Amazonas y California. Ellos hicieron el trabajo más difícil en esos dos momentos clave: 1955 y 1965.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 15 de abril de 2015

UCRANIA EQUIPARA Y PROHIBE LA HOZ Y MARTILLO Y LA ESVÁSTICA El parlamento ucraniano (y no es el único exsoviético que hace tal cosa) equipara la hoz y el martillo a la esvástica, o sea, el comunismo al nazismo, y los crímenes de unos a los de otros. Sorprendentemente, la noticia ha pasado casi desapercibida.

Esto ocurrió
De este modo, la cámara de Ucrania prohíbe la exhibición de ambos símbolos totalitarios, soviéticos y nazis, así como himnos, banderas y consignas comunistas, tan execrables como las de cualquier régimen totalitario y liberticida; la pena puede ser incluso de cárcel para quien exhiba enseñas o distintivos nazis o soviéticos. Además retira imágenes, monumentos, estatuas y calles que tuvieran que ver con personajes significados del comunismo soviético.

En realidad no puede sorprender mucho que Ucrania reniegue de todo lo que tenga que ver con el comunismo. Y es que en aquel país no se olvida el ‘holomodor’, la atroz hambruna que se llevó por delante a millones de ucranianos en 1932-33. Al respecto, los autores prosoviéticos (que apuntan a no más de millón y medio de muertos) afirman que el hambre se debió a la requisa de cosechas impuesta por el régimen colectivizador estalinista, que expropió tales cantidades de cereal que dejó sin recursos a millones de agricultores en toda la Unión Soviética, especialmente en Ucrania (la obsesión era exportar grano e importar maquinaria industrial); los autores antisoviéticos (que elevan la cifra de muertos hasta los diez millones) aseguran que el hambre fue provocada artificialmente para controlar al campesinado (que protestaba porque les confiscaban casi todo el producto de su trabajo), y para machacar cualquier atisbo de contestación al régimen. Asimismo también hay historiadores que se quedan en el medio y opinan que aquella catástrofe alimentaria (que, según las estimaciones más razonables, acabó con la vida de cuatro millones de personas) se debió a una combinación de ambas causas; también existen los que, defendiendo una u otra postura, añaden una mala cosecha. En cualquier caso, nadie se atreve a negar que fue el régimen bolchevique el responsable directo de aquella monstruosa mortandad (Rusia lo admitió hace años). Por ello, parece comprensible la animadversión que existe en este país para con todo lo que suene a comunismo. 
       
Ambos símbolos representan la negación de la libertad y los Derechos Humanos
La cuestión es si todas las ideas son respetables. ¿Es respetable la idea de la superioridad de la raza aria y que, por tanto, estén sus adeptos legitimados para exterminar a las demás? ¿Es respetable la idea de que los enemigos del proletariado y los capitalistas son parásitos que deben ser exterminados como tales? ¿Es respetable la idea de que el hombre es superior a la mujer y que, por tanto, ésta ha de estar sometida a aquel? ¿Es respetable la idea de que se puede pegar a la esposa para mantenerla bien sujeta? ¿Es respetable la idea de que para conseguir unos objetivos (sean políticos, económicos, territoriales…) se pueden poner bombas? La respuesta lógica a todas esas cuestiones no puede ser otra: no, y por tanto, no toda idea es respetable (en realidad lo que es respetable es cualquier persona, no cualquier idea).
Volviendo al asunto, la hoz y el martillo representan el comunismo, y siendo que el comunismo (al igual que cualquier totalitarismo) se impone y mantiene aplastando cualquier atisbo de disidencia (como se demuestra al examinar todos los países donde se implantó o se mantiene el comunismo), la hoz y el martillo representan la negación de los Derechos Humanos y de cualquier libertad. Además, si alguno de los países donde se implantó el comunismo hubiera respetado las libertades y los Derechos Humanos de su población, podría defenderse que ese modelo económico tenía respetabilidad o legitimidad; pero la realidad es que los gobiernos marxistas, estalinistas, maoístas… negaban (niegan) hasta la libertad para salir del país. En fin, es una obviedad que el comunismo es un régimen absolutamente liberticida, tanto como el nazismo; de hecho, desde un punto de vista político, uno y otro coinciden punto por punto, siendo la única diferencia el modelo económico: capitalista o planificado. 
 
Sin embargo, no está mal visto que un ciudadano que vive en un país democrático (imperfecto, sí, pero sin duda el sistema menos malo) se proclame con orgullo como comunista, pero nadie se atreve a significarse fascista abiertamente pues será insultado, menospreciado, acusado (lógicamente, merecidamente). La esvástica se identifica, como  es natural, con el terror de los campos de concentración, pero hoz y martillo no se asocia a las purgas y los gulags. Y ello a pesar de que ambas ideologías causaron (causan) millones de víctimas y que coinciden en su desprecio por cualquier tipo de libertad. Por otro lado, cualquiera de los que hoy defienden el comunismo marxista leninista, estalinista o de cualquier tipo, fácilmente hubiera sido víctima de las purgas de Stalin, la Purga y la Gran Purga que diezmaron el ejército, el Politburó, el Komintern, el NKVD, el Partido Comunista de la Unión Soviética (Pcus), comisarios políticos o humildes agricultores…, o sea, proclamarse comunista en la URRS no era garantía de tranquilidad; es más, no pocos de los que acusaron y sentenciaron fueron luego  acusados y ejecutados, incluyendo nombres tan sonoros como Beria o Yagoda.    
En fin, el Parlamento Ucraniano (y los de otras repúblicas exsoviéticas) se sacude prejuicios, complejos y miedos y pone los puntos sobre la íes: comunismo equivale a nazismo, campo de concentración es lo mismo que gulag, la Gestapo es igual que el KGB, hoz y martillo significa lo mismo que esvástica…, y ambos símbolos son totalmente contrarios a democracia (de hecho, no hay que olvidar que Hitler y Stalin firmaron en 1939 el acuerdo ‘Ribbentrop-Molotov’). Tan horrible e indeseable es una cosa como la otra, y los testimonios de las víctimas de una y otra ponen los pelos de punta de idéntica manera (se sabe de casos de algunos desdichados que estuvieron en Siberia y en Auswitz). A pesar de ello hay ciudadanos que justifican o desprecian a las víctimas de un lado a la vez que se compadecen de las del otro.

Y ya no es el primer parlamento en dejarlo escrito.      

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 12 de abril de 2015

CADÁVERES BIEN PARECIDOS Y ROCKEROS VEJETES Muchos nombres relevantes de la historia del rock se quedaron muy pronto en la cuneta; otros, por el contrario, han aguantado carros y carretas y se encaminan apaciblemente a los ochenta o los noventa años sin bajarse del escenario.

El septuagenario Keith Richards hoy. Quién diría que los vejetes no sienten
el rock & roll
“Vive deprisa, muere joven y tendrás un cadáver bien parecido” es un proverbio que se atribuye al escritor Truman Capote, que se dice voceó Mick Jagger en los sesenta y que la convulsión punk se apuntó. Sin embargo, aunque muchos hicieron caso a aquel dicho (casi todos involuntariamente), la mayoría de quienes triunfaron en este negocio prefirieron esperar todo lo posible para dejar cadáver…      

La lista de caídos del rock es ciertamente extensa, ya que comenzó a escribirse desde sus primeros balbuceos. Aún en los cincuenta, con el nuevo estilo en formación, se producen bajas de músicos destinados a la posteridad, como los de la catástrofe aérea. Desde entonces han sido muchos los rockeros que se fueron antes de tiempo, a causa principalmente de los excesos y de la carretera. Por otro lado, aunque cada una de las últimas seis décadas tiene su lista negra, lo cierto es que las leyendas más sólidas y los héroes caídos más venerados se concentran sobre todo en los sesenta y los setenta.

Asimismo resulta de lo más curioso comprobar cómo los 27 años es una edad crítica para quienes se dedican a este negocio; el denominado ‘Club de los 27’ muestra un buen número de históricos del rock que interrumpieron para siempre su carrera en ese momento; todo aficionado tiene en mente a Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison, a Kurt Cobain o a Amy Winehouse; pero el caso es que no fueron los únicos que abandonaron a esa edad, como el pionero del blues Robert Johnson o el fundador de Canned Heat Alan Wilson; y los mismos tenía cuando desapareció de la faz de la tierra sin dejar rastro el letrista de Manic Street Preachers, Richey James Edwards, al que se dio oficialmente por muerto en 2008, 13 años después de que fuera visto por última vez. Ah!, y también la cantante y compositora española de los setenta Cecilia dejó su vida a esta edad. Y ya que se habla de españoles, es imposible olvidarse de Eduardo Benavente, que apenas contaba 21 cuando se estrelló; y también merece un recuerdo Manolo Fernández, teclista de Los Bravos, que no pudo soportar la muerte de su esposa (embarazada de su primer hijo) en accidente de coche que él conducía, y se descerrajó un tiro con apenas 26. 

La lista del fatídico club no termina ahí. Y además también están los que palmaron antes incluso. Inmediatamente viene a la mente el autodestructivo bajista de Sex Pistols Syd Vicious, los  pioneros RitchieValens, Big Bopper y Buddy Holly, el depresivo Ian Curtis… Y con pocos años más se fueron el icónico batería de The Who Keith Moon, el fabuloso Hank Williams, el poderoso John ‘Bonzo’ Bonham, el pequeño genio del glam Marc Bolan o el aguardentoso vocalista de AC DC Bon Scott. Evidentemente no se puede citar a todos, ni siquiera a la mayoría, de hecho, la enumeración de músicos de rock que apenas alcanzaron la treintena y que, por tanto, no llegaron ni a la mitad de la vida, llevaría muchas páginas.

Por el contrario, afortunadamente, hoy día son muchos los venerables vejetes que mantienen la dignidad del rock en la tercera edad. El calavera de Keith Richards (72 añazos) declaraba recientemente que “mientras tenga ganas y haya gente que escuche, seguiré”, y en términos parecidos se manifiesta su colega Mick Jagger (otros tantos). El inagotable McCartney cumplirá pronto 73 y no sólo no tiene intención de abandonar la escena, sino que publica nuevo material, actúa con regularidad y se atreve a colaborar con veinteañeros; y Ringo tampoco abandona. Es más, uno de los inventores del rock & roll, el sin par Chuck Berry, está a punto de convertirse en nonagenario, pero apenas hace unos años volvió a pasear por Europa y Estados Unidos su emblemático ‘Johnny B. Good’, y se le puede ver actuando todos los miércoles en su bar de Saint Louis. Ochenta cumple pronto su compañero Jerry Lee Lewis, ‘The Killer’, que el año pasado seguía quemando su piano por esos escenarios. Roger Daltrey y Pete Townshend también son septuagenarios y lo de retirarse no es cosa que se planteen. Siete décadas cuenta también ‘El león de Belfast’, Van Morrison, que el año pasado editaba su disco número 34 y ya tiene fechas firmadas para el verano del presente (2015). Casi tres cuartos de siglo contemplan al cantautor por excelencia, Bob Dylan, quien a pesar del desgaste de su voz, se mete entre pecho y espalda cien conciertos anuales desde 1988 (‘La gira interminable’ la llama él). Por suerte, en resumen, también es amplísima la nómina de venerables ancianos que mantienen su magia y atractivo y, de ninguna manera, piensan en la jubilación.

¿Qué hubieran aportado aquellos jóvenes de no haber sido tocados por La Parca antes de tiempo? Imposible imaginárselo. Sólo puede afirmarse que la cosa del rock hubiera sido distinta. Pero lo bueno del caso es que todos esos abueletes (Jagger es bisabuelo) siguen teniendo rock & roll circulando por sus venas. Al menos tanto como el que tenían aquellos desdichados. ¿Quién ha dicho que es un desdoro para un rocker morir viejo y en la cama? 

CARLOS DEL RIEGO

(Dedicado a la memoria de Jesús del Riego, otro joven rocker malogrado)

miércoles, 8 de abril de 2015

LALO SE FUE SOLO Y EN SILENCIO, EL AVIADOR CON ESTRÉPITO CRIMINAL El exjugador de baloncesto Lalo García se marchó humildemente e inculpándose injustamente. El copiloto alemán quiso llevarse consigo a centenar y medio de inocentes y metiendo mucho ruido. Lalo despierta compasión, el otro desprecio.

El desdichado Lalo García, a diferencia del criminal piloto alemán, se fue solo y en silencio
Lao García se fue él sólo, atormentado por haber llevado a la ruina a familiares y amigos, incluso a sí mismo (habrá otras causas, pero todo señala a ésta como la principal). Se fue de casa sin decir nada a nadie, desapareció en silencio, sin meter ruido, casi pidiendo perdón a aquellos a los que creía haber defraudado, casi ofreciendo su vida como compensación. El desdichado exjugador debió pasar un auténtico infierno. Sí, hubo de retirarse del baloncesto antes de tiempo a causa de las lesiones y, como sucede en demasiadas ocasiones, las cosas no le fueron todo lo bien que él merecía fuera de la cancha; pero (según cuentan quienes estaban cerca) el motivo determinante de su tragedia interior fue el desasosiego y pesadumbre que le produjo el hecho de haber aconsejado a amigos y familiares una inversión que resultó catastrófica; sin embargo, hay que tener en cuenta que él lo hizo con toda la buena fe del mundo. En pocas palabras, pensó más en los otros que en sí mismo.   

El copiloto alemán quiso irse con estrépito, llevándose con él a casi 150 personas totalmente ajenas a sus pensamientos y preocupaciones. Si Lalo se sentía culpable (sin serlo), el alemán culpaba a todos los demás de la posibilidad (o la certeza) de perder su licencia, y si él no podía guiar aviones, su enfermiza vanidad le persuadió para matarse del modo más escandaloso posible, del modo más criminal e inhumano. Este tipejo no merece la mínima empatía, y bien puede comparársele con los islamistas que estrellaron los aviones contra aquellas torres acabando con la vida de miles de inocentes; en ambos casos la causa de la barbarie fue el fanatismo: los islamistas sacrificaron a todos aquellos por una demencial religiosidad, el aviador por una no menos enloquecida vanidad, ya que llegó a decir a sus allegados que el mundo recordaría su nombre.

Al contrario que el primero, el segundo no sólo no pensó en nadie más que en él; conscientemente, intencionadamente, premeditadamente asesinó a 150 hombres, mujeres y niños, y hubiera segado 150.000 vidas si hubiera tenido ocasión; no soportaba la pronta retirada de su carnet de conducir aviones y se vengó (preventivamente) golpeando, destrozando a sus semejantes. Y no sirve de escusa su desarreglo mental, pues la meticulosidad y frialdad con que preparó y ejecutó su perverso y crudelísimo plan muestra un individuo que sabe perfectamente lo que hace, que es perfectamente consciente de sus actos y sus consecuencias.  
  
Lalo García se echó a su espalda toda la culpa, mientras que el otro culpó al resto del mundo. El entrañable Lalo será siempre recordado con emoción y cariño. El estúpido aviador será siempre maldito y su recuerdo dará asco.    
    

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 5 de abril de 2015

LA MÚSICA PUEDE SER INSTRUMENTAL, EL RAP NO, Y POR ESO EL RAP NO ES MÚSICA Aunque suene en los mismos lugares y utilice los mismos soportes, la realidad es que el rap (disciplina muy respetable, por otro lado) de ningún modo puede considerarse música, sino poesía callejera.

El rap no es música sino poesía, y por eso el rapero recita pero no canta
La irrupción de la música rock & roll a mediados de los cincuenta del siglo pasado supuso, además de nuevas posibilidades para otros ámbitos culturales en todo el mundo, la apertura de múltiples puertas que mostraron nuevos caminos por los que se iniciaron los diversos subgéneros; es decir, aquel tronco fue origen para abundantes ramas. Pero el caso es que también se adosaron al tronco elementos ajenos a su esencia, algo así como parásitos que nada tienen que ver con la naturaleza principal del ya sexagenario género musical. El principal huésped indeseado es el rap.

Ocurre en ocasiones que una actividad consigue introducirse en lugares que no le corresponden y adquiere así una condición que le es absolutamente impropia. En el terreno artístico, por ejemplo, hay supuestas obras de arte que se exhiben como enormes hallazgos en centros de arte contemporáneo, ‘cosas’ que muestran tanto talento como el vaso medio lleno de agua que, asombrosamente, inconcebiblemente, se pretende tenga el mismo estatus que un goya, un bernini o un gaudí; sin embargo, por mucha palabrería vacua, por mucha retórica petulante que suelten mequetrefes envanecidos, el vaso con agua es lo que es, y no es arte. Y qué se puede decir de especialidades incluidas en el programa olímpico como la natación sincronizada, el patinaje artístico o la gimnasia rítmica que, en realidad, en puridad, no son deportes; así, en este sentido hay que recordar que una competición deportiva no se decide en función de valores como belleza, coreografía, sincronización, elegancia…, que son imprescindibles en las artes escénicas, en la danza, en los mencionados falsos deportes, pero que ni cuentan ni sirven en el auténtico deporte: un gol vale igual sea un churro tras tres rebotes o una maravilla de combinación y ejecución, da igual que sea una preciosidad o una chapuza. De modo que, al igual que aquello no debería tenerse por arte ni esto por deporte, el rap no puede considerarse música.

No, el rap no es música por varias razones. La música puede ejecutarse de modo instrumental: cualquier pieza musical (folk, jazz, clásica, rock, medieval, infantil…) posee una melodía y, por tanto, puede reproducirse con un gran piano o con una humilde flauta. Igualmente, uno puede tararear, silbar o canturrear canciones o fragmentos melódicos. Sin embargo, resulta imposible tararear rap o tocarlo de manera instrumental, y si no puede ser instrumental no puede ser música.

Reflexionando sobre el asunto se puede llegar fácilmente a la conclusión de que la música no necesita de letra para ser música, sin embargo, la letra sin música no puede llamarse música; por ello, un texto precisa irremediablemente acoplarse a una secuencia melódica para formar parte de una creación musical. En fin, la letra sin más puede definirse como poesía o prosa, pero en ningún caso música; y se puede completar la explicación dándole al rap la etiqueta que le corresponde: poesía callejera, que también tiene su mérito. El hecho de que cuenten con una base rítmica o acompañamiento musical no convierte los versos en canción.

Una anécdota resulta oportuna. En el transcurso de un festival de música pop en España, dos veteranos de los sesenta de la pasada centuria explicaban la evolución del género durante una rueda de prensa; así, el rock & roll era una botellita de agua, el pop de los sesenta otra, el heavy otra…, y cuando llegó el turno del rap, uno de ellos tiró la botellita con rabia y desprecio hacia atrás negándole la condición de música. Y es que todo autor de canciones sabe de la dificultad de encajar versos en una partitura, y le fastidia que los raperos sean considerados músicos, pues las rimas que estos escriben se declaman, se recitan, se interpretan, pero no se cantan. Y si no se puede cantar…
  

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 2 de abril de 2015

DESPELLEJAR DEPORTISTAS EN LA RED, EL NUEVO DEPORTE Durante la primera década del presente siglo el deporte español adquirió un enorme protagonismo a escala global, pero aunque resulte increíble muchos españoles sufrían con sus éxitos y esperaban ansiosos sus derrotas

Muchos de sus compatriotas desconfían de sus éxitos y se alegran de sus derrotas. En realidad esa inquina hacia Nadal procede de la envidia
Jugadores y deportistas hispanos de especialidades individuales y por equipos triunfaban un día sí y otro también. Pero como es lógico, no se puede ganar siempre, tarde o temprano se pierde. Lo curioso es comprobar cómo el paso del éxito arrollador a la derrota sin paliativos es celebrado no ya por los que antes no ganaban (y sus compatriotas), sino por los que se supone deberían apoyar a sus deportistas. Por otro lado, aunque no es representativo del sentir general, sí resulta ilustrativo echar un vistazo por los distintos foros y revisar comentarios, puesto que muestran lo mal que sienta a algunos españoles la victoria de otros españoles; también queda patente la falta de información, cultura, conocimiento y muchas veces de educación que evidencian muchos de los que se permiten dejar por escrito sus sandeces, incoherencias, inquinas y disparates en internet; la mayoría no piensa antes de escribir, de modo que seguro que una vez que ha reflexionado, preferiría no haber escrito, aunque también hay quien, sin más, rara vez ejercita su materia gris.  
  
Nadal, Alonso, Casillas (por citar tres ejemplos) son deportistas que causan admiración en todo el mundo, y aunque existen aficionados que prefieren el estilo de otros o sus simpatías van hacia otro lado, fuera de España se les ve como a grandes estrellas que exceden el plano deportivo. Sin embargo, por increíble que parezca, muchos de sus compatriotas los menosprecian, minusvaloran sus victorias y se alegran de sus derrotas. Es este un fenómeno digno de estudio que, si se analiza, puede llevar a la conclusión (una de ellas) de que no hace sino seguir una especie de tradición antiespañolista que se mantiene casi exclusivamente en España: esa que dice que lo español es lo peor, esa que proclama que los protagonistas hispanos que ha ido dejando la Historia son farsantes, ladrones o asesinos, esa tradición narcisista-pesimista que hace que ese español se sienta el centro del mundo para mal (cuando, en realidad, en todas partes cuecen habas). No es que los nacidos aquí sean muy diferentes a los del resto del planeta, pero sí es cierto que hay muchos nativos españoles que, siguen viviendo en el pasasdo, de modo que identifican la bandera roja y amarilla como la del enemigo, por lo que todo el que luche bajo esa enseña o se pronuncie representado por ella ha de ser forzosamente merecedor de odio y desprecio.

Otra modalidad de anti la integran los envidiosos (condición que no excluye la mencionada alergia a todo lo español), los que animados por una envidia pura disfrutan cuando a esos deportistas las cosas no les salen bien; es una inquina sin motivo ni razón, pero profunda y exaltada, una aversión cercana al odio, como si el español triunfante le hubiera causado alguna ofensa personal, como si le hubiera robado los ahorros o la novia. Sin embargo, esa envidia pura y esencial es producto de la mediocridad, ya que los éxitos y el reconocimiento mundial (más incluso que el dinero que ganan) les molesta porque (entre otras oscuras y difusas sinrazones) les hace ver su mediocridad.

De Nadal se dice en no pocos sitios de debate que sus triunfos se deben a que se dopa o que le ponen rivales fáciles (¿), y cuando deja de jugar por lesión gritan que es una pantomima para huir de controles…, como si todas las agencias antidopaje (que le levantan de la cama incluso de madrugada) hicieran continuas excepciones con el tenista; además, cuando pierde no dudan en subrayar que “ya lo decía yo: es un maleta” a pesar de las opiniones de rivales y especialistas. Lo de Casillas viene de la acusación de uno de los personajes más falsos, engreídos y antideportivos que ha pasado por el mundo del fútbol, un entrenador que propaló una trola que arraigó entre los propensos a dejarse llevar y traer por mesías y caudillos; de esta manera, éstos sólo verán los errores del futbolista y negarán sus aciertos y méritos. Alonso cae mal a mucha gente, algo perfectamente aceptable, pero el caso es que esa antipatía, esa desafección llega en algunos casos a convertirse en una especie de filtro que impide ver o dar valor a sus logros.

Por todo ello, no es creíble que la Agencia Americana Antidopaje persiguiera a un icono estadounidense como Lance Armstrong hasta destruir su palmarés, su credibilidad y su futuro y, a la vez, mire para otro lado con Nadal. No es razonable creer a quien ha dado sobradas muestras de su catadura moral, ni lo es desconfiar de quien ha mostrado fidelidad y sinceridad a lo largo de su carrera, y todo ello sólo porque Casillas tiene amigos fuera de su equipo. E igualmente no es sensato afirmar que es un manta un doble campeón mundial de Fórmula 1 (3 veces sub y otra tercero) que ha obtenido 97 podios y 33 victorias, un chófer de carreras que desde hace siete años es elegido como mejor, segundo o tercer mejor piloto por los directores de todos los equipos; que sea borde o incluso soberbio (habría que ver cómo se comportarían sus detractores en su caso) no está reñido con sus cualidades en la pista; por ejemplo, es lógico decir que Ronaldo es engreído, egoísta y vanidoso, pero sus defectos (quien no los tenga…) no han de tapar sus indudables y abundantes virtudes deportivas.   
    
A los mencionados se pueden añadir Paul Gasol (a quien no pocos daban por acabado), del Bosque y la selección de fútbol (cuyas derrotas se califican como desastres “porque lo que importa es el resultado” y sus victorias como torpes “porque no basta sólo con ganar”), Alberto Contador y algunos otros.    

En fin, todo el que por sistema detesta a sus compatriotas, a su historia, a su país, al sistema, a la sociedad, no caerá en la cuenta de que a quien desprecia en realidad es a sí mismo y con quien está insatisfecho es consigo mismo. 


CARLOS DEL RIEGO