Puede que esto, chips en el cerebro, no esté lejos. |
La tecnología avanza a tal velocidad que, en algunos
casos, se adelanta incluso al propio pensamiento. Científicos están
investigando cómo convertir todo el contenido del cerebro (recuerdos, ilusiones
e inquietudes, conocimientos y experiencias, gustos, sentimientos…) en datos
informatizables y, por tanto, almacenables en dispositivos electrónicos; de
este modo, toda esa masa de datos puede ser transferida a una máquina o a otro
cerebro. Imagínese que todo lo que contienen las neuronas de una persona que
muere se trasplanta a un disco duro, ¿cómo se sentirá ese ente?, ¿tendría
derechos?, ¿será consciente de que ya no es persona?, ¿necesitará volver a otro
cuerpo o le valdrá con un artilugio autónomo?, ¿qué se pensaría al tener
conciencia de ser pero no poder hacer, no poder salir, no poder estar? Es más,
también hay quien augura (ya hay laboratorios trabajando en ello) que no pasará
mucho antes de que se puedan implantar chips en el cerebro con casi infinitas
aplicaciones; en este sentido, ya se han realizado experimentos de conexión
entre dos cerebros que (así lo afirman los sujetos del experimento)
consiguieron comunicarse sensaciones e incluso órdenes.
Aparte de las cuestiones puramente tecnológicas del
tipo de si es posible o no y cuándo, aparte de los posibles problemas
fisiológicos o anatómicos, se plantean infinitas cuestiones éticas y morales.
Por ejemplo. Actualmente ya se están implantando chips en la cabeza conectados
a las neuronas, de modo que no faltará mucho para que se puedan crear sinapsis
(conexiones) entre las neuronas y un dispositivo completo, como un teléfono
móvil con todas sus aplicaciones, posibilidades y funciones; incluso todo el
teléfono podría estar adherido a las circunvoluciones cerebrales. De este modo,
el individuo ya no tendría que teclear los mensajes, ni siquiera pronunciarlos
de viva voz, sino que sólo con el pensamiento se podrá construir el mensaje y
enviarlo; así, las personas podrán comunicarse sin abrir la boca, ya estén
frente a frente o a kilómetros de distancia; esto sería una forma de telepatía.
El problema es que si toda la sesera (con toda su información) está enchufada a
un móvil, al igual que con éste, cualquiera podría descargar los datos que
desee, de modo que ya no habrá secretos que guardar, y todo el mundo podrá
acceder a todo el mundo (si hoy se derriban barreras informáticas y se
descifran contraseñas…). Así, no se podrá mentir, la policía sólo tendrá que
conectar un cable al coco del sospechoso y ‘leer’ qué piensa o dónde estuvo el
día tal a tal hora; esposa y esposo no se afanarán en buscar indicios de
infidelidad, pues bastará encontrar el momento para descargar información de la
mollera del consorte; no será preciso estudiar, ya que sólo será necesario copiar
y pegar datos para convertirse en experto en todas las ramas del saber…, y así
en todas las cuestiones que uno quiera imaginar.
El caso es que al ser todos potencialmente como
libros abiertos, al estar permanentemente localizados, visualizados,
monitorizados, será sencillísimo controlar y manipular a la ciudadanía (con la
actual tecnología ya se puede espiar y saber de millones de personas). Y así,
continuando con tan imprudente y atrevida especulación, puesto que será
imposible esconder nada en el encéfalo, será muy difícil tomar la decisión de
hacer algo contra la ley, mentir y exponer excusas, portarse mal, ser
hipócrita, estar secretamente enamorado, tener ideas, deseos, inquietudes,
intenciones, sentir…, puesto que todo quisque tendrá el convencimiento, la
certeza de estar siendo permanentemente observado. Todo el mundo actuará del
mismo modo, todo el mundo será perfectamente previsible y las emociones terminarán
por desaparecer, pues al poder ser desvelado el pensamiento se tenderá a
utiliza la inteligencia como la utilizan las máquinas: de modo frío, práctico,
idéntico, carente de ideas, gustos, sentimientos. De este modo, la persona
habrá perdido su capacidad de decisión, o sea, el libre albedrío, el poder
escoger libremente entre hacer el bien o hacer el mal, eso que hace hombre al
hombre, eso que hace buenas y malas personas. No habrá nada de eso, ese
concepto de bueno y malo habrá desaparecido. Todos pensarán y se conducirán
igual, pues todos estarán enchufados al procesador central. Hormigas.
La tecnología es una herramienta, un instrumento,
igual que la energía nuclear o un cuchillo, no es buena ni mala, sino que todo
depende de cómo y con qué fin se use; pero el caso es que la experiencia nos
dice que si se puede hacer un uso perverso de algo, alguien lo hará. Los
implantes cerebrales pueden conseguir que un ciego vea, pero también conocer lo
que hay guardado entre los surcos, lóbulos y circunvoluciones de cada uno.
Sea como sea, todo es pura especulación. Como cuando
hace mil años se especulaba con el final del océano o sobre cómo se sostiene la
luna.
CARLOS DEL RIEGO
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