OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 5 de febrero de 2014

HACIA LA DIGITALIZACIÓN DEL PENSAMIENTO El río ya empieza a sonar. No están lejos los implantes de chips en el cerebro ni la posibilidad de convertir todo el contenido de una mente en gigas y gigas de datos; luego se metería todo en un archivo informático y se podría descargar, ya en otro cerebro ya en un dispositivo electrónico. La cosa no deja de resultar inquietante.

Puede que esto, chips en el cerebro, no esté lejos.
La tecnología avanza a tal velocidad que, en algunos casos, se adelanta incluso al propio pensamiento. Científicos están investigando cómo convertir todo el contenido del cerebro (recuerdos, ilusiones e inquietudes, conocimientos y experiencias, gustos, sentimientos…) en datos informatizables y, por tanto, almacenables en dispositivos electrónicos; de este modo, toda esa masa de datos puede ser transferida a una máquina o a otro cerebro. Imagínese que todo lo que contienen las neuronas de una persona que muere se trasplanta a un disco duro, ¿cómo se sentirá ese ente?, ¿tendría derechos?, ¿será consciente de que ya no es persona?, ¿necesitará volver a otro cuerpo o le valdrá con un artilugio autónomo?, ¿qué se pensaría al tener conciencia de ser pero no poder hacer, no poder salir, no poder estar? Es más, también hay quien augura (ya hay laboratorios trabajando en ello) que no pasará mucho antes de que se puedan implantar chips en el cerebro con casi infinitas aplicaciones; en este sentido, ya se han realizado experimentos de conexión entre dos cerebros que (así lo afirman los sujetos del experimento) consiguieron comunicarse sensaciones e incluso órdenes.

Aparte de las cuestiones puramente tecnológicas del tipo de si es posible o no y cuándo, aparte de los posibles problemas fisiológicos o anatómicos, se plantean infinitas cuestiones éticas y morales. Por ejemplo. Actualmente ya se están implantando chips en la cabeza conectados a las neuronas, de modo que no faltará mucho para que se puedan crear sinapsis (conexiones) entre las neuronas y un dispositivo completo, como un teléfono móvil con todas sus aplicaciones, posibilidades y funciones; incluso todo el teléfono podría estar adherido a las circunvoluciones cerebrales. De este modo, el individuo ya no tendría que teclear los mensajes, ni siquiera pronunciarlos de viva voz, sino que sólo con el pensamiento se podrá construir el mensaje y enviarlo; así, las personas podrán comunicarse sin abrir la boca, ya estén frente a frente o a kilómetros de distancia; esto sería una forma de telepatía. El problema es que si toda la sesera (con toda su información) está enchufada a un móvil, al igual que con éste, cualquiera podría descargar los datos que desee, de modo que ya no habrá secretos que guardar, y todo el mundo podrá acceder a todo el mundo (si hoy se derriban barreras informáticas y se descifran contraseñas…). Así, no se podrá mentir, la policía sólo tendrá que conectar un cable al coco del sospechoso y ‘leer’ qué piensa o dónde estuvo el día tal a tal hora; esposa y esposo no se afanarán en buscar indicios de infidelidad, pues bastará encontrar el momento para descargar información de la mollera del consorte; no será preciso estudiar, ya que sólo será necesario copiar y pegar datos para convertirse en experto en todas las ramas del saber…, y así en todas las cuestiones que uno quiera imaginar.

El caso es que al ser todos potencialmente como libros abiertos, al estar permanentemente localizados, visualizados, monitorizados, será sencillísimo controlar y manipular a la ciudadanía (con la actual tecnología ya se puede espiar y saber de millones de personas). Y así, continuando con tan imprudente y atrevida especulación, puesto que será imposible esconder nada en el encéfalo, será muy difícil tomar la decisión de hacer algo contra la ley, mentir y exponer excusas, portarse mal, ser hipócrita, estar secretamente enamorado, tener ideas, deseos, inquietudes, intenciones, sentir…, puesto que todo quisque tendrá el convencimiento, la certeza de estar siendo permanentemente observado. Todo el mundo actuará del mismo modo, todo el mundo será perfectamente previsible y las emociones terminarán por desaparecer, pues al poder ser desvelado el pensamiento se tenderá a utiliza la inteligencia como la utilizan las máquinas: de modo frío, práctico, idéntico, carente de ideas, gustos, sentimientos. De este modo, la persona habrá perdido su capacidad de decisión, o sea, el libre albedrío, el poder escoger libremente entre hacer el bien o hacer el mal, eso que hace hombre al hombre, eso que hace buenas y malas personas. No habrá nada de eso, ese concepto de bueno y malo habrá desaparecido. Todos pensarán y se conducirán igual, pues todos estarán enchufados al procesador central. Hormigas.

La tecnología es una herramienta, un instrumento, igual que la energía nuclear o un cuchillo, no es buena ni mala, sino que todo depende de cómo y con qué fin se use; pero el caso es que la experiencia nos dice que si se puede hacer un uso perverso de algo, alguien lo hará. Los implantes cerebrales pueden conseguir que un ciego vea, pero también conocer lo que hay guardado entre los surcos, lóbulos y circunvoluciones de cada uno.   

Sea como sea, todo es pura especulación. Como cuando hace mil años se especulaba con el final del océano o sobre cómo se sostiene la luna.   


CARLOS DEL RIEGO

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