Así estaba parcelada España hace medio siglo, de un modo mucho más acorde con la historia que como está hoy. |
A pesar de lo que proclamen
algunos (sobre todo algunos que no estuvieron allí), el período de la
Transición española fue un proceso muy positivo, con sus sombras, pero en
general fue muy beneficioso para el país, pues el paso de dictadura a
democracia se llevó a cabo de un modo bastante tranquilo y, en consecuencia,
con buenos resultados; y ello a pesar de que muchos querían derribar la casa
vieja antes de tener la nueva lista para ser habitada, lo que hubiera sido una
catástrofe, como se demostró al terminar la segunda Guerra del Golfo. Pero no
todo lo que se hizo en la Transición ha resultado beneficioso a medio plazo,
siendo el ejemplo más significativo y evidente la distribución que se hizo del
territorio, o sea, las comunidades autónomas.
De hecho, parodiando la película
de Rafael Gil del año 1983, más que autonomías lo que se fabricaron fueron
autonosuyas, suyas porque fueron un invento de los políticos, que vieron en esa
multiplicación de sillones, destinos, cargos y puestos una gran oportunidad
para situarse social y políticamente (y esto pensando bien). Pero lo peor fue
el dibujo autonómico, realizado con parámetros similares a los que dirigieron
el reparto de las nuevas colonias por parte de las potencias occidentales en
época del colonialismo (segunda mitad del XIX); así, los países europeos se
dividieron el botín del continente africano según sus intereses, creando
fronteras donde no las había y partiendo territorios habitados por las mismas
etnias, con idénticas cultura y tradición, sin tener para nada en cuenta a
quienes allí vivían; de igual modo, no pocos del medio millón de kilómetros
cuadrados del país se distribuyeron pensando en las exigencias e intereses de
algunos y debiendo amoldarse el resto a ellos, con lo que se forzaron
comunidades y, como guinda, se inventaron denominaciones.
Como es sabido, para otorgar
autonomía a las regiones con dos lenguas oficiales se optó por lo que se llamó
‘café para todos’, o sea, atribuir similares prerrogativas a todos los
territorios, lo que conllevó la creación de comunidades autónomas sin verdadero
sentido. Y a todo esto, los políticos encantados, pues en lugar de uno, habría
17 presidentes y otros tantos gabinetes ministeriales, secretarios de estado,
subsecretarios, asesores, directores de área…, lo que significaba miles de
canonjías vacías a la espera del más listo.
Desde entonces la provincia de
Madrid no es Castilla por decreto, aunque la historia diga lo contrario; para
la de Murcia (que mucho tiempo formó dúo con Albacete) no se encontró socio y
se la dejó sola; la de Santander pasó a llamarse Cantabria, recuperando un
nombre que tuvo parte de este territorio en el XVIII, pero olvidando que con
ese término llamaron los romanos a los habitantes de casi toda la cornisa; y la
de Logroño eligió La Rioja que, a diferencia de la anterior, nunca había sido
así conocida, siendo que la afamada comarca enológica excede los límites de la
provincia (claro que cada uno puede llamarse como quiera). Si a estas
provincias-comunidades autónomas se les suma Asturias (la única que tiene
verdadera entidad desde siempre) uno se topa con cinco provincias que también
son lo otro, con lo que tendrán todas las instituciones provinciales y todas
las regionales (amén de las municipales, comarcales…); ah, y sin olvidar
ciudades autónomas, Ceuta y Melilla. O sea, presidentes y vicepresidentes,
consejeros y docenas de cargos más para cada una de esos siete entes. Un chollo
para los que trabajan por amor a su tierra a cambio de unos pingües honorarios,
pero no hay que olvidar que amor por dinero tiene un nombre...
Parcelada totalmente contra natura
es Castilla y León; para empezar, casi toda la población española omite la ‘y’,
conjunción que indica que esta entidad política la integran dos realidades
históricas, León y Castilla, de modo que cuando se prescinde de la ‘y’ se
convierte a León en algo así como un mote de Castilla necesario para
diferenciarla de la otra Castilla (La Mancha sí que es un mote, un apelativo,
un distintivo). En el mismo sentido está lo de castellanoleoneses, palabreja
inexistente y mentirosa, pues si esta comunidad la integran dos territorios,
lógico es que sus habitantes sean leoneses y castellanos. Además, el
menosprecio al reino más antiguo de España se produce siempre que se habla de
‘las dos castillas’, pues se da a entender que el territorio del Viejo Reino de
León es parte de Castilla, y no lo es. Hace medio siglo existían Castilla la
Vieja (Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila), Castilla la Nueva
(Madrid, Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara) y León, que comprendía
León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia, y luego sólo las tres primeras,
pasando las otras dos a Castilla la Vieja. Se trata de una distribución mucho
más lógica y con verdadera base histórica y geográfica (la única excepción
sería la provincia de Cantabria). Por cierto, Guadalajara tiene tanto de La
Mancha como Orense.
Lo del estado de las autonomías
fue la parte más fea y menos acertada de la Transición, por lo que es hora de
volver a pensar y, si es el caso, rediseñar el territorio y eliminar
comunidades costosísimas y absolutamente innecesarias para todos menos para
quienes viven a su costa y que, siempre, sueñan con convertir las autonosuyas
en verdaderos reinos de taifas. El ahorro sería enorme e inmediato.
CARLOS DEL RIEGO
No es cierto que con el nombre de Cantabria llamaran los romanos a todo el norte peninsular. Los límites más amplios de Cantabria por la costa fuero entre Castro Urdiales y el Sella. Por tanto, la actual Cantabria tiene todo el derecho a usar ese nombre, el que siempre se ha usado por cierto entre los cántabros, reclamado históricamente en vez del horrible nombre de "Provincia de Santander". Afortunadamente, hoy somos oficialmente lo que siempre hemos sido socialmente: Cantabria.
ResponderEliminarAmigo lector: nadie pone en duda al derecho de utilizar el nombre que se desee, no es ese el asunto del texto; como digo Cantabria recuperó un nombre que ya tuvo, además, siempre se dijo cántabros como gentilicio de los nacidos en la antigua provincia de Santander (por cierto, a mi no me parece un nombre tan feo). El tema es que se han multiplicado los gobiernos; Cantabria, por tanto, ha de pagar un gobierno por cada ayuntamiento, un gobierno provincial, un gobierno autonómico y un gobierno central. Este es el asunto. Gracias. Un saludo
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