El ímpetu con que se intentó arrasar el muro tras el colapso de la URSS se ha trocado en empeño por conservarlo |
Durante casi 30 años, desde 1961 hasta 1989, una aplastante
mayoría de alemanes de uno y otro lado hubieran hecho lo que fuese para
derribar el muro de Berlín. Sin embargo, ahora es al revés, casi todos los
alemanes y todos los visitantes están por la conservación de tan emblemática
tapia igual que hace unas décadas estaban dispuestos a dinamitarla, derruirla, destruirla,
o al menos a traspasarla. No deja de resultar curioso que aquello que fue tan
odiado sea hoy tan amado, sorprende que aquello que simbolizó la tiranía se haya
convertido en algo así como en un icono artístico y nostálgico; y es
evidentemente contradictorio que aquello que fue construido para separar, para
encerrar a unos e impedir el paso a otros, sea ahora considerado algo ‘chic’,
algo que, según muchos, ha de ser indultado con el fin de que sirva de recuerdo
y que aquello no se repita. O sea, que ‘el muro de la vergüenza’ ha pasado a
ser el tabique de la melancolía.
Por eso choca que otras construcciones significativas de
otros regímenes totalitarios (de ambos signos) hayan sido destruidas de modo
inmisericorde, por representar lo que representaban, sin que nadie levantara la
voz para exigir su conservación y así no se olvidara su historia. La
materialización del ‘telón de acero’ fue construida por la Alemania Oriental
(la DDR) con el nombre de ‘Muro antifascista’, y se levantó para impedir el
paso a los ‘perros capitalistas’ y, a la vez, para que nadie escapara del
‘paraíso comunista’; lógicamente, nadie quiso cruzar esa pared de oeste a este
(salvo para acciones concretas y con idea de regresar), mientras que todos los
germano-orientales soñaban con acceder a la parte occidental para quedarse.
Hasta 1989 el muro saltaba a la prensa internacional sólo cuando algún
desgraciado intentaba la huida y era abatido a tiros por los guardias
orientales; actualmente el turista se fotografía allí mismo exhibiendo gran
sonrisa. Después de que todo el planeta clamara por el derribo del muro de
Berlín, la tornadiza opinión pública ha mutado totalmente y ahora exige justo
lo contrario. ¡Qué fácilmente cambia la veleta de dirección!
Por otro lado, existen actualmente otras barreras de cemento
con una de las dos finalidades que tenía la de Berlín: impedir que pasen los de
fuera. Por ejemplo la construida por USA para evitar que entren los inmigrantes
desde su frontera sur, con cientos de kilómetros (y se sigue construyendo), con
iluminación potentísima, sensores de movimiento, visión nocturna, helicópteros
y miles de agentes patrullando en todoterreno día y noche…; o la construida por
Israel para tener bajo control a los palestinos, levantada ‘contra los
terroristas’ pero que en realidad constriñe y aplasta a todo un pueblo.
Entonces, cuando los espaldas mojadas puedan entrar en USA como Pedro por su
casa ¿se pedirá la conservación de esta valla fronteriza?; y cuando judíos y
palestinos resuelvan sus diferencias (hay que ser optimista) ¿habrá quien clame
por mantener ese vergonzoso seto de hormigón?
Todo indica que a partir de ahora (si la especulación
urbanística no lo impide) el muro de Berlín va a ser una especie de monumento,
un atractivo turístico, un centro de peregrinación de artistas del spray, de la
progresía de salón y el buenismo de todo el mundo.
CARLOS DEl RIEGO
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