Los coches eléctricos, hoy, son caros y poco eficaces |
Desde el comienzo de la Revolución Industrial
la búsqueda de la energía más barata y eficaz ha sido una constante, aunque
llegado el petróleo y el gas (los combustibles fósiles en realidad), las
máquinas han funcionado exclusivamente con ellos. Pero los combustibles fósiles
se agotarán pues tardan millones de años en formarse y muy pocos en consumirse.
Por eso, prácticamente todas las grandes
marcas de automóviles tienen ya en el mercado al menos un modelo con motor
eléctrico o con propulsión híbrida. El por qué todos los fabricantes se han
puesto manos a la obra en terreno tan poco explorado hay que buscarlo en un
hecho que vienen diciendo los expertos desde varios años: “más vale que nos
olvidemos para siempre de la gasolina a precio razonable”, lo que quiere decir
que los que conocen el asunto por dentro saben que la situación actual tiene
los días contados.
El del carburante que mueve los
automóviles es la parte más visible del problema, y viene a ser muy
representativa del mismo y un buen comienzo a la hora de buscar soluciones. Se
han probado diversos combustibles, pero lo cierto es que sólo se han
comercializado vehículos eléctricos. Estos presentan no pocos problemas; por un
lado son muy caros, doblando o triplicando a coches de su segmento movidos por
gasoil o gasolina; por otro, tienen poca autonomía, y cuando se agota la batería
hay que tenerla cargando durante horas y horas; además, la batería se entrega
en alquiler, de modo que el cliente ha de pagar una cantidad todos los meses; y
por si fuera poco, la energía eléctrica que se toma del enchufe ha sido
producida por una central térmica que quema combustible fósil, o sea, produce
contaminantes, con lo que lo que se gana por un lado se pierde por otro. Puede
parecer que los inconvenientes son insolubles, pero si las fábricas se ponen a
investigar utilizando todos los medios a su alcance, seguro que en unos pocos
años estarían resueltos (o mitigados) la mayoría de los problemas. Sólo hay que
comprobar cómo han mejorado los coches en la última década: son muchísimo más
seguros y cómodos, consumen mucho menos y son más funcionales, cuentan con todo
tipo de ayudas electrónicas y, en fin, facilitan muchísimo la conducción y las
maniobras. Por eso cabe pensar que, si los diseñadores e ingenieros de las
fábricas se toman el coche eléctrico (u otra alternativa mejor que aun esté por
descubrir) con seriedad y empeño, pronto habría automóviles con motor eléctrico
con coste, autonomía y tiempo de recarga similares a los de motor de explosión.
Bueno es recordar aquí que el primer coche eléctrico rodó hace casi dos siglos,
de modo que si se hubiera seguido por ese camino seguro que hoy existiría un
problema menos en el mundo.
La acumulación de basura nuclear es el verdadero problema de esta energía |
Pero el de los automóviles es sólo una
cara del asunto. Las fuentes de energía, como está demostrado, son muchísimas,
y gran parte de ellas son inagotables y fáciles de obtener, a diferencia de la
que proporcionan los fósiles. A falta de que la energía solar y la eólica
(además de la que producen las olas del mar, la geotérmica o las pilas de
hidrógeno) puedan utilizarse en cantidad significativa, con coste y eficacias
razonables, lo único que queda es la energía nuclear.
El propio nombre ya tiene connotaciones
negativas y presenta sus inconvenientes. Los accidentes nucleares producen
lógica gran alarma en todo el planeta, pero aunque la liberación de
contaminantes nucleares por causas de origen natural o humano originen grandes
desastres en todos los terrenos, ciertamente cada día las centrales son más
seguras; y en todo caso, el asunto de la seguridad (incluyendo vigilancia,
mantenimiento e inversión continuas y exhaustivas) es algo que se puede mejorar
hasta acercarse bastante a la tranquilidad total; los accidentes de Chernóbil o
Three Mile Island parecen lejanos, y el reciente de Fukushima ha sido provocado
por un desastre natural. De este modo sólo habría que resolver el gran
problema: qué hacer con los tan contaminantes residuos nucleares. Podría llegar
un momento en que los gobiernos optaran mayoritariamente por la energía
nuclear, cosa que ya habrían hecho de no ser por la lógica disidencia de los
ecologistas y el miedo de las poblaciones (que siguen viendo eso de lo nuclear
como un peligro), con lo que nos encontraríamos con una enorme acumulación de
residuos altamente contaminantes distribuidos por todo el mundo; si actualmente
hay en el planeta alrededor de 500 centrales nucleares con reactor de fisión
(seguro que hay más) que producen cerca
de 11.000 toneladas de residuos cada año, ¿cuántos se producirían si se impone
la energía nuclear y se triplica o quintuplica el número de plantas en todo el
planeta?. El problema sería tremendo, pues esa basura nuclear permanece activa
y es contaminante durante muchos miles de años. Si se entierra, aunque sea a
medio kilómetro de profundidad, un terremoto puede volver a sacarla a la
superficie, produciendo gran catástrofe, y siempre se puede romper o
resquebrajar el almacén y empezar a contaminar; no se puede arrojar al mar o
dejarla en cualquier sitio, sino que hay que construir gigantescos sarcófagos
de hormigón que estarán en algún lugar, con el correspondiente peligro. Podría
lanzarse al espacio profundo en un cohete, aunque seguro que hay docenas de
inconvenientes. Por eso, lo mejor es volver a la solución antes mencionada:
aumentar la inversión en investigación, dedicar todos los recursos para
conseguir, por ejemplo, que los residuos sean aprovechables hasta que se
conviertan en inocuos o resulte fácil su eliminación, en fin, buscar el modo de
que el residuo sea muy escaso y poco peligroso. Sólo hay que ponerse a ello de
verdad. Y mejor cuanto antes.
CARLOS DEL RIEGO
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