El estadounidense Stanley Payne es un modelo de equidad y objetividad |
En las últimas décadas se ha comprobado
en España una creciente afición por la Historia en general y, en particular, por la de
los cuarenta y tantos años que van desde la proclamación de la Segunda República
hasta la instauración definitiva y real de la democracia. Lógicamente, no se puede
dejar de investigar y de publicar obras relacionadas con lo sucedido en España
durante ese crucial período de tiempo, sin embargo, ya el gran Pérez Galdós
dejó escrito algo así como que la historia es como la fruta, que si intentas
comértela antes de tiempo sabe mal, y que tanto una como otra precisan un
mínimo de tiempo para estar maduras y poder ser consumidas y digeridas
adecuadamente. El problema llega cuando el autor, el historiador, el
investigador, se mete de lleno en su trabajo sin sacudirse sus prejuicios y
preferencias y sin olvidarse de sus ideas e ideologías, o sea, inicia la labor
de estudio y análisis de documentos dejándose influenciar en todo momento por
sus simpatías y antipatías, quedando por tanto mediatizado su trabajo por lo
que es y lo que piensa; hecha así, la obra de estos autores pierde solidez y,
lo que es peor, credibilidad. Claro que siempre contará con el aplauso y
aprobación de quienes quieren escuchar sólo la verdad de una de las partes, la
mitad de la verdad, la verdad incompleta, es decir, una mentira.
El asunto viene a cuento de la cantidad
de publicaciones que autores de toda España vienen editando en torno a temas de
la República
y la Guerra Civil
Española. La cosa sería más que loable si no fuera porque la aplastante mayoría
lo hace desde un punto de vista partidista, desde una posición totalmente
ideologizada, desde una postura inamovible de preferencia, con lo que los
resultados del trabajo son fácilmente previsibles. Afortunadamente, también hay
historiadores que se enfrentan al estudio sin prejuicios, tratando de colocarse
lo más cerca posible de la objetividad. Por ejemplo (y por mencionar sólo a
extranjeros), el británico Ian Gibson es muy poco creíble, puesto que ha tomado
partido por uno de los bandos hasta el punto de manifestarlo pública y
ostentosamente; por su parte, el estadounidense Stanley Payne, analiza todos
los sucesos y personajes desde una óptica mucho más imparcial, tratando las atrocidades
(las de uno y otro bando) como lo que son independientemente de quién las
cometiera. Así las cosas, contado el mismo episodio por los dos escritores,
¿cuál se acercaría más a la verdad? No hay que olvidar que cuando uno está muy
escorado políticamente tiende a minimizar los errores propios y a ampliar los
de los contrarios (como hacen habitualmente los partidos políticos), a ensalzar
los logros de uno y a despreciar los del otro (y eso cuando no se manipula,
tergiversa u oculta el hecho con el fin de que se adapte a las preferencias
políticas).
En este sentido, una cadena de televisión temática dedicada a la Historia , cuando se trata
del tema en cuestión, pierde totalmente la objetividad hasta límites que rozan
el ridículo; por ejemplo, cuenta las batallas entre nacionales y republicanos
de un modo que da la impresión de que todas las ganaron los defensores de la República (uno puede
llegar a preguntarse quién ganó la batalla, si los que dicen los libros o los
que dice el canal de televisión), y manipulado el lenguaje diciendo cosas como
“veinte valientes milicianos republicanos fueron asesinados por las cobardes
tropas fascistas en el desarrollo de la batalla Tal; y en la ciudad Cual
nuestros astutos soldados causaron veinte bajas a un desnortado enemigo que
huía en desbandada”. En realidad, estos son los términos que se manejan en los
partes de guerra de cada bando, pero desgraciadamente coinciden con los que suelen
utilizar quienes acometen el estudio de un hecho desde una posición partidista
y escorada políticamente. Y por ello, quienes entran en la historiografía (investigación
histórica) sin alejarse todo lo posible de lo subjetivo harán propaganda
política, pero no Historia.
El británico Ian Gibson es el mejor ejemplo de historiador escorado políticamente |
Cuando el trabajo se centra en el bando
nacional, se limita a la represión, encarcelamientos y ejecuciones y, en
general, a todo lo achacable a dicho bando (que da para escribir
enciclopedias), mientras que cuando la investigación mira hacia el bando
republicano irá desde asuntos culturales y solidarios ejercidos por éste, hasta
los sufrimientos padecidos por los que terminarían perdiendo la guerra; nunca
un autor escorado hacia un lado realizará un estudio sobre las calamidades
sufridas por defensores del lado contrario o sobre las atrocidades cometidas
por el propio. Siempre trabajará desde un punto de vista relativo, utilizando
continuamente calificativos en un sentido para unos y en el contrario para
otros. Hay historiadores (o sea, quienes llevan a cabo labores de
investigación) con muchas publicaciones editadas que tratan de diversos temas,
pero siempre, siempre, lo hacen siguiendo los parámetros enunciados al
principio de este párrafo, es decir, desde el convencimiento de que unos eran
buenos y otros malos. Y por eso, el contenido de sus obras va siempre,
indefectiblemente, en la misma dirección. Son como forofos de un equipo de fútbol.
Es como si este tipo de historiador, insatisfecho
y enfadado por el resultado de la contienda española, pretendiera cambiarlo. Lo
mejor es acercarse a temas tan apasionantes sin pasión ideológica, con la mente
dispuesta a admitir que había buenos y malos en los dos bandos, que unos y
otros llevaron a cabo brutalidades espantosas. De hecho, sólo un tonto cercano
al fanatismo puede creerse que quien pertenezca o simpatice con unas siglas es
un ángel, y un demonio si prefiere las otras.
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario