El gobierno de Colombia quiere negociar con las Farc, que reclutan forzosamene a niños para convertirlos en asesinos desalmados. |
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha anunciado
su intención de entablar negociación con la banda terrorista Farc sin que los
cabecillas de ésta anuncien cese de la violencia, lo que significa la derrota
del estado legítimamente constituido ante la fuerza de los asesinos. Cierto que
desde sus primeros crímenes (en 1964) esta organización se ha enfrentado con
otras similares pero de distinta ideología, cierto que hasta el gobierno ha
usado la guerra sucia y el terrorismo de estado, pero también es histórico que
han sido muchas las veces que han tenido ocasión de entregar las armas e
insertarse en la vida civil para combatir democráticamente, y aunque muchos la
aprovecharon, muchos más prefirieron seguir agarrados al AK-47.
Siguiendo este ejemplo, debería negociarse con las mafias de
todo el mundo (la Cosa Nostra, la Yakuza japonesa, la mafia rusa, la china, los
grupos islamistas…), así como con cualquier pandilla organizada especializada
en atracar bancos o reventar domicilios particulares. ¡Qué más da cuáles son
sus objetivos y reivindicaciones o qué es lo que quieren conseguir!, el hecho
evidente es que las Farc y las mafias de todo el mundo usan los mismos métodos.
Y si hay quien accede a negociar (negociar significa que uno cede aquí y el
otro concede aquello, y viceversa, o sea, los asesinos lograrán premios por
dejar de matar) y dialogar con bandas delictivas, tendrá que hacerlo siempre y
con todas, de modo que quien quiera algo (por ejemplo, ser ministro), no tiene
más que reclutar a unos cuantos dispuestos a todo, poner muertos y atentados
encima de la mesa y pedir la negociación. En fin, cualquier banda violenta y
organizada en torno a cualquier pretexto o reivindicación puede, tras unos
cuantos cadáveres y asesinatos, lograr sus fines una vez que se siente a
negociar con el gobierno.
Hay quien dice que las Farc no son un grupo terrorista, pero
¿cómo se califica a los que asesinan y ponen bombas indiscriminadamente?, ¿qué
es quien secuestra, viola y tortura sistemáticamente y como arma de terror?,
¿qué es quien pone explosivos en animales, en juguetes, en bicicletas?, ¿cómo
definir a quien vende drogas y armas para financiarse? ¿cómo al que recluta y
enseña a niños a matar sin mirar a quien?, ¿cómo a los que ponen más minas
antipersonas que ningún país del mundo? en fin, ¿cómo describir a una
organización que lleva máximos de 25.000 muertos al año, una media de 5.000
anuales y un total de niños muertos de más de 6.000?
Po otro lado, es muy difícil que quienes no han hecho otra
cosa que matar, robar, violar, secuestrar, torturar (pues tal es la única actividad
de las Farc) deje esa vida, pues muchos es lo único que han hecho tras ser, a
su vez, secuestrados y adoctrinados en el odio y la violencia desde niños. Esa
forma de pensar consistente en que todo se consigue si se ejerce violencia
suficiente estará siempre en el modo de entender la vida del terrorista.
Por último, el propósito principal de las Farc, como está
reconocido por ellos mismos, es (además de la demagogia característica de
luchar contra las desigualdades…) la instauración de un régimen
marxista-leninista y bolivariano (curioso: Bolívar era un gran propietario y
rico hacendado cuyo principal objetivo fue, ante todo, mandar, él solo, nada de
renunciar o repartir la riqueza); o sea, mediante la fuerza quieren imponer sus
ideas. Así, ¿hay alguna diferencia entre este modo de actuar y el modo
fascista?, evidentemente no, pues ambos comparten los mismos medios para
alcanzar sus fines: la violencia y la muerte al que se atreva a discrepar. Con
esto, es fácil deducir que las Farc son una banda terrorista que quiere una
economía comunista pero una política fascista.
Esta postura de debilidad y rendición ante el terrorismo es
propia de gobernantes acongojados y acomplejados y personas dadas a la
apaciguación del agresor (como hicieron los representantes de Inglaterra y
Francia ante Hitler), y se ha visto muchas veces, pero jamás ha dado resultado
y jamás ha conducido a la justicia. Por eso resulta descorazonador que todavía
haya instituciones legítimas, políticos y medios de comunicación aplaudiendo el
diálogo con delincuentes, pues no se dan cuenta de que el gobierno
democráticamente constituido que negocia está dando legitimidad al terrorismo y
se sitúa a su altura, no se dan cuenta de que cuando la democracia cede a la
violencia se está legitimando el terror como método válido.
CARLOS DEL RIEGO
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