Ejecución de los líderes comuneros, obra de Antonio Gisbert. Un sacrificio inútil |
El día 23 de abril es el Día de la Comunidad de Castilla y
León, que ha escogido esa fecha por considerarla un momento de enorme esplendor
en el devenir histórico de la región. Ese día de 1521 los llamados ‘Comuneros
de Castilla’ fueron totalmente derrotados por las tropas de Carlos I en la
batalla de Villalar (la guerra de las Comunidades siguió unos pocos meses más).
Al día siguiente fueron ejecutados los tres principales cabecillas, cuyos
nombres se dicen de carrerilla: Padilla, Bravo y Maldonado.
Esta guerra de los Comuneros ha dado
lugar a muchos estudios con conclusiones muy dispares. Algunos autores la
señalan como una revuelta del pueblo contra la tiranía del poder, mientras que
otros aseguran que, en realidad, fue una insurrección promovida por la alta
burguesía urbana y las aristocracias más poderosas, que se iban a ver obligadas
a pagar más al retirarles el nuevo rey sus privilegios medievales; otra causa
importante fue la gran cantidad de extranjeros que Carlos de Habsburgo colocó
en cargos de relevancia; posteriormente, muchos campesinos se levantaron contra
sus señores, los cuales habían apoyado en principio la revuelta y ahora se
ponían del lado del rey (antes pagar más que perderlo todo).
A pesar de todo, Castilla y León escogió tal fecha como el Día de la Comunidad en 1986, dando a entender que en Castilla no se ha producido ningún hecho glorioso, heroico o trascendental a lo largo de su Historia, nada que festejar mejor que aquella patética derrota de nulas consecuencias. Así, es lógico que León jamás haya tenido representación significativa en Villalar de los Comuneros cada 23 de abril, donde lo raro es ver leoneses (con cargo político o simples ciudadanos); y por si fuera poco, conmemora a los Comuneros de Castilla, de Castilla, no de León. En resumen, como en casi todas las
revoluciones que en la
Historia han sido, la causa principal, determinante, la
chispa, la mecha y la pólvora fue el dinero, no esos presuntos idealismos que de
ningún modo existían en las mentalidades de hace cinco siglos. Sea como sea,
parece poco inteligente señalar como la fiesta de un territorio un hecho con
orígenes tan difusos y un final tan amargo.
Pero dejando aparte las causas de la
revolución (que generalmente, sea ésta del tipo que sea, suelen ser mucho menos
elevadas y sublimes que lo que algunos desean), lo verdaderamente asombroso es
que se haya convertido una derrota tan humillante en una fecha a recordar como la
más importante de la historia de un territorio, en un día a celebrar, en un
hecho glorioso del que sentirse orgulloso. Es como si Estados Unidos recordara
de modo festivo el bombardeo a Pearl Harbour, Alemania lo hiciera con el día de
la firma del Tratado de Versalles o España con la batalla de Trafalgar. Pero es
que, además, aquel movimiento comunero no tuvo la menor consecuencia, o sea,
todos los que murieron en el campo de batalla, así como los mencionados líderes,
perdieron la vida por nada; todas las ciudades que se rebelaron volvieron
inmediatamente a someterse a la autoridad real, es más, las más destacadas en
la rebelión perdieron peso político. Eso fue todo.
Por cierto, para León podría escogerse como
su fiesta el 26 de mayo, pues tal día de 1135 Alfonso VII de León se coronó en la Catedral Imperator
Totius Hispaniae. O el 27 de abril, pues ese mes de 1188 Alfonso IX de León
convocó en San Isidoro de León las primeras cortes con representación ciudadana
de la Historia ,
y parece que ese día 27 se daban a conocer los resultados.
Castilla la Vieja seguirá alegrándose de
aquella derrota y olvidándose de otras mil fechas verdaderamente memorables,
victoriosas, gloriosas.
carlosdelriego.
Ole, ole y ole
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