Pocos sectores industriales han sido tan
mimados por la administración española como el cine de manufactura nacional, a
pesar de lo cual los resultados que se obtienen son desoladores, tanto en el
terreno artístico como en el de espectadores.
Por un lado se ha proporcionado al cine
español una promoción abusiva, puesto que se ha obligado a las cadenas de
televisión (entidades privadas) a financiar películas españolas (de productoras
privadas) y además se les ha impuesto la exhibición de un mínimo de películas
españolas. Y algo parecido a los exhibidores. Asimismo, en los medios de
comunicación controlados por la administración se da cuenta sistemática y
reiteradamente de los estrenos españoles, entrevistando a sus artífices y
ponderando sus bondades.
Y por otro lado están subvencionadas
todas las películas hechas aquí, de modo automático y según ciertos parámetros.
Pero a pesar de todo, el número de
espectadores que tienen los filmes hispanos cae año tras año de manera
drástica, e incluso algunas películas subvencionadas no congregan ni a cien
espectadores o simplemente no llegan a estrenarse. Al final, sólo unas pocas
resultan verdaderamente rentables.
¿Por qué el cine español no engancha a
pesar del importante apoyo que recibe? La primera causa es precisamente la
subvención injusta (porque no la obtienen las otras formas de cultura) y la
promoción privilegiada y gratuita que recibe, que mantiene una industria que no
puede sostenerse por sí misma (sí, es cultura, pero no toda la cultura, y no
toda la cultura está subvencionada). En épocas pasadas quienes hacían películas
contaban con presupuestos escasísimos y, por si fuera poco, tenían que esquivar
una censura férrea, torpe y estúpida, pero hacían películas que hoy siguen
divirtiendo, emocionado, entreteniendo, asombrando; esto demuestra que se hacen
mejor las cosas con inteligencia y creatividad que disponiendo (sólo) de todas
las facilidades, en fin que para hacer buen cine es mucho mejor tener más
cerebro que dinero. Si no se ha conseguido reunir dinero para hacer un
largometraje se ha de seguir buscando o se hace un corto, pero no se debe
recurrir por sistema al dinero público.
Otra causa es que la aplastante mayoría
de las películas españolas de las últimas décadas resultan sonrojantes,
redundan una y otra vez en los mismos tres o cuatro temas de siempre, tienen la
grosería y el chiste fácil y soez como únicos atractivos o muestran una
mediocridad e incongruencia en guiones y diálogos que llegan a causar
hilaridad; en fin, que son lo que se dice malas.
Una última causa, tal vez la definitiva, de
la ausencia de público que padece el cine de aquí es la confrontación con la
mitad de los espectadores españoles que buscaron muchos de los que se dedican
al cine. Cuando destacados cineastas españoles se situaron tan abiertamente
favorables a un partido político hasta el punto de insultar a quienes votaran
al contrario, se estaban ganando la antipatía de (al menos) la mitad de la
población, sentimiento muy difícil de revertir; igual que con la visión
partidista, ideologizada y tendenciosa que sobre temas que afectan a todos
mostraron en sus películas. Mezclar arte e ideología lleva tarde o temprano al
panfleto, y el público se cansa rápido de panfletos si lo que quiere es emoción,
intriga, aventura, fantasía..., o sea, divertirse y entretenerse.
Si se combinan las causas se entiende por
qué el espectador huye de los cines donde proyectan películas españolas.
Carlosdelriego.
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