jueves, 6 de diciembre de 2012

PURPLE WEEKEND 2012 (II), UN FESTIVAL ÚNICO, UNA FORMA EXCLUSIVA DE PENSAR Más allá de los grupos, de la música, de los conciertos, el festival leonés propone lugares de encuentro en los que compartir modos y afinidades, aunque sólo sea durante tres días




Cartel Purple
Este curioso y singular festival de música pop admite prácticamente todos los géneros, como demuestra la interminable lista de artistas que han desfilado por sus escenarios desde aquella edición inicial, en 1988, aunque todos ellos tienen sólidos nexos. Asimismo es único por no ser ‘de verano’, sino que se hace en el crudo invierno de León, y también por atraer a un público mayoritariamente homogéneo, con gustos y preferencias muy definidos y comunes, tanto en música como en aspecto, tanto en el momento histórico favorito como en las formas ideales de diversión y cultura; o sea, se diferencia de los grandes festivales de verano, entre otras muchas cosas, en que estos son multitudinarios y ofrecen carteles con cien artistas de todo tipo y con público de la misma especie, es decir, se propone una saturación, una congestión, un ‘mogollón’, con grupos excelentes, pero donde parece importar más la cantidad, lo que obliga a perderse la mitad. El Purple Weekend tiene otra forma de pensar y de actuar, puesto que aquí todos los asistentes son iniciados, todos conocen al detalle música, ambiente, moda y cultura mod-sixtie, por lo que uno se puede comunicar con cualquiera sabiendo que son muchos y muy profundos los puntos en común, todos son cómplices, afiliados, adeptos, compañeros, amigos.

Esta auténtica reunión de camaradas sugiere muchos lugares para el encuentro además de los conciertos y fiestas con diyéis donde resulta más difícil charlar, por lo que son los espacios para los mercadillos y para las exposiciones, son los guateques vespertinos y los paseos en moto los momentos indicados para hablar de todo lo que comparten esos singulares personajes vestidos y peinados al gusto de los años sesenta del siglo pasado. Pero lo mejor de esa atmósfera que se crea en el Purple es que, ya sean viejos colegas veteranos del festival o desconocidos que hablan por primera vez, jamás se conversa de otra cosa que no sea del propio fin de semana púrpura o de música, grupos y discos añejos; es decir, a nadie se le ocurre en ningún momento opinar sobre la crisis o poner pingando a los políticos, jamás se escuchará un diálogo en el que se apunten ingeniosas soluciones al problema del paro, serían imposibles corrillos donde se discutiera sobre fútbol o hubiera lamentaciones por el medio ambiente y el calentamiento global. Nada de eso, el Purple Weekend no lo permite, no lo facilita, no estimula esas fuentes de conflicto y mala sangre.

El Purple Weekend, en fin, tiene sus modos y procesos, su propia forma de pensar y actuar. Es un auténtico oasis, apenas tres días en los que unos cuantos colegas procedentes de todas partes se juntan en asamblea musical, cultural, para compartir unas cuantas horas de pasión, estética y satisfacción. Es algo entrañable y cercano, y no se tiene noticia de que jamás se haya producido cualquier clase de violencia. Nada de eso, el Purple es amable y muy amistoso.

CARLOS DEl RIEGO
                                                                                               



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