viernes, 28 de diciembre de 2012

ROJOS FAMOSOS DE ESTADOS UNIDOS: PERFECTOS HIPÓCRITAS Grandes personajes como Chomsky u Oliver Stone insultan y despotrican contra su país, contra occidente, contra el capitalismo, pero viven muy bien y con plena libertad en su país, se aprovechan de todo lo que les da el mundo occidental y su modo de conducirse no puede ser más capitalista. La conclusión es simple: sus palabras están en total contradicción con sus hechos, cosa que se llama hipocresía

Una de las casas del marxista y revolucionario Sean Penn.

¿Qué tienen en común Oliver Stone y Noah Chomsky?, ¿Y Sean Penn y Tim Burton? La respuesta es más que fácil, es evidente, obvia: todos son perfectos hipócritas, o sea, personas que dicen una cosa y hacen su contraria, que manifiestan unas ideas pero practican las opuestas. Todos ellos se dicen de izquierdas, todos son estadounidenses antiamericanos (anti USA) y anticapitalistas, pero ninguno renuncia a las comodidades del capitalismo, ninguno prescinde de sus mansiones y sus viajes por todo el mundo en primera clase, y ninguno renuncia a la libertad que las democracias occidentales le proporcionan, esa libertad que permite criticar ferozmente al lugar que proporciona dicha libertad.

Cada uno de ellos tiene su casuística, evidentemente, pero en lo que coinciden todos ellos es en proclamarse socialistas, anarquistas, marxistas…, pero viven como auténticos burgueses capitalistas muy acomodados, y ni por asomo se podría esperar de ellos que hicieran algo que demostrara algo más que ese izquierdismo de boquilla, nominal; es decir, para ser marxista hay que renunciar de modo ineludible a la propiedad privada (es el abc del Manifiesto Comunista), pero de eso nada de nada, y así con las otras modalidades izquierdosas.

El cineasta Oliver Stone (algunos de cuyos filmes son sensacionales) disculpó a los terroristas del 11-S y culpó de los ataques a los empresarios, sobre todos los de los medios de comunicación y el cine, a los que acusa de “controlar la cultura y las ideas”; no extrañará, por tanto, que en su país haya sido tildado de “idiota intelectual e idiota moral”. Asimismo también es conocido como ‘Paranoia Stone’ por su desprecio a la historia y a la realidad y por encontrar a los culpables de todo en el mismo sitio, demostrando que vive en un maniqueísmo palurdo y fascistoide. Lo de su hagiografía de Fidel Castro es sonrojante incluso para simpatizantes de partidos de izquierda, pues pasa por alto minucias como los fusilamientos, los presos políticos, el acoso al discrepante… Por cierto, su excelente película ‘JFK’ es eso, una película, en la que se combinan hechos históricos con fantasías y elucubraciones, baste recordar que existe una refutación minuciosa, rigurosa y muy detallada de casi todas las escenas de este filme (a cargo de David Reitzes).

Mucho mayor empaque intelectual tiene el lingüista Noah Chomsky, cuyas aportaciones lejos de la política son (como en el caso anterior) más que meritorias. Para empezar es un crítico implacable con el capitalismo, pero no renuncia a ninguno de los privilegios del capitalismo, se dice anarquista y socialista pero no abandona sus propiedades ni dimite de los beneficios de la sociedad capitalista. Es beligerante con Israel por sus actitudes agresivas y extremadamente violentas (cosa cierta) como lo fue contra la guerra de Vietnam (con razón) pero nunca ha levantado la voz contra los actos violentos de los enemigos de Israel ni contra cualquier tipo de terrorismo. Asimismo, de sus múltiples escritos se deduce fácilmente que, si de él dependiera, prohibiría las ideas y los partidos ajenos a su propia ideología (como han hecho siempre los dictadores). También suele proponer al público que se movilice y obligue a los poderes fácticos a cambiar leyes según preferencias y momentos, pero existe el problema de que esos grupos movilizados carecen de legitimidad, algo que sólo proporcionan las urnas, las elecciones democráticas; así, si él y el grupo por él movilizado quieren cambios deben jugar con las reglas existentes, o sea, formar partido, presentarse, ganar y, finalmente, cambiar lo que crear que hay que cambiar (respetando la Constitución, claro); pero como todo fanático (sea violento o no), se cree con derecho a saltarse las reglas que desee. Afirma admirar el Kibutz (especie de comuna igualitaria integrada por pequeños grupos en torno a la agricultura que hubo en Israel y en los que no existía la propiedad privada; hoy no tienen nada que ver con lo que fueron), pero nunca se supo que se fuera a vivir a uno y, en todo caso, es esa una modalidad regresiva, muy al estilo del aborrecible Pol Pot. Ha escrito valiosas reflexiones antiglobalización (acertadamente), pero sigue sin enterarse de quiénes son los culpables, pues está convencido de que son las empresas cuando en realidad son los políticos, que deberían ser los encargados de parar los pies a las empresas (es como si se culpa al futbolista de hacer una falta que no se sanciona, pues quien debe sancionar es el árbitro)      

Sean Penn o Tim Burton son otros americanos que se sienten de izquierdas. El primero es un adorador de Chávez y Castro; es un tipo violento (que se lo pregunten a Madonna) y terriblemente voluble (se casó, se divorció, anuló el divorcio y finalmente abandonó a su esposa) que se define como marxista y revolucionario, pero vive con un auténtico millonario. Tim Burton, autor de películas verdaderamente excelentes, dijo en cierta ocasión que vino a Europa a promocionar una de sus producciones que lo que más le molestaba era dar la mano a políticos de derechas…, cuando su modo de vida no puede ser más conservador y derechista. De hecho, todos estos presuntos ‘rojos’ de Estados Unidos están en la práctica bastante más a la derecha que la mayoría de políticos de derecha democrática de Europa.

Parece sorprendente que alguien de la profundidad intelectual de Chomsky aun no haya entendido la esencia de la democracia, aunque no llama la atención que Stone o Penn piensen que la democracia es el pensamiento único.

Son ese tipo de personajes que se creen dueños de la verdad total, y por tanto tienen derecho a imponerla por la fuerza (estilo Hitler o Stalin), de modo que estarían encantados de prohibir los partidos e ideas políticas diferentes a las suyas, ya que están convencidos de que son las únicas que deben tener las personas…, no acaban de comprender (pues tienen ante sí ese muro infranqueable que es el fanatismo) que eso es precisamente la propiedad definitoria del fascismo. 

CARLOS DEL RIEGO

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