Seguro que esto es lo ideal tanto para la sanidad como para los usuarios e incluso para los propios sanitarios |
En las últimas semanas se ha producido una enorme
proliferación de huelgas; los sanitarios, los jueces y fiscales, funcionarios
de diversos estamentos, trabajadores de la recogida de basura…, y todos ellos
justifican los paros (junto a otros razonamientos y reivindicaciones) en su
interés por mejorar la atención médica a los pacientes, facilitar a los
ciudadanos la administración de justicia, atender ágil y convenientemente al
contribuyente… Sin embargo, parece apropiado preguntarse si esas huelgas (ya
sean justificadas, como puede ser el caso, o no), si esa interrupción de la
actividad profesional resulta ideal para el ciudadano que precisa de aquellos
servicios, si es beneficiosa o perjudicial para las miles de personas
afectadas. Lógicamente parece que no, pues han sido aplazadas muchísimas
operaciones, y seguro que expedientes, juicios y trámites pendientes
permanecerán más tiempo en el cajón de eso, de pendientes. Parece bastante
evidente que la huelga perjudica al ciudadano de a pie mucho antes, mucho más
que aquellos contra quienes se convoca.
Por otro lado, cuando se promulgan leyes y disposiciones tan
impopulares como las que están llevando a la huelga a muchos sectores
profesionales, el gobierno de turno ha de estar totalmente convencido, seguro
de lo que hace. De este modo, si el paro consigue que el ministerio requerido
eche atrás una ley, se demostrarán dos cosas: la primera que el ministro y sus
colaboradores no han hecho su trabajo, pues no han sido profesionales en tanto
que no se han esforzado, no han estudiado y analizado todo lo referente a dicha
ley y sus consecuencias; y en segundo lugar, tanto ministros como presidentes dejarían
evidenciada una debilidad preocupante, pues quedaría patente un carácter
pusilánime y miedoso que se achanta ante opiniones adversas, ante pancartas y
consignas.
La huelga es eficaz en casos muy concretos, pero no en estos
en los que los legisladores están amparados por la legitimidad (siempre que las
normas y disposiciones respeten la Constitución); y si se deroga una normativa
recién promulgada a causa de la presión de una parte (mayor o menor) de los
afectados, la única postura posible es la dimisión del ministro y todo su
gabinete, pues lo contrario sería señalarse todos, a sí mismos, como unos
auténticos calzonazos que reculan con el rabo entre las piernas a la primera contrariedad
o como verdaderos incompetentes totalmente incapacitados para ocupar el puesto.
Es aconsejable que se celebren entre las partes reuniones y negociaciones en
pos de la búsqueda conjunta de soluciones, pero sería muy desaconsejable la
claudicación de los legisladores, pues equivaldría a una cesión de la soberanía
depositada en ellos, traspasada de modo indigno e ilegítimo a los convocantes
de la movilización. Por eso, si los gobernantes han hecho correcta y
profesionalmente su trabajo, no deben ceder a la presión.
Al final, los políticos seguirán en la política y los
liberados y sindicalitas también (cada uno en su plano), y ni unos ni otros
perderán gran cosa con la protesta callejera; es más, si la misma es
multitudinaria, será el triunfo de los segundos, que tienen en el absentismo
masivo su principal objetivo, y si el apoyo es moderado o escaso serán los
primeros los que hinchen el pecho. Es decir, lo que importa a unos y otros es
el éxito o fracaso de la convocatoria (ya se encargarán ambos en manipular las
estimaciones), pero nadie reflexionará acerca de lo bueno o malo que será el
paro para los usuarios, ni del coste del día que no se trabaja, ni de la
repercusión y consecuencias que para todos conlleva retrasar el quehacer
diario. Pero lo que es seguro, lo que nadie pondrá en duda, es que parar y
retrasar servicios no es bueno para la sociedad ni para el individuo.
CARLOS DEl RIEGO
Una puntualización, ya que con estos temas siempre estamos a la gresca. Lo que tú llamas político calzonazos que recula a la primera de cambio yo lo llamo político que escucha al pueblo y ejerce acorde con sus deseos. Los políticos convencidos de lo que hacen sin escuchar a la ciudadanía tienen un nombre, lo hagan o no de forma legal: dictador. Y que es malo para los usuarios, es indudable. Pero es de suponer que de conseguir su objetivo será bueno a medio largo plazo. Esto es lo que se suele decir cuando tienes una obra al lado de tu casa que te hace la vida imposible, pero que servirá para mejorártela más adelante. Pero incluso podríamos utilizar ese mantra que tienen políticos y algunos economistas: Todas estas medidas dolorosisiiiiiiimas (para mi, mucho más dañinas que una huelga, pero sólo es una opinión) son paliativas e impopulares, pero a la larga las agradeceremos (loscoj... añadiría yo, como otra opinión personal). Un abrazo Carlos. PD: Espero un post sobre el gran Ravi Shankar que nos ha dejado hace unos días :)
ResponderEliminarAmigo Juan Diego, el legislador sabe que quien va a la huelga no es toda la ciudadanía, con lo que los que protestan (seguro que con razón) no son el pueblo; y por otro lado, si ha estudiado la medida, consecuencias, pros y contras, y si ha tomado la decisión, no puede ceder, porque está convencido de que eso tan impopular es lo que mejor resultado dará; él está para tomar decisiones, y si la presión es tal que ha de ceder en contra de su conciencia, tiene que dimitir. Pero tienes razón, todo es opinable.
EliminarAh! Ravi Shankar, lo mejor para recordar su figura es la película sobre el concierto para Bangla Desh (por cierto, una idea de George Harrison, que inventó así los conciertos benéficos para países arrasados). Un abrazo (sigo buscando a T. Rex).