Los 'okupas' hacen y deshacen como si la casa fuera suya e incluso montan sus propias oficinas de información; al parecer no conocen los límites de la libertad |
Uno de los grandes misterios de este mundo es el diferente
modo en que funcionan los cerebros de las personas, muchos de los cuales se
creen tan superiores que se permiten dictar sus propias normas en función de la
circunstancia y siempre con beneficio. Tal caso se ha dado recientemente en la
ciudad de Sevilla. Resulta que la policía recibe un aviso de un ciudadano que
denuncia que un mendigo está intentando entrar en su casa; personados en el
lugar los agentes, se encuentran con que la casa en cuestión es una vivienda okupada, o sea, usurpada a su legítimo
propietario por los okupas, que se
han hecho los dueños a la fuerza, y que uno de esos invasores es quien ha
llamado. ¡Pasmoso, una persona que ha cometido una acción ilegal llama a la
policía para denunciar a otra que está realizando idéntica tarea! Seguro que
desde un punto de vista psicológico sería muy interesante analizar cómo
trabajan molleras como la del okupa
en cuestión, pues es difícil justificarse a sí mismo que “yo sí tengo derecho a
confiscar esta casa pero exijo que se proteja dicha apropiación ante posibles
intrusos”; y sin embargo, de este modo ha procedido la materia gris del probo
asaltador. La noticia no señala si el tipo se sonrojó, aunque fuera un poco.
Este tipo de mentalidades se da mucho entre quienes van por
la vida exigiendo a unos y a otros, reclamando los bienes que los demás poseen
gracias a su trabajo, revindicando sus derechos pero cumpliendo pocas de sus
obligaciones e ignorando sistemáticamente los derechos del prójimo. Abundan por
las ciudades gentes que se confeccionan sus propias normas “en uso de mi
libertad”, y cavilando y deduciendo así están convencidos de que “como quiera
que la Constitución me garantiza una vivienda, okupo
las deshabitadas” (se han dado casos de okupaciones durante las vacaciones u otras ausencias temporales de
sus dueños). Pero la cosa va un poco más allá, puesto que el tío que se incauta
ilegalmente del inmueble, además, exige los mismos derechos que los
propietarios legítimos, idénticos privilegios que quienes tienen su escritura e
hipoteca, igual que quienes pagan todas las tasas e impuestos legales, de
manera que, reclama sin rubor que las fuerzas de orden público protejan su
¿propiedad?
Y por si fuera poca la cara dura del sujeto, se permite
(como si estuviera al día en sus cuentas con el banco y las administraciones)
elegir a sus visitantes, se cree con potestad para abrir o cerrar la puerta
según sus deseos, y no consiente que nadie haga lo mismo que él hizo; además,
el que quería pasar era un mendigo, o sea, según sus conceptos, no se trataba
de un okupa acreditado (generalmente
con la vitola de ‘antisistema’), sino que era un simple indigente, un ‘sin
techo’ que no comprende el trasfondo contestatario de la acción de okupar y que, por tanto, no tiene
derecho a convertirse en okupante de
la casa que el okupa diplomado está okupando.
El siguiente paso será reivindicar una ley del okupa que proteja y regule los derechos
de los asaltantes, para que de este modo puedan asaltar legalmente e infringir
la ley según la normativa vigente.
Vivir para ver.
CARLOS DEl RIEGO
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