Una de las casas del marxista y revolucionario Sean Penn. |
¿Qué tienen en común Oliver Stone y Noah Chomsky?, ¿Y Sean
Penn y Tim Burton? La respuesta es más que fácil, es evidente, obvia: todos son
perfectos hipócritas, o sea, personas que dicen una cosa y hacen su contraria,
que manifiestan unas ideas pero practican las opuestas. Todos ellos se dicen de
izquierdas, todos son estadounidenses antiamericanos (anti USA) y
anticapitalistas, pero ninguno renuncia a las comodidades del capitalismo,
ninguno prescinde de sus mansiones y sus viajes por todo el mundo en primera
clase, y ninguno renuncia a la libertad que las democracias occidentales le
proporcionan, esa libertad que permite criticar ferozmente al lugar que
proporciona dicha libertad.
Cada uno de ellos tiene su casuística, evidentemente, pero
en lo que coinciden todos ellos es en proclamarse socialistas, anarquistas,
marxistas…, pero viven como auténticos burgueses capitalistas muy acomodados, y
ni por asomo se podría esperar de ellos que hicieran algo que demostrara algo
más que ese izquierdismo de boquilla, nominal; es decir, para ser marxista hay
que renunciar de modo ineludible a la propiedad privada (es el abc del
Manifiesto Comunista), pero de eso nada de nada, y así con las otras
modalidades izquierdosas.
El cineasta Oliver Stone (algunos de cuyos filmes son
sensacionales) disculpó a los terroristas del 11-S y culpó de los ataques a los
empresarios, sobre todos los de los medios de comunicación y el cine, a los que
acusa de “controlar la cultura y las ideas”; no extrañará, por tanto, que en su
país haya sido tildado de “idiota intelectual e idiota moral”. Asimismo también
es conocido como ‘Paranoia Stone’ por su desprecio a la historia y a la
realidad y por encontrar a los culpables de todo en el mismo sitio, demostrando
que vive en un maniqueísmo palurdo y fascistoide. Lo de su hagiografía de Fidel
Castro es sonrojante incluso para simpatizantes de partidos de izquierda, pues
pasa por alto minucias como los fusilamientos, los presos políticos, el acoso
al discrepante… Por cierto, su excelente película ‘JFK’ es eso, una película,
en la que se combinan hechos históricos con fantasías y elucubraciones, baste
recordar que existe una refutación minuciosa, rigurosa y muy detallada de casi
todas las escenas de este filme (a cargo de David Reitzes).
Mucho mayor empaque intelectual tiene el lingüista Noah
Chomsky, cuyas aportaciones lejos de la política son (como en el caso anterior)
más que meritorias. Para empezar es un crítico implacable con el capitalismo,
pero no renuncia a ninguno de los privilegios del capitalismo, se dice
anarquista y socialista pero no abandona sus propiedades ni dimite de los
beneficios de la sociedad capitalista. Es beligerante con Israel por sus
actitudes agresivas y extremadamente violentas (cosa cierta) como lo fue contra
la guerra de Vietnam (con razón) pero nunca ha levantado la voz contra los
actos violentos de los enemigos de Israel ni contra cualquier tipo de terrorismo.
Asimismo, de sus múltiples escritos se deduce fácilmente que, si de él
dependiera, prohibiría las ideas y los partidos ajenos a su propia ideología
(como han hecho siempre los dictadores). También suele proponer al público que
se movilice y obligue a los poderes fácticos a cambiar leyes según preferencias
y momentos, pero existe el problema de que esos grupos movilizados carecen de
legitimidad, algo que sólo proporcionan las urnas, las elecciones democráticas;
así, si él y el grupo por él movilizado quieren cambios deben jugar con las
reglas existentes, o sea, formar partido, presentarse, ganar y, finalmente,
cambiar lo que crear que hay que cambiar (respetando la Constitución, claro);
pero como todo fanático (sea violento o no), se cree con derecho a saltarse las
reglas que desee. Afirma admirar el Kibutz (especie de comuna igualitaria
integrada por pequeños grupos en torno a la agricultura que hubo en Israel y en
los que no existía la propiedad privada; hoy no tienen nada que ver con lo que
fueron), pero nunca se supo que se fuera a vivir a uno y, en todo caso, es esa una
modalidad regresiva, muy al estilo del aborrecible Pol Pot. Ha escrito valiosas
reflexiones antiglobalización (acertadamente), pero sigue sin enterarse de
quiénes son los culpables, pues está convencido de que son las empresas cuando
en realidad son los políticos, que deberían ser los encargados de parar los
pies a las empresas (es como si se culpa al futbolista de hacer una falta que
no se sanciona, pues quien debe sancionar es el árbitro)
Sean Penn o Tim Burton son otros americanos que se sienten
de izquierdas. El primero es un adorador de Chávez y Castro; es un tipo
violento (que se lo pregunten a Madonna) y terriblemente voluble (se casó, se
divorció, anuló el divorcio y finalmente abandonó a su esposa) que se define
como marxista y revolucionario, pero vive con un auténtico millonario. Tim
Burton, autor de películas verdaderamente excelentes, dijo en cierta ocasión
que vino a Europa a promocionar una de sus producciones que lo que más le
molestaba era dar la mano a políticos de derechas…, cuando su modo de vida no
puede ser más conservador y derechista. De hecho, todos estos presuntos ‘rojos’
de Estados Unidos están en la práctica bastante más a la derecha que la mayoría
de políticos de derecha democrática de Europa.
Parece sorprendente que alguien de la profundidad
intelectual de Chomsky aun no haya entendido la esencia de la democracia,
aunque no llama la atención que Stone o Penn piensen que la democracia es el
pensamiento único.
Son ese tipo de personajes que se creen dueños de la verdad
total, y por tanto tienen derecho a imponerla por la fuerza (estilo Hitler o
Stalin), de modo que estarían encantados de prohibir los partidos e ideas
políticas diferentes a las suyas, ya que están convencidos de que son las
únicas que deben tener las personas…, no acaban de comprender (pues tienen ante
sí ese muro infranqueable que es el fanatismo) que eso es precisamente la propiedad
definitoria del fascismo.
CARLOS DEL RIEGO
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