Cartel Purple |
Este curioso y singular festival de música pop admite
prácticamente todos los géneros, como demuestra la interminable lista de
artistas que han desfilado por sus escenarios desde aquella edición inicial, en
1988, aunque todos ellos tienen sólidos nexos. Asimismo es único por no ser ‘de
verano’, sino que se hace en el crudo invierno de León, y también por atraer a
un público mayoritariamente homogéneo, con gustos y preferencias muy definidos
y comunes, tanto en música como en aspecto, tanto en el momento histórico
favorito como en las formas ideales de diversión y cultura; o sea, se
diferencia de los grandes festivales de verano, entre otras muchas cosas, en
que estos son multitudinarios y ofrecen carteles con cien artistas de todo tipo
y con público de la misma especie, es decir, se propone una saturación, una congestión,
un ‘mogollón’, con grupos excelentes, pero donde parece importar más la
cantidad, lo que obliga a perderse la mitad. El Purple Weekend tiene otra forma
de pensar y de actuar, puesto que aquí todos los asistentes son iniciados,
todos conocen al detalle música, ambiente, moda y cultura mod-sixtie, por lo
que uno se puede comunicar con cualquiera sabiendo que son muchos y muy
profundos los puntos en común, todos son cómplices, afiliados, adeptos,
compañeros, amigos.
Esta auténtica reunión de camaradas sugiere muchos lugares
para el encuentro además de los conciertos y fiestas con diyéis donde resulta
más difícil charlar, por lo que son los espacios para los mercadillos y para
las exposiciones, son los guateques vespertinos y los paseos en moto los
momentos indicados para hablar de todo lo que comparten esos singulares
personajes vestidos y peinados al gusto de los años sesenta del siglo pasado.
Pero lo mejor de esa atmósfera que se crea en el Purple es que, ya sean viejos
colegas veteranos del festival o desconocidos que hablan por primera vez, jamás
se conversa de otra cosa que no sea del propio fin de semana púrpura o de
música, grupos y discos añejos; es decir, a nadie se le ocurre en ningún
momento opinar sobre la crisis o poner pingando a los políticos, jamás se
escuchará un diálogo en el que se apunten ingeniosas soluciones al problema del
paro, serían imposibles corrillos donde se discutiera sobre fútbol o hubiera
lamentaciones por el medio ambiente y el calentamiento global. Nada de eso, el
Purple Weekend no lo permite, no lo facilita, no estimula esas fuentes de
conflicto y mala sangre.
El Purple Weekend, en fin, tiene sus modos y procesos, su
propia forma de pensar y actuar. Es un auténtico oasis, apenas tres días en los
que unos cuantos colegas procedentes de todas partes se juntan en asamblea
musical, cultural, para compartir unas cuantas horas de pasión, estética y
satisfacción. Es algo entrañable y cercano, y no se tiene noticia de que jamás
se haya producido cualquier clase de violencia. Nada de eso, el Purple es
amable y muy amistoso.
CARLOS DEl RIEGO
yo paso del purple weekend como de la mierda.
ResponderEliminarun saludo.