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Es
curioso, pero no hay ‘impersonators’, imitadores, de otros grandes caídos del
rock (y eso que muchos fueron fácilmente imitables), pero sí que abundan los
que se visten, cantan y se mueven al estilo Elvis en todo el mundo, e
igualmente concursos de dobles a los que se les exige no sólo presencia, sino
también una voz y un estilo lo más parecidos posible a los que situaron al de
Tupelo, Mississippi, en el trono del rock & roll. Además, su casa,
‘Graceland’, es lugar de peregrinación de admiradores durante todo el año y de
concentración multitudinaria durante estas fechas. De hecho, pasa por ser una
de las tres o cuatro personas más fotografiadas de todo el siglo XX.
El
caso es que Elvis no inventó el rock & roll (se puede admitir que eso fue
cosa de Chuck Berry, aunque no sólo) y tampoco fue nunca un gran compositor,
sin embargo, sí que puede atribuírsele el baile, esos movimientos espasmódicos
que nadie había siquiera imaginado jamás, eso sí que fue idea suya; luego
estaba su tremendo carisma y su atractivo irresistible para una juventud que
con él también inventó el fenómeno fans, los gritos desesperados, los desmayos,
el torrente de emociones, las lágrimas…, nada existía antes que Elvis. Pero todo
eso no hubiera tenido valor o sentido sin un tipo dotado de voz profunda,
dulce, dorada, brillante, potente, flexible…, a lo que hay que añadir que el
malogrado cantante entonaba maravillosamente, marcaba la melodía sin aparente
esfuerzo y con una gracia especial. Por cierto, muchos de los grandes especialistas
aseguran que en sus postreras actuaciones, ya gordo y abotargado, cantaba mejor
que nunca, es más, en una entrevista el cantante Chris Isaak (admirador
incondicional) aseguró que sólo si se le metía un calcetín en la boca se podría
cantar mejor que Elvis.
A
la construcción de su leyenda contribuyeron sus películas, sus fotos haciendo
la mili, sus mujeres, sus trajes, sus Cadillacs y, por supuesto, las
excentricidades que caracterizaron sus últimos años, cuando estaba más que
rellenito y se tragaba docenas de pastillas al día, llegando a perder la cabeza
(escribió al presidente Jimmy Carter ofreciéndose para luchar contra las
drogas) y la memoria, como le ocurrió varias veces en sus últimos conciertos,
en los que olvidaba la letra de la canción. Todo ello contribuyó a convertirlo
en todo un icono, en la primera verdadera superestrella del rock, es decir, no
sólo abrió camino en un terreno entonces inexplorado como el rock & roll,
sino que mostró cómo iban a ser los astros de la música joven en el futuro.
Fue
también algo parecido a un puente entre generaciones en el terreno de la música
popular, ya que no fueron pocos los padres que, ya en los sesenta y setenta,
aborrecían ‘el ruido y las guedejas’ de Beatles y Rolling Stones, pero admitían
ante sus vástagos que el individuo ese del tupé cantaba muy bien, con gusto,
con armonía, con voz.
Va
para cuatro décadas que murió Elvis y ya puede aventurarse que su leyenda no
dejará nunca de crecer: su modulada voz no puede ser más evocadora, todo el
mundo reconoce el disfraz de quien quiere parecérsele, sus canciones aparecen
por todas partes y es raro el grupo o solista que no hace alguna de vez en
cuando, sus discos (o lo que sea) siguen vendiéndose y su inconfundible imagen
de marca es ya tan representativa como el pistolero del oeste o el astronauta
en la luna.
Su
vida privada fue también problemática y tortuosa, e incluso no pocos de los que
convivieron con él lo califican de ‘mala persona’, sobre todo en los años
finales; curiosamente hasta en esto, en el escándalo, adelantó la conducta de
las posteriores estrellas del rock.
Por
todo ello no puede extrañar que la figura de Elvis Presley no pare de
agrandarse año tras año. Y por encima de todo, muchas de las canciones que él
popularizó siguen provocando emoción tantos años después, siguen transmitiendo
‘feeling’, sentimiento, de modo que el gusto por la voz del rey es una de las
cosas que comparten millones de personas en todo el planeta. Sin duda tenía ese
toque divino, esa chispa que sólo poseen los elegidos, esa cosa que hace hervir
la sangre.
¡Elvis
is King!
CARLOS
DEL RIEGO
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