El cadáver de Calvo Sotelo como fue encontrado. |
Desde meses antes, el general Mola le
enviaba continuos mensajes al general Franco instándole a que sublevara el
ejército ya, inmediatamente. Pero Franco, que podía ser cualquier cosa menos un
tonto imprudente, siempre le contestaba “geografía poco extensa”, dando así a
entender que el pronunciamiento no contaba con los apoyos suficientes en las
capitanías generales, con lo que la intentona fracasaría lo mismo que fracasó
la ‘sanjurjada’, es decir, no quería encabezar una chapuza y quedarse sólo.
Pero el 13 de julio es asesinado José Calvo Sotelo, líder del partido
derechista Ceda, con lo que la situación cambió radicalmente; así, muchos de
los militares que se mostraban contarios al levantamiento y casi todos los
hasta entonces indecisos, manifestaron ahora su apoyo a la acción militar. Y
así llegó el 17 de julio. ¿Cómo se llegó a esa situación?
Desde el triunfo del frente popular a
comienzos de 1936 la situación en toda España era absolutamente caótica. Hay
fuentes que señalan que se habían producido hasta julio cerca de 300 asesinatos
por motivos políticos (alrededor de 250 están documentados); y es que eran
diarios los motines, asaltos a comisarías, asesinatos, allanamientos
sangrientos, palizas a representantes públicos y a simpatizantes de este o
aquel partido, manifestaciones y huelgas extremadamente violentas, ataques a
centros públicos, linchamientos a la vista de todos, enfrentamientos callejeros
entre comunistas y falangistas, entre socialistas y anarquistas, entre
sindicalistas y comunistas... El clima era insoportable y así lo denunció Calvo
Sotelo en el parlamento en las encendidas sesiones de aquellos días de junio y
julio. Y a los frentepopulistas no les gustaba la foto de la realidad que
pintaba el líder opositor, quien afirmó allí: “se puede vivir en el comunismo,
en el fascismo, en democracia, en monarquía..., pero no se puede vivir en la
anarquía”, pues el gobierno había hecho total dejación de sus funciones como
garante del orden público, de forma que no se producían investigaciones ni
detenciones por todos esos sucesos.
La muerte del diputado, hace ahora 76 años, fue el desencadenante final de la guerra |
El caso es que cada intervención de Calvo
Sotelo solía provocar amenazas de todo tipo. El propio Josep Tarradellas señaló
que “Pasionaria dijo en una de aquellas turbulentas sesiones: este hombre ha hablado por última vez”. Igualmente
el parlamentario socialista Ángel Galarza: “pensando en Calvo Sotelo encuentro
justificado el atentado contra su vida”. Y Pasionaria: “hay que arrastrarlos”.
Dentro de una de sus últimas intervenciones, el político gallego afirmó tener
“anchas espaldas”, refiriéndose a las amenazas.
Semanas antes del atentado se cambió a
sus escoltas por agentes (alguno masón y abierto partidario del Frente Popular)
encargados “de vigilarle”, los cuales también fueron cambiados ante la
insistencia del interesado, pero no le asignaron hombres de su confianza. El
día 12 de julio es asesinado el teniente Castillo por terroristas falangistas o
carlistas, así que algunos de sus amigos organizan el asesinato de Gil Robles y
Calvo Sotelo (por cierto, Clara Campoamor, tras el asesinato de Castillo,
aconsejó responder liquidando al líder de alguna minoría parlamentaria). El
primero no estaba en Madrid, así que fueron a por el segundo. El aterrador relato
de cómo con engaños los sacaron de su casa de madrugada (él accedió a salir al
ver los coches oficiales y los uniformes) es de sobra conocido; nadie pone en
duda que guardias de asalto, algún guardia civil, militantes del Psoe y ‘el
pistolero’ (Luis Cuenca, hombre de confianza de Indalecio Prieto) iban en la
camioneta fatídica en la que Cuenca le pegó dos tiros en la nuca al diputado.
Después del asesinato, los autores fueron
a ver o llamaron a líderes del Psoe, que sólo mostraron interés en que se
escondieran, cosa que dejaron escrito abiertamente en sus memorias, lo que
indica cómo estaban las cosas en aquella España. De hecho, tras el estallido de
la guerra, algunos de los asesinos obtuvieron puestos de responsabilidad. Al
poco del asesinato, integrantes de las Juventudes Socialistas robaron de las
oficinas del Tribunal Supremo el escueto informe sobre el atentado. Sea como
fuere, ninguno de los asesinos fue ni siquiera interrogado.
Ese era la atmósfera que se respiraba en
las calles española. Parecía inevitable que, tarde o temprano, llegara un 17 de
julio.
CARLOS DEL RIEGO
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