Adolfo Suárez buscaba el entendimiento, el acuerdo pacífico |
Representan dos formas antagónicas de entender la política.
Adolfo Suárez representa el convencimiento del diálogo pacífico, del
entendimiento, del acercamiento de posturas, pues es capaz de comprender que
hay distintos modos de pensar, distintas sensibilidades, distintas
motivaciones, distintas ideologías. Sánchez Gordillo prefiere el
enfrentamiento, el vocerío, la consigna agresiva e insultona (cuando no la
violencia), pues es incapaz de entender que hay quien opina distinto y, por
tanto, él no está dispuesto a permitir que se obre o legisle en contra de sus
creencias.
Suárez mostró tenerlos bien puestos al enfrentarse a los pistoleros que zarandeaban a Gutiérrez Mellado.. |
Aunque con el cuerpo todavía caliente del ex presidente
todos se han desecho en elogios, lo cierto es que muchos de los que se muestran
compungidos le llamaban de todo hasta hace cuatro días. De hecho, gran parte de
los que hoy pueden protestar con toda libertad, le echaban en cara la
Transición, ya que creen que en aquel momento habría que haber perseguido a
todos los franquistas. Pero, en primer lugar, los franquistas estaban en el
poder, por lo que ¿quién debería haberlos perseguido?; en segundo lugar, hubo
que redactar, aprobar y votar una Constitución y luego componer un parlamento,
el cual votó (por mayoría aplastante) la Ley de Amnistía; en tercer lugar, si
en aquellos azarosos, inciertos e ilusionantes años un bando se pone a señalar
los crímenes del otro, y viceversa, el riesgo de nuevas violencias se hubiera
convertido casi en certidumbre, pues ambos bandos tenían poder suficiente para ir
a la lucha. En resumen, si las cosas se hubieran hecho de otro modo, si el
proceder en aquella segunda mitad de los setenta del siglo XX en España hubiese
sido distinto al que pilotó Adolfo Suárez, el país se hubiera acercado mucho a
1936. Oportuno es recordar que, apenas unas semanas después de la muerte de
Franco, el Rey y Suárez ya estaban ‘tramando’ una constitución democrática,
unas elecciones democráticas, una ley que admitiera todos los partidos que
quisieran aceptar la ley.
Si Sánchez Gordillo, a causa del más insospechado giro del
destino, hubiera ocupado el sitio de Suárez y, por tanto, dirigido el rumbo de
la nación a la muerte del dictador, la Transición no habría tenido lugar y,
probablemente, sí el conflicto armado y generalizado. Tal afirmación se
sostiene echando un vistazo a las actuaciones del alcalde: agitación, usurpación,
ocupación, robo con intimidación, acoso, insulto…, y eso en un entorno
democrático, de manera que en un momento de incertidumbre y con el poder en sus
manos… Como queda evidenciado en sus actuaciones y en sus palabras, Gordillo
está convencido de poseer el monopolio de la verdad, por lo que se siente
legitimado para pasar por encima de aquellas leyes que se oponen a su modo de
ver las cosas; por extensión, si él tuviera poder de decisión a escala
nacional, sin duda impondría sus ideas usando para ello todas las armas a su
alcance. Por otro lado, de sus modos y métodos se desprende que donde se
encuentra a gusto es en la trifulca, que él lo que quiere es pelea…, tanto que
seguro que no vería con malos ojos un nuevo 36.
Adolfo Suárez buscó, por encima de todo, acercar los
extremos a la democracia, intentó que los confines del espectro político, de un
lado y de otro, aceptaran unos mínimos comunes con los que iniciar la marcha.
Gordillo jamás buscaría ese entendimiento, sino que optaría por la riña, la
contienda, el alboroto, la lucha; si Sánchez hubiera estado en el puesto de
Suárez todavía seguiría el país inmovilizado…, si no regresando.
Pero que nadie piense que el abulense era cobardica y
apocado. Todo lo contrario demostró en el 23 F de 1981, permaneciendo en su
sitio a pesar del tiroteo cuando los demás parlamentarios estaban cuerpo a
tierra temblando; bajando a increpar y enfrentarse a las pistolas de los
golpistas (con dos…) en defensa de Gutiérrez Mellado. Si el alcalde sevillano
hubiera estado aquel día de febrero en el Congreso…, todavía hoy seguiría
temblando en el suelo.
Con la perspectiva que sólo el tiempo proporciona, la labor
de Adolfo Suárez se antoja monumental. ¿Alguien lo hubiera hecho mejor que él?
CARLOS DEL RIEGO
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