OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 27 de marzo de 2014

ADOLFO SUÁREZ Y SÁNCHEZ GORDILLO, CARA Y CRUZ DE LA POLÍTICA Uno acaba de fallecer dejando un legado que lo llevará a las primeras páginas de la Historia de España, el otro sólo busca gresca, vocerío, sectarismo.


Adolfo Suárez buscaba el entendimiento, el acuerdo pacífico

Representan dos formas antagónicas de entender la política. Adolfo Suárez representa el convencimiento del diálogo pacífico, del entendimiento, del acercamiento de posturas, pues es capaz de comprender que hay distintos modos de pensar, distintas sensibilidades, distintas motivaciones, distintas ideologías. Sánchez Gordillo prefiere el enfrentamiento, el vocerío, la consigna agresiva e insultona (cuando no la violencia), pues es incapaz de entender que hay quien opina distinto y, por tanto, él no está dispuesto a permitir que se obre o legisle en contra de sus creencias.


Suárez mostró tenerlos bien puestos al enfrentarse a
 los  pistoleros que zarandeaban a Gutiérrez Mellado..

Aunque con el cuerpo todavía caliente del ex presidente todos se han desecho en elogios, lo cierto es que muchos de los que se muestran compungidos le llamaban de todo hasta hace cuatro días. De hecho, gran parte de los que hoy pueden protestar con toda libertad, le echaban en cara la Transición, ya que creen que en aquel momento habría que haber perseguido a todos los franquistas. Pero, en primer lugar, los franquistas estaban en el poder, por lo que ¿quién debería haberlos perseguido?; en segundo lugar, hubo que redactar, aprobar y votar una Constitución y luego componer un parlamento, el cual votó (por mayoría aplastante) la Ley de Amnistía; en tercer lugar, si en aquellos azarosos, inciertos e ilusionantes años un bando se pone a señalar los crímenes del otro, y viceversa, el riesgo de nuevas violencias se hubiera convertido casi en certidumbre, pues ambos bandos tenían poder suficiente para ir a la lucha. En resumen, si las cosas se hubieran hecho de otro modo, si el proceder en aquella segunda mitad de los setenta del siglo XX en España hubiese sido distinto al que pilotó Adolfo Suárez, el país se hubiera acercado mucho a 1936. Oportuno es recordar que, apenas unas semanas después de la muerte de Franco, el Rey y Suárez ya estaban ‘tramando’ una constitución democrática, unas elecciones democráticas, una ley que admitiera todos los partidos que quisieran aceptar la ley.

Si Sánchez Gordillo, a causa del más insospechado giro del destino, hubiera ocupado el sitio de Suárez y, por tanto, dirigido el rumbo de la nación a la muerte del dictador, la Transición no habría tenido lugar y, probablemente, sí el conflicto armado y generalizado. Tal afirmación se sostiene echando un vistazo a las actuaciones del alcalde: agitación, usurpación, ocupación, robo con intimidación, acoso, insulto…, y eso en un entorno democrático, de manera que en un momento de incertidumbre y con el poder en sus manos… Como queda evidenciado en sus actuaciones y en sus palabras, Gordillo está convencido de poseer el monopolio de la verdad, por lo que se siente legitimado para pasar por encima de aquellas leyes que se oponen a su modo de ver las cosas; por extensión, si él tuviera poder de decisión a escala nacional, sin duda impondría sus ideas usando para ello todas las armas a su alcance. Por otro lado, de sus modos y métodos se desprende que donde se encuentra a gusto es en la trifulca, que él lo que quiere es pelea…, tanto que seguro que no vería con malos ojos un nuevo 36.

Adolfo Suárez buscó, por encima de todo, acercar los extremos a la democracia, intentó que los confines del espectro político, de un lado y de otro, aceptaran unos mínimos comunes con los que iniciar la marcha. Gordillo jamás buscaría ese entendimiento, sino que optaría por la riña, la contienda, el alboroto, la lucha; si Sánchez hubiera estado en el puesto de Suárez todavía seguiría el país inmovilizado…, si no regresando.

Pero que nadie piense que el abulense era cobardica y apocado. Todo lo contrario demostró en el 23 F de 1981, permaneciendo en su sitio a pesar del tiroteo cuando los demás parlamentarios estaban cuerpo a tierra temblando; bajando a increpar y enfrentarse a las pistolas de los golpistas (con dos…) en defensa de Gutiérrez Mellado. Si el alcalde sevillano hubiera estado aquel día de febrero en el Congreso…, todavía hoy seguiría temblando en el suelo.    

Con la perspectiva que sólo el tiempo proporciona, la labor de Adolfo Suárez se antoja monumental. ¿Alguien lo hubiera hecho mejor que él?
 
CARLOS DEL RIEGO


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