Puesta en escena kitsch, chillona, ordinaria, tópica y sin el menor sentido del gusto |
No
deja de tener mérito que el Festival de Eurovisión se venga celebrando
ininterrumpidamente desde hace más de medio siglo, pero casi se puede terminar
ahí lo meritorio del evento. La edición de 2013, la número 57, ha sido una
excelente muestra de lo que es hoy esta cita, pues la categoría de la música ha
sido muy muy escasa, las puestas en escena resultaron ridículas, casi
sonrojantes, y lo de las votaciones, de auténtica carcajada. Eso sí, la
visualización de este aquelarre de mal gusto ha debido hacerse con cautela, en
pequeñas dosis, puesto que una excesiva exposición a tan extrema vulgaridad
puede ocasionar severas consecuencias a la salud mental del espectador.
La
indumentaria de la encargada de conducir el espectáculo fue de aurora boreal, un
monumento a la fealdad. Tras ella se sucedieron horteradas de tamaño colosal;
muchas de las chicas aparecían vestidas como de princesas de cuento de hadas y
tratando de parecer tales, mientras que ellos se presentaron ataviados con una
mezcla entre ilusionistas y camareros. Muchos de los participantes quisieron
añadir otros elementos con los que llamar la atención, como el tipo de King
Kong-vikingo-Santiagosegura, los de la urna de cristal, los tipos sado-macho
que parecían tocar grandes tambores, las que iban como de azafatas…, ¡y qué
decir de algunos de los chicos, que parecían imitadores de David
Bustamante!..., claro que lo del tronco de Rumanía (que, por cierto, sí sabía
cantar) en plan Drácula con traje de los chinos o lo de los de Bielorusia,
rayan lo ofensivo. En realidad, salvo tres o cuatro que se salieron del
horterismo general apostando por la discreción, este Eurovisión ha sido todo un
canto al mal gusto, a la vulgaridad y la ordinariez, al colorido ‘kitsch’, al
exceso sin el mínimo atisbo de encanto, a la ausencia de algo parecido al
arte…, en fin, el festival ha superado todos los récords, todos los límites de
la macarrada, de lo grosero, mediocre y trillado. En lo visual bien puede
decirse que fue un desatino de dimensiones cósmicas, algo parecido a un
concurso de disfraces disparatados, una competición-exhibición de caricaturas y
bufonadas, generalmente muy ingenuas, casi infantiles.
Algunos parecían imitadores de David Bustamante. |
Ah!,
pero todo ello se queda en pecata minuta contemplando las coreografías y
puestas en escena, que obligan a pensar que a quienes han perpetrado tales
desaguisados les falta un hervor. Qué canto a la vulgaridad y la chabacanería,
qué simpleza, qué medianía, qué impostura. Cierto que en este tipo de certamen
lo que se busca es llamar la atención como sea, intentar que el jurado (o lo
que haya) se acuerde de uno, pero hasta en esto existe un límite, y cuando se
traspasa la cosa resulta hilarante, si no de vergüenza ajena.
La
parte musical (las canciones) estuvo a la altura del resto. O baladitas cursis
o infame chunda-chunda, todo fácil y fácilmente previsible, sin pizca de
chispa, belleza o (ni por asomo) elegancia. Había pasajes en los que daba la
impresión de repetirse la misma canción, como si todas las piezas hubieran sido
obras de dos o tres autores que trabajaron contrarreloj. ¿Alguien puede
recordar algún estribillo? ¿Alguien cree que alguna de estas composiciones
tendrá recorrido en las listas de éxitos o de ventas? ¿Alguien puede tararear
alguna de las ganadoras en ediciones anteriores? Nada de esto, ni cantantes ni
canciones mostraron algo de imaginación, ningún destello de inspiración pudo
atisbarse en el escenario sueco, donde sí abundaron las letras metidas a
matajunta en partituras verdaderamente toscas.
Pasan
los años y se suceden las ediciones, pero a pesar de la popularidad alcanzada
en las últimas, la horterada sigue siendo la reina en esta especie de romería,
en este auténtico festival de la patata tempranera que ni siquiera tiene el
encanto de lo decadente y morboso. Al revés, la masificación propiciada por las
redes sociales e internet le han colocado un añadido de chabacanería y tópicos
fáciles. Todo es colorines chillones que, lógicamente, se pegan con aquello que
significa estilo, clase o distinción.
Lo
del apartado de las votaciones fue de traca. Tan evidente era la componenda, el
complot entre países vecinos, que el comentarista adivinaba una y otra vez a
dónde irían los votos; así los de las repúblicas ex-soviéticas (Rusia,
Arzerbayán, Armenia, Bielorrusia…) que con total descaro se repartían los
sufragios como buenos hermanos, igual que los nórdicos (Suecia, Noruega,
Dinamarca…); lógicamente Serbia y Croacia siguen siendo, de momento, agua y
aceite incluso en ocasión tan trivial.
Eso
sí, este vetusto concurso de cantantes ha servido para enterrar a posibles intérpretes;
no hay más que echar un vistazo a los representantes que ha enviado España en
los últimos años, que luego de obtener posiciones muy retrasadas parecen
haberse retirado del escenario para los restos; y si esto ha sucedido con uno
de los países participantes, seguro que idénticamente ha sucedido en otros.
Mejor y más compasivo es no mencionar nombres.
Pero
a pesar de todo hay mucha gente que disfruta con Eurovisión y que se reúne para
ver, criticar, comentar, alabar o denostar, es decir, el festival gusta, por lo
que tiene todos los derechos y legitimidades para seguir en antena. Al menos
puede tomarse como una referencia. De mal gusto, pero referencia.
CARLOS
DEL RIEGO
A mi me entretiene Eurovisión, pero el nivel musical como dices... para olvidar. Eso sí, a mi este año me han encantado los griegos. Y por mucho que se diga que han ido a montar un show a lo chikilicuatre, hay mucha calidad musical ahí, tanto por los Koza Mostra con guiños al Ska y que también me recordaron sonidos balcánicos, como Agathon Iakovidis, que por lo visto tiene una amplia carrera en Grecia y lo que he escuchado en el spotify tiene muy buena pinta. Por lo demás... prescindible, incluso la ganadora que simplemente era un producto supercomercial. Un abrazo
ResponderEliminarAmigo Juan Diego, tienes razón, la trupe griega tenían algo. Como tú, hay mucha gente que se entretiene mucho con el festival, pero a mí siempre me cayó mal, puesto que, recuerdo, cuando era pequeño, quitaban mi programa favorito para poner Eurovisión en la tele, y como quien manda manda, pues a ver Eurovisión. Desde entonces estoy más con Jorge Ilegales cuando decía lo de los viejos festivales...
EliminarUn abrazo