jueves, 11 de septiembre de 2025

LOS POLÍTICOS SE HAN CONVERTIDO EN UNA PLAGA, UNA MALDICIÓN, UN AZOTE PARA LA POBLACIÓN

 


No se precisa más explicación

 

Al igual que muchas otras cosas han realizado una evolución lógica, una actualización (la televisión, la publicidad, los coches…), la política precisa cambios urgentes, puesto que se ha quedado absolutamente obsoleta; es más, ha degenerado. Y todo a causa de la existencia del político vitalicio, ese que entra en política con veintitantos años y ahí se queda hasta la jubilación y más

 

Es, sin duda, el gran problema de la democracia a día de hoy. El político llega a la política con intención de no dejar esa situación privilegiada jamás. De ese modo, al poco de conseguir su acta y su primer sueldo salido de las arcas públicas, el político hace de la política su único objetivo, su única meta, su única preocupación. El bien común deja de tener ninguna importancia a los pocos años de conseguir un puesto, un cargo de poder.

 

Cinco, seis o siete años en política (si no antes) son suficientes para que el político sólo piense en la política, es decir, en el poder: conservarlo o conquistarlo. Y para ello estará dispuesto a lo que sea: mentirá, sobornará, traicionará, manipulará, difamará… Es como en la película ‘Alien’: cuando la protagonista (la teniente Ripley) accede al ordenador central de la nave y pregunta cuál es el objetivo de la misión se encuentra con que la orden es: “Llevar organismo vivo a la tierra. Las demás consideraciones anuladas. Tripulación sacrificable”. Tal cual es la cosa para el político, para todos los políticos de todos los partidos de todos los países: lo único que importa es conseguir el poder a costa de lo que sea, a costa de quien sea, sin consideraciones de moralidad, integridad, conciencia, lealtad, justicia…, nada de eso cuenta, todo eso deja de tener valor o significado y, por supuesto, toda persona que se interponga es sacrificable.

 

Por otro lado, no hará falta recordar que las mayores masacres, las más pavorosas degollinas, las más atroces matanzas han sido perpetradas invariablemente por políticos. No hay banda terrorista o mafiosa, narcos o pandilla asesina que pueda alcanzar ni una millonésima parte de las hecatombes llevadas a cabo por los políticos. Y no sólo hay que hablar de dictadores aterradores como Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot… ‘Demócratas’ como Winston Churchill llevaron a la muerte por hambre, conscientemente, a millones de personas, concretamente en la India, cuando para dar de comer a su ejército el ‘premier’ inglés arrebató cosechas enteras a la población de ese país (que entonces era propiedad de la corona británica) condenando así a tres millones de personas a morir de inanición (las fotos son inequívocas). También se pueden recordar las guerras del opio por las que Inglaterra condenó a la drogadicción a millones de chinos y al hambre a otros tantos indios: a estos los obligó a plantar adormidera en lugar de grano y a los chinos a aceptar cobrar en opio todo lo que los británicos compraban en China. Los ‘demócratas’ padres de la patria de EE UU llevaron casi a la extinción a los indios de este país pagando en efectivo por sus cabelleras, eliminando su principal fuente de subsistencia (los bisontes) o confinándolos en campos de concentración llamados reservas (hoy menos del 1% de la población estadounidense son amerindios). Como es sabido, hasta la segunda mitad del siglo XX los indios y los negros (que fueron linchados ‘legalmente’ durante…) no fueron ciudadanos de pleno derecho. Podría hablarse de las matanzas que ingleses y holandeses perpetraron en Sudáfrica con su régimen racista…Y así podría continuarse enumerando atrocidades cometidas por políticos elegidos democráticamente (sin tener en cuenta, lógicamente, los de épocas preindustriales).

 

En pocas palabras, los políticos vitalicios, eternos, para siempre, son una plaga, una desgracia para la población, pues los ciudadanos les importan tres pares de coj… Lo único que tienen en mente en tener y mantener un sillón, concretamente el que más poder conlleve.

 

¿Y cómo se convierte uno en político? Fácil: se entra en un partido y se empieza a hacer la pelota y a lamer el culo del candidato que más poder tenga o parezca tenerlo. Y cuando éste pierda las elecciones o el favor del mandamás, no hay problema, se cambia de culo y se convierte uno en pelota y correveidile de quien parezca que va a ser jefe. O sea, para ser político con proyección o posibilidades sólo hay que saber ser veleta, traicionar, cambiar de camisa y halagar a quien antes acusabas y denostar a quien antes halagabas. Así se tendrá la seguridad de subir en el partido, lo que significa que se tendrán muchas más posibilidades de acceder a la poltrona, al poder. En pocas palabras, para subir en el partido hay que olvidarse de lealtad o moralidad.

 

La única solución es proscribir la figura del político profesional, prohibir el cargo de político vitalicio, impedir la permanencia en política más allá de seis o siete años. Y sustituir a esa especie de parásito egoísta por el ciudadano metido temporalmente a labores políticas, es decir, cuando uno alcanza un cargo pagado con dinero público, al lado de la fecha de entrada en vigor de ese cargo ha de estar la fecha de extinción de su estancia en política. En resumen, seis, siete u ocho años ( nunca más de ocho, que es un diez por ciento de la esperanza de vida de una persona) con cargo pagado con el dinero de todos y ‘pa casa’, a trabajar y no a vivir a costa de los demás. Hay dos problemas: el primero es que quienes tienen que decidir esto son precisamente… ¡horror!, políticos; y el segundo es que gran parte de la población defiende a los políticos a los que votan, los buenos, e insulta a los otros, los malos; pero no hay nada que se parezca más a un político que otro, sean del partido que sean.

 

Todos los profesionales de la política, todos, son vagos, parásitos, mediocres, cobardes, veletas, traidores, sembradores de cizaña. ¡Gentuza indeseable!  

 

CARLOS DEL RIEGO

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