miércoles, 31 de marzo de 2021

ISAAC ASIMOV, EL FÉNIX DE LOS INGENIOS DEL SIGLO XX

 


Isaac Asimov, con sus características patillas

Isaac Asimov, uno de los más prolíficos e ingeniosos escritores del siglo pasado, murió en abril de 1992 a causa del sida, enfermedad que contrajo tras una transfusión de sangre. Sólo reconocido como uno de los grandes de la ciencia ficción, también es  uno de los menos valorados a pesar de haber dejado una interminable producción literaria que abarcó todos los géneros

A comienzos de los noventa del siglo pasado el sida era una enfermedad aun incurable y desconocida. Por eso, no sólo los llamados grupos de riesgo, sino toda la población estaba expuesta al contagio. Una de las formas más crueles de contraer el virus era la transfusión sanguínea. Así murió Asimov en abril de 1992, tras recibir sangre contaminada al practicársele un bypass.

La mayor parte de quienes reconocen su nombre lo asocian exclusivamente a los relatos de ciencia ficción, sin embargo, su producción literaria abarca casi todos los géneros y es tan enorme que no es una exageración comparar a este estadounidense, nacido en la desaparecida Unión Soviética, con el escritor del Siglo de Oro Español Félix Lope de Vega, a quien se llamó ‘Fénix de los ingenios’ por la ingente cantidad de obras que alumbró. Tenía Asimov una prodigiosa mentalidad creativa, una inagotable capacidad de trabajo, unas insaciables ansias de aumentar su ya inmenso conocimiento…, por eso un día le preguntaron: “¿Cómo se siente uno sabiéndolo todo?”, a lo que él respondió, “Yo sólo sé cómo se siente uno al tener esa reputación, y es inquieto”.

Asimov es autor de infinidad de libros de las temáticas más diversas. Sus inicios en la literatura, a finales de los años treinta, lo decantan por la ciencia ficción, dedicándose casi en exclusiva a este género durante unos veinte años. Pero después, durante los 25 siguientes apenas publicó cuatro obras de ficción, centrándose entonces los otros géneros que cultivó. Posteriormente retomó su vertiente de ciencia ficción alternándola con temas de todo tipo.

Así, como bioquímico, editó un sinfín de obras de divulgación científica que abarcan prácticamente todas las ramas de la ciencia (deteniéndose principalmente en la Astronomía) y que, sorprendentemente, resultan muy amenas (extraordinaria ‘X representa lo desconocido’).Lúcidas e ingeniosas son sus revisiones e interpretaciones de personajes históricos (la corta pero intensa biografía de Leonor de Aquitania resulta emocionante), o de obras como La Biblia (monumental publicación que incluye cantidad de informaciones adicionales); tocó asuntos  tan dispersos como los dinosaurios (los ‘Lagartos terribles’), o los orígenes del hombre, los inicios de la civilización y de la escritura, la formación de América o de los Estados Unidos, la historia de la Bioquímica, de la Literatura, de la Ciencia Ficción e incluso sobre la propia historia de la Ciencia. Publicó numerosos textos en los que, de modo ameno e instructivo, abordaba desde un punto de vista científico temas como la estrella de Belén, el cometa Halley o del origen de los números... Asimov era capaz de escribir con soltura y conocimiento de prácticamente todos los temas, pues su inteligencia desbordante siempre fue acompañada por una curiosidad sin límites. No faltaron en su interminable producción los relatos y novelas de misterio, los sesudos tratados filosóficos y de pensamiento, los humorísticos o las poesías, algunas de las cuales están basadas en juegos de palabras..., e incluso publicó obras como ‘Tesoros del humor de Asimov’, que es un libro con chistes y, a la vez, un profundo estudio en torno al humor y la risa.

Ateo y muy respetuoso con las religiones (“con las genuinas”, decía), atacó y escribió mucho contra las supersticiones, los adivinos, los curanderos, los médiums y demás patulea de falsarios y timadores. También se preocupó y escribió sólidos estudios sobre el calentamiento global o la desaparición de la capa de ozono, e incluso explicó porqué Internet iba a revolucionar el mundo, anticipando muchísimas de las posibilidades de esa herramienta, y lo hizo en 1988, cuando eso de Internet era sólo para unos cuantos.

Su influencia ha sido tremenda, y no sólo en lo literario. Las dos fábricas de robots y autómatas más importantes del mundo fueron fundadas por dos hombres que, en sus años de universidad, quedaron cautivados por las historias de ciencia ficción de Asimov. Además, la palabra robótica es de su invención y se utiliza hoy habitualmente. Sus obras de divulgación fueron  como una revelación para posteriores autores, que entendieron las proporciones idóneas de ciencia y de diversión que hay que poner en una obra para que cautive al lector.

Algo casi exclusivo de Asimov es ese diálogo que mantiene con el lector a través de esa especie de prólogos con que da entrada a muchísimos de sus relatos; ahí explica cómo, por qué, en qué se inspiró o cuánto le pagaron por escribir el texto que se está a punto de leer; por ejemplo, en una de esas descripciones previas al relato, dice algo así como “por esta obra cobré x dólares”, y a continuación añade entre paréntesis “sí, soy judío y, por tanto, tacaño, y por eso anoto todas las cuentas”. Cuando uno lee esto llega a imaginarse que el escritor está ahí mismo, charlado justo al lado. Además, reírse de sí mismo es prueba de inteligencia.

Aunque menos de la mitad de su producción es ciencia ficción, es por este género por lo que es más recordado, sobre todo por los cuentos de robots. Y dentro de esta temática se podría destacar otra de sus grandes aportaciones, las tres leyes de la robótica (de Isaac Asimov, se suele decir cuando se las menciona); se trata de tres sencillas reglas éticas moralmente irreprochables con las que este judío de enormes patillas hizo autenticas maravillas en una serie de relatos sencillamente prodigiosos. En su cuento ‘Runaround’ (de 1942), luego incluido en ‘Yo robot’ (llevada al cine de modo poco afortunado)  es donde las enuncia por primera vez: Primera regla, un robot no hará daño a un ser humano ni permitirá que éste sufra daño sin hacer nada (sustitúyase robot por ser humano y queda una regla que todo el mundo debería obedecer); Segunda regla: un robot debe obedecer a un ser humano salvo cuando esa obediencia entre en conflicto con la primera ley; Tercera regla: un robot debe conservar su vida excepto cuando entre en conflicto con las otras dos leyes. Asimov saca enorme partido a estas tres obligaciones robóticas y demuestra su capacidad para crear situaciones asombrosas y soluciones imprevisibles.

Casi tres décadas después de su muerte, sigue siendo buena idea echar mano de uno de sus libros, ya sea de ficción, de divulgación, de historia, de pensamiento... Sí, Asimov fue un auténtico monstruo de la literatura, un ‘Fénix de los ingenios’.    

CARLOS DEL RIEGO

 

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