Jovencísimos Sinatra y Holiday, a mediados de los años 40
En abril de 1915
nació la cantante Billie Holiday; ese mismo año, unos meses después, llegó
Frank Sinatra. Se conocieron en sus comienzos y ambos fueron auténticas
estrellas, pero ella murió a los 44 años en la miseria y él a los 82 dejando
una herencia millonaria. No es muy conocida la amistad que mantuvieron y, menos
aún, la profunda admiración de él hacia ella, siendo uno de los poquísimos que
la visitaron en su lecho de muerte
Se trata de dos de
los cantantes más importantes de la música popular del siglo XX. Dos voces
inolvidables, inconfundibles y absolutamente inimitables. Una y otro grabaron
docenas de álbumes y trabajaron al lado de los más reputados músicos de su
momento. Sin embargo, a pesar de que la vida de Sinatra estuvo frecuentemente
salpicada por todo tipo de escándalos (sentimentales, mafia, drogas, juego...),
nunca soportó la cantidad de desgracias con las que tuvo que vivir Billie desde
su infancia. Sabido es que sufrió abusos sexuales desde niña, abandono y malos
tratos, años de prostitución, matrimonios desgraciados, estafas y una terrible
adicción a las drogas, sobre todo a la heroína (se cuenta que, mientras estaba
cantando en una sala de Nueva York, apareció el camello y, en el acto, ella
bajó del escenario a mitad de canción, dejando a los músicos con la boca
abierta y sin saber qué hacer).
A finales de los años
30 del siglo pasado Frank Sinatra entró en un club de Manhattan y allí
descubrió una cantante hechizante, una joven Billie Holiday dotada de una voz
dulcísima y a la vez triste que expresaba profundísimas emociones. Quedó
impactado. Se acercó y hablaron. Frank debió preguntarle cosas de cantantes.
Ella contó después que lo único que hizo fue “aconsejarle doblar notas, ciertas
notas. Eso es todo lo que ayudé de Frankie”. Pero algo más debió transmitirle,
puesto que en 1958 Sinatra declaró: “Es Billie Holiday quien fue y sigue siendo
la mayor influencia musical para mí”; ese mismo año la cantante de jazz, blues,
swing, lanzó su último Lp en vida, ‘Lady in satin’, el cual se abría con el
clásico ‘I ´m a fool to want you’, coescrito por el propio Frank Sinatra. Éste
aprendió de ella a trasladar al público sentimientos como el optimismo, la
seducción, la tristeza…”Todos los cantantes posteriores hemos sido conmovidos
por su genio. Ella vivía las canciones, vivía dentro de sus canciones”.
Proclamó años más tarde.
El que fuera chófer y
mano derecha de Sinatra durante quince años, George Jacobs, relató en sus
memorias (‘Mi vida con Frank Sinatra’), que en 1959 lo llevó al hospital donde
estaba internada Billie Holiday aquejada de una letal cirrosis hepática. Se la
encontró postrada y vigilada constantemente por un agente de policía, pues
habían encontrado heroína en su casa. Frankie la saludó volviendo a recordar la
importancia que ella tenía en su carrera, a lo que Billie respondió que no
tanto, que sólo le había enseñado “cómo doblar notas, sólo eso”. El policía, al
ver que hablaban de música, descuidó la atención, momento en que ella le pidió
que se acercara y le susurró que le consiguiera algo de caballo…
La pobre debía tener
un ‘mono’ terrible, pues en aquellos años no había miramiento ni compasión con
los drogadictos (estaba penado el consumo y la posesión por muy escasa que
fuera). Sinatra también debió sufrir al ver el estado de la que fuera su
primera referencia artística y quiso paliar tanto padecimiento. Intentó
sobornar a la policía sin conseguirlo, se puso en contacto con un traficante e
incluso llamó al alcalde…, pero no consiguió nada. Ella murió y él sintió que
le había fallado. Se fue a su casa, se encerró y durante dos días no hizo más
que beber, llorar y escuchar los discos de Billie Holiday.
Dos cantantes
icónicos de la misma época. Dos voces singulares e inconfundibles. Dos grandes
talentos. Dos vidas opuestas. Él blanco y ella negra cuando esto lo significaba
todo.
CARLOS DEL RIEGO
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