Los comuneros condujeron a una muerte cierta e inútil a miles de personas. No parece un hecho a celebrar
El 23 de abril de
1521 se produjo la batalla de Villalar, en la que los que se habían levantado contra Carlos I fueron
derrotados estrepitosamente y sus jefes ajusticiados. A pesar de tan humillante
descalabro, Castilla y León sigue celebrando aquel día como la fiesta grande de
la comunidad. Además de otras consideraciones, es incomprensible engrandecer
tan inútil catástrofe
El día 23 de abril es
el Día de la Comunidad de Castilla y León, que ha escogido esa fecha por
considerarla un momento de enorme esplendor en el devenir histórico de la
región. Ese día de 1521 (hace ya medio milenio) los llamados Comuneros de
Castilla fueron aplastados por las tropas de Carlos I en la batalla de Villalar
(la guerra de las Comunidades siguió unos pocos meses más). Al día siguiente
fueron ejecutados los tres principales cabecillas, cuyos nombres se dicen de
carrerilla: Padilla, Bravo y Maldonado.
Esta guerra de los
Comuneros ha dado lugar a muchos estudios. Aunque faltando a la verdad se ha
dicho que fue una revuelta del pueblo contra la tiranía del poder, la mayoría
de especialistas e historiadores afirman que, en realidad, fue una insurrección
promovida por la alta burguesía urbana y las aristocracias más poderosas, que
se iban a ver obligadas a pagar más al retirarles el nuevo rey sus privilegios
medievales. Asimismo, otra causa importante fue que Carlos de Habsburgo colocó a
muchos extranjeros en cargos de relevancia, lo que significaba que nobles y poderosos
se verían privados de poder, pues hasta entonces eran ellos los que acaparaban
esos cargos. En definitiva, quienes perdían eran las clases privilegiadas, no
el pueblo llano; a pesar de ello, los interesados en la revuelta consiguieron
implicar a las clases más humildes. Como era de esperar, gran parte de los
nobles que habían apoyado al principio la guerra contra Carlos, al comprobar
por dónde iban las cosas, cambiaron de bando (así no lo perdían todo),
abandonando a su suerte a los paisanos;
En resumen, como en
casi todas las revoluciones que en la Historia han sido, la causa principal y
determinante, la chispa, la mecha y la pólvora fueron el poder y los intereses
económicos, no esos presuntos idealismos (lucha contra el absolutismo…) que de
ningún modo existían en las mentalidades de hace cinco siglos. Sea como sea,
parece poco inteligente señalar como la fiesta de un territorio un hecho con
orígenes tan difusos y un final tan amargo, pues los ‘heroicos’ Padilla, Bravo
y Maldonado condujeron a la muerte a miles de personas para nada.
Al escoger un hecho
tan lamentable como día grande, los que tomaron aquella decisión (y los que la
han seguido dejándose llevar por la inercia) dan a entender que en Castilla no
se ha producido ningún hecho glorioso, heroico o trascendental a lo largo de su
Historia, nada que festejar mejor que aquella patética derrota de nulas
consecuencias. Es como si Estados Unidos recordara de modo festivo el bombardeo
a Pearl Harbour, Alemania lo hiciera con el día de la firma del Tratado de Versalles
o Japón con el de su rendición ante EE UU, como si Francia celebrara la batalla
de Waterloo, Inglaterra la derrota ante sus colonias americanas, España la
batalla de Trafalgar o, en fin, como si un deportista o equipo celebrase el
aniversario de su eliminación más dolorosa. Parece muy, muy poco inteligente.
Pero es que, además,
aquel movimiento comunero no tuvo la menor consecuencia, o sea, los miles que
murieron en el campo de batalla, así como los cientos que fueron ejecutados,
perdieron la vida por nada; todas las ciudades que se rebelaron volvieron
inmediatamente a someterse a la autoridad real, es más, las más destacadas en
la rebelión perdieron peso político. Y los nobles regresaron al redil al
comprobar que Carlos era más fuerte de lo que creían (luego, el rey los perdonó
a casi todos). De hecho, la única consecuencia real fue que Carlos aumentó su
poder. Eso fue todo lo que consiguieron los comuneros y su necia rebelión, es
decir, obtuvieron lo contrario de lo que pretendían. Y la Historia siguió su
curso sin que aquellos sucesos modificaran su dirección. ¿De verdad aquello es
digno de halago y celebración?
Por otro lado (además
de lo esperpéntico de la elección), es lógico que León jamás haya tenido
representación significativa en Villalar de los Comuneros cada 23 de abril,
donde lo raro es ver leoneses (con cargo político o simples ciudadanos). Y es
que no hay que olvidar que esa fecha conmemora a los Comuneros de Castilla, de
Castilla, no de León; la conjunción copulativa entre esas dos realidades
territoriales marca precisamente eso, que son dos, y por tanto cada una debería
tener su fiesta, su día (por ejemplo, Juan José celebra el día de su cumple,
pero Juan y José tienen uno cada uno).
Castilla la Vieja
seguirá alegrándose de aquella derrota tan innoble como estéril, olvidándose de
otras mil fechas verdaderamente memorables, victoriosas, gloriosas. León no
puede tragarse semejante paparrucha ni sumarse a este enorme error.
CARLOS DEL RIEGO
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