Salida de los 100 m lisos, en la que cada uno toma la postura que se le ocurre. El ganador fue el de en medio, Thomas Burke
Bob Garret posa imitando al Discóbolo de Mirón
En abril de 1896,
hace justo un siglo y cuarto, se materializaba la recuperación de los Juegos
Olímpicos tras los esfuerzos del Barón de Coubertin. Como todos los comienzos, poner
en marcha aquella enorme empresa exigió la superación de infinitos obstáculos,
pero finalmente los JJ OO de la Era Moderna se celebraron en Atenas;
lógicamente, se produjeron infinidad de hechos, anécdotas y sucesos de todo
tipo, desde el más chusco al más loable
La gestación de la
‘reinvención’ de los Juegos Olímpicos fue muy larga y tortuosa. Hasta que
finalmente se fijó un lugar y una fecha, Atenas, abril de 1896. Luego, Coubertin
y sus colaboradores tuvieron nuevamente que superar dificultades y problemas
económicos, políticos, sociales, organizativos, económicos otra vez… Pero llegó
el día y la idea olímpica volvió a la vida 1503 años después de que el
emperador Teodosio prohibiera los juegos en el año 394. Y esta vez los juegos
no sólo volvían para quedarse, sino para acoger a todos los pueblos del planeta.
Como toda primera vez, se sucedieron muchísimos acontecimientos pintorescos que
sirven para comprobar lo que ha cambiado todo en estos 125 años.
Los JJ OO de la
antigüedad celebraron 243 ediciones, siendo la última la del año 393 después de
Cristo. Al estadounidense James B.Conolly le correspondió el honor de ser el
primer campeón olímpico (‘olimpionikos’) un milenio y medio después; ganó el
triple salto (13,71 metros). Participaron trece países, a pesar de que hay
quien dice que fueron 14; se suele incluir a Italia, pero la organización negó
la inscripción en el Maratón de su único representante, Carlo Airoldi, acusado
de profesionalismo; otras fuentes incluyen Egipto, ya que de Alejandría era el
tenista Kasdaglis, pero entonces esa ciudad pertenecía a Grecia; incluso hay
otras participaciones discutidas.
Merece la pena
detenerse en el caso de Carlo Airoldi. Había tomado parte en una carrera de
varios días entre Turín y Barcelona; al llegar, recibió unas monedas para que
comprara qué comer. Por ese hecho fue acusado de profesionalismo y rechazada su
inscripción en el Maratón. El italiano, que no tenía medios para costearse el
transporte, se puso a caminar y recorrió a pie más de 1.300 kilómetros (y dos
trayectos en barco) hasta llegar a Atenas. Al llegar se encontró con la
negativa más rotunda. Carlo Airoldi fue injustamente apartado de la historia
olímpica. ¿O no?
Detalle de lo más
sorprendente es el hecho de que Grecia se regía por el calendario juliano,
mientras el resto de occidente por el gregoriano. Así, la fecha de apertura de
los juegos se fijó para el 25 de marzo juliano, que corresponde al 6 de abril
gregoriano. Algunos equipos llegaron por poco; los estadounidenses, por
ejemplo, llegaron el día de la inauguración pensando en que tenían un par de
semanas para aclimatarse. Hoy sería difícil que esto.
Los deportistas no
contaban con apoyo de sus países y debían costearse y organizarse todo ellos
mismos. El doble campeón (de peso y disco) estadounidense Bob Garret, de quien
se dijo erróneamente que participó en los juegos porque ya estaba allí, en
Grecia, por cuestiones de trabajo, viajó a Atenas con el único fin de
participar en los juegos, y además se hizo cargo de los gastos de tres compañeros
de universidad (los tres también ganaron
medallas).Garret era lanzador de peso, y cuando se decidió a acudir a los
juegos tomó su primer contacto con el disco, pero como no tenía ni idea de lo
que debía pesar se hizo uno de nueve kilos y trató de imitar la famosa estatua
El Discóbolo, de Mirón; al llegar y sopesar el disco se sorprendió al ver que
sólo pesaba dos kilos.
La mentalidad de
final del siglo XIX no concebía la participación femenina en el deporte, por lo
que ni siguiera se pensó en incluir pruebas para mujeres en aquellos juegos.
Sin embargo, ya en aquel momento hubo quien protestó y se movilizó contra tal
prohibición. Una ateniense que vivía de la caridad, Stamati Revithi, exigió
tomar la salida en la carrera de Maratón, pero no se lo permitieron. Al día
siguiente, Stamati corrió de Maratón a Atenas, el mismo recorrido que los
hombres, ella sola, para demostrar que una mujer podía hacerlo; la
organización, ante la presión del público, abrió el estadio para que entrara la
atleta, pero ella, para endurecer el tono de su protesta, rehusó entrar e hizo
los últimos metros alrededor del estadio. Debido a tan grande proeza, la prensa
local la apodó Melpómene, la musa de la tragedia.
Desde aquella primera
edición, la prueba del Maratón tomó un sentido épico y muy especial. El primer
campeón fue un griego, Spiridion Louis (pastor, albañil, panadero, cartero),
que sólo corrió aquella carrera en su vida. Y casi no participa, pues había
quedado fuera del equipo… Resulta que, unos meses antes, el coronel
Papadiamantopoulos tenía que pronunciar un discurso, pero se había olvidado sus
gafas, entonces Spiridion le dijo que podía ir corriendo a por ellas y
traérselas…, y así lo hizo, recorriendo 21 kilómetros de ida y otros tantos de
vuelta, llegando justo a tiempo para que el coronel diera su discurso. Llegado
el momento, insistió y logró que Louis fuera incluido para la carrera de
Maratón. El día de la prueba, Papadiamantopoulos era el encargado de dar la
salida, que tomaron catorce griegos y cuatro extranjeros. El coronel
Papadia…siguió la prueba a caballo, viendo cómo se destacaban un francés y un
australiano, información que entristeció profundamente a la parroquia griega;
sin embargo, en el tramo final, los líderes fueron cediendo y Spiridion Louis
se puso en cabeza, aumentando más y más su ventaja. Exultante, Papadia… se
adelantó y entró al galope en el estadio para dar la noticia a sus
compatriotas, que acogieron la victoria de Louis con sonoro júbilo, tanto que
los hijos del rey Jorge I de Grecia se echaron a la pista y recorrieron los
últimos metros junto al ya héroe griego.
Además de la medalla
de plata (en aquella primera edición sólo se dieron de plata y de cobre, el
tercero se quedó sin premio), el gobierno le obsequió con una finca, un caballo
y una carreta, además de comida y peluquería gratis de por vida. La táctica del
primer ganador olímpico de Maratón consistió en parar a mitad de carrera y
tomarse un par de vasos de vino…, los demás fueron a menos y él a más, ya que
sacó unos siete minutos al segundo. Tenía 23 años y nunca más volvió a
participar en una carrera.
También era griego el
primer tramposo detectado, otro corredor de maratón llamado Velokas, que llegó
tercero, pero luego se supo que hizo parte del recorrido en carro; avergonzado
por el engaño de su compatriota, el rey Jorge I le regaló un reloj de oro a
quien llegó tercero legalmente, el húngaro Kellner. También hubo gestos cien
por cien deportivos, como el que protagonizó el ciclista francés Flameng que,
en los 100 km en ruta., iba en cabeza con el griego Kolettis; a éste se le
salió la cadena y el francés, en lugar de aprovecharse y demarrar, se detuvo y
esperó a que solucionara el problema; al final ganó Flemeng por delante de
Kolettis.
Las cosas han
cambiado un tanto desde aquellos primeros juegos.
CARLOS DEL RIEGO
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