Los conquistadores se mataban entre ellos tanto o más que a indios (pintura La muerte de Pizarro, de Ramírez Ibáñez)
Además de capitanes,
misioneros y buscadores de fama y fortuna, a la América recién descubierta
también acudieron funcionarios, burócratas y escribanos. Entre estos últimos
estaba un berciano, Juan de Carvajal, que llegó a ser segundo del Gobernador de
Venezuela y que, gracias a unos documentos que falsificó, se hizo pasar por
gobernador, hacia 1545.Según lo describen, era “enredador y zizañero cual no
otro, ambicioso y como pocos alevoso y feroz”
Juan de Carvajal nació
hacia 1510 en Ponferrada según unos y en Villafranca del Bierzo según otros,
berciano en todo caso. Intrigante, artero y astuto, el escribano Carvajal fue
un funcionario corrupto y embaucador.
El Emperador Carlos I
había contraído fuertes deudas con banqueros alemanes, entre ellos los Welser,
por lo que a veces pagó con licencias para explorar y conquistar en el norte de
Sudamérica. En 1545 el Gobernador de Venezuela era Philip von Hutten (llamado
Felipe Utre), quien años antes se había lanzado a la búsqueda de El Dorado por
las selvas de Venezuela y Colombia. Como pasaban los años y no se tenía noticia
de él y sus hombres (la mayoría españoles), se nombró gobernador al licenciado
Frías, y como su segundo al leonés Juan de Carvajal, un escribano con pocos
escrúpulos. Frías se ausentó por asunto oficial y quedó Carvajal como
gobernador de Venezuela.
Queriendo
aprovecharse de su situación, organizó su propia expedición de conquista hacia
el interior, pero como los soldados no le reconocían autoridad, el muy sibilino
falsificó unos documentos de la Audiencia en los que aparecía él como
gobernador. Convenció a algunos y obligó a otros hasta reunir una tropa de unos
doscientos hombres; se hizo con todas las armas y caballos disponibles y se
internó en la selva.
Casi a la vez, Felipe
Utre regresaba de su catastrófica empresa (murieron cientos de españoles) y
había enviado por delante a Pedro de Limpias. Éste, que estaba del alemán hasta
ahí, se encontró en el camino con su viejo amigo Carvajal, que le mostró sus
‘credenciales’, convenciéndolo inmediatamente de que él era el gobernador.
Entonces, los dos compinches decidieron ir a buscar a Utre para, basándose en
que ya no tenía autoridad, arrebatarle lo que le quedara, hombres, armas y
caballos, y reemprender la búsqueda de El Dorado. Pero Felipe Utre se enteró de
lo que se le venía encima y no se creyó los papeles que decía tener Carvajal,
así que no entregó ni mando ni nada.
Limpias quería atacarlo
abiertamente, pero Carvajal, que no se fiaba de su hueste y sabía que Utre
sabía defenderse, optó por usar sus propias armas: el engaño, las artimañas,
los halagos…Le ofreció al explorador alemán un pacto por el que le cedería el
mando, aunque su intención era liquidarlo a la mínima oportunidad; sin embargo,
Utre siempre iba con pies de plomo y rodeado de una fuerza más que suficiente,
por lo que Carvajal no encontró la oportunidad. Tratando de separarlo de los
suyos, lo invitó a un banquete con intención de acabar con él al terminar, pero el alemán no bajaba la
guardia, y cuando Carvajal dio la señal de ataque Von Hutten y sus hombres se
defendieron, e incluso se fueron llevándose caballos y pertrechos. Carvajal
volvió a ofrecerle pactos y promesas de amistad, y por extraño que parezca, consiguió
otra reunión con Utre. Cuando regresaba confiado, Carvajal y sus
incondicionales lo atacaron y derrotaron. El falso gobernador ordenó que le
cortaran la cabeza a él y a varios soldados españoles; cuentan que el hacha
estaba tan mellada y roma que lo único que hizo el verdugo fue destrozarles el
cuello a golpes.
Temiendo que sus
desmanes llegaran a oídos de las autoridades, se refugió en la ciudad de Tocuyo
(que él había fundado). Las noticias de sus crímenes, sin embargo, llegaron a
la Audiencia de Santo Domingo, que envió a Pérez de Tolosa como gobernador y
juez. Éste se armó con una buena hueste y, en 1546, se fue en busca de
Carvajal, al que apresó tras cogerlo por sorpresa. Lo juzgó y sentenció a
muerte. Carvajal fue arrastrado por la ciudad de Tocuyo y luego colgado de un
gran árbol que él mismo había salvado de la tala para ahorcar a los delincuentes.
La sentencia concluye: “… sea colgado del pescuezo con una soga de esparto o de
cáñamo, de manera que muera de muerte natural” (¿).
Así acabó sus días aquel
escribano tramposo y traidor. Y se demuestra otra vez que los principales
enemigos de los españoles no eran los indios…
CARLOS DEL RIEGO
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