Marieke ha renunciado a traducir a Amanda por no no ser negra ella
Por mucho asombro que
hayan producido el buenismo o la corrección política extrema, siempre hay
alguien capacitado para llevar la idiocia un paso más allá. Entre los últimos
aspirantes a la obtención del récord mundial de la estupidez y la superioridad moral
están un profesor de EE UU que reniega de los clásicos greco-romanos y una
escritora holandesa que se niega a traducir a una poetisa negra por no ser
negra ella misma
Sentirse moralmente
superior debe producir un efecto parecido al de las drogas pues, al igual que
éstas generan una supuesta sensación de bienestar, quien ve por todas partes
racismo, supremacismo blanco heteropatrialcal o apropiación cultural se sentirá
igual que el drogota que acaba de ‘ponerse’. Sí, señalar al prójimo para verse
mejor a uno mismo debe ‘colocar’ lo suyo.
Una escritora holandesa
llamada Marieke Lucas Rijneveld ha renunciado a traducir el poema que Amanda
Grosman escribió y leyó durante la toma de posesión de Joe Biden. La razón es
que ella, Marieke, y su editorial, recibieron insultos y amenazas a través de
las redes sociales, además de artículos de prensa en que se hablaba de
escándalo, porque, al no ser negra como Amanda, no tenía derecho a traducir sus
textos. Marieke se convenció de que, efectivamente, no estaba legitimada para
hacer ese trabajo y cedió, y renunció. Lo
más desconcertantes es que, si se piensa en profundidad, el verdadero acto de
racismo es fijarse en el color de la piel del traductor para encargarle o no el
trabajo. Los campeones de la impostura buenista que escribieron esos mensajes
deben haber sentido un auténtico ‘subidón’ (como el de una buena ‘mercancía’)
al sentirse respaldados por la asunción de culpa que, sin duda, habrá asaltado
a Marieke. Esta joven escritora neerlandesa se declara de género ‘no binario’,
es decir, no se siente ni mujer ni hombre, e incluso tiene intención de hacer
desaparecer los pronombres personales de sus obras (luego irán los machistas
sustantivos, y los racistas adjetivos...). Y eso que Amanda no se ha dicho nada
sobre al color de la piel de quienes traduzcan sus escritos, o sea, los tiranos
morales deciden y se ofenden por ella.
Un profesor de la Universidad
de Princeton, EEUU, ha firmado un artículo en el que acusa a la cultura clásica
de ser la cultura del hombre blanco, quien la ha utilizado para ejercer
racismo, colonialismo, esclavitud, machismo, totalitarismo. Se llama Dan-el
Padilla y acusa a Grecia y Roma de ser el origen del supremacismo blanco a lo
largo de toda la Historia hasta llegar a hoy. Por un lado, el rostro pálido
(¿se podrá utilizar este término o será apropiación cultural?) es el que
‘inventó’ la Filosofía y el Derecho, los Derechos Humanos y la Democracia; es
decir, todo eso, que hoy conforma la base de todo, no surgió en culturas
precolombinas americanas, ni asiáticas, ni africanas, ni oceánicas, sino en el
entorno del perverso y supremacista hombre blanco heteropatriarcal, y si no
hubieran existido Grecia y Roma, si los avances en pensamiento, derechos y
libertades hubieran dependido de las culturas africanas, asiáticas… todo estaría
muchísimo más retrasado.
Por otro lado, Dan-el
Padilla se ha sentido superior a los autores clásicos, tanto que seguramente
estará plenamente convencido de que en caso de haber estado él allí lo hubiera
hecho todo mucho más democrático, antimachista e igualitario; sin embargo no es
más que un mediocre tratando de subirse a los hombros de los auténticos genios
(tal cosa había que ser para pensar todo lo que ellos pensaron sin tener
ninguna referencia previa). Alguien debería recordarle a este buen señor que
cuando se mira al pasado siempre se ve una imagen distorsionada, puesto que
jamás podrá sentirse hoy lo que sentía la gente que vivió hace quinientos, mil
o dos mil años, la persona del siglo XXI nunca podrá integrarse en aquellos
contextos ni comprender cómo se afrontaban aquellas circunstancias. Hay que ser
ignorante o ególatra para atreverse a juzgar, condenar o tratar de corregir el
pasado. El profesor ha debido experimentar un éxtasis, un clímax, al comprobar
el ruido que ha metido, ha debido sentirse como el drogota que acaba de
‘meterse’.
Ya se han censurado
películas, así que pronto empezarán a corregirse libros (como han hecho con
Agatha Christie) o incluso a quemarlos (como en la película ‘Farenheit 451’),
acusándolos de machistas y racistas; e igualmente se censurarán pinturas con
imágenes heteropatriarcales.
Cada vez se confirma
más inequívocamente que la corrección política, el puritanismo cultural, mental
e ideológico conducen a la estrechez intelectual y espiritual, así como a la
total esterilidad creativa.
CARLOS DEL RIEGO
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