Debe ser poco tranquilizador ver esto en el cielo; la pregunta ahora no es si caerá algo, sino cuándo caerá |
Un meteorito se desintegra en capas altas de la atmósfera
provocando con su onda expansiva escasos daños y cientos de heridos leves en un
área bastante grande. Además, a eso de las 22 horas de hoy (15-II-13) podrá
verse con prismáticos o telescopio, si las condiciones lo permiten, el paso de
otro muy cercano a la Tierra; éste mide unos 50 metros , viaja a unos 28.000 km/h y, en caso
de impacto, sus efectos serían como los de una bomba atómica. Y siempre está la
amenaza de Apofis, otro cuerpo celeste bastante más grande (más de 300 metros de largo) que
volverá por aquí en 2029 y 2036; afortunadamente la posibilidad de que éste
choque contra el planeta son menos de una entre un millón, pero si por errores
de cálculo o variación inesperada de su trayectoria impactara en la Tierra,
alteraría la geografía, pues podría destruir un país entero. Claro que mucho
peor lo pasaron los animales que ya estaban aquí a finales del período
Cretácico, cuando desaparecieron los dinosaurios (por cierto, esto no explica
totalmente la extinción de estos lagartos, pues los había del tamaño de una
gallina y también se extinguieron, mientras otros animales del mismo tamaño
sobrevivieron). Y también hay constancia de lo que se desintegró cerca de
tierra en la región siberiana de Tunguska en 1908, devastando una zona amplísima (destruyó más
de 80 millones de árboles) y causó dos muertes.
Por ahí fuera hay millones y millones de pedruscos que
pululan por el Sistema Solar, y aunque las probabilidades de que alguno de
tamaño considerable se acerque con peligro para quienes ahora viven son
ínfimas, la realidad es que tarde o temprano algo caerá y causará sus efectos,
y si es lo suficientemente grande…, adiós. El que acabó con los dinosaurios sería
de unos 10 kilómetros
y mató a la mitad de todo lo que vivía entonces. Así pues, ¿qué pasaría si se
nos viniera encima una piedra (o un trozo de metal) de 100 kilómetros de
longitud?; la atmósfera, que desintegra o rompe los asteroides a causa de la
fricción, no serviría de ayuda, pues cuando un extremo del bólido tocara tierra
el otro aun estaría en el espacio; seguramente el planeta se rompería, lo que supondría
un cierto contratiempo para quienes
vivieran.
En todo caso, lo que dicen estas indeseadas y periódicas
visitas (la pregunta no es si algo caerá, sino cuándo caerá) es que la Tierra
es una pequeña e insignificante mota de polvo perdida en una zona exterior de
la galaxia y siempre en peligro de recibir alguna pedrada catastrófica. Por eso
resultan incomprensibles la soberbia, la vanidad, el desprecio del semejante y
el racismo, las ínfulas de superioridad y otros graves defectos exclusivamente
humanos, porque pensándolo bien, si el planeta es una insignificancia cósmica,
entonces ¿qué es y qué significa un hombre (aunque sea el más importante del
mundo) a escala astronómica? La respuesta es evidente: nada, menos que un
protozoo para la Tierra. En este sentido viene al pelo recordar lo que
manifestaron muchos astronautas que tuvieron la suerte de ver a la vez el polo
y el ecuador, pues varios (en varios años) afirmaron sentir algo único al ver
la belleza de la Tierra y luego mirar al otro lado, hacia la incomprensible
inmensidad, y entendieron la suerte de este trocito minúsculo de tierra y agua
y de todos los que aquí están; muchos afirmaron que allí, cualquier problema,
deseo o inquietud humana se ve de un tamaño microscópico.
Más vale que esto se asuma cuanto antes.
CARLOS DEL RIEGO
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