Korolev, derecha, con Yuri Gagarin, que fue el primer hombre en viajar al espacio tripulando la nave Vostck, diseño del genial Korolev. |
Hace justo diez años que se producía la catástrofe del
transbordador espacial estadounidense Columbia al regreso de una misión fuera
de la Tierra. Retransmitida por televisión, la tragedia fue vista en todo el
mundo. Las imágenes del desmembramiento de la nave encogen aun hoy el corazón,
pues dentro iban siete astronautas que sabían con seguridad que iban a morir 40
segundos antes de la explosión. No hay que olvidar que la exploración espacial
es y siempre ha sido prolija en accidentes y en pérdidas humanas (y materiales,
pues el Columbia costó varios miles de millones de dólares), auténticos
mártires de la ciencia, aunque muchos de esos mártires jamás tripularon una
nave. Tal es el caso de uno de los mayores genios del siglo XX, el ucraniano
Sergei Korolev (o Koroliov), cuya breve trayectoria vital (59 años) es pródiga
en éxitos profesionales y tecnológicos y también en terribles desventuras
personales.
Korolev (1907-1966) fue un
visionario y un genial pionero de la investigación espacial, pero tuvo la
desdicha de vivir en la terrible Unión Soviética de Stalin. Desde niño mostró
verdadera pasión por el vuelo. Apenas era adolescente cuando diseñó un
planeador que fue aceptado y construido. Desde entonces no hizo otra cosa más
que estudiar, investigar y proyectar ingenios que permitieran al hombre
liberarse de la gravedad terrestre. Estudió y desarrolló motores y trabajó en
la búsqueda de los mejores combustibles. Formó parte de los grupos que
iniciaron seria y rigurosamente, con proyectos viables, la era de la
investigación y las naves espaciales; trabajador, detallista y meticuloso,
disciplinado y perfeccionista, Korolev era en 1938 un brillantísimo ingeniero
con muchos proyectos en su cabeza.
Los restos del Columbia segundos después de la explosión. |
Pero entonces se produjo otra de
las aterradoras purgas de Stalin, que significaban la detención y deportación
(o ejecución) inmediata del apresado, sin acusación ni juicio ni nada por el
estilo, de forma que con una confesión arrancada a palos se enviaba al
desgraciado a cualquiera de los gulag de Siberia. Tal cosa le pasó a Korolev;
al parecer fue uno de sus colaboradores, el especialista en motores Valentín
Glushko, quien lo delató. ¿Lo traicionó por envidias y celos?, ¡quién sabe!,
aunque lo más probable es que, tras un par de horas en manos del NKVD
(antecesor del KGB), Glushko estuviera dispuesto a acusar a su padre. De todas
formas, ambos científicos dieron con sus huesos en Siberia, y tuvieron suerte,
puesto que prácticamente todos los que formaban el grupo de investigación (el RNII)
fueron ejecutados entre 1937 y 1939; meses después fueron trasladados a una
prisión para intelectuales, pues el Kremlin deseaba aprovechar a sus
científicos de cara a la guerra contra Alemania. Korolev pasó ‘sólo’ cinco
meses en el gulag de Kolyma, tiempo suficiente para perder casi todos los
dientes, para sufrir una dolorosísima fractura de mandíbula, para padecer
escorbuto, para recibir palizas diarias, pasar frío siberiano y hambrunas, para
contraer incluso afecciones cardiacas. Volvió al trabajo, pero con su salud
definitivamente quebrada. Pero lo que peor le tuvo que sentar es que le
obligaran a volver a trabajar a las órdenes de su delator, Glushko, aunque
Korolev se mostró siempre distante, desconfiado de todos, cauteloso y temeroso
de que lo asesinaran (por los muchos secretos que conocía) o, peor aun, que
vinieran una noche a detenerlo para enviarlo otra vez a Siberia. Nunca superó
la traumática experiencia de aquellos cinco meses en aquel infierno helado.
Aun con esos miedos, Korolev no
dejaba de demostrar su genialidad, siendo el diseñador de algunos de los
aviones soviéticos que intervinieron en la guerra. Al acabar ésta, el ucraniano
tenía nuevos proyectos para misiles balísticos, pero lo que a él le interesaba
era el espacio, y en 1957 puso en órbita el primer ingenio humano que orbitó la
tierra, el Sputnik, un proyecto que fue fruto de la recién aparecida rivalidad
USA-URSS; apenas un mes después llegó el éxito con la perrita Laika a bordo del
Sputnik II. Luego logró que el Luna 2 se estrellara contra la luna. Sus éxitos
le habían proporcionado un gran peso en el aparato soviético, pero por razones
de seguridad su nombre era totalmente desconocido tanto en la Unión Soviética
como en el resto del mundo (no pudo recoger el premio Nobel). Para entonces ya
mantenía una rivalidad silenciosa y a miles de kilómetros de distancia con von
Braun. En 1961 logró uno de sus mayores éxitos, uno de sus grandes anhelos,
poner por primera vez en la Historia de la Humanidad un hombre en el espacio; a
bordo de la Vostok, Korolev llevó a Yuri Gagarin a orbitar la Tierra, y lo
trajo sano y salvo. También puso a la primera mujer en órbita, Valentina
Tereskova, en otro de sus diseños, el Vostok 6. Entre sus principales proyectos
estaba llevar un hombre a la luna y naves no tripuladas a Marte y Venus, y
parte del proyecto Soyuz es obra suya. A bordo de otro de sus diseños, la
Vosjod, una evolución de la Vostock, Aleksei Leonov dio el primer paseo
espacial.
Pero los meses en el gulag ya
pasaban factura, de manera que padecía múltiples problemas cardiovasculares y
digestivos, se le detectó un tumor y padeció varios infartos. Murió en el
quirófano en 1966.
¿Qué hubiera sido de la
investigación espacial si un genio como Korolev no hubiera sido maltratado y
hubiera tenido a su alcance todos los recursos y tecnología de von Braun?
¿Habrían llegado los soviéticos a la luna antes que los estadounidenses?
¿Hubiera hecho avanzar la tecnología tanto como para que las naves como la
Columbia fueran más seguras?
Uno de los grandes genios del
siglo XX sigue siendo un perfecto desconocido. Pero además de genio, también
era hombre. Estuvo casado dos veces, manteniendo siempre, además, una o más
amantes fijas; su primera mujer se divorció a causa de su infidelidad y él se
casó con su amante, pero para entonces ya tenía otra u otras concubinas.
Una ciudad rusa, un cráter en la
luna y otro en Marte, un asteroide…, llevan su nombre.
Hace diez años el transbordador
espacial Columbia se desintegraba en el aire; sus tripulantes son recordados
cada año al menos en su país, donde tienen el rango de héroes. Todo el mundo
sabe de von Braun, pero Sergei Korolev, que también fue un mártir de la ciencia
espacial y un talento extraordinario, sigue siendo un perfecto desconocido.
CARLOS DEL RIEGO
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