Hay mucha gente que huye de las noticias en beneficio de su salud mental |
Es un curioso fenómeno que se viene observando desde hace
años: cada día son más las personas que huyen de las noticias, que sintonizan
sólo emisoras de radio musicales o deportivas, que cambian de canal al llegar
los telediarios, que pasan las páginas de información general del periódico sin
apenas leer ni los titulares... “Es que me deprimen mucho”, dicen unos, “me
pongo de muy mal humor”, afirman otros, “muchas noticias me enfurecen y estoy
que muerdo el resto del día”, confiesan algunos.
Esa postura no equivale a volver la cara a la realidad, sino
que es una medida terapéutica para no amargarse la existencia; y de todos
modos, ni siquiera los que huyen de las noticias dejan de enterarse de todas
las calaveradas, barrabasadas y mamarrachadas con que diariamente confirman su
condición aquellos a quienes el ciudadano desprecia y critica hasta el insulto.
Y no es por la delincuencia existente en las calles y entre
la clase política, en la gestión de los bancos y en las esferas donde se maneja
el poder, pues ya se sabe que estadísticamente tiene que haber manilargos y
maletas e inútiles mejor o peor intencionados en todas partes. Lo que verdaderamente
enfada y desespera, lo que no se soporta es la impunidad, lo que lleva a
escapar de la noticia es evitar enterarse de que el asesino esté en la calle a
los pocos años; que el ladrón de guante blanco pase unas vacaciones entre rejas
y, al poco, vuelva a casa sin devolver nada; que el político cuya acción ha
causado serios y evidentes prejuicios a causa de su ineptitud se retire sin
rendir cuentas; que el dirigente que ha desviado contratos o subvenciones
interesadamente no sólo no lo explique, sino que se diga “víctima de una
conspiración” (¡cuántas veces se han escuchado estas palabras de boca de
auténticos sinvergüenzas!) y adopte postura de gran indignación; que los
rateros y ladrones estén en las calles enseñando el dedo anular a sus víctimas
horas después de haber sido sorprendidos con las manos en la masa; que
terroristas confesos queden en libertad gracias a las opiniones de jueces
dudosos; que violadores, pederastas, proxenetas y maltratadores nieguen la
evidencia y echen la culpa a las víctimas atendiendo los consejos de abogados
despreciables… Y así sucesivamente, y eso sin contar con los actos de
corrupción que quedan impunes, perdidos en una maraña legal. Que suceda todo
esto y te lo cuenten como si nada es lo que desespera hasta el punto de decir
“no aguanto más, no quiero enterarme de nada o cualquier día me echo a la calle
y cometo una barbaridad”.
Esto es lo que ha llevado a muchos ciudadanos, hartos de
cumplir estrictamente con la ley y comprobar cómo otros se la pasan gratuitamente
por el forro, a alejarse del noticiero. Y además, el ciudadano (perseguido sin
tregua si tiene el mínimo desliz), sabe que todas aquellas situaciones indeseables
cuentan con la complicidad de un sistema y una judicatura tremendamente
parciales y favorables a quien infringe la ley, pues el código penal español y
la cárcel no tienen intención punitiva sino reinsertadota, mientras que los
encargados de impartir justicia evidencian gran preocupación por acortar todo
lo posible el padecimiento del pederasta, asesino, terrorista…, a la vez que se
muestran indiferentes y despreocupados ante la víctima; y no digamos si anda la
política y la ideología por medio, pues entonces se escucharán sentencias
dignas de los Hermanos Marx.
En fin, si cada día son más los ciudadanos que asocian
noticias con insoportables injusticias es, ante todo, por esa impunidad que
permite el sistema (o sea, los legisladores, o sea, los gobiernos) y por la
ceguera o la perversa interpretación de unos magistrados que bien podrían pasar
por arbitruchos miopes.
CARLOS DEL RIEGO
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