El lenguaje es un instrumento que vale
para todo, para la guerra y la concordia, para el amor y el odio, para el arte
y para el deporte, para todo. Sin embargo, muchas veces se hace un mal uso del
idioma, de las palabras, de su significado, de sus matices, llegándose a veces
a hacer un uso perverso y malintencionado, distorsionando los significados y
adaptándolos a lo que se quiere decir. Merece capítulo aparte la forma de
escribir mensajes electrónicos.
Los ejemplos son muy abundantes. Uno que
se usa mucho en prensa y que evidencia ínfulas literarias es eso de “Fulano de
Tal nació un 28 de enero de 1955” ,
dando a entender que 1955 tuvo al menos dos 28 de enero, y en uno de ellos
nació Tal; nadie que sólo tuviera un coche en su cochera diría “bajé al garaje
un cogí un coche”, sino “el coche”. Otro mal uso de la terminología,
tremendamente extendido, es decir cosas como “a nivel de vestuario todo va
bien” o “esto se usa a nivel comercial”, en lugar de “en el vestuario...” o “se
usa en comercio”. En el terreno de la música pop y rock también se patea habitualmente
el lenguaje al decir y escribir aberraciones del tipo de “jitazo”, que toma el
término inglés ‘hit’ (éxito), hace una jota de la hache y trata de españolizar
el palabro con el sufijo aumentativo –azo..., en fin, no se puede hablar tan
mal con tan pocas letras.
"TODO VA BIEN A NIVEL DE OFICINA", "PUES SÍ, LA VERDAD ES QUE SI" |
Casi exclusivo del lenguaje hablado es esa manía de
terminar todas las frases con un ¿vale?, como queriéndose uno asegurar de que
se le ha entendido lo que acaba de decir, y eso a pesar de ser cosas que no
necesitan esa seguridad; por ejemplo “iba por la calle paseando a mi perro,
¿vale?, cuando me encontré a aquel señor de negro, ¿vale?”, y así
sucesivamente, como dudando el hablante que quien escucha tenga capacidad
suficiente para entenderle. Pero la expresión más pronunciada en las últimas
décadas en España es “bueno, pues la verdad es que sí”, o “pues sí, la verdad
es que sí”, una forma tópica de comenzar una respuesta que llega a cansar por
la continua repetición en todas las esferas (política, artística, deportiva,
coloquial, televisiva, radiofónica...). Y hablando de deporte, también está muy
de moda lo del “trivote”; se refiere a las posiciones de los jugadores de
fútbol en el campo y alude a tres de ellos, sin embargo, cuando son dos se dice
“doble pivote”, mientras que si son tres se prefiere “trivote” a “triple pivote”,
¡vaya usted a saber por qué!
Pero hay muchos otros giros totalmente
erróneos usados sobre todo en los medios de comunicación (donde, por cierto,
también abundan los anteriores). Así “catástrofe humanitaria” cuando se quiere
decir catástrofe que afecta a muchas personas; pero el término ‘humanitario’
significa algo bueno para el género humano, benigno, caritativo, benéfico, que
tiene como fin aliviar a las personas de las calamidades que padecen; de modo
que “catástrofe humanitaria” significaría catástrofe buena para los hombres; en
fin, podría sustituirse simplemente por “catástrofe para la población”. También
entre quienes escriben no es raro comenzar textos con “Pepito no imaginaba al
salir de casa los hechos que le iban a ocurrir”, o “qué poco imaginaba el
hombre el terrible accidente que le esperaba”; en realidad, nadie imagina ni
adivina qué le depara el futuro, pero ese modo de iniciar la frase (recurso
usado mucho por un Nobel sudamericano) es tenido por erudito por algunos cuando
escriben. También se usa mucho (incluso en ambientes oficiales) “memoria histórica”,
dos palabras que se repelen como polos iguales de un imán; la memoria es
particular, de cada uno, y suele llevar a engaño muchas veces, pues es fácil
que el mismo hecho sea recordado de modo diferente según la persona y el tiempo
transcurrido; además, la
Historia no puede hacerse a base de recuerdos, que pueden ser
falsos, partidistas, interesados, sino que debe atender, sobre todo, a
documentos; por último, el uso que se hace “memoria histórica” se refiere
exclusivamente a una parte mínima (apenas 40 años) de la Historia de España, por
tanto habría que decir, en todo caso, “memoria de 40 años”, y también sólo hace
referencia a lo sucedido a una parte concreta de la población española de esos
años, de forma que lo sucedido a la otra parte no cabe en ese sentido
pervertido que se da a “memoria histórica”.
Los ejemplos del uso partidista del
lenguaje son casi infinitos. Uno verdaderamente terrible es “discriminación
positiva”, que quiere decir que se va a beneficiar a un colectivo que antes
estaba perjudicado. Pero el caso es que discriminar es separar o dar trato de
inferioridad, por lo parece difícil dar trato de inferioridad positivamente;
además, discriminar significa perjudicar a unos en beneficio de otros, es
decir, sería positiva para estos pero negativa para aquellos; cuando en EE UU
se prohibía a los negros ciertas cosas se estaba beneficiando a los blancos, es
decir, había “discriminación positiva” para con los blancos; por tanto, cuando
se hace “discriminación positiva” con unos se está haciendo “discriminación
negativa” con los otros. También es equivocado usar términos como ‘asesino’ o
terrorista’ a hechos o personas que jamás han pensado en hacer daño; por
ejemplo, cuando el rally París-Dakar huyó de África por las amenazas
terroristas, muchos dijeron que la exhibición de opulencia de los coches en
lugares deprimidos también era terrorismo...; con ello se toma una palabra y se
adapta a lo que se quiere proclamar; en fin, se podría decir que los
participantes en la carrera son soberbios, engreídos, chulos, insolidarios...,
pero no terroristas.
También se utilizan topicazos como ‘la
ciudad condal’, ‘la ciudad del Turia’, ‘persona humana’...
Y una más. Hay muchos periodistas,
políticos y ciudadanos en general que dicen Castillaleón cuando se refieren a
Castilla y León, convirtiendo León en algo así como el apodo diferenciador de
la otra Castilla. Pero para eso está la ‘y’, para unir dos territorios
históricos, no como Castilla-La Mancha, donde La Mancha es término
diferenciador.
Carlosdelriego.
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